EL CHICO DEL BUS Cap. #46 COMO UN PEÓN DEL AJEDREZ
A veces en la vida me siento como un peón en un inmenso tablero de ajedrez, limitado, en peligro y defendiendo constantemente a quién no debería. En este caso, enamorado de quien no debería, enamorado de un rey que ya tiene una reina, la cual posee jugadas y mayor
número de movimientos capaces de deshacerse rápidamente de un peón. Ahora
mismo me sentía atrapado en una partida sin tregua y Romina era una reina que desconocía
que el peón frente a ella, al otro lado del tablero, tenia un romance secreto
con su rey. H es el rey, y al igual que en el tablero, no puede moverse mucho,
estaba limitado.
La fiesta de cumpleaños de Mía se había
convertido en una partida desde el momento en que todos rodeamos
la mesa. La reina custodiada de sus caballos y alfiles, mientras yo era el peón
solitario contra todo su ejercito. Por otro lado, A era un caballo y Mía una
simple torre, mirando todo sin participar. Romina estaba un poco tomada, aunque
no tanto como lo estaba Mía.
-
¿Y sigues haciendo fotografía? –
me preguntó.
-
Ahora lo hago más por placer que
por trabajo.
-
Amor ¿te acuerdas de él? Hizo las
fotos para mi marca de ropa de baño, creo que el año pasado o más – Romina es
de las personas que interrumpe cunado otro esta hablando. Simplemente recuerda algo
y tiene que decirlo.
H la escuchaba y me miraba de reojo. En ese
instante me di cuenta que no estaba solo en mi lado del tablero. Mi caballo A
había avanzado hacia delante de mí para cuidarme.
-
Y ¿qué tipo de fotografía haces? –
preguntó A tratando de que Romina no interrumpiera mi conversación, y yo le
devolví la respuesta con una sonrisa y cierta gratitud. H estaba frente a él,
aguardando la ocasión para decir algo.
-
Me gusta la fotografía editorial y
crear conceptos relacionados a lo que la gente considera que está de moda – respondí.
-
¿Solo fotografía de moda? –
preguntó Fiorella mientras se apoyaba en el brazo de A y lo mismo hizo Romina
en el hombro de H tratando de darle besos, pero él no se dejaba, y le daba
palmaditas en el brazo.
Aquello me incendió las entrañas y creó una
nube de humo frente a mis ojos cegándome al punto que mis impulsos tuvieron
mucho más potencia y control que mi razonamiento. Si ponía a H en evidencia ¿qué
tenía yo que perder?
-
Últimamente me gusta hacer
retratos y trató de capturar una emoción, creo que la expresión de aquel quien
es fotografiado y, sobre todo, su mirada puede contar mucho más sobre lo que
esta pasando por su cabeza.
-
Las miradas suelen decir más que
las palabras – agregó Mía, mientras miraba a H de reojo y luego a hacia mí.
Romina se percataba de aquellos detalles.
-
Ah si, si me acuerdo de ti. Aquella
vez te lleve a hasta tu casa después de las fotos– intervino H finalmente mientras
fijaba la mirada en A vigilándolo, y él a su vez a H. Como dos espadas a punto
de luchar, caballo contra rey, un rey limitado en movimiento. Sentí a H corto,
como si no pudiera decir mucho, pude oler su miedo.
-
No me llevaste a mi casa – exclamé
bajo los evidentes estragos de las copas de gin tonic.
-
¿ah no? – se sorprendió Romina -
entonces ¿a dónde?
Todos habíamos tomado demás. Todos estábamos
con los cuchillos afilados y listos para hacer un jaque mate a H. Por un lado,
estaba yo enfadado por la conversación previa con H, tenia a A que estaba
molesto por el beso que le di, pero más molesto con H, como si supiera o
entendiera todo lo que siento en ese momento. Y Romina era la única ficha que
tenia H a su favor. Mía que todo el tiempo estuvo a mi costado, me susurró al
oído, entonces supe que debía dar mi estocada final. Si voy a poner a H en aprietos,
que realmente se las ingenie para salir de ellos. Aquella vez hace casi dos
años de esa sesión de fotos, H y yo estuvimos en su departamento, teniendo el
mejor sexo de la nación, mientras su novia, Romina creía que me estaba llevando
a mi casa como agradecimiento por el trabajo que realicé como fotógrafo.
-
No recuerdo muy bien ¿Dónde me
dejaste? – lancé mi pregunta hacia H esperando ponerlo nervioso e incomodarlo,
A se daba cuenta de mis intenciones y sonreía a la vez que tomaba un sorbo de
su copa. Mía y Fiorella eran simples espectadoras.
Sin embargo, yo había olvidado que una de las
habilidades de H es ser fresco como una lechuga y conchudo como ninguno; sin
contar que siempre la vida lo provee de muchos comodines y suerte. Sale ileso
casi siempre, cayendo parado como los gatos. El único que lo había puesto en
aprietos alguna vez fue el imbécil de S, quién tenía sus nudes y videos en su
celular, jugaba sucio. Mientras que los enfrentamientos entre H y yo eran más provocaciones,
indirectas y diálogos que encierran detalles que solo alguien perspicaz podría resolver.
-
Fuimos hasta mi casa y allí
tomaste un taxi – dijo H, mirando hacia otro lado como buscando un cigarro,
dando un lenguaje corporal desinteresado en lo que decía.
Romina, en cambio, le gustaba llamar la
atención e insistía en saber más cosas, evidentemente no tenía tema de
conversación.
-
Y ¿de donde se conocen ustedes dos?
– preguntó Romina a A y su ex.
-
Del colegio – respondió Fiorella.
-
Es su ex – dijo Mía poniéndole más
ají a la conversación.
-
Donde hubo fuego, cenizas queda -
dijo Romina guiñando un ojo.
-
No siempre – dije yo.
H volteó en cuanto oyó lo que comenté.
-
¿no siempre? – preguntó H.
-
Yo creo que cuando el fuego se
apaga es muy difícil encenderlo si solo hay cenizas. Mejor es empezar de cero
en otro lado – agregué.
Fiorella y A asintieron con la cabeza, confirmando
lo que minutos antes A me había dicho sobre ella, ahora solo son buenos amigos.
-
Hablando de empezar de cero en otro
lado, no les he contado a donde nos vamos Helmut y yo – dijo Romina.
-
¿se van de viaje? – pregunté sin
ningún reparo dirigiendo mi mirada hacia H.
-
Nos vamos a Buenos Aires en
setiembre, bueno yo me voy en setiembre, él se va en tres semanas.
Se van. H y ella se van del país, eso sí no me
lo esperaba. Él no me había contado nada y este baldazo de agua fría terminó de
derrumbarme. Como si Romina hubiese hecho una jugada de principiante y sin
querer queriendo ha derrotado a todas mis fichas del ajedrez. Sentí como si
hubiese perdido esta partida, ella hizo jaque y él se ha quedado al otro
extremo del tablero, lejos e inalcanzable.
Mientras al fondo de la terraza para el lado
de la segunda barra logré distinguir a Jojo, quien con un gesto alzando la mano
me llamó para acercarme a él. Entonces cogí mi copa y me disculpé con todos
para retirarme del grupo. Ellos siguieron conversando y H se quedó mirando a
Romina como reprochándole que haya dicho eso.
Mía me siguió y trató de hablar conmigo.
-
¿Estas bien?
-
Lo estaré. Quédate con ellos.
Mía se quedó atrás y seguí avanzando hasta
Jojo que seguía conversando con unas chicas y su amigo R.
-
Espera, ¿estas bien? – A había
salido tras de mí también y me sostuvo del brazo antes de que yo llegará donde
mi amigo Jojo.
-
¿Por qué todo el mundo me pregunta
si estoy bien? – le dije a A.
-
Porque tu cara lo dice todo.
Avanzamos hasta la piscina, y nos sentamos al
borde de ella mientras fumamos ambos el mismo cigarro. Con la mano le dije a
Jojo que lo vería luego.
-
¿por él hemos cometido delitos? – preguntó
A.
Sentía que era el momento oportuno para
disculparme con A.
-
A, quiero disculparme contigo
precisamente por lo que pasó aquella vez. No debí involucrarte.
-
Solo quería ayudarte, estabas muy
mal y prácticamente me lo suplicaste.
-
No se si valió la pena.
-
Yo creo que sí.
-
¿tu crees?
-
Claro. No por él, ese pata no vale la pena, pero si no lo
ayudabas te ibas a quedar con esa culpa en la cabeza hasta ahora y no te
hubiera dejado dormir.
-
En serio, discúlpame por haberte
usado – le dije.
-
Ya estoy acostumbrado a que me
usen.
-
Jajaja. No digas eso, esa noche estuve
borracho, de lo contrario no te hubiese pedido nada. “No te usaría”:
-
¿estas seguro?
-
Completamente.
-
Entonces ¿te puedo preguntar algo?
A apagó el cigarro arrojándolo a la piscina y
mirando al cielo oscuro respiró hondo y terminó su copa, la colocó a un costado
y me miró como nunca lo había hecho, lleno de determinación y la expresión
dominada por una estela de seriedad y convicción que no le había conocido hasta
el momento. Luego hecho un largo bostezo.
-
¿estas cansado? – Pregunté.
-
Un poco, en un rato me voy.
-
¿con tu ex?
-
Ella se acaba de ir hace un
momento. Si quieres nos vamos juntos, vecino.
-
Creo que si deberíamos irnos.
-
Bueno, yo quería preguntarte algo.
-
Dime.
-
Bueno, son dos preguntas.
Hubiese deseado que A se quedará dormido en
lugar de hablar.
-
Dices que jamás me usuarias, sin embargo,
hace un momento me besaste ¿por qué?
Y ahí venía la pregunta más difícil.
-
Háblame de Melisa, la chica del colegio.
En ese momento sentí que no fue Romina, sino A
quién me hacía el jaque mate. Supongo que ya no puedo ocultárselo más, y debo
confesarle que Melisa, la colegiala que lo llamaba todas las tardes después de
las clases no era una chica sino yo.
Por Carlos Gerzon
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