ONE HIT WONDER




¡Vamos, vamos, vamos! Insistieron mis pies y la llamada de unos cuántos escépticos amigos que dudaban de mi gripe artificial, no tuve excusa y me ví obligado a salir. Además era un viernes como otros tantos, con la diferencia de que fue el último día del séptimo mes hace un año (2009). 
Vencí mi ficticia negación, llené de perfume mis recovecos, cargué de centavos y billetes mis bolsillos; despegué. Mis especulaciones no se dieron cita esa noche.


Llegué con un inapetente entusiasmo a esa discoteca o lo que fuese. Mi cuerpo no pedía baile, pero allí me encontraba, conversando, bebiendo del cáliz jaranero, poniendo cigarrillo tras cigarrillo en mi sosa boca. Mis labios se movían solo a cada pregunta, mas se negaban a emprender un diálogo. Mi sed de celebración se veía nula, no estaba con los entusiasmos necesarios de estar en un club lleno de luces cegadoras y bohemios de clósets, que solo dictaban el rock n roll desde la barra con sus cabellos enrulados y humos con sabor a tabaco de canela. 


Tomé asiento y de repente una de las chicas del grupo se acercó y me preguntó: ¿por qué el desapego con la algarabía? Mi sonrisa fingida practicada por años hizo efecto, alegando que simplemente quería descansar un rato de la danza. Mientras todos tocaban el techo lleno de saltos, gritos y cantos; las criaturas más amorfas paseaban frente a mis ojos drogados de invariables situaciones. Seguí mi plática con el grupo, en especial con aquella chica para no caer en el desdén de la fiesta. 
Rápidamente algo peculiar tuvo lugar.


Una señorita muy guapa se estacionó en nuestra mesa y dijo casi agitada: "Estoy muerta,(se repuso y exclamó) ¡hola! como están todos!", mientras presentaba una sonrisa dibujada. El grupo estaba alucinando y no le prestaron mucha atención, así que yo hice que aquel personaje se posara en mi soledad y conversamos de la vida bohemia, intercambiando estados de ánimo. Le caí tan bien a mi nueva amiga que me tomó de la mano y me llevo por el lado oscuro del baile. Alegaba que mis ojos eran muy simpáticos y graciosos, parecían aceitunas para un par de martinis. Yo no le creía nada a una borracha desconocida, pero fue divertido el hecho de no saber quienes somos, ademas no estábamos bailando sino más bien, recorriendo y conociendo el mundo de ese lugar. Lo que más adelante se conocería como una "Putivuelta". 


Cuando menos me lo imagine, por fin escuché la música (o debo decir coro de ángeles). El más cruel estropajo humano fue captado por el rabillo de mi ojo, era una pobre criatura danzante bajo efectos del trago acosando a una pareja. Ante tal hecho y con la posibilidad de que pudieran propiciarle una golpiza por stalker, nosotros fuimos a su rescate, pero mi nueva amiga se rindió así que me dejó el paquete a vuestro humilde narrador. 


Segundos después traté de regresarlo a la vida, ayudar a una especie de trompo de madera mareado de las vueltas añejas. La criatura estaba viva y necesitaba del baño, así que lo llevé a la puerta donde casi sufre un altercado múltiple, se encontró con una amiga y empezaron a besarse como si fuera el fin del mundo. Esa amiga no era su amiga, era una borracha más cuyo novio vió aquel beso y trató sin éxito de triturar a aquel pobre muchacho que yo nuevamente rescaté.


Lo había salvado de una golpiza dos veces. Recogí los pedazos de su ser los ensamblé y lo encendí. A los segundos reaccionó: "No me toques, yo no soy gay. No me hagas nada.", empezó a pronunciar la débil criatura, lo cual me causó la más ligera compasión. 


“No haré nada que tu no quieras" empecé a balbucear. Dudaron mis animales salvajes, porque su aspecto físico era todo lo que yo no buscaba, pero me encantó: Rulos, barba, ojos de gato, caucásico y su actitud. Me atrajo a tal grado que si fuera un examen toxicológico hubiera acabado en rehab por exceso. Afortunadamente empezó a reponerse, tomamos asiento en un rincón de aquella disco mientras la bulla hacia de las suyas en todo el lugar.


Se caí por pedazo de lo borracho, pude haberlo dejado, eso quería él, que lo dejé, pero sentí compasión genuina por él. Lo ayudé. 


"¿Cómo te llamas?" le pregunté. Y él me dijo su nombre que nunca olvidaría: B. No entendía mucho porque se dedicaba a gritar cada canción como si fuese Axl Rose.  Insistí en saber más de él. mientras más supiera, más posibilidades tenía de ayudarlo, ya sea a salir de allí o encontrar a sus amigos. 


Dijo que llegó con una amiga, pero no la encontraba. Poco a poco fue simpatizando conmigo, y entendió que no quería hacerle nada más que ayudarlo, así que me extendió la mano y me dió un abrazo. 


Suena normal viniendo de un borracho desconocido, pero ese abrazo se prolongo más de la cuenta. De repente sentí que se derretía en mis brazos. Mi hombro se convirtió en el confesor de sus demonios que regresaron al presente luego de haber permanecido constantemente girando en su cabeza llena de rock.

Sus ríos tocaron mis latidos, sus penas se convirtieron en las mías, sus miedos también a mí me dieron escalofríos y su belleza me petrificaba cada vez que su mano sostenía la mía y la llenaba de besos como si fuera yo el ultimo ángel del cielo de Venus, contandome cosas muy a la medida de mi sentir. Lloraba desconsoladamente y me agradecía por haberlo ayudado, por no permitir que nadie se le acercará y se aprovechará de él. Me contó su vida en tiempo récord y pude entender porque estaba tan ebrio esa noche y probablemente todas las noches parecidas a esa. 


Llegó a cogerme en sus brazos nuevamente y con una fuerza descomunal e increíble a pesar de su pequeña estatura, logró despegar mis pies del suelo usando solo sus brazos que eran fuertes como su alma.  Quiso volar conmigo y caímos cuál manzanas de Newton; aquello fue penoso, muchos voltearon a vernos, incluso los Vips. Fue muy cómico como el guardia quiso desterrarnos del paraíso que habíamos creado, así que le dije al "cara de oso" del vip que yo me encargaré de él, "Me gusta, déjalo" le dije.  Él ha iniciado este cuento por lo tanto escribirá mi final. En ese momento me di cuenta que me había enamorado a primera vista y no me avergüenza decirlo. Eso suele pasar. 


El guardia entendió mi angustia, no podía quitarme a alguien que acaba de conocer y quería seguir conociendo. Supo en mi mirada y en mi voz que si sacaba a B de ese lugar, yo no lo volvería a ver. Entendió cuando le dije "Yo me encargo", ojalá otra personas más que contratos en ese momento hubiese entendido tan bien como el guardia que aquel cuento era de a dos y no de a tres. 


En una disco como esa, hay muchos chicos hambrientos y con ganas de cazar y robar lo que otros encuentran. En ese momento un Judas lleno de besos hipócritas, quiso hacer lo que yo no quería hacer con mi criatura (besarlo y llevárselo), aquel Judas era un amigo que no veía hace varios minutos antes de Cristo desde que entramos a la disco; y quiso robarme aquella joya que encontré, sin importarle nada. No cabe dudas, el alcohol es el peor afrodisíaco y mi "amigo" veía a mi criatura con ojos de lobo feroz. Así que me camufle (en realidad ambos, la criatura y yo) entre todos esos espíritus libres que danzaban y huimos de aquel Hades calenton que se escondía en los pantalones de mi amigo. La criatura tenia nombre obviamente, pero por causa de fuerza mayor no me es permitido siquiera susurrarlo, por eso seguía llamándolo B. 


Simultáneamente a nuestra huída una aterciopelada chica corrió hacia B y me lo arrebató de mi mano. 


"¿Quién eres?" le pregunté. "Me llamo Mariana", se disculpó con B, argumentando su ausencia por culpa de un individuo llamado éxtasis. Se despidió con la mano y se llevó B sin explicacion alguna. En fin "Cuide de él toda la noche y ahora está a salvo" pensé esperando que volviera.


Dí media vuelta y B regresó y me tomó de la mano: "Ven con nosotros" dijo casi reanimado. Y amén.


Salimos de la disco, todos nos miraban. Ella era llamativa, él fue el chico más guapo aquella noche y en aquel lugar. Estábamos tomados, la vereda se reía de nosotros mientras la pisábamos en un zig zag etílico, la amiga aterciopelada ahora también era mi amiga; nos detuvimos en un fast food, donde mi historia les compartí y B comía con un hambre que parecían dos. Marina no es ninguna tonta y me conversó con voz picara: 


“Te gusta, ¿no?”(Refiriéndose a él)


Mi sonrojo tuvo lugar a un afirmativo movimiento de cabeza mientras ella depositaba cortaba un trozo de cartón y me dijo- “aquí tienes su correo electrónico”. "Mejor dale mi número" dijo B con la boca llena. 



Él se dedicaba a comer una tras otra las papas y alzaba la voz de vez en cuando y todos los comensales bajoneros, volteaban a vernos como bichos raros. En ese momento B dijo algo que definiría  mi visión sobre él: "¿Ya te asuste no?" como esperando realmente hacerlo. Cómo si a eso dedicará: a espantar a las personas que llegaban a su vida. 

"Ya nos vamos" dijo Mariana. Salimos de McDonalds y ella lo metió a un taxi  se subió ella también. "Ya tienes su número, pero ojo: no es gay". Y ambos se fueron. 

El show había acabado, el telón cayó con fuerza magnética y las siguientes noches fueron de suspenso. 


Al día siguiente por la tarde, saliendo del gimnasio marqué su número y lo llamé. Su voz sin alcohol sonaba distinta. 


"Ah si, te recuerdo, que fuimos a comer a McDonalds". No se acordaba nada más. 

"Te acuerdas donde estábamos ¿no?" le pregunté. "La verdad no mucho, agrégame a msn, tengo flashbacks de lo que sucedió, ayúdame a recodar". 

Y así fue. Conversamos esa misma noche, una larga noche en la que en mi cabeza reino los cuentos hechos realidad. Las conversaciones online con B eran las más deliciosas y empalagosas, llenas de sus preguntas como: -" ¿Y que más paso? ¿Eso hice? ¿Eso dije? Solo recuerdo pequeñas cosas, como flashbacks". 

Realmente la función había terminado aquella noche, aquella en que me negaba a leer las pistas más claras, aquella madrugada donde iniciaba el octavo mes cuando lo conocí.

Las siguientes fechas cayeron del calendario como las hojas otoñales, poco a poco se fue perdiendo en la red y hasta el sol de hoy no tengo idea que es de su existencia errante, seguramente esta naufragando en alcohol y haciendo del rock su doctrina más fiel. Su garganta llena de gritos aun la escucho en mis lapiceros que atinan a escribirle un verso abstracto. Fue solamente lo que dicen: one hit wonder golpeando mi oídos como una gran canción de antaño. Una canción que sonará en mi emisora como un disco necio y rayado girando en su eje. Sus ojos los sigo saboreando como caramelos que suben mi glucosa hasta los techos. Pero ahí quedo, mi affaire noctámbulo, mi cuento con puntos suspensivos que afortunadamente no acabaron en un abismo. 


Para: B.



  Por Carlos Gerzon


Instagram: @elchicodelbusblog 


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