LLORA SIEMPRE A SOLAS

Cuando el bus de la tarde se detuvo frente al asiento que aguardaba a Sob, él no tenía movimiento alguno en su expresión, sus mejillas colgaban, sus parpados se doblegaban ante la evidencia de su tristeza, su sombra era húmeda, su faz con rastros de un recorrido que tenía su inicio en una fuga de las tuberías del alma.


El reloj en su mano derecha molestaba su paciencia, la hora no importa exactamente, pero si quieren saberlo, alrededor de las cinco de la tarde, aquella soledad que rodeaba ese pedazo de aislamiento fue todo lo que Sob necesitaba para poder reemplazar su almohada, aquella que ya no podía resistir mas gotas ni lamentos. Puentes de caídas libres, hasta trenzas del techo, inclusive un pelotón de cápsulas y una copa del más añejo de los licores, todos habían desfilado en un carnaval lúgubre frente a sus ojos. Pero Sob admite que su amilanamiento es una de sus grandes virtudes, o quizás un don que espera su cometido.


El veredicto era tácito, él sabía que aunque la noche anterior había sido del todo bizarra, no podía abatirse ni mucho menos desistir. Primero había bailado en las pistas más absurdas llenas de high heels, pelos necios, cigarros forajidos y música terca que no dejaba a sus pies pisar la tierra. Conoció a la persona de su vida una vez más, interactuó con ella, galán por excelencia pero cayó en verdad cuando instantes después se dibujaban desde la barra su objetivo y su acompañante enredados en sus besos. Paso por alto la situación, al día siguiente su casa era un horno donde todo estaba asándose, el fuego avivado por la madre, y las leña a cargo del padre y el hijo menor, todos saciados de palabras desmoralizadoras; salto Sob de su cama camino derecho abrió la puerta principal, cogió sus llaves sobre el recibidor junto con unos cuantos centavos y un paraguas. La calle desfiló, mientras el humo dibujaba consuelo, eso él necesitaba la lluvia y la abstracción.

La delgada línea blanca siguió, a la mañana siguiente Sob debía lidiar con un manojo de idiotas insulsos con singularidades detestables. Su escritorio lleno de notas, archivos despeinados por doquier, su cabeza estaba a punto de despegar de la Nasa de su eje, para terminar en algún sanatorio. Podría contar más detalles desagradables de sus diarios de oficina pero no tengo lote en ese territorio. Ese mismo día llegó a golpe de 8pm a su casa, cerró la puerta abruptamente, se despojo a continuación de todas sus capas y cayo rendido sobre su lecho de mosaicos con detalles de encaje. Programó su mente, pues repentinamente se levanto una vez todos dormidos, la hora no importaba pero si sienten curiosidad eran las dos y media de la madrugada; pensó dos veces antes de encender un cigarrillo, luego de dos o tres golpes lo dejo morir en el cenicero. Se quedo ahí, inerte, la mirada extraviada y las respiraciones más profundas que nunca; inesperadamente cometió el garrafal error de pasearse por su pasado mas taciturno, su cuerpo débil, los ojos aun mas, las mejillas como gelatinas no dejaban de presagiar lo que venía, sus fosas nasales regresaban el aire cabizbajo, pero era todo inútil, en segundos su rostro era a lo que un mapa mundo fluvial, donde recorrían vertientes de cada texto de sus recuerdos más espantosos.

Minutos después era un diluvio, donde la única arca era el mañana, que debía llegar en cualquier momento antes de cometer algún disparate. Pero mientras tanto sus uñas perforaban sus sabanas de la impotencia por distorsionar su camino hacia otra dimensión, Sob era un feto dentro del vientre de su alcoba, los dientes estaban a punto de polvo, de la fricción por la furia y frustraciones. Su jaula abierta dejó, sus ilusiones todas escaparon. Solo los ronquidos de su hermano podían disimular su ensordecedor llanto. Admirable fue luego su intención, atinó por cerrar los ojos reparar la fuga, por esa noche había sido suficiente.

Al día siguiente era una incertidumbre por completo. Luego de almorzar lo mismo de siempre, un menjunje que se precipita sobre lechugas frescas, brócolis y dosis de hongos, salió temprano dejo su auto en la cochera y se adentro al primer bus que lo dejo en el malecón. Hojas secas y cabellos al aire, era una escena hermosa a primera vista, pero en aquel asiento Sob, fue un extraterrestre, no pertenecía de ninguna forma a la vida que llevaba, sus dados solo atinaban a unos, sus pestañas mojadas, había apagado su sol y estaba blanco como si ninguna gota de sangre trotara siquiera por sus arterias. 


Segundos después el asiento se quedo vació, caminó de frente hacia el borde para ver  las olas que tardaban en regresar, alzo los brazos, abrió dos botones en su camisa y lanzo su corbata de corte recto, sus zapatos ya no le pertenecían. Repentinamente  el agua perforó sus pulmones, la sal recorrió sus millones de poros, en eso toco fondo y emergió. 


Subió todo el camino regresando hasta el asiento coprotagonista. Su boca delató una sonrisa de sosiego pero con pinceladas de omnipotencia. Toda la fortaleza que había perdido, brotó en un jardín de optimismo.  Que estimulante acto heroico por salvar su presencia en el universo.  quizá necesitaba rozar esa frontera para apreciarlo todo. Una limpia que deja en evidencia que la procesión se lleva por dentro.

#G
Anoche, Gercar lo dijo

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