LA SAL

                           

"¿Quién soy? ni yo lo sé con seguridad, pero sé más del efecto que en la herida hace el limón y la sal. (Fueron sus palabras de introducción). El mar está celoso de mí, más sal tienen mis costas que sus profundidades.

Me visto de café (continuó hablando, pero inapetente de dialogar), con zapatos sin rastro de limpieza y con gotas de llanto que corren bajo mis ojos.

¿Ridículo? (se preguntaba y respondía al mismo tiempo que limpiaba sus narices). ¿Ridículo? ¿Solo porque escribe un hombre que a sus años aun no sabe por qué llora?

(Repentinamente exclamó) ¡De hecho, sí lo sé! pero es mejor guardar los secretos más hediondos que hasta ayer huelen. Esto no es una introducción, es un grito de auxilio. ¡Gatos negros! (mirando al par de mininos que albergó en su jardín desde hace dos viernes) ustedes de ahora en adelante serán los oídos perfectos que estuvieron buscando mis acongojadas palabras.

Cada maullido será un secreto más que se revele, ustedes maullaran por mí. Cada grito, un trago amargo que tuve que secar. Pues yo de bebidas no sé demasiado, pero de sobredosis puedo dar una cátedra digna de un titulado incluso con "docTARADO" (Tenia humor el decrépito).

Yo jamás hablé a espaldas de nadie hasta antes de los quince. Cotorrear de los que están ausentes al momento de mencionar sus defectos más icónicos, que poco sugestivo para mi cotidianidad.

Cuando la cajita de pandora se abre, nadie confiesa quien lo hizo, ese es mi problema. (Hablaba y sacaba el exceso de cabello blanco de sus patillas).

Pobre niño que tuvo que crecer fui, pequeño debió quedarse, sin educación, libre como un adefesio que corre al campo en busca de altura y un buen pasto. Su único sueño era bailar en la arena mientras lo visitaba una que otra ola, como un bautizo diario.

Sus cabellos rubios ahora eran oscuros, sus labios seguían rojos por el picante de su mentir descarado y sus uñas crecían solo para herir al prójimo. Fiero".

...

Terminó de hablar aquel pobre anciano y tosía mientras los felinos enroscaban sus colas en el bastón venerable. Pobre y más pobre su alma, llena de agujeros, un colador. Un colador era su pecho.Su relato no tenia sosiego, toda la sal que en su camino había, era el resultado de su mala suerte, fuerte, demente. Lentes a sus ojos para que no tropezara fueron necesarios. Soplaba la flor del diente de león, y estornudaba a cada movimiento del aire. Fobia a su sangre corriendo fuera de su cuerpo, eso lo desfallecía.

Cada vez que podía volvía al asiento, lo hacía con la nueva comida para los gatos del tejado. Esos animales eran su dosificación, para evitar pagos al cementerio. Desterrado por sus ambiciones, codiciando lo remoto. Venerando dioses, espejismos de su sedienta fe. ¡Qué dolor! la sal aun seguía acabando con su suerte, mientras los gatos seguían esparciendo pelos. “El hubiera no existe”, cantaba en cada pausa prolongada de su monólogo.

¿Qué poseía?, ¿Qué dejó?, ¿Qué deseó?, ¿Qué lo haría sentir mejor? Regresar la tierra a la órbita que imperaba hace décadas atrás, cuando el anciano pensó que viviría hasta los cuarenta, rodeado de oro y belleza; sin embargo terminó alimentando dos gatos negros, que lamían la sal de sus heridas. Pobre y más pobre, era el hombre que se reflejaba en los ojos cerrados como un perro cabizbajo andando cuando lo regañan, pobre y más pobre el anciano con el que soñé. 




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Comentarios

  1. Gerzon hijo porsiaka soy yo Mia , simplemente sublime tu blog , me has dejado sorprendida, congratulieren mua mua

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