EL CHICO DEL BUS Cap. #17 BOOMERANG
instagram @elchicodelbusblog
Tuve el presentimiento que él aparecerá a
las diez de la noche en el faro. Razón de sobra para no ir. No
debo ir, pero ahí estoy, quince minutos antes de lo acordado para encontrarme
con él. Esto es probablemente uno de los momentos que entran a mi top 10 de las
peores decisiones de mi vida.
¿Qué hago?
Tengo
muchas dudas y estoy a punto de tener una crisis de ansiedad que no se cura con
pastillas. Cada paso hacia el faro es un detonante para una taquicardia.
Por
momentos entré en razón: “Debería irme” fue el pensamiento constante que se
reproducía en shuffle dentro de mi
cabeza. Sin embargo, al estar más cerca, decidí ignorar a la razón y darle un
chance a la estupidez, pero no mucho, porque en cuanto la estupidez ingresa se
queda un buen tiempo.
No
había mucha gente, camine hacia un lado a fumar un cigarro y lentamente me
aleje del lugar. Seguí de largo el camino del malecón dejando atrás el faro, no
quise que él me encontrará esperando.
Me
aleje como una cuadra.
-
¿A dónde vas si el faro esta
por allá? – dijo una voz que resultó familiar.
Al voltear,
mi corazón dio un fuerte latido y desordenó todos mis pensamientos y palabras.
Me quede sin habla, mudo como la H.
Si
es él. Es H. Guapo, altanero y con mucha seguridad en sus palabras.
-
Hola G – dijo él mientras yo
seguía en shock.
Tuve que
asimilar la situación en tiempo record. Mis sospechas son ciertas. H y el
argentino están confabulados. Tuve ganas de mandar todo a la mierda. Sin embargo,
comportarme como un chico engreído solo alejaría las respuestas a todas mis
dudas. Tengo que averiguar cuál es la conexión entre ambos. Qué demonios sucede
aquí.
Puse bajo
control cada músculo en mi cara para que mi expresión no mostrara indignación
ni rabia. Tengo que actuar calmado, normal, como si nada hubiese pasado. Y
finalmente le devolví el saludo.
-
¡Hola! ¿Qué tal?
-
¿Qué tal tú?
-
¿Cómo has estado? – volví a
preguntar.
-
No tan bien como tú, te ves
bien.
Ahí está otra
vez el Sr. Conquistador. Haciendo lo que mejor sabe hacer: enamorar a todos y hacer
que todos se enamoren de él. No ha perdido el encantó. Ha pasado más de un año,
pero es como si no hubiese pasado ni un solo día. Su frescura es como si nada
malo hubiese sucedido entre nosotros. Como dos amigos que se encuentran en la
calle.
-
¿Vamos a tomar algo? – invitó
H.
-
Estoy esperando a un amigo –
le dije esperando su reacción.
-
Bueno te acompañó a esperar a
tu amigo mientras conversamos.
Caminamos de
regreso hacia el faro. Yo ya no tenía dudas que la persona con la que estuve
chateando en grindr, no fue Donato.
Fue H. Tengo muchas preguntas y estoy conteniendo las ganas de interrogarlo de
inmediato. Quiero saber qué cosas quiere decirme él antes que yo empiece mi
indagación.
-
Cambiaste de número, o me
bloqueaste – insinúo H.
-
Lo cambie hace poco.
-
Has bajado de peso.
-
¿Tan gordo estuve?
-
Un poco – se rió.
Nos sentamos
en un banco y H sacó un cigarro.
-
Me fui de viaje hace poco.
-
¿A dónde?
-
A Argentina – Cuando dijo
eso, confirme que Donato y él estaban relacionados.
-
Ahora entiendo – murmuré….
-
¿Cómo dices? – dijo H
haciéndose el desentendido.
Empezaba a
irritarme su cinismo. Poco a poco a fuego lento hervía la sangre en mis venas.
A pesar de que intenté disimular mis gestos, estos comenzaban a manifestarse.
El ceño se me frunció, mi tono de voz se tornó exaltado.
-
¿Qué hacías en Argentina? –
pregunté siguiendo el juego de H.
-
Trabajo y turismo.
-
Y ¿Qué haces por aquí? – le
pregunté tratando de sacarle la verdad.
-
Vivo por aquí ¿Recuerdas?
-
Si me acuerdo.
-
¿Ya no puedo venir a caminar
por aquí? – comenzaba a jugar con mi paciencia
Me puse de
pie y me alejé de la banca donde estábamos y cogí mi celular. No era nadie
llamándome, solo lo hice para inventar una excusa para irme. Y la reacción de H
fue de inmediato. Su cara de frescura le cambio a una de preocupación.
-
¿Ya te vas? – preguntó.
-
Si.
Se quedó
huevon.
-
Bueno yo…
-
Oye que gusto verte – le dije
interrumpiéndolo – que te vaya bien.
Y me
despedí.
Volteé y
caminé con una gran fuerza de voluntad y un poder sobre humano para no mirar atrás.
Me sentí como huyendo de la tentación o de Sodoma, como esa historia bíblica
cuando la mujer de Lot miró atrás y se convirtió en una estatua de sal, algo
así. Si yo volteaba a mirarlo una vez más, habré perdido. Por primera vez quiero tener el control de
esta situación. Al rato, el juego de H se había acabado y empezó a jugar el
mío.
-
Si fui yo – gritó H que se
quedó cerca de la banca.
Me detuve y volteé
sintiendo que tenía al toro por las astas. Y lo miré con la misma expresión que
tuve al inicio: indiferencia y calma, como si no hubiese hecho nada malo.
-
Ahora si ¿Me aceptas un trago?
– preguntó H.
-
Ok, vamos.
Caminamos hacia la calle y tomamos un
taxi.
-
Vamos a un lugar privado.
-
Conozco uno – le dije.
-
Ok vamos.
En el camino ni
él ni yo pudimos evitar el silencio incómodo. Bajamos en una calle y caminamos
mirando nuestras manos, mirando cada uno el celular porque no sabíamos que
decirnos aún. H ha vuelto como un boomerang, el cuál lance hace tiempo. Hoy me
toca recibirlo y seguir el juego.
Entramos al
bar y pedimos dos vasos de whisky. Lo miré esperando que iniciara la conversación.
Que exponga su caso.
-
Bien, no sé por dónde empezar
– dijo H.
-
Yo sí.
Me miró diferente. Lo sentí en desventaja
y algo de remordimiento en la mirada.
-
¿Por qué? – pregunté.
-
No entiendo – respondió H, lo
cual aumentó mi ira. Tuve que mantener el temple.
-
¿Vas a seguir con eso H? o
mejor me voy – Me puse de pie.
-
Tranquilízate G. Siéntate.
Tomó un trago
de whisky y azotó el vaso contra la mesa. Estiró los brazos alrededor de la
mesa y miró hacia el techo como buscando un inicio.
-
Fui un imbécil, lo sé. Te
hice cosas feas y entiendo que estés molesto conmigo.
-
No tienes ni idea – le
comenté.
-
Discúlpame G. En ese momento,
para mí, lo mejor fue alejarte de mí– dijo H.
Luego de un
año H se disculpó. Y todo bien. Ahora dejemos el pasado, quiero hablar del
presente. Quiero saber qué relación existe entre el argentino y él.
-
Te disculpó. Ya sé porque
hiciste lo que hiciste. En realidad, hiciste lo correcto.
-
No fue la mejor manera…
-
No, pero es algo que yo
también hubiese hecho si estuviese en tu lugar.
H, sacó un cigarro. Me ofreció uno, pero
no quise.
-
Así que ahora usas grindr.
¿Ya saliste del armario?
-
No precisamente.
-
Por favor… estas en grindr.
-
Si te digo que hacía en
grindr no me vas a creer.
-
¿Buscando el amor?
-
Buscándote – dijo H terminándose
el whisky de un solo trago.
Me quedé mudo
nuevamente. Ese es el poder de H. Es de las pocas personas que me deja sin una
respuesta inmediata. No entré en detalles porque sería dejarlo entrar en mis
emociones nuevamente. Así que fui directo al grano y cambié de dirección la conversación.
-
¿De dónde conoces a Donato?
H se echó a reír y yo me desconcerté. Su
risa se escuchó en todo el bar.
-
Cuéntame que es todo esto H
¿Qué significa?
-
No es nada G. Si te digo que
no tengo idea quien es Donato ¿Acaso me creerías?
Nuevamente me dejó desconcertado. Y me
puse de pie.
-
Te dije que me iría si
empezabas con tus juegos.
-
Cálmate hombre. Te estoy
diciendo la verdad. No tengo idea de quién es. Pero sospecho que es el
argentino que conociste ayer en el parque.
Su tono de
voz suena sincero y conozco su mirada, no sabe mentir como su boca. Seguí más
confundido que antes y tomé asiento.
-
¿Me crees huevon o qué? – le reproché.
-
G déjame explicarte.
-
No te voy a creer nada.
Mandaste a ese argentino a hablarme para luego usar su perfil de grindr y
hablarme por ahí. Y luego me cuentas esa historia. Nuestra historia… eres un
loco de mierda.
-
G, no conozco a ese
argentino. Déjame explicarte.
-
Sé breve porque mi paciencia está
agotándose.
-
Ok. Escúchame.
El mozo se
acercó a ofrecernos algo más de tomar. Ambos pedimos dos whiskies en las rocas
al mismo tiempo.
-
Sí, uso grindr. Soy como un espía. Ni uso foto.
-
¿Espiándome?
-
Si
-
Puta madre.
-
Ahora te explico. Ayer te vi
en el parque y vi que esos dos pastrulos se te acercaban. Estabas tan entretenido
con sus dejos argentinos que ni cuenta te diste que yo estaba al frente de la
calle mirando todo.
-
¿Qué?
-
En ese instante, se me ocurrió
usar el grindr para hacerte pensar que el argentino usa grindr. Y creo que funcionó.
La historia
de H sonaba increíble y la manera de explicarla es tan verídica. Pero no
puedo dejarme engañar. Me sentí estúpido estando ahí en ese bar escuchándolo. Saqué
dos billetes y me puse de pie.
-
No te creo nada -
Me fui.
Me fui.
Salí
del bar molesto y con la sensación de ser usado, nuevamente. Sus mentiras están
bien hechas; me siento manipulado nuevamente y detesto esa sensación. Detrás de
mí estaba H. Lo vi acercándose y detuve un taxi para irme.
-
Señor lléveme a…
-
No señor, no lo lleve a
ningún lado – H puso la mano en la puerta y no me dejó subir al taxi.
-
¿Estás loco o que te sucede?
El taxi se fue.
-
G, te juro que te estoy
diciendo la verdad. Cuando hablamos ayer por grindr en la noche, tuve miedo que
me bloquearas por eso cuando me di cuenta que tu pensabas que yo era el
argentino te sigue el juego. Y poco a poco te di pistas sobre mí.
Conseguí
controlar mis sentimientos viscerales que me dictaban que le dé una patada en
los huevos y salir corriendo. Logré recuperar todos los nervios y los puse en
su sitio. Me calme y pregunté de la manera más calmada.
-
¿Por qué haces esto?
-
No lo sé – respondió H
mirando el piso.
-
Supongamos que te creo. ¿Por
qué haces esto H? ¿Para que me buscas? ¿Qué quieres esta vez?
-
Si te digo que te he
extrañado no me vas a creer.
-
No.
-
Entonces ¿Qué hago para que
me creas?
-
Dime la verdad. Dime que ese
argentino es tu amigo y lo mandaste como un vil cebo – nuevamente me ira se
desató.
-
No lo conozco te lo juro.
H hablaba y
hablaba una y otra vez insistiendo y yo solo me tapaba los oídos como un niño
de cinco años repitiendo:
-
No te creo, no te creo, no te
creo.
Y sucedió lo inesperado.
-
¡Puta madre basta G! ¡Basta!
¿Quieres que me vaya? – preguntó H de manera imprevista y con la paciencia
agotada.
Nuevamente
sus ojos me decían la verdad. Su cara se transformó, estaba exaltado y medio
enojado. No lo había visto así nunca.
-
Dilo. Si quieres me voy y ya
no te molesto ¿Eso quieres? Porque lo hare. Solo dilo. Dime que me largue y te
juro que no me vuelves a ver la cara. Te lo juro.- dijo levantando la mano derecha de manera solemne como cuando estas frente a un juez declarando decir la verdad y nada más que la verdad.
Y ahí estaba
yo, hecho un imbécil. Me quede callado y acorralado. Este hijo de puta sabe
hacer sus cosas. Nuevamente yo estaba en su juego.
¿En qué
momento perdí el control de la situación? Obviamente no quiero que se vaya.
Suspiré fuertemente, y levanté bandera blanca. Mi tono de voz resignado y
derrotado solo atinó a responderle.
-
No quiero estar aquí H.
-
Está bien vamos a otro lugar.
Pidió un taxi y me subí.
Comentarios
Publicar un comentario
Continua leyendo