EL CHICO DEL BUS Cap. #22 ESE NO SOY YO


La nostalgia se sintió de inmediato al subir al bus junto a él. Extrañaba esta sensación extraordinaria mezclada de misterio, seducción y miradas disimuladas. Ahora mismo estoy donde todo inició; en el bus. Aquí comenzó nuestra historia; cuando su mirada y la mía desnudaban nuestras intenciones y hablaban un lenguaje que solo él y yo podíamos entender, pero esta vez no tenia que mirarlo de reojo o de lejos. Esta vez H estaba a mi lado, aunque aún habían muchas preguntas, quizá la más importante se encontraba frente a nosotros, en su celular.

Sin perder el tiempo, H y yo comenzamos a indagar perfil por perfil por las profundidades de aquella nefasta aplicación de citas. Las probabilidades de encontrar al impostor eran, de momento, remotas. ¿Quién podría ser? Necesitaba resolver este acertijo no por mí, mas bien por él, por H. Podía sentir su preocupación, su mundo estaba a punto de colapsar, y no es para menos.

Mientras inspeccionábamos el celular como dos peritos de criminalística, nos desconectamos de la realidad examinando datos y foto por foto con rigurosa meticulosidad. La concentración de ambos se encontraba en aquel aparato de la marca de la manzana mordida. H tenía la respiración agitada y el sudor le corría por la frente hasta el cuello, su barba sin afeitar raspaba mi mejilla cuando nos agachábamos a revisar algún perfil sospechoso. “Es probable que el impostor haya cambiado de foto”, presumía H en voz alta con imperturbable concentración.
Dejé de mirar el celular y me detuve un momento a contemplarlo, como en aquellos días cuando subía a la azotea de mi edificio en luna llena y me sentaba a conversar con ella. Así de perdido y deslumbrado me sentía por él. De repente, el sonido de una llamada entrante interrumpiría mi telenovela ficticia que mi mente pintaba y mi sonrisa esbozaba. La llamada era de ella, Romina.
Me hice a un lado mientras H me dirigió una mirada y aunque no dijo nada aquel gesto que hizo con su boca era como una solicitud de permiso para responder. Yo volteé hacia la ventana mientras H conversaba con ella.
 Mi cabeza apoyada sobre la ventana sentía el aire entrar por mi nariz y despeinando mi, de por sí, alborotado cabello. Mientras mi mente entraba en un trance retrospectivo y nostálgico.
Comenzó a invadirme aquellas memorias de los primeros avistamientos de H, aquellos viajes en bus de regreso a casa antes de ver a H por primera vez.
 Lo recuerdo con claridad, vivía yo abrumado por el cansancio y malhumorado por la gente. Resignado a un trabajo que no me gustaba. A las seis de la tarde tomaba el bus, allí mi cabeza aprovechaba en desencadenar pensamientos ocultos y deseos desesperados e improbables. Esperanzado en que todo cambiaría algún día.
 Solía pensar y esperar a que llegaría un momento en mi vida que cambiaría mágicamente el transcurso de las cosas, un suceso que choque violentamente mi mundo como un bus a toda velocidad poniendo todo mi mundo patas arriba.
 Ahí en el bus iban mis pensamientos de arriba a abajo mientras con el aliento congelado me entretenía empañando el vidrio de la ventana dibujando formas abstractas, corazones y algunas letras. Mirando al vacío de la velocidad que el bus dejaba atrás entre casas, calles, semáforos y gente caminando. Mi mirada solía ser perdida y resignada a una monotonía que me deprimía. Me desconectaba de mi realidad. Así eran mis días.
Hasta que finalmente conocí a H.
¡Oh aquella vez que lo vi!
Recuerdo aún hacía un poco de calor en las mañanas y mucho frio en las tardes. Eran los primeros días del otoño y yo regresaba de vacaciones al trabajo. Aquel día fue un lunes, volví a trabajar luego de un merecido viaje familiar con los ánimos renovados, los mismos que se evaporaron en cuanto me topé con Clarita, mi compañera de oficina, en el ascensor.
Me esperaban muchas sorpresas desagradables en la oficina. No solo trabajos acumulados y pendientes que mi jefa acomodaba en mi escritorio en una pila de papeles que simulaban una torre. También tenia que soportar la furia de la bruja y enfrentarme a las intrigas que había sembrado en mi ausencia. Según Clarita “la bruja”, una mujer que bordea los sesenta años y labora hace más de una década en la empresa, estaba furiosa y se encargaba de vociferar mi nombre seguido de una culpa por un trabajo mal hecho. Nunca fui digno de su simpatía y en mi ausencia aprovechó para imputarme de cuanto desbarajuste hallaba. Aquella tarde al salir de la oficina estuve muy agobiado por lo sucedido. La influencia de la bruja en la empresa es tan grande que mi renovación de contrato estaba en riesgo. Al mismo tiempo las consecuencias que tuvo en mí todos esos inconvenientes laborales, me recordaban que yo no pertenecía allí y que debía huir de allí antes de que las raíces profesionales que estaba sembrado crecieran tanto que seria difícil para mí renunciar a una estabilidad económica que no era mala, sin embargo, no me llenaba el alma. No me hacia feliz. No era lo que yo quería terminar haciendo el resto de mis días.
A las seis de la tarde en punto, salí con dirección al paradero que ya todos conocen, y fue entonces que lo vi por primera vez. Y todo lo malo que pudo suceder ese día se esfumó. Contemplarlo y fantasear con hablarle sonaba novelesco y utópico. Gracias a él recordé que, si hay algo que motiva a las personas, o al menos a mí es la esperanza de que algo mejor vendrá en cualquier momento y sin avisar para que la emoción y la sorpresa sea aún mayor. No hay nada más hermoso que recibir algo sin esperarlo.
El poder de H para cambiar mi humor aun es vigente. Hoy dos años después aquí estoy con él en el mismo bus que nos vio intercambiar los primeros diálogos. Aun cuando pensé que aquel chico guapo jamás hablaría conmigo. Hoy me reclamo a mi mismo las debilidades de mi mente en el pasado. Pues el tiempo no solo cura las heridas también te enseña lecciones, entre ellas una que ahora es mi mantra: Siempre vendrá algo mejor.

-       Romina ira a tomar algo con unas amigas – Comentó H luego de terminar la llamada.   
-       ¿y tú auto?
-       Le dejé las llaves a ella.
-       Este bus va a mi casa H, te estás alejando de la tuya.
-       Creo que esto merece la pena ¿no crees? Tengo que saber quien esta usando mi foto en esa aplicación de mierda.
-       Es eso y además el hecho de que Romina está quedándose en tu departamento y por eso prefieres estar a solas ¿o me equivoco? – pregunté

Sin querer empezaba a descifrar y a pensar como H o al menos a adivinar o detectar sus pensamientos. Mi sexto sentido más eficaz que nunca recibió su reconocimiento cuando H sin ninguna intención de fingir o vacilar lo confirmó.

-       Se ha quedado allí toda la semana. Prefiero ir a otro lugar. ¿Quieres cenar algo? Yo invito.

Asentí con la cabeza. Y luego de un breve silencio pregunté:

-       ¿Tienes alguna sospecha?

H se quedó callado. Si la tuviera su silencio prolongado solo me daba entender su angustia. El bus llegó al paradero cerca a mi casa y caminamos hacia el centro comercial. Cuantas veces caminé por allí pensando en él. Pensando en como seria estar paseando con él. Viendo tiendas y comiendo helados. Subiendo al cine del segundo piso y matándonos de risa en las escenas de las películas de comedia romántica.

-       ¿Sabes? Una vez me pasó lo mismo que a ti – comencé a contarle una anécdota a H.
-       ¿Usaron tu foto en grindr?
-       No. Peor que eso. Crearon una cuenta de facebook con absolutamente todas mis fotos.
-       En serio y ¿cómo te enteraste?
-       Por una amiga de mi trabajo.
-       ¿Como así?
-       En mis primeros días en la empresa donde solía trabajar cuando te conocí.
-       Aja...
-       La gente me miraba raro. Cada vez que caminaba sentía murmullos y risitas.
-       ¿Sabían que eres gay?
-       No. No era necesario decirlo sabes. No soy una loca. Pero eventualmente mi voz aguda y ciertos gestos me delataban. Sabía que, en cualquier momento, más pronto que tarde, se iban a enterar de mi secretito.
-       ¿qué pasó?
-       Solo una chica fue amable conmigo desde el inicio. Eran tan dulce y amistosa que yo creía que le gustaba. Ya sabes como hombre.
-       Tranquilo galán.
-       Pasaron varias semanas y cada vez que me topaba con ella en el ascensor y los pasillos siempre me buscaba conversación. Cosa que nadie más hacia.
-       Se había dado cuenta de ti.
-       Si, por qué en una ocasión me miró detenidamente y me hizo una pregunta “¿qué planes este fin de semana?” y yo le respondí: no lo sé. Y ella replicó “yo creo que iré a Alice ¿y tú?” Y al decirme esto me miró fijamente y riéndose.
-       ¿Alice?
-       Es una fiesta gay.
-       Ah ok. Que astuta y que sutil.
-       Si.
-       Y qué le respondiste.
-       Le dije que había escuchado de esas fiestas, que no tenia ganas de salir.
-       ¿Te creyó?
-       Para nada. Luego de ese día, sus insinuaciones eran más grandes incluso me hacía reír. Supe que no habría problema si le contaba a alguien de mi oficina un poco más sobre mí. Poco a poco ella se ganó mi confianza.
-       ¿Y lo del facebook?
-       Aquí viene esa parte. Una tarde estábamos sentados en su sitio riéndonos y hablando de varias cosas al punto que entramos en tanta confianza que ella reclamó: “Acéptame en facebook” y yo le dije por supuesto “agrégame”. Y ella respondió: “ya te agregué hace tiempo y nunca me aceptaste” y yo le repliqué: que raro no me ha llegado tu solicitud de amistad; y ella volvió a replicar: “claro que si te agregue mira”; en ese instante entró a su facebook desde la lap top en su escritorio, escribió mi nombre en el buscador y ahí estaba mi foto de perfil y de portada, era yo.
-       Mierda.
-       En eso me percaté de un detalle. Yo había cambiado mi foto de portada dos días antes y la que figuraba en el perfil que ella había encontrado se mostraba mi foto anterior. Mis ojos indagaron un poco y descubrí que ese no era mi perfil.
-       ¡Mierda!
-       Una de las letras de mi apellido había sido reemplazada por otra. En lugar de Z tenía una S. No era yo.
-       ¡Qué hablas!
-       ¡Ese no soy yo! exclamé en voz alta, al punto de que las personas de la oficina voltearon a vernos. Saqué mi celular y le enseñé a mi amiga mi verdadero perfil. Y cuando quise buscar el perfil del impostor no me salía en ningún lado.
-       Te tenía bloqueado.
-       Exacto. Para que yo no lo encontrara.
-       ¡Qué hijo de puta!
-       Revisamos el perfil y tenia publicaciones que yo jamás escribiría. Es gracioso ahora que lo cuento, pero en ese momento estuve muy molestó e indignado. Mi amiga sonrió un poco aliviada “ya se me hacia raro que tú que te ves tan lindo y recatado publiques esas mariconadas bien marginales”. H si supieras las cosas que habían publicado. En ese momento entendí porque nadie hacia el mínimo esfuerzo por tratarme, especialmente los chicos. De seguro también se toparon con ese perfil cuando ingresé, ya sabes que la gente siempre busca las redes sociales de cualquier nuevo en una empresa. En ese momento entendí que esos murmullos cada vez que yo pasaba tenían sentido. Que vergüenza solo de recordarlo.
-       Y nunca supiste quien fue.
-       Denunciamos el perfil y cerraron la cuenta.
-       ¿No averiguaste quien pude haber sido?
-       Publiqué en mi perfil pidiendo a mis amigos que entraran a esa cuenta y la denunciaran, nunca investigué a fondo y me olvidé del tema cuando facebook cerró la cuenta.
-       ¿No quieres saber quien quería cagarte? Por lo qué me cuentas tu impostor es alguien que te conoce.
-       Definitivamente. Ya paso tiempo H. No averigüé más.


H y yo entramos a un restaurante. De inmediato un mesero se acercó a nosotros y nos llevó hacia una mesa. Al traer la carta mencionó una promoción de happy hour. Yo no quería alcohol, pero H quería tomar algo y preguntó que tragos estaban incluidos. El mesero menciono unos nombres extraños y H le solicitó una recomendación. El joven de inmediato recomendó el filtrado de fresa. H se extrañó al escuchar ese nombre, no lo había escuchado nunca. Es una especialidad de la casa, acotó el mesero. En ese instante sentí como si hubiera despertado de un trance y se me vino una idea a la mente.

-       ¡H dame tu celular!
-       ¿Les traigo los filtrados de fresa? – preguntó el mesero. “Si por favor” le dije.
-       ¿Qué te pasa? – exclamó H.
-       Rápido, desbloquéalo – insistí.

Entré a grindr y comencé a comentarle a H un pequeño detalle que se me había pasado por alto.

-       Usemos filtros.  
-       ¿Filtros?
-       ¡Si! Con esto aumentaremos nuestras probabilidades de encontrar a tu impostor.
-       ¿Qué es todo esto? – preguntó H intrigado.
-       Es una nueva función de la aplicación.
-       A la hora que lo dices…
-       Sorry H – mencioné aquellas palabras en ingles y a H le gustó.
-       ¡Busca busca!
-       Si mal no recuerdo la ultima vez que vi al impostor usando tu foto fue cerca a mi oficina, estamos a unos tres o cuatro kilómetros de allá. Y si mal no recuerdo en “intereses” el impostor escribió “Buscando diversión”.
-       Eso que quiere decir…
-       Quiere decir que si aplicamos los filtros de distancia e intereses, encontraremos a tu impostor, así mira... – le mostré a H su celular con los filtros aplicado.
-       ¡Eres un genio!

Efectivamente el filtro se encargó de mostrarnos solo aquellos perfiles con esas especificaciones. H y yo recorrimos con el dedo todos los perfiles que aparecieron. Prestando alta atención y concentración a la misión.  

Luego de un par de segundos a unos seis kilómetros y medio de distancia se encontraba conectado el perfil con la foto de H.

-       Aquí estas H.
-       ¡Ese no soy yo! – exclamó H.
-       Sé lo que se siente.
-       ¿Y ahora que hacemos? – H preguntó inocentemente.
-       Vamos a desenmascarar a esta perra.

Continuará.

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