COMPLICIDAD DE LA MENTE


En la habitación del lado derecho del pasillo ausente de luces, pernoctaba Nan de cuclillas en  un rincón. Al otro lado, en un sillón lleno de resortes chiflados que se resisten a permanecer dentro de su lugar, se encontraba Ers, mi amigo. Un chico ingenuo, buena gente y experto en cautivarse por el más mínimo detalle de la vida. Cada quien en un extremo de aquella habitación, Ers estaba perplejo observando a su compañero tentando sus muñecas con un vidrio.

Meses antes

Ers era el último de la fila en clases, el primero en salir al golpe de las campanas. Sus cerquillos cubrían sus ojos verdes muertos en pardo. Vestía de negro o gris y usaba un aro en la ceja derecha. Yo no lo conocía mucho, él era una especie de extra en las clases, prácticamente invisible. Creo que nadie hablaba con él ni de él. Eso era atractivo para algunas chicas y para otras era un misterio que nadie se animaba a resolver. 

Fue un día de junio cuando Ers caminaba sobre las hojas secas y sintió la soledad en la que él mismo se había metido. Era su mente el interior de una esfera de espejos (como la bola disco) donde un rayo golpeaba a otro y a otro. El hombre no dejaba de recibir mensajes que salían quien sabe de que recoveco de su cabeza. Era una especie de maratón de voces que iban en contra de la manera en que suele razonar. La misma escena una y otra vez; la única salida a aquel laberinto fue entrando a otro, uno cibernético; el internet. Una vez allí encontraba entretenimiento, estimulación visual, fotos que espiar, videos para reproducir solo con audífonos en la madrugada y conversaciones para teclear con desconocidos. 

Estuvo online varias horas hasta la madrugada y un mensaje apareció en su pantalla. Ers se extrañó, no suele recibir mensajes así que decide abrirlo. El emisor es un perfecto desconocido y el mensaje no tenia sentido "¿Quien rayos eres?" y es la misma pregunta que se hacia Ers. La firma era también extraña, simplemente Nan.

Luego de presentaciones incómodas, pero necesarias y contra todo pronóstico, aquella conversación se prolongó hasta largas horas de la madrugada. Al principio Ers estaba extrañado y malhumorado por aquel mensaje, fue cuestión de minutos para encontrar la conversación amena e incluso interesante; para Ers encontrar una mente tan parecida a la suya era todo un acontecimiento. 

Desde esa noche, y todas las noches por varios días, se escribían mutuamente. El tiempo perdió sentido. Parecía divertido confiar en alguien que realmente no tienes ni idea de quién es. 

Nan era un tipo que entendía a Ers como nadie. Como si pudiera transportarse a su piel  y sentir los golpes como él, los moretones eran de ambos. Se veía reflejado en él y quizá por eso Ers confiaba tanto.

Desde aquella noche de junio, Ers vivía en dos mundos. Asumió peligrosamente que su destierro de la realidad conversando con Nan es algo rutinario, era sus conversaciones con él mejor que con cualquiera. Puede definirse como una amistad que parecía una madeja  enredándose más y más. 

Luego de cuatro meses chateando a finales de invierno, finalmente Ers conoce a Nan en el aeropuerto. El avión llegó muy temprano en una mañana llena de nieblas. Al verse por primera vez, Ers abrazó a quien consideraba su hermano, ambos habían encontrado la confianza que nadie más pudo extraer de sus mentes tan solo con conversaciones. 

Una vez en Lima ambos fueron inseparables. Eran dos espíritus libres, acosando al mundo, pisando donde no se debe, respirando los aires más tóxicos y polvorientos, rociando de veneno benigno cada espacio que visitaban. Eran una complicidad ambiciosa con hambre de surrarse en el mundo, como un rompecabezas que por fin tenia todas sus piezas. Eran dos corazones sincronizados por una sola sinfonía, venas kilométricas que recorrían ambos cuerpos, era insólito el parecido y complicidad de sus mentes, como si se leyeran el pensamiento.  Inclusive algo intimidante ante terceros. Pero el mar no siempre está en calma. 

Eran largas las escaleras para escalar al departamento que Nan rentó en la ciudad en su estadía al parecer temporal. Ers llegaba con los pulmones en la mano cada vez que subía por ellas a causa del ascensor en mantenimiento. Exhausto llegaba hasta la puerta, introducía la mano en el bolsillo buscando el duplicado de las llave, que Nan le regaló. 

El apartado era pequeño y con una vista maravillosa. La altura de vértigo, de fondo el malecón y debajo el más verde de los jardines, bastaba pisar el balcón para respirar lo más exóticos aromas que volaban hasta el último piso del edificio. Debido a lo temporal del contrato, cuando Nan se mudó, ya había una serie de muebles de estilo retro y algo viejos, unas baratijas vintage que decoraban la sala de estar, inclusive habia un reloj de arena. Era algo escalofriante la cantidad de cruces que colgaban en las paredes del pasillo, pertenecientes al sacerdote que solía habitar la pieza. Los techos eran altos, los pisos de madera, la habitación de Nan era la más grande y solo se limitaba a una cama, un espejo de cuerpo entero y un sofá pequeño.

Aquella tarde como a las seis y media, Ers entró al departamento y al parecer aun no llegaba Nan, dejó los discos que trajo consigo sobre la mesa y cuando se dirigía al baño justo antes de girar la perilla, encontró una sombra proyectada en el suelo a causa del atardecer que salía de una de las habitaciones. Se asomó y en el balcón de la habitación, Nan miraba hacia el sol con una expresión perturbadora.

Luego caminó hacia el rincón del espejo y se pasó de cuclillas, su cabello lucía alborotado y los botones no estaban en su sitio. Tenía las uñas con mordidas irregulares, sus pies descalzos y la camiseta por la parte posterior estaba hecha trizas con jirones de hilos al aire. Sus ojos encarnados resistían las lágrimas restantes, en su mano izquierda (era zurdo) estaba casi asfixiada una pluma y en la otra (la derecha) un fino y punzante trozo de vidrio extraído del espejo que murió en pedazos. La escena era digna de un thriller donde Ers nunca hubiese deseado ser protagonista.

-"Mi mente me lo ordena, y mi mente me lo impide" -comenzó a pronunciar Nan. 

Ers era el más desconcertado. 

- "No puede todo estar tan mal"- le dijo Ers - "Dámela" le volvió a suplicar dirigiendo sus dedos hacia el trozo de vidrio. 

Hubo un silencio incómodo y letal, repentinamente el grito de Nan lo rompió abruptamente elevando los nervios de Ers hasta los dioses. 

-"Tú eres el culpable de mi delirio, el resultado de mi esquizofrenia latente, de mi falta de sueño de mi delirio de soledad"- dijo a gritos aquellas palabras realmente siniestras. 

Ers se quedó sin habla, retrocedió y se topó con la cama cayendo sentado en ella, conmocionado y tratando de hacerle entrar en razón. Sus labios convulsionaban del más frió de los miedos, no sabía que decir. Cuando pudo tragar la saliva que se acumuló en su garganta y subió la mirada en cámara lenta, Nan se puso de pie y se paró frente a él cara a cara.  

-“No regreses." exclamó finalmente Nan mientras el vidrio se clavo en el pecho de Ers. 

Semanas después el asiento en blanco del vuelo de regreso perteneciente a Nan, había despegado. Las voces habían desaparecido, las cortinas se abrieron dejando entrar la nueva luz al cuarto blanco que suavizaba la estadía de Nan, mientras el recuerdo de Ers caía por pedazos en el abismo de la amnesia.

Una sola persona dividida en dos mentes y una solamente podía ser la dominante. Las fatales historias que acosaban la mente de Ers, habían sido incineradas por su voluntad. Hoy Ers es así, un hombre que puede disfrazar su desequilibrada mente con la más insospechada sonrisa .


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