SEX O'CLOCK Cap. 7 LA PLAYA
Simón es menor que yo. Tiene 21 años,
pero parece que ha vivido una vida larga en poco tiempo. No usa redes sociales
tanto como yo o el resto de gente que conozco.
Es coqueto, y me molesta eso. Debe ser que también yo lo soy y solo puede
haber lugar para un coqueto entre dos hablantes. Es la primera vez que lo veo,
y si parece al de la foto. Y es importante aclarar esto último. Porque lamentablemente
Sex 0’Clock es criticado por ser fuente de catfishing,
estafadores, mentirosos e incluso ladrones. Es un lugar peligroso sino estas
advertido de estas malas practicas.
Simón vive en el mismo distrito que yo y
dice que es gay desde los catorce años, antes de ello era bisexual. Y le creo. Tiene
esa personalidad que no desprende indicios que es homosexual. Y no es que me
moleste que la posibilidad de estar de la mano con chico afeminado, es
interesante cada tipo de persona que conoces, pero realmente no sé si estoy
preparado para algo así. Sé que los chicos con modales y gestos más femeninos
suelen ser observados con lupa en la calle, criticados y discriminados. Probablemente
acepten tu homosexualidad bajo la condición de que no seas “escandaloso”. Esa
acotación me da risa; porque si ya estas poniendo una barrera y condicionando a
las personas a mostrarse como es, para mí eso no es aceptación, es doble moral.
No puede autoproclamarte gay friendly,
si pones condiciones para serlo. Sé que es una escala de grises y que lo
heterosexuales están aprendiendo poco a poco a descifrar y entendernos. No
queremos condescendientes, queremos gente genuina que no tema ser juzgado y que
no juzgue. Sé que me estoy contradiciendo, y es que yo mismo a veces me
considero homofóbico, porque a veces veo ciertos rasgos afeminados como desventajas,
y lamentablemente en esta realidad lo es.
Debe ser esa la razón que me encantaba la
personalidad de Vasco, no era ajeno al mundo gay limeño. Él abrazaba su
homosexualidad y la celebraba, y aunque no haya sido afeminado al extremo, no
se avergonzaba de sus actitudes. Las personas lo conocían y sabían cosas de él.
Si me pagarán un sol por cada rumor que he escuchado quizá ahora estaría en Dubái.
Vasco representaba el ideal del chico gay para mí, como un modelo a seguir. Aceptaba
la vida y a las personas como venían.
La mañana del sábado luego de despertar
en la cama de Vasco, bajé a la playa y cerca a las sombrillas en la playa del
club estaba sentado en la arena un chico de cabello ondulado corto, camisa
color blanco y pantalones de mezclilla desgastados. Estaba descalzo con los
zapatos a un lado y fumaba un cigarro.
-
Hola
-
Hola, pensé que ya no venias –
respondió él apagando el cigarro en la arena.
Se puso de pie, pero volvió a sentarse en
la arena al ver que yo también lo hacia. Me ofreció un cigarro, pero le dije
que no. Me ofreció marihuana y también le dije que no.
-
Si fumo, pero estoy
recuperando la estabilidad de mi cabeza.
-
Noche larga…
-
Al contrario, fue corta. Al menos
para mí.
-
¿No te divertiste?
-
Me perdí la mayor parte de la
fiesta.
-
Te emborrachaste hasta caer
inconsciente, a veces me pasa eso – agregó entre risas.
-
No exactamente. Estuve tripeado.
-
Ah entiendo.
Simón me contó que había estado en una
fiesta donde se encontró con su ex, una chica. Ella lo confrontó por no haberle
dicho nada de sus gustos homoeróticos y lo expuso delante de todos sus amigos. Y
aunque lo negó rotundamente, con lo cual estoy de acuerdo porque pienso que nadie
puede obligarte a salir del closet a la fuerza, la duda quedó sembrada. Eso sucedió casi al final de la noche.
-
¿estas bien?
-
El algún momento se iba a
saber. Todo se sabe al final. Mi hermano y yo nos fuimos, él se regresó a la
casa y yo vine a verte.
-
Luego de todo eso, quizá yo
no hubiese tenido ganas de ver a nadie.
-
Lo pensé, pero no te iba a
dejar esperando.
-
Gracias – le dije sonriendo y
fue allí que él se acercó a besarme.
Sus besos eran ásperos, pero efectivos. Sus
brazos eran fuertes, aunque delgados. No me había percatado que se había desbrochado
los botones de su camisa hasta que me recostó sobre la arena y los besos comenzaron
a acelerarse, su cuerpo comenzaba a transformarse en un león encima de su presa.
No pude resistencia alguna, y dejé que me bajará los pantalones, aunque la raspaba
mis piernas. Lo hicimos rápido e intenso. No pensé en tener sexo con él en la primera
cita, pero no me importo. El morbo de hacerlo en la playa me ganó. Luego de eso
huimos del lugar antes que algún surfista nos viera o cualquier persona que se
despierte temprano. El sol ya había salido, aunque cubierto de una densa
neblina. Hacia un poco de frío y caminamos hasta las rocas donde terminaba la
playa conversando y riéndonos.
-
Quiero que se vuelva a
repetir – le dije.
-
Yo también – respondió él –
dame tu número dijo y se lo di.
Me sentí un poco avergonzado de haber
cedido tan rápido al sexo y en la primera cita, aunque Simón no juzgaba y yo
fui lo más honesto que pude con él. En el fondo trataba de espantarlo, inconscientemente
estaba impidiendo que entre nosotros algún tipo de relación surgiese, la razón
es Vasco y no lo supe hasta ese momento cuando Simón me preguntó.
-
Y ¿Estas saliendo con alguien
o te gusta alguien?
La pregunta me tomó por sorpresa y lejos
de responder de inmediato, quedé perdido en el desorden de mi mente. La verdad
es que no salgo con nadie, pero esa no fue la única respuesta solicitada, la pregunta
de Simón tenía dos connotaciones. Él preguntó si me gustaba alguien y yo no tenía
claro mis sentimientos, solo recuerdo que el primer nombre que vino a mi mente
fue Vasco. Lo cual me dejó helado, porque mi inconsciente me estaba revelando
un mensaje que mi consciente sospechaba, pero no se atrevía a revelar porque como
amigo Vasco me gusta mucho, y puede ser que se haya extendido un poco más allá
esa afinidad que tengo cuando estoy con él o cuando hablo con él. Esos momentos
de filosofía de vida que nos invadió todo el verano. Y siempre supe que
encontrar alguien así es raramente visto. Pocas veces llegan a tu vida personas
que saben leerte y se meten dentro de tu cabeza hasta el último lugar y te
desnudan. Te conocen más de lo que tú mismo te conoces. Encuentran tus miedos,
tus motivos y poco a poco van armando un rompecabezas de tu verdadero yo. Vasco
era bueno en la introspección, como un psicoanalista que encontraba razones más
allá de las cosas que yo le decía. Era intimidante, pero precisamente eso me
gusta de él, porque a pesar de conocer tanto de mí en tan poco tiempo no salió
espantado como quizá otros chicos lo hubiesen hecho.
Antes que interpretará mi silencio, le
respondí a Simón que no a ambas preguntas. Que no salgo con nadie y que no me gustaba
nadie. Luego de eso caminamos de regreso por el boulevard de Playa Azul y me
dejó en la casa donde Ignacio se encontraba profundamente dormido o zampado por
la juerga de anoche. Quería preguntarle que había pasado mientras me dormí y
sobre todo quería contarle sobre Simón y, quizá no estaba muy seguro, pero
también quería contarle lo que había descubierto sobre mis sentimientos hacia Vasco.
Me recosté en la cama pensando en que tenía que hablar con Vasco. Lo llamé al
celular, pero no respondía. Su teléfono estaba apagado y pensé que era lógico después
de la noche salvaje. De seguro se había ido con el tipo con quien se mandaba
mensajes y fotos anoche por Sex’o Clock; “debe estar acostándose con otro” pensé.
Era imposible siquiera imaginar que mientras yo me quedaba dormido Vasco estaba
acostado sin vida en el techo del ascensor del edificio donde celebramos hace
unas horas su cumpleaños.
Continuará.
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