EL CHICO DEL BUS Cap. #35 CITA A CIEGAS
2002
A y Melisa estaban citados en la parroquia
blanca de la urbanización donde vivíamos, el sábado a las cuatro de la tarde. Aún era miércoles y aquella cita había sido
acordada ayer por teléfono mientras personificaba a Melisa. Durante el resto de
días estuve nervioso, ansioso y temeroso; tenia un mal presentimiento.
-
Amiga, ¿Qué tienes que hacer este
sábado? – le pregunté a Melissa a la hora del recreo.
-
Nada, ¿por qué?
-
Mmm, no se como decírtelo.
-
¿Qué pasa?
-
Necesito tu ayuda, pero no se como
contarte.
-
¡Cuéntame!
-
Bueno, estoy enamorado.
-
¡Oh! ¿De quien? ¡cuéntamelo! –
además de los chismes, le encantan las cosas de enamorados.
-
Primero prométeme que me vas
ayudar con algo.
-
¿de que se trata?
-
Creo que hablé de más. Olvídalo… -
le dije.
-
No, ¡nada de olvídalo! Ahora me
dices, no me vas a dejar con la duda.
Resultaba sencillo manipular a las personas
cuando tu secreto esta en peligro y no me enorgullezco para nada. En ese
momento no se trataba de impresionar o llamar la atención, se trataba de
sobrevivir a una verdad que podía lastimar a muchos sobre todo a mí. Tenia que
tenerlo todo bajo control.
-
Tengo una amiga que está enamorado
de A.
-
¿El chico de quinto grado?
-
Si.
-
¿y tú?
-
Y a mí me gusta su enamorada.
-
Mmm.
Melissa se quedó callada, no quiso emitir
juicio alguno, obviamente yo no tenia oportunidad alguna con la enamorada de A.
-
Me parece un chico guapo, pero no
me gusta como a las demás – dijo Melissa.
Mas te vale, pensé. Se imaginan si Melisa
terminará enamorándose de A, hubiese sido yo el responsable de ello.
-
Te cuento algo, pero prométeme que
no le dirás a nadie.
-
Ya cuéntame – dijo ella.
Melisa vio la preocupación en mis ojos y sintió
en el tono de mi voz mucha angustia, realmente sentí que podía confiar en ella.
-
Melisa, yo tengo una amiga que
estuvo enamorada de A. Incluso consiguió su número y han estado hablando hace
semanas. Pero no se atreve a hablarle en persona.
-
¿en serio? ¡Que emocionante!
-
Ni creas. Él no sabe quien es
ella.
-
¿No la ha visto físicamente?
-
No.
-
¿Por qué?
-
Ella ya no quiere nada con él.
-
¿Cuál es el problema?
-
Ella me estaba ayudando, nos
estábamos ayudando
-
No entiendo.
-
Ella enamoraba a A y así terminaba
con su novia.
-
Ahora entiendo, pero ¿Cómo te
podría ayudar?
-
Ella esta de viaje y se citó con A
este sábado y no va ir, pero necesito que alguien vaya así tengo pruebas contra
él, y su novia lo terminé.
En ese momento el destino por primera vez en
la vida me hizo caso y me hizo un gran favor; logró que esa enredada historia
fuera creíble para Melisa y pensará seriamente en ayudarme.
-
Espera, no querrás que yo….
-
Si, quiero.
-
¿estas loco? ¿Qué haría yo con él?
En ese momento mi corazón se detuvo. Tenia que
convencerla como sea. Y lo hice.
-
Piensa Melisa. A es el mejor amigo
del chico que te gusta.
-
¡Con mucha más razón! Yo quiero
con su amigo no con él.
-
Y que mejor que acercarte a tu
chico, conociendo a A, ellos dos son muy amigos.
-
¿Tú crees?
-
Claro. Tu te haces amiga de A, te introduces
en ese grupo. Conoces a tu chico y …
Me quedé sin palabras no sabia que más decir.
-
Y podría conocerlo – dijo Melissa
cerrando mi plan.
Hubo un silencio y yo me sentía carente de
ideas, Melissa es muy audaz, pero cuando se trata de enamorarse pierda la
cabeza, y se moría por el amigo de A.
Luego de unos segundos Melisa exclamó las palabras que para mí sonaban
como la exclamación de libertad de algún héroe patriótico.
-
Suena divertido. No creo que funcioné,
pero lo haré solo porque esta emocionante todo esto de hacerse pasar por otra
persona. Haré uso de mis clases de actuación.
La suerte me sonreía como nunca en la vida.
Melisa se había metido al taller de artes por las tardes. Sentirse incluida en
un plan tan escamoso y arriesgado lejos de asustarla, la emocionaba a chorros.
Sabia perfectamente que no lograría nada con el chico que le gusta, pero seria
una forma de llamar su atención. Para mí estaba solucionado, ella usurparia mi identidad falsa.
A y yo hablamos el viernes por la noche por teléfono.
-
Por fin – exclamó A.
-
Si, por fin.
-
No te noto emocionada.
-
Lo estoy… - le dije.
Dentro de mí recorría una angustia abrumadora
acompañada de tristeza, sabia que pronto se acabaría este romance telefónico
sin futuro, porque no tenia sentido lo que estaba haciendo ¿Qué ganaba yo
citando a A con Melissa? Si mi plan es conocerlo, de que iba a servir juntarlos
¿Cuándo aparecería yo en esta historia?
El día sábado llegó siendo las cuatro de la
tarde, me escondí doblando la esquina que bordeaba la parroquia blanca. Melisa
no llegaba por ningún lado y A llegaría en cualquier momento. Los jardines de
la parroquia estaban abiertos durante el día y la torre marcaba cuatro de la
tarde con quince minutos. Avancé un poco más hacia la parroquia y me escondí en
la cabina de un teléfono público y marqué el numero de Melisa.
-
¿Bueno? – contestó la voz de un
señor.
-
Buenas tardes señor ¿se encuentra
melisa?
-
¿De parte de quien? Señorita – me preguntó
el señor.
Lo sé, suena gracioso, así de aguda era mi voz
en ese entonces. Sin embargo, esta vez tenia que sacar alguna voz grave de mi
ronco pecho. Tosí un poco boté aire y volví a la bocina del teléfono con tremendo
vozarrón que parecía grito:
-
De parte de un amigo señor.
-
Oh ok joven, disculpe.
La voz de aquel hombre se escuchó a lo lejos “Melissa
te llaman tus amigos”. Así en plural. “¿Quienes?” preguntó Melissa. “No se
hijita, una chica y un chico te llaman por teléfono”. No pude evitar reírme un
poco.
-
¿Aló?
-
¡Melissa! ¡Te estoy esperando!
-
¡Amigo! ¡Hola!
-
¿Que haces en tu casa?
-
Si, discúlpame, pero no me sentía
bien. Estoy media resfriada.
Y no mentía. La voz por el teléfono se
escuchaba marchita y su nariz absorbía aire lento que emitía ruidos extraños
hacia el teléfono.
-
Melissa me hubieses avisado, y
ahora que voy a hacer…
Su llamada ha concluido, vuelva a depositar
una moneda. Sonó de repente la voz de la operadora.
Estos teléfonos de mierda. Metí la mano al
bolsillo en busca de más monedas y no encontraba ninguna. Por qué me haces esto
Melisa, exclamé mientras golpeaba la bocina regresándola a su sitio. En ese
instante mi suerte volvió a ser la misma de antes o peor, y el destino ahora buscando
cobrar con altos interés aquel favor que yo pensé tenía resuelto, me paralizó
con algo para lo que yo no estaba preparado.
-
Hola – dijo su voz y su mano cogió
mi hombro por detrás y yo me quedé inmóvil. Volteé lento y con el corazón
rompiendo mi pecho a brincos.
Tenia puesta una polera gris y unos jeans. El
perfume penetró en mis narices y me dejó petrificado.
-
¿Tu eres amigo de Melisa? –
preguntó A.
Continuará…
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