CUANDO ENCONTRÉ A ROSS


Con mucha pereza y zángano aun, el sol se asomaba por el vidrio de la oficina. Yo ya no la buscaba y precisamente por eso es que volvió a mí como un boomerang de larga duración tan extensa que quizás dio la vuelto al mundo en 80 días, exactamente 80 días después de que me dejo la despedida mas desabrida  y tibia.
Había aprendido a hacer funcionar mis pulmones sin respirador artificial sin tener que recordármela, me había rehabilitado, porque si la vida te da limones uno hace limonada, pero yo hice caso omiso a los mandamientos de la ruleta rusa y seguí girando en mi eje hasta vomitar. La expulsé de mi sistema porque me estaba dejando inmune. La extirpe como un apéndice del cual puede prescindir.

Estaba sentado, quieto e inofensivo, pero las puerta se abrieron como un abanico y entonces su ráfaga me aventó hacia arriba los pelos de punta y por la luz del día hice chiquitos los ojos y me los sobe hasta ver claramente lo que sucedía. Ella entro y su silueta la dibujaba la contraluz del lobby, toda su anatomía pensé que estaba olvidada solo me quedaban retazos de una muñeca destejida en mi memoria, pero al verla nuevamente arme todo el rompecabezas en mis células craneanas, y la vi bien, era ella o quizás no; todo esto pasaba en mili mini segundos, entonces la blusa de tela delgada me ofreció la respuesta, se podía traslucir… busque  y lo encontré!! el tatuaje del pecho, no había duda, ella regreso, ella era Rose.

No cruzo palabra conmigo, no tuvo ni una migaja de mirada para mis ojos anonadados, ella siguió de frente y no supe que hacer, ni uno solo de mis nervios reaccionó, mi cuerpo no me obedecía, obstinado como ella cuando desfilo delante de mi si ningún reojo hacia atrás para saber si era yo.
 
Mi mente se durmió por fuera, estuve en coma físico por uno minutos, era ella. Era Rose, era el tatuaje en el pecho, era el mismo derriere la misma mirada, la misma alma rock domesticada en un traje sastre de entrevista ejecutiva.  Todo volvió a mí como un cohete que fue al espacio a ser reciclado repleto de sus recuerdos, pero que rozo mi gravedad y estrello delante de mí.

 La tarde del 23 de septiembre se convirtió en la mañana del 21 de diciembre, aquella fatídica primavera ahora había evolucionado a un  verano que me lleno de sal y arena los sentidos, aturdiéndolos  bajo sus olas, y en vez de limpiar, la marea me trajo todo el recuerdo que en vano trate de ahogar. Sus pitillos se habían convertido en anchas bastas, la camisa a cuadros en una blusa de vuelos que parecía un ángel de oficina. Todos pero absolutamente todos los tatuajes estaban de camuflados, de incognitos, sumergidos bajo la piel de la ropa. Parecía una dama, y no diga que nunca lo haya parecido, pero honestamente esa no es su “onda”. Ella es como una diosa del rock, y sus cabellos desordenados eran la sombra de los rulos cuidadosamente peinados de aquel día que la volví a ver, cuando ya daba por vencida toda esperanza verde que se asomaba a mi cabeza como una nube negra que me perseguía dándome lluvias acidas de recuerdos grises.
 
Se me caían los lapiceros, el teclado me detenía el calambre absurdo en las yemas de los dedos. Sudaba frio y mi cuello a punto de colapsar de tortícolis producto del acto de tener mi cabeza a unos 90 grados de mi eje mirando las escaleras para detectar en qué momento descendería cual reina de su castillo. Mis ojos se abrían y cerraban del sueño como una persiana descompuesta, el café se hacía añicos en mi lengua que todo lo pasaba amargo. Mi mente y manos no se comprendían, más torpes que nunca resbalaban los papeles como mantequilla. Y sin previo, venía a mí como una jauría una serie de ideas que comenzaron a ladrarme la cabeza, “¿Que se supone q debía hacer?” Era Rose, no había duda, la prueba del delito (el tatuaje en el pecho) era todo lo que necesitaba para resolver el misterio. ¿Qué le diré? ¿Qué me dirá? ¿Me atreveré a decirle algo? ¿Le diré lo que nunca le dije la ultima y primera vez que la vi? Pero ¿Y si no me reconoció? y ¿si lo hizo? y ¿Si lo hizo y simplemente me ve como un "check" más en su lista negra? ¿Qué hago? ¿La sigo? ¿Le hablo? que le digo? “escogeme, elijeme, amame?” Me sentía como en un “previously on ger’s anatomy o gercar’s modern life”…

Los escalones empezaron a hablar, las agujas de sus altísimos zapatos entonaron la música de suspenso y erotismo que infectó toda mi espina dorsal en ese instante. Era ahora o nunca, o la sigo o se me desvanecerá entre la luz del día de la puerta abierta.Cruzo delante de mis ojos como una mariposa que no se posa en ninguna flor y se detuvo por la puerta tal y como entro, altanera presumida y orgullosa, el rouge de sus labios parecía que le iba a quemar la boca en cualquier segundo y yo estaba dispuesto a apagar ese fuego lento. Las perlas en su cuello parecían frescas como recién salidas del fondo del mar y me seducían las gafas oscuras que aun no las bajaba de su frente, seguía de pie justo ahí en medio de todo mi mundo, recogió todos sus rulos de un solo puño y los elevo hasta los techos, los amarró. Todo parecía un espejismo del verano, como una fotografía perfectamente capturada en slow motion. Como si viniera de otro planeta, como Milla Jovovich, en el quinto elemento, así de vital para mi, su exótica me detuvo en la silla.  Dudaba de mí, no sabía cómo detener semejante cometa que parecía incendiarme las manos. 
 
Entonces ella salió sin ningún miramiento, enfrentó la luz solar intensa, que recordaba a un Egipto dominado por sus pirámides que en ella se hacían curvas en stilettos. Bajó sus gafas y avanzó dejando el perfume de siempre detrás, el mismo de aquel viernes de hace 80 días, y como si el aroma tomara forma de migajas de pan, seguí su rastro hasta la avenida. La detuve con una voz de mando que parecía sacada de un pelotón de algodón, tan delgada aguda y sin ningún ruido molesto. Ella volteo justo antes de que le tocara la espalda con mis dedos cobardes. 
 
"Hola, eres... te acuerdas de... nos conocemos…o quizás me estoy confundiendo"- tuve que detener mi cara que se caía de la vergüenza.
“No, no te estas confundiendo, claro que nos conocemos" dijo Rose fría y distante, ahora ella tomando el bando de los fríos y desinteresados el mismo que tome yo la última vez aquella vez.
 
Estábamos frente a frente, como cuando nos despedimos esa vez, pero reencontrándonos. "No te volví a ver" le dije mientras me sonaba los dedos de los nervios.  "Regrese con mi novio, nos vamos a casar”... fue entonces cuando el cielo colapsó. Retome mi actitud de “bajo cero”  a quien no le importa nada y seguí. “Como has estado" , "bien gracias y tu"-ella respondía- , frases de siempre preguntas de toda la vida respuestas cortas y desinteresadas. "Cuando salimos?" le dije sin duda alguna a la prometida del infeliz ser humano que la ensortijo. "Ahora puedes?" respondió ella sin titubeos- "Absolutamente" le dije.  "En media hora te llamo" me dijo. Nuevamente no le pedí su número, toda fe había sido derretida a punto de cera.
Regrese a mi silla, contemplé toda la sala buscando algo en que fijar la mirada y pensar sabiamente. "No es ella, me la han reemplazado". "Donde está su erotismo" " donde esta Rose?", ”hablaba como ella, se movía como ella, me miraba como ella, pero no era ella” (cliché).
No había mas que decir, me senté con mi cerebro al lado en una conversación de hombre a hombre, ambos lados de mí trataban de conciliar las cosas. Y llegamos a un veredicto "ya fue". No vale la pena correr tras algo que no se detiene a esperarte, es Mr. destiny diciendo que no le busque cinco pies al gato y entender que solo tiene cuatro. Además la mágica lujuria exquisita que parecía un elixir que jamás saciaría mi sed, había desaparecido se había secado. No era la misma Rose. Entonces me repuse, simultáneamente mi organismo empezó a segregar células vivas.
 
Llegaron las seis en punto, camine toda la avenida en busca de brisa fresca que rebotara en mi cara y me hiciera el favor de cambiar el aire maligno que ya estaba dentro de mis vías respiratorias. Llegue hasta el parque Kennedy. Marque un par de números solo para buscar compañía, camine un poco más hasta que subí a un bus. Con la ventana abierta veía a las calles que se quedaban atrás. Su ropa la veía en otros cuerpos, su nombre lo escuche en otras bocas su collar de perlas lo vi en otros cuellos, todas las señales eran entrometidas. Hasta que desde el fondo de mi bolsillo su llamada confirmaba las señales que no dejaban de perseguirme, lo menos que me imagine en ese momento es que los sueños pueden hacerse realidad…
“ Disculpa por llamarte recién ahora, se me hizo tarde,  Starbucks en 5 minutos?”, dijo su voz a través del aparato, entre claxons y bullicio de autos en neutro.

“Si, en cinco, nos vemos”. Dije, colgué y baje del bus. Corrí hacia donde ella esperaría. Pasaron 10 minutos y aun no llegaba. Seguí corriendo para  tratar de llegar a tiempo, pasaron 15 y llegué  y la vi que se marchaba.  -“Espera!”- le grite. Ella se detuvo.

Caminamos hablando de su vida y la mía en esos 80 días sin vernos. Miraba su escote y tenía ganas de arrancarle las prendas de un solo mordisco. Todo era rápido ahora que había despejado todas mis noblezas.  Yo no aguantaba más, se me salían las hormonas por los poros, y se la solté:

 “Quiero besarte, no me importa si te vas espantada o si tienes novio, quiero besarte  ya no quiero sentir este nudo en la garganta sino más bien un nudo entre nuestras lenguas, y si no me llevas a un lugar donde pueda hacerlo, te besare en la calle en plena vía publica en medio de un semáforo en rojo, lo juro, lo hare “.

Se sonrió, miro a todos los costados y me jalo de la mano, me metió a un restaurante donde podía oler solo a pastas, la gente estaba concentrada en sus boloñesas y parmesanos. Nos encerramos en el baño, ambos frente a frente como la última vez que la vi, subió su mano desató su cabello, mis manos prensaron su cintura como cinturón de seguridad y nos besamos con toda las altas dosis de antojos del uno hacia el otro, nuevamente un instinto caníbal de la era del hielo recorrió cada vena a modo de sangre hirviendo que erecto nuestros átomos más recónditos, a punto de comernos el uno al otro solo con besos. Finalmente era ella, la reconocí, por fin, y entendí todo; ella es Rose, y yo fui uno más en su lista, sus dulzuras de la mañana no eran más que perfectas pantomimas inescrupulosas e histriónicas que cerraron el telón para esta nueva escena. Y sin disfraces, sin pudor ni decencia transformamos aquellos remotos metros cuadrados del baño en un vulgar burdel de a dos.  Como dos químicos radioactivos, nos mezclamos en aquel tubo de ensayo, y sin explotar contaminamos todo el lugar del sexo mas desgarrador, adictivo y simpatizante. Rose era una experta, y yo el novato en sus manos, lo entendí todo. Esto era solo lo que necesitaba una porción de voltaje a gran escala, solo eso. No estaba enamorada de ella, estaba fascinado porque todo lo que veía era rojo.

La encontré imprevistamente, es lo que queda decir. Como cuando buscas el zapato o el calcetín que nunca encuentras o la aquella llave que nunca sabes donde la dejaste y te cansas de buscar. Yo me cansé. Pero cuando dejas de buscar entonces la fortuna te pone lo que quieres frente a tus narices sin previo aviso.  Como desenlace, nos desenlazamos los brazos que parecían camisas de fuerzas resistiéndose a soltar a su víctima. Rose me permitió contemplar el tatuaje de su pecho, brazo, tobillo, pierna espalda, todos!! Y antes de que la puerta pidiera auxilio salimos con una sonrisa malvada y picara, como niños que se comieron las golosinas a escondidas, y vaya que las comimos. Cruzamos la calle, me amenazo con llamarme y yo con invitarla al cine; y seguíamos planeándolo mientras nos alejábamos, porque la vida sigue y tenemos planes tenemos clases, tenemos entrevistas tenemos cenas y reuniones.

“Me llamas”  “Te llamo” “ Mañana?” “quizás si quizás no”.  “Vete Rose antes que corra tras de ti”. “Adiós”, me dijo finalmente. Es lo que paso esa tarde. Y lo enterré vivo ahí. Lo dejo ahí, renuncio a cualquier próximo intento de encuentro, tiene un hermoso anillo y yo un brillante camino por delante. No habrá rosas pero si espinas a las que me acostumbrare con curitas y vendajes. Si las olas de la vida me la devuelven en un naufragio hasta mi puerto, pues tendrá que pasar así. Pero no más búsquedas. En la vida los buenos momentos no duran lo suficiente, pero dejan un sabor agridulce en los sabios, me quedo con el más agradable. 


#G
Anoche, Gercar lo dijo



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