EL CHICO DEL BUS Cap. #38 UN MENSAJE EN EL PARABRISAS
Entramos en la casa de A y, muy amablemente,
me invitó una botella de agua con gas, le puso el zumo de un limón y me la
ofreció junto a una aspirina. Con esto vas a quedar como nuevo, dijo el chico
del colegio quien nuevamente me había traído a su casa. Veinte minutos después,
comencé a sentirme mejor, poco a poco recobré la lucidez y la conversación con
A fue amena. Luego él se puso de pie y entró a su habitación por un momento y
yo aproveché ese instante para buscar la foto y el video de H en el celular de
S. La contraseña de S es muy sencilla; aquella vez que estuvo borracho, durante
la fiesta en la galería de Barranco, pude ver que desbloqueaba su celular
marcando cuatro números; nueve, cero, cero y nueve. Rápidamente busqué las
pruebas del delito, estaban archivadas hace muchos meses atrás, y no tuve
reparo alguno, cogí ese celular y borré toda evidencia que podría incriminar la
libertad de expresión y derecho a escoger el momento adecuado de
autoproclamación de H; fotos y el video, ni siquiera lo vi completo, me daba
asco pensar en que S podría usarlo para su conveniencia.
Me sentí aliviado y feliz de haber obtenido
una victoria, no solo mía, también era de H, y todo gracias a mi vecino A.
Ahora solo tenia ganas de ir a un solo lugar, a la casa de H. Aunque todavía me
encontraba bajo los efectos de la marihuana, me puse de pie e intenté
permanecer parado un buen rato, midiendo de esta manera las probabilidades de
llegar a casa de H sin ayuda de nadie y, de repente, se me ocurrió volver a
husmear en el celular de S, encontré la aplicación que había ocasionado todo,
el grindr. Tomando en cuenta los antecedentes de S es probable que en esa app
exista pruebas que delaten a H. Al revisar, encontré muchas conversaciones, fue
imposible leerlas todas, y con el tiempo limitado opté por eliminar la app; y
luego de pensarlo y darle vueltas al asunto, también decidí enviarme al correo
electrónico todas las conversaciones de su WhatsApp con H, porque S si tenia el
historial completo, mientras que H borraba todo después de leer.
A regresó de su habitación, y yo tuve que
actuar de inmediato.
-
A, te agradezco lo que has hecho,
pero no puedo ponerte en problemas.
-
Lo se, estoy asustado.
-
Yo también, debes regresarlo.
-
¿Cómo?
-
Regresa al colegio y déjalo tirado
en el baño de tercer piso.
-
¿Seguro?
-
Debe de creer que se le cayo
mientras me ayudaba a ponerme de pie. Mira esto (le enseñé el celular), nadie
ha llamado preguntando por el celular, aun no se ha dado cuenta que no lo tiene
consigo.
-
¿Hiciste lo que tenias que hacer?
-
Si.
-
Ok, te ayudaré. - dijo A mientras salimos
de su casa.
-
¿ya te sientes mejor?
-
Mucho mejor - Mientras caminábamos
pasamos por la parroquia blanca.
-
¿Tu casa esta por aquí?
-
Si, es aquella que esta allí – le
dije señalando un edificio. A miró el reloj de la torre de la parroquia blanca,
eran las diez y quince minutos.
-
Aun podre regresar al colegio.
-
Muchas gracias por ayudarme.
-
Tranquilo, además quería regresar
a ver a mis amigos de años.
-
Te debo una A.
A se quedó mirando la cabina del teléfono público
al lado de la parroquia, estaba sucia y abandonada, con la bocina arrancada y
un vidrio de la puerta totalmente quebrado, ya nadie usa esos teléfonos
públicos. Yo también voltee a ver lo mismo que A, en eso supe que A me
preguntaría o diría algo.
-
Oye, tengo una pregunta que
hacerte.
Sé exactamente que pregunta quiere hacerme, el
momento de la confesión estaba cerca.
-
Supongo que tienes muchas
preguntas que hacerme, pero será mejor que las dejemos para otro día.
-
Entiendo – dijo A, mientras su
taxi lo recogió en la puerta de mi edificio y se fue a devolver el celular a su
dueño. Y yo no entré a mi casa, por el contrario, pedí otro taxi y le indiqué
que fuera directo a la casa de H.
Estuve feliz por que había ayudado a H, y tenia
que ir a verlo, aunque no pudiera contarle lo que hice por él, simplemente
tenia que verlo, darle un abrazo y fumar con él hasta el amanecer.
El taxi me dejó en la puerta del edificio
donde vive H, y vi su auto estacionado afuera, acababa de llegar. Cuando subí y
entré, lo encontré en su computadora portátil trabajando en una tediosa hoja de
Excel llena de cuantiosas celdas con cifras con muchos ceros.
-
Hey, no esperaba que vinieses – me
dijo H mientras se ponía de pie para darme un abrazo de bienvenida. Me sentí
cálido y protegido en sus brazos enormes y tatuados.
-
Yo tampoco pensaba venir, pero
digamos que estaba por el barrio – le respondí.
-
Tus ojitos están rojos ¿fumaste?
-
Un poco – le respondí dejando escapar
una sonrisa tonta.
-
No es justo, yo no lo estoy – se
reprocho él.
-
Deberías estarlo conmigo.
-
Buena idea.
Me acerqué a la cajita musical y la puse en la
mesa de centro de la sala.
-
Prende esa pipa y fumemos.
-
Dale.
Apenas me había recuperado de aquel bochornoso
momento en el colegio, y nuevamente sentí que la hierba subía hasta mi cabeza,
pero esta vez no tenia miedo, me sentí aseguro junto a H.
Creo que ya eran más de la medianoche cuando
se escuchó el timbre de la puerta que tocaban desde el lobby. H, se acercó
hasta la kitchenette y activó el altavoz.
-
¿Quien es?
-
Soy romina, baby.
H me miró y su rostro dibujo una expresión
petrificada y yo reaccioné igual a él.
-
Tienes que irte – dijo H.
-
Pero…
-
Discúlpame – y mientras decía eso,
guardó la marihuana y la pipa dentro de un cajón y hecho un aerosol para cubrir
los fuertes olores del cannabis.
Yo me quedé arrinconado como un niño solitario
o abandonado en la calle, mirando el vacío, y pensaba y pensaba lo injusto que
era que me arrebataran este momento con H, y lo injusto que es H.
-
Por favor baja por las escaleras
de la puerta trasera – ordenó H.
Me puse de pie y sin despedirme salí por la
puerta trasera y escuché como la puerta de entrada se abría y el ruido que
hacían los stiletos de Romina mientras caminaba sobre el piso parqué del departamento
de H, incluso escuché la onomatopeya del beso de ella en los labios de él.
No era justo. La vida no es justa. Y me
enfurecí cegado por ese hecho, a tal punto que al salir del edificio y toparme
con el auto de H, seguramente iba a salir junto con ella, pensé; y yo como
huevon salvándole la vida, literalmente para que ella lo disfrute. Nadie sabe
para quien trabaja, soy tan estúpido. Me enoje tanto que me acerqué a su auto y
al ver que el vidrio estaba sucio, con mi dedo índice le dejé un mensaje en el parabrisas
para que ella también lo leyese cuando bajen juntos.
“Te quiero Helmut” y firme con la letra G. Ojalá
Romina lo lea cuando suban al auto porque lo dibujé precisamente encima del
parabrisas del lado del copiloto, donde ella estará sentada, no puedo con tanta
indignación y, aunque mi comportamiento sea el de un chiquillo, no me importa
las consecuencias que tenga ese mensaje en el parabrisas del auto de H.
Pedí un taxi de regreso a mi casa, y recordé
la misión que le encargué a A, ¿habrá pasado algo?, me pregunté al ver que no respondía
mis mensajes, pero lo extraño paso a continuación, cuando me llegaron mensajes
de S. “Hey, espero que ya te encuentres mejor. Yo estoy borracho y quería
preguntarte ¿Quien es ese chico que se fue contigo?”. Con aquel mensaje me di
por enterado que S encontró su celular, gracias a que A lo devolvió a tiempo,
ahora me intriga que S quiera saber sobre A ¿Le gusta?
Cerca de la medianoche, no pude con mi
curiosidad y llamé a A.
-
Hey – respondió.
-
Hey ¿todo bien? – pregunté.
Hubo un largo silencio, A no respondió de
inmediato. Es la primera vez que hablamos por teléfono, luego de muchos años,
pero esta vez como G, ya no haciéndome pasar por una chica, como “Melisa”. Podría
ser como un dejavu para él. Escuché la respiración de A por la línea telefónica,
pero no me respondía. Como si estuviese pensando en algo.
-
Si, disculpa por no avisarte,
devolví el celular – respondió A luego de un rato.
-
Mil gracias.
-
No te preocupes.
Luego quiso retomar la conversación que dejó
pendiente.
-
Oye
-
Dime.
-
Quería hablar contigo ¿ya te
sientes mejor?
-
Mucho mejor.
-
Ok, iré a tu casa – dijo A.
Llegué justo a tiempo a mi casa cuando vi que
A estaba cruzando la calle hacia mi edificio y nos saludamos y nos sentamos en
las gradas de las escaleras del pórtico.
-
Querías preguntarme algo – le dije
a A, tomando valor para recibir el momento que había temido tanto tiempo.
Seguramente quería hablarme de Melissa, y
obtener mi confesión sobre lo que paso años atrás con las llamadas misteriosas.
Sospeché de que Melisa le habría dicho toda la verdad esta noche estando borracha
durante la fiesta de reencuentro de ex alumnos. Yo jamás te llamé, fue una
amiga de G, habría sido su respuesta.
Estuve tan nervioso, pero en ese instante ya
no podía mas. Si A tenia que reclamarme algo, que lo haga de una vez por todas,
se lo debo.
-
¿Quién es S? – preguntó A.
Me quedé estupefacto, ¿era eso lo que quería saber?
No entendía nada.
-
¿Por qué la pregunta? – dije
frunciendo el ceño en señal de que realmente me parecía extraña su pregunta, ¿para
que quieres saber eso? Pensé.
Al preguntarle eso, me di cuenta de que A
estaba tomado, un poco borracho.
-
No me digas que te descubrió con
el celular.
-
Para nada, lo dejé en el baño y
luego…
-
¿qué pasó?
-
Vi que ese chico buscaba algo por
el tercer piso hasta que finalmente se metió al baño. Estaba muy borracho y finalmente
salió del baño y ya tenia el celular en la mano.
-
Y ¿te dijo algo? ¿Sospecho algo?
-
Nada, es solo que…
-
¿Qué pasó?
-
Cuando salió del baño
tambaleándose, al verme creo que me confundió contigo…
-
¿Conmigo?
-
Si.
-
¿Seguro?
-
Me dijo “ya no tienes tu crucifijo
G”.
En ese momento, sentí una presión en el pecho
y mi corazón se exaltó. Revisé mi cuello, y no tena el crucifijo puesto. Oh no,
lo he olvidado en casa de H, porque cuando subí por el ascensor de su edificio
y me vi en el espejo, aun lo llevaba puesto.
-
¿Estas bien? – preguntó A.
-
Si, solo que he olvidado algo,
sígueme contando.
En aquel instante una llamada entró a mi
celular, S había marcado mi número varias veces y recién hasta ahora me he
percatado de ello.
A se puso rojo y no sabia como decir lo que quería
decirme.
-
Bueno, tu sabes que no tengo
problemas con ustedes, bueno contigo. Yo los respeto mucho.
-
A, trata de ir de frente al grano.
S insistía con las llamadas, quizá estaba tan
borracho y no se daba cuenta de lo persistente y molesto que comenzaba a ser.
Finalmente se limitó a enviarme un mensaje, y no pensaba leerlo porque tenia a
A frente a mí, tratando de decirme algo y no podía. Fue entonces que al mirar
mi celular una vez más, en la pantalla pude leer la notificación del mensaje de
S y una parte de lo que quería decirme. Ese mensaje me tomó desprevenido,
entonces lo que A quiere decirme ¿será lo mismo que S acaba de escribirme? No
lo creo, lo único que sé es que S se había involucrado y entrometido en mi vida
personal más de lo que hubiese querido, y su mensaje era prueba de ello:
“Pensé que eras tú y me besé con tu amigo, el
que te llevó a tu casa”.
Continuará.
Por Carlos Gerzon
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