EN EL OJO CERRADO
Quiero tropezarme con mis miedos y una vez abajo no temerles más. Repetirme la voz cruda que cuando me golpeo un dedo es capaz de gritar. Frente a una cueva con eco desatar todos los gestos de maldad. Y si todos nos perdiéramos de una vez por todas en la oscuridad de un ojo cerrado, que pasaría con el otro. Sucede que mi realidad está a años luz de mi anhelo, pero sigo trabajando en mi nave espacial y parchando sus agujeros. Es más regocijante permanecer en la oscuridad fabricada por tus ojos para detener el espacio cronometrado desde algún trono reinado por alguna fuerza inverosímil. Pero manteniendo alerta una de las pestañas, alejándola del parpado inferior.
A modo de sueños verticales se puede combinar fantasía y realidad, deambulo dormido pero con la mente despierta, entre transeúntes anónimos que al tropezar no se vuelven a parar. Dónde coloco mi paciencia si está a punto de colapsar, que hago con mi carnada si mi pesca no sirve en altamar. Tiene celos el mar de la sal que abunda en mí más que en él.
Pero ya no me preocupo en el tarot y sus artificios que me hacían devoto de una procesión inapetente. Y por más que ordenen las estrellas jamás ves constelaciones ordenadas, en ese sentido la cabeza juega más con las formas que el cielo nos da. Me basta dejar de inhalar aire por un momento para sentir deseos de esperar, y no abandonar la contienda. En un tris mis nervios sienten la espina penetrando en el último fragmento de piel del dedo más pequeño bajo mi tibio pie. Y despierto de mi boba existencia idealizada, reanudo mi biografía y empiezo con nuevos pergaminos.
Y en el tiempo que mis diablos azules deciden hacer de mi sensatez un insecto que pisar, me embriago con mis lágrimas amaneciendo con una resaca compasiva. Un insignificante trozo de debilidad no puede hacerme flaquear. La idea es jugar con las palabras guapas y hacerlas perdurar, esquivando las balas que tienen como blanco tu salud mental.
Soy un loco bueno, insano desde que pienso, pacifico hasta no más. Puedo depositar todos mis descontentos en mi bolsa cerebral y atarla fuerte para evitar una fuga monumental. En el ojo cerrado esta la dimensión donde puedo regar de demencia cada rincón de mi propiedad. Donde puedo realizar la insania de poder manipular mis hilos y dejar al ventrílocuo descansar. Donde un vodka helado y cigarrillos me acompañaran en mis funerales dedicados a mi destierro por voluntad, en donde lo más lejos que podría llegar, seria la ventana de la cocina que da hacia la zona de albedrio espiritual.
#G
Anoche, Gercar lo dijo
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