EL CHICO DEL BUS Cap. #49 LA INTUICIÓN TAMBIÉN ES COSA DE CHICOS

 


 

¿Sabes lo que más me encanta de un hombre? No es tanto su cara, cabello o que tenga el cuerpo cincelado como El David de Miguel Ángel. Todas esas cosas terminan por aburrirme y mis ojos terminan por acostumbrarse. Existen dos cualidades en un chico las que hacen que yo caiga rendido ante él; la primera es lo que transmite con su mirada y la segunda, que además me parece lo más sexy en un hombre, es su inteligencia. Eso fue lo que le respondí a mi amigo cibernético D en una de nuestras tantas conversaciones cuando me preguntó por qué me gusta tanto H. Luego de leer lo que le respondí en el chat, él respondió de inmediato “entonces tengo esperanzas”.

 

Más de una vez lo he dicho. Lo que me impactó a primera vista cuando vi al chico del bus aquella tarde de setiembre fue su mirada. Los ojos de H podían ver a través de mí, como si me desnudará con la mirada, como si me ultrajara y yo no pusiera resistencia alguna. Cuando salimos a nuestra primera cita su conversación solo dejaba evidencia que aquel hombre frente a mí contaba con las dos cosas que hicieron temblar mis rodillas y paulatinamente terminará enamorado de él. La capacidad de H de pensar rápido y tener la respuesta, quizá no correcta, pero la que es necesaria decir en el momento, es impresionante. Y otra de las cualidades que admiró y, detesto de él porque me mantiene en una yuxtaposición que no me permite decidir, es su destreza para salir de una situación en apuros. Lo hace con tal maestría que parece que no le costará ningún tipo de trabajo, solo maña y poder de convencimiento. Cuando Romina nos encontró infraganti él pudo haberle dicho que el cielo es rojo y ella hubiera sacado su teléfono móvil para fotografiarlo. (lee el capítulo anterior aquí)

 

Los dejé a solas, y subí a la fiesta en la terraza sin mirar atrás y allí arriba me encontré con mi amiga Mía.

 

-       Te vimos bajar con él – dijo Mía en cuanto me vio.

-       ¿Me vieron? ¿Quiénes?

-       ¡Todos!

-       Ella también – respondí.

-       ¿a donde fueron?

-       Ven y te cuento- me lleve a Mía a conversar en la sala de estar del baño de mujeres donde entra casi nadie y podíamos conversar en privado.

 

Me miré en el espejo, tenía los ojos rojos por la marihuana y el aliento a chicle de menta que encontré en mi bolsillo, mientras Mía se retocaba las cejas con la yema del dedo meñique de su mano izquierda.

 

-       Mía ¿tú conoces al hermano de Romina?

-       No. Nunca lo he visto. Solo sé que vive en Chile.

-       En Argentina – le corregí.

-       Bueno y ¿qué tiene que ver?

-       Romina bajó y nos encontró a H y a mí en su auto.

-       ¡Se estaban besando! – exclamó Mía – ¡Oh por DIOR, los encontró besándose!

-       Cállate, te van a escuchar. Claro que no. Bueno, si llegaba unos segundos después quizá.  

 

La puerta del baño se abrió y se escuchaban unos stilettos avanzando y Mía decidió salir de la sala de estar del baño de mujeres y se encontró con Romina.

 

-       ¡Mía! – gritó Romina en cuanto la vio.

-       Ro, ¿Qué te pasa? ¿Estas bien?

-       No, he tomado demasiado.

-       Vamos a fuera.

-       No, no quiero. Necesito estar sola, quédate conmigo.

 

Hubo un silencio, Mía sabia que yo estaba escondido al otro lado del baño en la sala de estar, con la respiración ahogada tratando de no estornudar ni nada que pusiera en evidencia que yo estaba allí.

 

-       No quiero viajar.

-       ¿De que hablas Romina?

-       No quiero ver a Jaime.

-       ¿Tu hermano?

-       Helmut va ir a verlo y se va a quedar en su casa.

-       Pero ¿por qué no quieres que se quede donde tu hermano?

 

Desde que Jaime se fue de la casa, todo ha sido una cagada en mi familia. No le bastó con enfurecer a papá y hacer llorar mares a mi mamá, sino que también no tiene reparos en mostrar su libertinaje.

 

-       No entiendo Romina ¿A qué te refieres?

-       Mi hermano es gay y vive con su novio – dijo Romina que una expresión nauseabunda en el rostro.

-       Romina ¿eres homofóbica? – preguntó Mía.

-       Te juro que no, pero tienes que entenderme.

 

Romina estaba borracha y comenzó a hablar y hablar como un caño abierto.

 

-       Creo que a Jaime le gusta mi novio.

-       ¿qué dices? Si es tu hermano.

-       Helmut y mi hermano eran muy buenos amigos desde el colegio.

-       Solo eso, amigos.

-       Tu no entiendes.

-       Es que no me explicas nada Romina ¿qué te hace pensar que Jaime esta enamorado de tu novio? ¿acaso no vive lejos hace muchos años?

 

-       En el colegio uno siempre hace cosas de las que se arrepiente. Es fácil confundirse a esa edad, y Jaime no estaba confundido, él estaba seguro, pero siempre quiso confundir a Helmut.

-       Oh… – Mía se quedó sin palabras.

-       Y yo no quiero que vaya a Buenos Aires.

 

Hubo un silencio nuevamente y luego Mía tomó la palabra.

 

-       Tranquila Romina, me estas hablando de hace mas de quince años. Y además tu hermano tiene novio. Yo no creo que …

-       ¿Qué siga sintiendo algo por mi novio?

-       Exacto, estas dramatizando.

-       Mía no dudo de Jaime, sino de él.

-       ¿De Helmut? – preguntó Mía.

 

Romina se quedó callada y luego comenzaría a preocuparme aun más las palabras que iban saliendo por su boca.

 

-       Tu amigo fotógrafo es gay ¿cierto? – preguntó Romina sin mirar a Mía a los ojos.

-       Es mi mejor amigo.

-       Dime la verdad, ¿él es gay?

-       ¿por qué me preguntas eso?

-       Mía dime.

-       ¿qué tiene él que ver con todo esto?

-       Mía acabo de encontrar a tu amigo y mi novio sentados en su carro fumando y jugando como dos niños. Como si fueran mi hermano y mi novio de chibolos en el colegio.

 

Romina respondió primero suave y luego explotó en una histeria que la propia Mía no supo como reaccionar. Yo estaba tapándome la boca para no hacer ningún tipo de ruído, mi celular comenzaba a vibrar con mensajes de A. “¿hasta que hora te espero? Ya me quiero ir”. Pero no podía salir a darle el encuentro, menos ahora que Romina me tiene en la mira como un francotirador.

 

-       Romina, acuérdate que ya se conocían desde que mi amigo fue a fotografiar a tu casa de campo, ¿ya te olvidaste? Quizá se llevaron muy bien desde ese momento.

-       Mía cuando llegamos hoy a tu fiesta, ellos ni se saludaron, se ignoraron en el ascensor como si no se conocieran y ahora estaban riéndose tranquilamente en el auto de Helmut.

-       Romina estas exagerando.

-       ¡NO! aquí hay algo raro.

 

No cabe duda que la intuición no es cosa solo de mujeres, también de chicos. Ya me temía que ella no es ninguna tonta, poco a poco se esta dando cuenta del secreto de H, y yo lo sabia, y quise prevenirlo. Ayudarlo a que ponga ambos pies fuera del armario.

 

-       Explícame ¿Por qué no se saludaron cuando yo saludé a tu amigo, y luego estaban como grandes amigos fumando en el auto?

-       Deben ser cosa de drogadictos, ya sabes como son los hombres cuando fuman.

-       Lo llamaba G ¿desde cuando tu amigo y mi novio que no se conocen tienen esas confianzas?

-       Insisto, estaban fumados y tú estas muy tomada. Viendo cosas que no son. Mejor ponte de pie y vámonos.

-       Mía, quiero hablar con tu amigo.

-       ¿Para qué?

-       No lo sé exactamente, pero me sentiría más tranquila.

-       Romina, no intentes hacerme creer que tu problema es de hoy, hace tiempo vienes teniendo problemas con él por tu desconfianza.

-       El otro día recibió un mensaje y no me dejo verlo, y nos peleamos.

 

Mía se sentía culpable por su amiga, porque en el fondo todas sus sospechas son ciertas, y parecía un sabueso a punto de encontrar la pista que le faltaba.

 

-       Dijo que se lo encontró abajo, conversaron y querían fumar marihuana a escondidas por eso entraron al auto, pero no estaban fumando marihuana.

-       Es que hay mucha gente abajo, los pueden ver.

-       Lo mismo dijo él y yo no quise creerle, discutimos, me dijo que yo estaba muy tomada, que no sabía lo que hacía, empezamos hablar de Jaime, del viaje. Te juro que colapsé, todo se me junto, Helmut me pidió que subiera al auto para irnos, pero no quise lo dejé solo.

-       Y ahora estas alterada y con un montón de alucinaciones en la cabeza. Ponte de pie y vamos con las chicas, te voy a pedir un taxi.

-       Mía, quiero hablar con tu amigo, quizá él sabe algo.

 

Mía se quedó mirándola y luego agregó.

 

-       Otro día le preguntas lo que quieras – y se la llevo del brazo fuera del baño.

 

Como bien dije, H tiene un talento único para salir de aprietos. Y no solo eso, también lo tiene para meterse en ellos. Debo admitir que me dolió un poco escuchar a Romina. Tan insegura como segura de lo que decía. Enamorada, traumatizada y con miedo, mucho miedo de perder al chico que ama. El amor puede desatar en nosotros un mar de situaciones y calamidades que no podemos dejar de pensar una y otra vez.

 

Tengo miedo yo también, no quiero hablar con ella. Mia volvió a entrar al baño diez minutos después.

 

-       Amigo tiene que irte ahorita.

-       No puedo creer todo lo que acabo de escuchar.

-       Tampoco yo. Vete ahorita.

 

Sin pensarlo bajé hasta el lobby, A ya se había ido. No me quedaba más remedio que regresarme solo. Salí a la calle a pedir un taxi y un auto de lunas polarizadas se detuvo frente a mí.

 

-       ¿te llevo?

 

Ese era R.  


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