EL CHICO DEL BUS Cap. #17 BOOMERANG

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Tuve el presentimiento que él aparecerá a las diez de la noche en el faro. Razón de sobra para no ir. No debo ir, pero ahí estoy, quince minutos antes de lo acordado para encontrarme con él. Esto es probablemente uno de los momentos que entran a mi top 10 de las peores decisiones de mi vida.

¿Qué hago?

Tengo muchas dudas y estoy a punto de tener una crisis de ansiedad que no se cura con pastillas. Cada paso hacia el faro es un detonante para una taquicardia.
           
Por momentos entré en razón: “Debería irme” fue el pensamiento constante que se reproducía en shuffle dentro de mi cabeza. Sin embargo, al estar más cerca, decidí ignorar a la razón y darle un chance a la estupidez, pero no mucho, porque en cuanto la estupidez ingresa se queda un buen tiempo.
            
No había mucha gente, camine hacia un lado a fumar un cigarro y lentamente me aleje del lugar. Seguí de largo el camino del malecón dejando atrás el faro, no quise que él me encontrará esperando.

            Me aleje como una cuadra.

-        ¿A dónde vas si el faro esta por allá? – dijo una voz que resultó familiar.

Al voltear, mi corazón dio un fuerte latido y desordenó todos mis pensamientos y palabras. Me quede sin habla, mudo como la H.

            Si es él. Es H. Guapo, altanero y con mucha seguridad en sus palabras.

-        Hola G – dijo él mientras yo seguía en shock.

Tuve que asimilar la situación en tiempo record. Mis sospechas son ciertas. H y el argentino están confabulados. Tuve ganas de mandar todo a la mierda. Sin embargo, comportarme como un chico engreído solo alejaría las respuestas a todas mis dudas. Tengo que averiguar cuál es la conexión entre ambos. Qué demonios sucede aquí.

Puse bajo control cada músculo en mi cara para que mi expresión no mostrara indignación ni rabia. Tengo que actuar calmado, normal, como si nada hubiese pasado. Y finalmente le devolví el saludo.
-        ¡Hola! ¿Qué tal?
-        ¿Qué tal tú?
-        ¿Cómo has estado? – volví a preguntar.
-        No tan bien como tú, te ves bien.

Ahí está otra vez el Sr. Conquistador. Haciendo lo que mejor sabe hacer: enamorar a todos y hacer que todos se enamoren de él. No ha perdido el encantó. Ha pasado más de un año, pero es como si no hubiese pasado ni un solo día. Su frescura es como si nada malo hubiese sucedido entre nosotros. Como dos amigos que se encuentran en la calle.

-        ¿Vamos a tomar algo? – invitó H.
-        Estoy esperando a un amigo – le dije esperando su reacción.
-        Bueno te acompañó a esperar a tu amigo mientras conversamos.

Caminamos de regreso hacia el faro. Yo ya no tenía dudas que la persona con la que estuve chateando en grindr, no fue Donato. Fue H. Tengo muchas preguntas y estoy conteniendo las ganas de interrogarlo de inmediato. Quiero saber qué cosas quiere decirme él antes que yo empiece mi indagación.

-        Cambiaste de número, o me bloqueaste – insinúo H.
-        Lo cambie hace poco.
-        Has bajado de peso.
-        ¿Tan gordo estuve?
-        Un poco – se rió.

Nos sentamos en un banco y H sacó un cigarro.

-        Me fui de viaje hace poco.
-        ¿A dónde?
-        A Argentina – Cuando dijo eso, confirme que Donato y él estaban relacionados.
-        Ahora entiendo – murmuré….
-        ¿Cómo dices? – dijo H haciéndose el desentendido.

Empezaba a irritarme su cinismo. Poco a poco a fuego lento hervía la sangre en mis venas. A pesar de que intenté disimular mis gestos, estos comenzaban a manifestarse. El ceño se me frunció, mi tono de voz se tornó exaltado.

-        ¿Qué hacías en Argentina? – pregunté siguiendo el juego de H.
-        Trabajo y turismo.
-        Y ¿Qué haces por aquí? – le pregunté tratando de sacarle la verdad.
-        Vivo por aquí ¿Recuerdas?
-        Si me acuerdo.
-        ¿Ya no puedo venir a caminar por aquí? – comenzaba a jugar con mi paciencia

Me puse de pie y me alejé de la banca donde estábamos y cogí mi celular. No era nadie llamándome, solo lo hice para inventar una excusa para irme. Y la reacción de H fue de inmediato. Su cara de frescura le cambio a una de preocupación.

-        ¿Ya te vas? – preguntó.
-        Si.

Se quedó huevon.  

-        Bueno yo…
-        Oye que gusto verte – le dije interrumpiéndolo – que te vaya bien.

Y me despedí. 

Volteé y caminé con una gran fuerza de voluntad y un poder sobre humano para no mirar atrás. Me sentí como huyendo de la tentación o de Sodoma, como esa historia bíblica cuando la mujer de Lot miró atrás y se convirtió en una estatua de sal, algo así. Si yo volteaba a mirarlo una vez más, habré perdido.  Por primera vez quiero tener el control de esta situación. Al rato, el juego de H se había acabado y empezó a jugar el mío.

-        Si fui yo – gritó H que se quedó cerca de la banca.

Me detuve y volteé sintiendo que tenía al toro por las astas. Y lo miré con la misma expresión que tuve al inicio: indiferencia y calma, como si no hubiese hecho nada malo.

-        Ahora si ¿Me aceptas un trago? – preguntó H.
-        Ok, vamos.

Caminamos hacia la calle y tomamos un taxi.

-        Vamos a un lugar privado.
-        Conozco uno – le dije.
-        Ok vamos.

En el camino ni él ni yo pudimos evitar el silencio incómodo. Bajamos en una calle y caminamos mirando nuestras manos, mirando cada uno el celular porque no sabíamos que decirnos aún. H ha vuelto como un boomerang, el cuál lance hace tiempo. Hoy me toca recibirlo y seguir el juego.

Entramos al bar y pedimos dos vasos de whisky. Lo miré esperando que iniciara la conversación. Que exponga su caso.

-        Bien, no sé por dónde empezar – dijo H.
-        Yo sí.

Me miró diferente. Lo sentí en desventaja y algo de remordimiento en la mirada.

-        ¿Por qué? – pregunté.
-        No entiendo – respondió H, lo cual aumentó mi ira. Tuve que mantener el temple.
-        ¿Vas a seguir con eso H? o mejor me voy – Me puse de pie.
-        Tranquilízate G. Siéntate.

Tomó un trago de whisky y azotó el vaso contra la mesa. Estiró los brazos alrededor de la mesa y miró hacia el techo como buscando un inicio.

-        Fui un imbécil, lo sé. Te hice cosas feas y entiendo que estés molesto conmigo.
-        No tienes ni idea – le comenté.
-        Discúlpame G. En ese momento, para mí, lo mejor fue alejarte de mí– dijo H.

Luego de un año H se disculpó. Y todo bien. Ahora dejemos el pasado, quiero hablar del presente. Quiero saber qué relación existe entre el argentino y él.

-        Te disculpó. Ya sé porque hiciste lo que hiciste. En realidad, hiciste lo correcto.
-        No fue la mejor manera…
-        No, pero es algo que yo también hubiese hecho si estuviese en tu lugar.

H, sacó un cigarro. Me ofreció uno, pero no quise.

-        Así que ahora usas grindr. ¿Ya saliste del armario?
-        No precisamente.
-        Por favor… estas en grindr.
-        Si te digo que hacía en grindr no me vas a creer.
-        ¿Buscando el amor?
-        Buscándote – dijo H terminándose el whisky de un solo trago.

Me quedé mudo nuevamente. Ese es el poder de H. Es de las pocas personas que me deja sin una respuesta inmediata. No entré en detalles porque sería dejarlo entrar en mis emociones nuevamente. Así que fui directo al grano y cambié de dirección la conversación.

-        ¿De dónde conoces a Donato?

H se echó a reír y yo me desconcerté. Su risa se escuchó en todo el bar.

-        Cuéntame que es todo esto H ¿Qué significa?
-        No es nada G. Si te digo que no tengo idea quien es Donato ¿Acaso me creerías?

Nuevamente me dejó desconcertado. Y me puse de pie.

-        Te dije que me iría si empezabas con tus juegos.
-        Cálmate hombre. Te estoy diciendo la verdad. No tengo idea de quién es. Pero sospecho que es el argentino que conociste ayer en el parque.

Su tono de voz suena sincero y conozco su mirada, no sabe mentir como su boca. Seguí más confundido que antes y tomé asiento.

-        ¿Me crees huevon o qué? – le reproché.
-        G déjame explicarte.
-        No te voy a creer nada. Mandaste a ese argentino a hablarme para luego usar su perfil de grindr y hablarme por ahí. Y luego me cuentas esa historia. Nuestra historia… eres un loco de mierda.
-        G, no conozco a ese argentino. Déjame explicarte.
-        Sé breve porque mi paciencia está agotándose.  
-        Ok. Escúchame.

El mozo se acercó a ofrecernos algo más de tomar. Ambos pedimos dos whiskies en las rocas al mismo tiempo.

-        Sí, uso grindr. Soy como un espía. Ni uso foto.
-        ¿Espiándome?
-        Si
-        Puta madre.
-        Ahora te explico. Ayer te vi en el parque y vi que esos dos pastrulos se te acercaban. Estabas tan entretenido con sus dejos argentinos que ni cuenta te diste que yo estaba al frente de la calle mirando todo.
-        ¿Qué?
-        En ese instante, se me ocurrió usar el grindr para hacerte pensar que el argentino usa grindr. Y creo que funcionó.

La historia de H sonaba increíble y la manera de explicarla es tan verídica. Pero no puedo dejarme engañar. Me sentí estúpido estando ahí en ese bar escuchándolo. Saqué dos billetes y me puse de pie.

-        No te creo nada -

 Me fui.

            Salí del bar molesto y con la sensación de ser usado, nuevamente. Sus mentiras están bien hechas; me siento manipulado nuevamente y detesto esa sensación. Detrás de mí estaba H. Lo vi acercándose y detuve un taxi para irme.

-        Señor lléveme a…
-        No señor, no lo lleve a ningún lado – H puso la mano en la puerta y no me dejó subir al taxi.
-        ¿Estás loco o que te sucede?

El taxi se fue.

-        G, te juro que te estoy diciendo la verdad. Cuando hablamos ayer por grindr en la noche, tuve miedo que me bloquearas por eso cuando me di cuenta que tu pensabas que yo era el argentino te sigue el juego. Y poco a poco te di pistas sobre mí.

Conseguí controlar mis sentimientos viscerales que me dictaban que le dé una patada en los huevos y salir corriendo. Logré recuperar todos los nervios y los puse en su sitio. Me calme y pregunté de la manera más calmada.

-        ¿Por qué haces esto?
-        No lo sé – respondió H mirando el piso.
-        Supongamos que te creo. ¿Por qué haces esto H? ¿Para que me buscas? ¿Qué quieres esta vez?
-        Si te digo que te he extrañado no me vas a creer.
-        No.
-        Entonces ¿Qué hago para que me creas?
-        Dime la verdad. Dime que ese argentino es tu amigo y lo mandaste como un vil cebo – nuevamente me ira se desató.
-        No lo conozco te lo juro.

H hablaba y hablaba una y otra vez insistiendo y yo solo me tapaba los oídos como un niño de cinco años repitiendo:

-        No te creo, no te creo, no te creo.

Y sucedió lo inesperado.

-        ¡Puta madre basta G! ¡Basta! ¿Quieres que me vaya? – preguntó H de manera imprevista y con la paciencia agotada.

Nuevamente sus ojos me decían la verdad. Su cara se transformó, estaba exaltado y medio enojado. No lo había visto así nunca.

-        Dilo. Si quieres me voy y ya no te molesto ¿Eso quieres? Porque lo hare. Solo dilo. Dime que me largue y te juro que no me vuelves a ver la cara. Te lo juro.- dijo levantando la mano derecha de manera solemne como cuando estas frente a un juez declarando decir la verdad y nada más que la verdad. 

Y ahí estaba yo, hecho un imbécil. Me quede callado y acorralado. Este hijo de puta sabe hacer sus cosas. Nuevamente yo estaba en su juego.

¿En qué momento perdí el control de la situación? Obviamente no quiero que se vaya. Suspiré fuertemente, y levanté bandera blanca. Mi tono de voz resignado y derrotado solo atinó a responderle.

-        No quiero estar aquí H.
-        Está bien vamos a otro lugar.

Pidió un taxi y me subí.


Continuará.



Leer Capítulo XVIII: La monogamia es egoísta

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