SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS Cap. #01 TIC TAC
“Todo sucede por algo”, lo hemos escuchado cientos de veces. Hasta el punto de no prestarle atención a ese spoiler que la vida nos pone. Muchos menos te importan cosas como esa cuando tienes frente a ti el viaje a Paris que tanto esperabas.
Mi estadía en la ciudad luz, estaba concebida para 5 días. Encargué a un amigo que me comprará un pasaje de tren de Milán a París. Yo soy muy flojo para ponerme a buscar pasajes.
Mi pereza dio frutos. Cuando mi amigo compró mi boleto con la fecha equivocada. Yo debí llegar a Paris un lunes en la mañana, es más ya tenía hecha una reserva en el hotel de la Rue des Morillons 64. Desafortunadamente él compro el pasaje para el lunes en la noche…
Las personas que miran muchas películas independientes europeas, siempre dicen lo mismo, Paris es un lugar para enamorarse. Yo estaba furioso y echando humos por las narices. Mis planes soñados en París para cinco días se habían reducido a cuatro.
La magia y expectativa de conocer mi ciudad favorita, se veía amenazada por un una bomba de tiempo. Literal. Sentí que escuchaba “tic tac” mientras el tren avanzaba. Sabía que dejaría de ver muchas cosas por dar prioridad a otras. Sí, es verdad que el tiempo vale más que el dinero Sr. Interbank.
Llegué a París a las siete de la mañana con un sol que no perdona el haberte olvidado ponerte bloqueador, mi cuerpo maltratado por el viaje, una maleta con dos ruedas rotas y un hotel que no encontraba. Así me recibió La Ciudad del Amor y yo la recibí mal humorado y muy agotado. Ansioso y arrepentido. Sentí que el tiempo no sería suficiente.
Tic tac…
Tic tac…
Recuerdo dos días antes de salir de Milán, mi amigo y yo conversábamos de la vida. De la realidad que nos espera en Lima cuando este trip europeo terminé. Yo estaba en mi última parada en Italia (uno de mis países favoritos) y mi amigo le quedaban unos cuantos países más que visitar.
Durante todo el tiempo en Milán, estuve emocionado con conocer París. Ansioso por fotografiar todo lo que vi en las revistas de moda que tanto adoro leer. También lo que vi en las películas, y fotos de viajeros afanosos en instagram.
- No te puedes quejar, has conocido más chicos que yo conociendo chicas- decía él, respecto a las personas que habíamos conocido en Italia.
- Me gustaría conocer alguien no solo de una noche. Seria genial alguien que comparta días enteros contigo y pasarla bien. Como trato de pareja pero sin necesidad de serlo. Simplemente vivir un viaje - Le respondí.
- Te entiendo.
- Te entiendo.
Llegué al hotel y la recepcionista se percató de mi furia. Estuve tan molesto que si presionaban el botón equivocado mi cabeza explotaría. Subí a mi habitación la cual debía compartir con tres personas más. Dos camarotes y un baño. La ventana me daba un casi primer plano de la Torre Eiffel. “Estoy dentro de una película” pensé, “Estoy dentro de mi sueño así que soñaré”.
Estaba 98% agotado, solo me quedan 2% de batería humana para el día. Pero debía sacar fuerzas de donde sea. Estoy en Paris, y solo estaré cuatro días en lugar de cinco. No hay tiempo para siestas ni descansos. Cogí mi cámara, el selfie stick, y el primer outfit que me ofreció mi maleta sin ruedas (prácticamente tuve que arrastrarla) y bajé al primer piso.
Tic tac ...
Tic tac ...
Pedí un mapa, unas cuantas referencias y listo. Yo mismo me adentre en la ciudad. Sin guías ni grupos. Tomé un bus que me llevó hasta el centro de la ciudad.
Recuerdo caminar mucho. Desde cualquier angulo o esquina se podía ver la cabeza y el larguísimo y elegante cuello de la torre Eiffel. Mi emoción se podía hasta oler. A pesar de que podía verla, llegar hasta ella es un largo camino.
Recuerdo caminar mucho. Desde cualquier angulo o esquina se podía ver la cabeza y el larguísimo y elegante cuello de la torre Eiffel. Mi emoción se podía hasta oler. A pesar de que podía verla, llegar hasta ella es un largo camino.
Como un niño cuando le dan una golosina o su primer regalo, así de brillantes se pusieron mis ojos cuando me paré frente a ella; la torre. Encontré un espacio en blanco y me senté a contemplar, respirar y disfrutar ese estado de ánimo. Me dediqué a soñar despierto.
Una pareja de coreanos recién casados vestidos de blanco, fue unas de las atracciones más reales que tuve la suerte de visualizar ¡Esto es Paris! La gente viene aquí a cumplir sueños y realizar fantasías. Mi cámara estaba llenándose de momentos hermosos, postales y retratos.
Luego caminé por la ribera del río Sena ¡Cuántas veces vi este lugar frente a una pantalla! ¡Ahora estoy aquí! Caminé mientras escuchaba el agua pasar y subí cuando estuve cerca de la catedral de Notre Dame. En mi película, sería como un musical, donde las gárgolas se levantan a darme la bienvenida.
Ingresé y me lleve con la sorpresa de que El Señor de los Milagros, un santo limeño, tiene su propio altar. Perú de mis amores. Me emocionaba mucho sentirme peruano.
Ingresé y me lleve con la sorpresa de que El Señor de los Milagros, un santo limeño, tiene su propio altar. Perú de mis amores. Me emocionaba mucho sentirme peruano.
Seguí caminando hasta llegar al Jardín des Tuileries. Un lugar lleno de alegría y un parque de diversiones. Los carruseles giraban y yo me sentía como dentro de uno, girando y girando a una velocidad ligera que te permitía contemplar. Aquí viene la gente a soñar y enamorarse, no importa a donde apunte mi nariz porque en cada ángulo de esta ciudad el amor se acomoda. Me sentí dentro de mi cuento y las páginas volteaban sin parar. Fue mágico. Sin embargo la verdadera magia aun no sucedía.
Cansado de caminar, regresé al hotel casi a las seis de la tarde y compré algo de comer para la habitación, ya no había nadie. Las dos personas que encontré en la mañana se habían marchado. Tuve la habitación solo para mí. Decidí tomar una ducha mientras mi cabeza seguía escuchando ese “tic tac”, apresurándome como el conejo blanco a Alicia.
Aun me molestaba la idea de haber perdido un día en esta ciudad. Estaba preocupado en darme prisa y aprovechar los casi tres días que me quedaban. Los planes giraban en mi cabeza: tomar un desayuno mañana en café La Flore y pasear por los campos Elíseos.
Es precisamente a lo que me refería; cuando buscas algo no lo vas a encontrar porque te da la gana. El destino ya te tiene algo preparado. No importa los planes que hagas.
Aun me molestaba la idea de haber perdido un día en esta ciudad. Estaba preocupado en darme prisa y aprovechar los casi tres días que me quedaban. Los planes giraban en mi cabeza: tomar un desayuno mañana en café La Flore y pasear por los campos Elíseos.
Es precisamente a lo que me refería; cuando buscas algo no lo vas a encontrar porque te da la gana. El destino ya te tiene algo preparado. No importa los planes que hagas.
Salí del baño y mi celular comenzó a rebalsarse de mensajes sin leer. Un amigo de Lima que vive en Francia desde hace meses acaba de aterrizar en París. Quedamos en vernos esa noche para salir y los demás días haríamos turismo juntos. Le recomendé que se hospedara en mi hotel y pidiera la misma habitación que yo. Estaba a veinte minutos de distancia.
Nuevamente entré al baño para cepillarme los dientes y acomodarme el cabello. Y cando salí encontré una maleta que no era mía al costado de la otra cama. Pero no había nadie. No podía ser mi amigo, él llegaría más tarde. Era un huésped nuevo.
Me recosté sobre mi cama y entré al chat para saber si habría alguien interesante cerca. Salí de la habitación y bajé a la cocina del hotel a buscar agua. Conocí en el ascensor a un chico de Bélgica. También había viajado solo. Hablamos un momento y pensé: Definitivamente es gay. Quizá lo busqué después para hacer algo, salir o ir de fiesta.
Al regresar a mi habitación, encontré a alguien dentro. Quizá el dueño de la maleta que vi cuando salí de la ducha. Pensé que era extranjero o de algún país donde no se habla el español. Pero había algo en su lenguaje corporal que emanaba un acento latino. Nos miramos, y no sabíamos si saludarnos o no. Finalmente dije “hey” y obtuve un “hey” a cambio.
Me recosté sobre mi cama y entré al chat para saber si habría alguien interesante cerca. Salí de la habitación y bajé a la cocina del hotel a buscar agua. Conocí en el ascensor a un chico de Bélgica. También había viajado solo. Hablamos un momento y pensé: Definitivamente es gay. Quizá lo busqué después para hacer algo, salir o ir de fiesta.
Al regresar a mi habitación, encontré a alguien dentro. Quizá el dueño de la maleta que vi cuando salí de la ducha. Pensé que era extranjero o de algún país donde no se habla el español. Pero había algo en su lenguaje corporal que emanaba un acento latino. Nos miramos, y no sabíamos si saludarnos o no. Finalmente dije “hey” y obtuve un “hey” a cambio.
Minutos después mi amigo Jonás llegó al hotel, antes de bajar a recibirlo. Yo le había enviado un mensaje de voz por whatsapp. Cuando sonó mi voz en español delante del nuevo huésped que compartía la habitación conmigo, automáticamente me percaté que entendió lo que yo decía. Entonces me presente y él hizo lo mismo.
- ¿Acabas de llegar? - le pregunté.
- Algo así - respondió.
Inmediatamente mi gay radar noto la presencia del arco iris en esa habitación. Estaba casi seguro que mi nuevo compañero de habitación es gay, pero no se lo iba a preguntar directamente.
Al tratar de conversar más con el chico, la puerta comenzó a abrirse y era mi amigo Jonas entrando a la habitación, había olvidado que estaba a punto de bajar al lobby a recibirlo.
Pronto le presente al chico que compartiría el cuarto con nosotros. Y estuvimos conversando sobre los planes que teníamos en París.
- ¿Acabas de llegar? - le pregunté.
- Algo así - respondió.
Inmediatamente mi gay radar noto la presencia del arco iris en esa habitación. Estaba casi seguro que mi nuevo compañero de habitación es gay, pero no se lo iba a preguntar directamente.
Al tratar de conversar más con el chico, la puerta comenzó a abrirse y era mi amigo Jonas entrando a la habitación, había olvidado que estaba a punto de bajar al lobby a recibirlo.
Pronto le presente al chico que compartiría el cuarto con nosotros. Y estuvimos conversando sobre los planes que teníamos en París.
- Bueno, es hora de alistarnos, vámonos de fiesta - les dije a ambos.
El chico sonrió y aceptó acompañarnos. Jonás me miró y se rió. Puede leer mi mirada pues sabe que todo podría suceder esa noche. Yo solo tenía una cosa en mente: Bailar hasta terminar en brazos de alguien que me diera de probar el original beso francés.
Continuará.
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