TREN DE ILUSIONES - ESTACIÓN #09 UN ROCKERO LLAMADO DESEO



No he escuchado rock desde entonces. Tu nombre se desenchufo junto a tu garganta profunda, colérica e intensa donde nace la música, las estrofas, los diálogos de las películas de Stanley Kubrick y todo lo que una mente tan diferente al resto del mundo posee.

AÑO 2009

Que se rían de mi todos los que me conocen al leer mis ilusiones. Yo era un Mr. Brightside en aquel entonces, y mi mama decía que “el romance esta muerto en estos tiempos”, hoy más que nunca le creo.

He puesto el papelito con tu nombre y tu número en el lugar más seguro desde aquella vez. En una caja de pandora que encierra todo lo que me hace daño recordar. 

A veces pienso que solo fuiste un sueño por parte de un coma profundo en el que caí al desmayarme justo después de verte por primera vez en ese despeinado bar. Mis amigos y yo estábamos bailando cuando te escuchamos. Estabas en solitario, por fuera y por dentro. Se supone que los ángeles solo tocaban arpas, pero tú tocaste hasta la última célula de mis nervios y los hiciste reaccionar. Estaba ebrio, tu también, sobre todo tu, con el hígado en tu mano prácticamente.

¿Te acuerdas como te conocí? Lo dudo. Creyendo que el sueño tomó forma en una noche aterciopelada, te vi ahí de pie pero balanceándote como un trompo de madera. El suelo no era imán, pero te jalo hacia bajo, y ahí te conocí, de ahí te recogí. Solo un ángel tan desobediente podría pasearse por estas tierras extrañas.  A tus alas se les agotaron las baterías y caíste en mis brazos.

He escuchado la música muchas veces, y en ninguna canción me he identificado. Creo que no ha nacido cantante alguno que haya escrito eso. Cuando creí que el tren (de las ilusiones) seguía de largo, se detuvo porque me pareció escuchar un lindo gatito, de ojos pequeños y pelaje casi rubio.  Quise saber quién eres al instante en que te ayude, pero tu psique indomable te hacía perder la cordura. Pero te abrace fuerte para que te tranquilizaras. Yo no quería aprovecharme de tu estado etílico, solo quería que nadie te jodiera, pues habían muchos lobos hambrientos y tú estabas en el peor de los bosques. Me contaste que llegaste por equivocación. Te tranquilizaste y nos sentamos en el último rincón del mundo a conversar, mientras todos eran esclavos de la música.

Tenía frente a mí un rompecabezas (tu alma) en cuantiosos pedazos, numero por número, código por código.  Ahí estábamos tú y yo como dos “extra”terrestes que no teníamos nada que ver con este mundo. Yo descifre tu lenguaje. Empezaste a hablarme de ti, y yo no quería quitarte protagonismo. Que una amiga te trajo y te dejo aquí. Que la estabas esperando, que querías estar alone, querías que me fuera, y te deje ir… pero cuando vi que estabas a punto de perder fluidos nasales manchados con sangre a causa de un puño  mas ebrio que el tuyo, fui a tu rescate una vez mas. Y esta vez no me separe de ti.

Y hablábamos. Hablaste. Me contaste todo tu ser en una noche, que querías hacer que tu voz llegara hasta el último oído de la galaxia. Pero estabas muy sensible.  Entonces te derrumbaste aun más, un llanto conmovedor lleno de las historias, recuerdos más azules y fuertes que había escuchado en mi vida. ¿Por qué confiaste en mí? Yo tan solo era un lobo más, que se convirtió en leñador al momento que la primera lagrima callo en mi mano. Te puse contra mi pecho, eran demasiadas balas las que te dispararon en tu vida, yo sentía que finalmente al contarle a alguien sobre esas heridas, estas empezaron a cicatrizar.

Me quede quieto, nos quedamos en pausa. Éramos iguales, contando a extraños cosas tan personales. Siempre que se conoce alguien nunca se empieza por lo secretos. Tu voz acústico, tu versión más humana mas umplugged mas real fue lo que ato un nudo fuerte entre nosotros. Y esos ojos… Me pregunto si tus ojos seguirán siendo esos dos caminos de luz después de morir mil veces. Me pregunto si aun me llevarían al Eden porque eran de un verde paraíso, sin precedentes.

Tu nombre me lo dijiste, pero en esta historia te diré “Becky” para proteger tus secretos.  Aunque es más probable un ataque zombi en la ciudad, antes de que leas esto. Quizás no te acuerdes que después de llorar, nos reímos un poco, cuando me besaste la manos agradeciendo que te haya prestado mis hombros(a prueba de agua, a prueba de lagrimas) para desahogarte. El llanto te volvía dosil como despertando el lado de princesa de Disney que hay en ti. No creo que te acuerdes que me cargaste en señal de que ese momento era el inicio de una bella amistad. Dudo que recuerdes que en ese momento nos caímos al piso yo encima de ti y tu cagandote de risa y los vips tratando de desalojarnos. Y tuve que decir que eras el amor de mi vida para que no te echaran, se compadecieron de mi ingenuidad y te dejaron. Hasta que llego tu amiga y trato de alejarte de mí, y te fuiste con ella o mejor dicho ella te llevo casi arrebatándote de mí. Tu eras tan solo un trapo.

Pero te seguí, la seguí, le explique todo y ella entiendo todo. Juntos finalmente salimos de ese infierno de Maruja bar. La vereda se burlaba de nuestros pasos en zigzag, y es que en esas tres cabezas había todo el alcohol de Lima. Llegamos al McDonalds para que comieras algo y  poder ensamblarte de nuevo. Con el estomago lleno, pudiste verme por primera vez en high definiton, y tu otra personalidad la que lloraba, la que hablo con el corazón en la mano, empezó a esfumarse. Me preguntaste por primera vez mi nombre y te lo di. Comías casi desarmándote, yo trataba de no reírme, pero mi expresión de “what the fuck” fue tan notaria que me dijiste “Ya te asuste no? y le decías a tu amiga “Ya lo asuste”. El mundo se asusta…todos se asustan en algún momento.

Tu amiga me miraba con compasión y corto un pedazo de la caja donde venia la big mac, saco su lápiz de labios color purpura escarchado y escribió un número, un nombre y un mail, los tuyos. “Toma, lláma mañana, agrégale al Messenger. Te gusta ¿no?”… me quede más rojo que el ketchup que Becky rociaba asesinamente sobre la hamburguesa. Luego de un rato ella y tu en un taxi desaparecían entre la niebla miraflorina.  

Al día siguiente te llame, saliendo del gimnasio. Estaba sudando no por la rutina y ejercicios, más que nada por los nervios a que contestaras. Tu voz afónica era sexy, God Kill Me.  Te agregue al Messenger, te urgía hablar conmigo y eso casi me produce un paro cardiaco a muerte lenta pero feliz.

La primera conversación la tengo guardada en mi neurodicsco duro cerebral. Era nuestra primera vez hablando sobrios, yo recordaba todo y  tu casi o prácticamente nada. Me dijiste “Cuéntame paso por paso que paso ayer, solo tengo algunos flashbacks pero no recuerdo más”… te conté cada detalle que se puede contar.

En UNA me dijiste con la honestidad más cruel, que jamás iba a pasar algo entre nosotros. Porque simplemente no pertenecemos al mismo habitad natural. Según tú, aunque parecías de mi especie no lo eras. Te hice caso y fuimos amigos. Hablábamos algunas noches. Me contaste de tu música, quien eras y que querías, eras diferente, anti sistema, indómito, desobediente, anti reglas y morales tontas. Ni tú ni yo creíamos en ese dios del cual todo el mundo habla.

Todo iba bien hasta que supongo que te diste cuenta que yo jamás te vería como amigos nada más. Y decidiste nunca más contestar mis mensajes. Con resignación y comprensión acepte que me exiliaras de tus tierras roqueras donde no había espacio para un Pop tan multicolor como el mío. 

¿Te imaginas si el tiempo no existiera? No hubiera sabido cómo olvidarte. Te deje partir en el tren de las ilusiones, aquel  que ya se había llevado varias anteriormente. Desapareciste como el mejor truco de magia de un día para otro, ni tus amigos sabían de ti.  

Tres años después volví a saber de ti. Pero no eras lo que conocí. Eras anti todo y ahora eres normal, ahora eres como todos los demás, lo cual está bien. Antes simplemente abrías el cierre de la tierra y te enterrabas ahí por meses enteros y nadie sabía tu paradero.  Ahora volvías pero con compañía, las fotos eran de una pareja feliz.

Me pregunto si esa persona a tu costado te conoce tanto como presumo conocerte yo. Mi mama dice que los niños y los borrachos son los únicos que dicen la verdad. Conozco tus historias tenebrosas, lagrimeadas dudo que esa persona a tu costado las conozca. Porque te abriste conmigo en tu nube alcohólica, y absorbí todo como si fuera una transfusión voluntaria de sufrimientos. Trate de sufrir un poco para quitarte esa tarea a ti. Tus llantos conmovieron cada partícula sobre mis huesos, bajo el pellejo. Me percate que algo sentía por ti pero lamentablemente no hubo viceversa…

Ahora que apareces en la civilización. Años han pasado pocos. Tú de este blog no sabes nada. Se te ve feliz en las fotos, como un rock star after rehab. Siento que finalmente esa sonrisa que te hacía falta por fin se dibujo en tu rostro, y te queda muy bien, me pregunto si por dentro también sonríes igual… nunca la saques, esa nueva persona es sin duda un artista que ha podido estampar semejante arte en tu “rockanrolero” lienzo.

¿Pudimos ser todo? Tu vida estaba en medio de un tornado, y yo no era más que tan solo una hoja que estaba de paso.  Hasta la fecha debes ignorar todo lo de esa noche, incluyéndome. Se supone que yo debí hacer lo mismo pero me diste mucha tinta para escribir, me inspiraste, y aquí y en otros posts esta la prueba.

Hablarte ahora sería una estupidez y no quiero competir con mi tranquilidad. Es una idea muy obtusa, ‘karmatica’,  sería como lanzar un letal boomerang que volverá solo a golpearme fatalmente donde más me duele.

Este blog lo hice tiempo después de aquel encuentro. Me gustaría que algún día leas todo esto, y felizmente no vas a saber de quién hablo, pues no uso nombres reales nunca. Sé  a ciencia cierta que te gustaría lo que escribo porque me gusta tu forma de pensar, es similar a la mía, y sé que esa forma de pensar no ha muerto como tu look horrible y andrajoso el cual llevabas esa noche. Sigues siendo Rock, pero Soul filarmónico por dentro,  podría seguir escribiendo hasta la eternidad pero el cielo es el límite.

#G
Anoche, Gercar lo dijo

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