SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS Cap. #03 BON APPETIT BABY




There’s not place I rather be. Me he enamorado de esta ciudad, aquí mi corazón corre el riesgo de acumular momentos inolvidables. Y precisamente ese es el problema. ¿Qué pasara cuando todo termine?

         Hoy no, tendrá que pasar semanas o meses para darme cuenta de todo lo que tengo frente a mí. Y como no quiero valorarlo después, el momento es hoy. Dejarme llevar sin reglas, y dejar los límites para Lima.

                                     

                Dejarme llevar como una pluma que sopla el viento. Como un barco de papel lanzado al río Sena, que siga y fluya y pase por donde tenga que pasar. Que vaya derechito a su destino sin piloto que lo controle. Así quiero vivir aquí estos pocos días que me quedan en París.

                Me queda claro que tengo frente a mis ojos una realidad que tiene fecha de vencimiento por lo tanto debo vivirla al máximo.  Ya casi se cumple un día desde que llegue y hay mucho que vivir, momentos que crear, historias que escribir, fotos que tomar y labios por besar.

El sol estaba desesperado por salir, y esa misma prisa llevábamos David y yo, por llegar al hotel y quedarnos a solas en la habitación. Cuando Jonás pensó en voz alta en quedarse un rato más en el bar del primer piso, David me miró y sonrió con esa picardía que invade tu ser cuando estas a punto de hacer una travesura.

Una vez solos David y yo no pudimos contener lo que estuvimos pensando desde que salimos de la disco. Evidentemente estábamos cansados pero siempre hay energía extra para unos cuantos besos latinos en una capital europea.

París es una ciudad romántica. Ya me habían advertido las películas y mis novelas favoritas. Es un lugar donde ocurre magia. Y aunque yo me mostré escéptico desde un inicio he quedado sorprendido por esas cosas que suceden sin pensar #serendipity. Por primera vez en muchos meses mi nivel de expectativa estaba en su mínima expresión, y cuando estoy en estado la vida sabe sorprenderme.

Yo solía sacar conclusiones muy rápido y con muy poca evidencia, pero creo que no me voy a equivocar al decir: David es un buen chico.

Hace tiempo que no conocía ese tipo de chicos. Ya no los fabrican y parece que es una especie más extinta que los dinosaurios. No sabía que en México habían de esos que uno busca en Lima. Deberían exportar unos cuantos.  

Sin embargo, mi amigo me recordó algo muy importante. Yo aún no había probado el plato nacional en Francia. Y no era necesario hacerlo…  

Ni el tequila me embriago tan rápido como sus besos. Por la ventana de la habitación entraba una brisa fresca y pude ver gran parte de la torre Eiffel. Me quedé maravillado como un niño que sorprende a Santa Claus entrando por la chimenea en medio de la noche de navidad.  Está comprobado una vez que soy un romántico. Deje de serlo por miedo, hoy mis cursilerías me invaden, estoy inspirado.

David hablaba en voz bajo y cerca de mi oído, su puso detrás de mí con sus brazos envolviendo mi cintura y contemplamos juntos el cielo que se hacía más claro. Nos quedamos un buen rato conversando en esa posición.

Después me dio un beso en el cachete y yo volteé el rostro para besarlo donde debe ser. David tiene el pelo largo y amarrado en forma de un moño, empecé a acariciarlo y con los dedos solté su pelo.

En medio de la habitación, nos besamos como si fuera una despedida, con desesperación y algunas mordidas. Su boca empezó en mis labios y bajaba por mi cuello. Sus manos invadían zonas restringidas por los botones de mi camisa.

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Le saque la playera (así le dicen en México) y él hizo lo mismo.  La cama nos esperaba como una mesa servida y los besos bien dados son mejor que cualquier aperitivo. El plato principal se hacía esperar y el horno ya estaba caliente.  En cucharas y con el cuchillo bien afilado. Clavó sus dedos como un tenedor. Más feliz que Ratatouille cumpliendo su sueño.

Aceleramos la receta y nos salteamos algunos ingredientes. Su lengua sazonaba mi boca con ese sabor picante que solo lo tiene un hispanohablante. En un momento detuve el banquete porque sentía que no estaba preparado para el dolor del placer, pero el derritió mis dudas y entro en mí a fuego lento.

Una vez cogido el ritmo seguimos aumentado la velocidad y disfrutando cada bocado.
Bon Appétit baby.



Desnudo al amanecer, llego el postre convertido en sus besos dulces, en sus abrazos empalagosos, sus caricias azucaradas. Un helado con crema que se derretía en mi ombligo. 

Poco después dormimos más de lo que habíamos calculado. Amanecimos en camas separadas porque yo no puedo dormir acompañado, soy como una estrella de mar que se estira por todos lados. Llámenme matapasiones si quieren, pero no puedo dormir en una cama tan pequeña con alguien más.

Al despertar, sentí algo de culpa. David seguía dormido, y creo que no tomo muy bien el hecho de que me cambiara de cama.

El sol, dejaba claro que era mediodía. Cerca de la 1 de la tarde llegamos al Château de Versailles, un lugar lleno de rincones románticos. El palacio de María Antonieta, reina de los pasteles y el exceso, me recordó porque me gusta tanto el arte y la fotografía. Tonos pastel y acabados barrocos. Simetría y allure. El cielo en un tono azul perfecto contrastaba con los jardines de Versailles.  

Me sentí como un niño el cual quería dulces. I want candy.  Inquieto, emocionado con ganas de probar todo y capturar todo lo posible con mi cámara. Y me perdí varias veces del grupo de turistas por contemplar el exterior desde las ventanas, me detuve a admirar y grabar todas las sensaciones posibles en mi memoria.

Como María Antonieta haciendo de las suyas en las habitaciones de palacio.

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El sol quemaba más que los besos que David me daba de rato en rato. Nuestras manos caminaban juntas. No nos importaba nada. Es parís, es Europa. No estamos en Latinoamérica donde un gesto como aquel podría ser condenado e incluso motivo de burla y odio.

Pasteles y croissants estaban en el menú. Luego de un pequeño almuerzo regresamos a la ciudad. El campo de marte estaba lleno de gente haciendo picnic en frente de la torre Eiffel.

El sol estaba por ponerse y que mejor lugar para verlo desaparecer entre los tejados de París, que desde lo alto de la torre Eiffel. David y yo subimos, mientras comíamos macarrones y de vez cuando nos dábamos besos cuando nadie nos veía. 

Una vez arriba sientes que has logrado ver el mundo. Vimos como un hombre le propuso matrimonio a su pareja.

Y una niña a mi costado le dijo a su papá:  “Todos vienen a París a enamorarse".

Así debe ser…


Continuará...



Siempre nos quedará París Capítulo 1
Siempre nos quedará París Capítulo 2

Siempre nos quedará París Capítulo 4
Siempre nos quedará París Capítulo 5



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