AVE CON ALAS CORTADAS

Amo caminar descalzo porque es sinónimo de ser como eres y aunque mi mamá se enoje y pronostique un apocalíptico resfriado no hago caso y recorro el parquet de puntitas para evitar el frío hasta terminar con la pata negra.

Mi casa es una jaula y yo soy un ave con alas cortadas. Por ello salgo brincando hasta llegar a mi lugar favorito en la ciudad. 
Siempre llego tarde, por eso el sol se molesta y cansado de esperarme prefiere marcharse y me deja en la tarde más oscura.

Intento hacer que se quede, pero veo como se me esconde entre las sombras y se desliza a través de las ventanas que lo observan transitar. Me gustaría que el sol se quedara toda la noche y pueda dar luz a mis pasos que solo puedo hacer de noche. Estoy de cerca. 

Mientras el sol se va, el mar es el más fiel, se queda. Me espera y me oye. Creo que nunca dejaré de usar al mar 
como la X donde entierro mis problemas. Ese mar tiene escarcha y no tiene agua. No tiene peces, tiene danzantes, no tiene sol tiene una bola de espejos dando vueltas, y no tiene canto de gaviotas, tiene música que me hace bailar hasta la madrugada. En ese mar puedo naufragar aunque dure solo pocas horas.

Antes del amanecer el mar baila más fuerte para ofrecerme solo sus canciones con letras que no entiendo, pero siento y me hace bien. Mientras me fumo dos cigarros, el sol me recibe y rencoroso solo me atrevo a detenerlo a través de mis gafas oscuras. Ojalá se quedara conmigo en las noches para que todos vean a la luz cómo soy. 

Aquí en el mar me crecen las alas. Aquí puedo volar sin miedo a estrellarme. Espero algún día poder volar en todos los lugares y no solo aquí frente al mar llamado pista de baile.

 Por Carlos Gerzon

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