GOSSIP CREEK


Y de repente los arboles eran verdes nuevamente, las ramas secas eran cosa de la agonizante temporada, el spring break estaba a la vuelta de la esquina, y yo a la vuelta de mi casa. Los papeles estaban húmedos mientras escribía en ellos con mis lágrimas, dejando una vez más puntos suspensivos de un viaje que nuevamente cambia de alguna manera los átomos de mí ser para regalarme fragmentos inolvidables que formarán parte de mi existencia errante. Nuevamente las montañas se pintaban de tierra fresca sacudiendo la nieve como sudor bajo el astro rey. Una vez más, marzo era testigo de cien abrazos y mil besos que costaban más que las compras infinitas en los malls.


Toda aventura tiene un inicio, muchas veces sus protagonistas no tienen ni idea del mundo que están por conocer. Dejando atrás a papá y mamá, dejan también un vacio que solo los más fieles tratan de llenar con video-llamadas amistosas y cartas tecnológicas. Un viaje es, sin ir más lejos, la oportunidad perfecta para empezar de cero,  adjuntar esas vivencias y aprendizajes nuevos a tu archivo de persona; ser cada vez mejor.

Desde tomar la gran decisión hasta terminar la ultima hora de trabajo, a miles de kilómetros de casa, todo se convierte en una serie de eventos que quedaran registrados por fotos espontáneas, fiestas necesarias y trips a ciudades cercanas.  Nada como la memoria para un verdadero file de recuerdos y, a pesar de que al principio tuve dudas, ahora estoy muy convencido de porque el destino me puso aquí donde estoy ahora, el porqué este viaje llego tan precipitadamente a mi vida y porque conocí la gente que conocí.

No es mi primera vez. Mountain creek ya me había quitado el celibato anteriormente. Mis amigos y yo, convertimos esta vivencia en un verdadero reality de alta sintonización, el nombre de la serie, simple “Gossip Creek”. Y siendo esta mi segunda vez en la montaña, creí ingenuo tener todo bajo control. Hemos sido víctimas del drama necesario para darle ese picante a la convivencia, el exilio total de 53 participantes que llegamos totalmente dispuestos, como un libro abierto en blanco, cada uno con su tinta singular. Cada país con sus costumbres peculiares. Como siempre Chile y Perú disputándose el pisco o el ceviche. Y los argentinos convencidos de que hablan el castellano más perfecto.  Pequeños argumentos que nos llenan de momentos divertidos, ricos en proteínas vitales para darle a la situación la sonrisa más fingida que luego mutara a la expresión más natural.

El primer día es aquel que todos tienen curiosidad de conocer al detalle. Pero cuando se trata del trabajo, las historias cambian. Los verdaderos paladines sin duda son los lift operators que esconden su frío bajo la máscara amable ante los clientes. Los snowmakers tienen su propio merito, renunciando a la vida social por las largas horas madrugadas y dormir en el día; admirable. Los más beneficiados de toda la montaña, es la gente del food court. Comida gratis, trabajo bajo un techo cálido y una que otra propina; eso sí chicas ustedes deben saber a qué se atienen al trabajar aquí, pues las hamburguesas, pizzas, y la especialidad de la casa los “chicken finger and fries” son los ingredientes especiales para la cintura expandida a su máxima expresión; y no perdonan a nadie, enemigos del bikini.  

Continuando tenemos a los chicos de rental y retail que se encargan de que la gente se divierta por montones con los equipos de ski y snowboard, y despilfarren el dinero en compras. Por otro lado, los más felices son los instructores que el 80 por ciento de su tiempo deambulan sin razón esperando el line up, y con suerte consiguen clases, pero que importa todo eso sin reciben cantidades industriales de propinas. Por el contrario, nuestra chica del central staffin trataba de poner horas a nuestra escasa situación, y cada mañana tocaba nuestra puerta a mitad del sueño. Y como olvidarme de las nanas más tiernas y lindas del planeta, mis chicas del kids camp todas ellas llenas de paciencia que no recae en ningún momento, ante tantos ojos azules o verdes que solo derrochan inocencia y ternura.

Afortunadamente no todo era trabajo. Deslizarnos en las faldas de las montañas fue una tarea ardua para todos. Caídas y moretones rodearon la temporada en nuestros intentos fallidos, y si alguien nos veía en esos embarazos momentos era “trágame tierra”. Tardaban en bajar media hora en el primer ride, pero llegan a la meta dominando la tabla y los skies como la bicicleta misma. Aunque la nieve es sinónimo de frío, la pasión que le ponían algunos calentaban los ánimos y, cuando no había nieve, había lluvia. El resort  anunciaba su día off, y lejos de quedarnos cruzados de brazos, el ingenio sudamericano surgía con una pasión base, el futbol. Pateando la pelota bajo la lluvia eran escenas de esos días de ocio donde el mismito Oliver Aton ardería de celos. Y para los no deportistas, había el ocio bajo techo. Internet,  cartas, conversaciones de larga duración y lo mejor, karaoke y Guitar Hero. Llenando cada eco de la montaña con nuestras decadentes voces, hacía del día de lluvia un día festivo.

Cuando los días resultaban parecidos al anterior, era hora de dejar nuestra (en ese entonces) amada montaña, para respirar nuevos aires. Una llamada bastaba y nuestros queridos amigos gringos llegaban con camionetas recargadas, y de una, estábamos en la carretera a todo volumen rumbo a New York City. Así es, la ciudad que nunca duerme estaba a solo cuarenta y siete minutos de distancia. Llenamos de alboroto latino el Port Authority y las cámaras no dejaban de captar las luces del Times Square, la icónica estatua de la libertad y como olvidar el lugar más cercano al cielo, el Empire State Building. Abríamos nuestros horizontes a cada paso desconocido, mientras más nos perdíamos más anécdotas teníamos. Para los compradores compulsivos había también sus merecidas visitas a los grandes Outlets, donde todo era amenazado por nuestros bolsillos cargados del paycheck recién cobrado. Los manos dolían de tantas bolsas y compras inadvertidas.

¿Cómo se dice amistad en mil palabras?  Creo que al principio no veía todo con claridad, pero felizmente llegaron luces que solo daban una visión positiva a la situación. No puedo definir una palabra gigantesca como esa solamente en palabras. Los actos en la montaña quedaron tatuados en cada pecho. Toda una gran familia, todos compartiendo el mismo feeling de estar lejos de casa, sin embargo formando un nuevo hogar. Y cuando la hora llegue, sentiremos que dejamos nuestro país para ir al extranjero cuando en realidad es todo lo contrario.

Algunos encontraron su media naranja, otros siguieron comiendo mandarinas y otros solo hacían dieta sentimental. Otros se convirtieron en el nuevo mejor amigo versión americana, y otros más ni se hablaron toda la temporada. Cuando los días eran eternos a causa de las lluvias que obligaban a la montaña cerrar sus puertas al público; lo único que teníamos era una puerta al lado y un puño que hacia música en la madera de la casa de al lado y en un instante ya no nos sentíamos solos. Compartimos experiencias, anécdotas, cumpleaños, comida, cama, chela, etc. Y fuimos fuertes ante la adversidad como cuando se manifestó la crisis de las horas y cada uno tuvo que bailar con su pañuelo, sin embargo el apoyo estaba justo allí.  Hubo momentos de decir adiós mucho antes de su tiempo, como cuando por causas ajenas a mi conocimiento, se marcharon cabizbajos varios de los chicos. Arrebatándoles un one hit wonder  en sus vidas. Hubieron sus piedras en el camino, sin mencionar la fiebre del chicken finger, donde repentinamente uno tras otro empezó a caer cual efecto dómino por causa de un extraño virus, donde todos tuvimos como mejores amigos al ibuprofeno y tissues. Fue bastante cómico como simultáneamente todos nos enfermamos. ¿Quién desató el virus? No lo sé.

Es difícil desatar lazos que costaron construirse, y muchos otros fueron muy fácil de hacer, los más dolorosos son aquellos que se rompen dejando solo a un corazón que pertenece a dos. Las despedidas de los romances que fluyeron sin querer queriendo. Otros que a pesar de todo lograron estar juntos, y que irónicamente vuelven a separarse por las fuerzas del universo que tiene todo diseñado para nosotros. A este nivel debemos dar el siguiente paso, aprender a mirar atrás con una felicidad nostálgica y no más lagrimas.

Jamás estarán ausentes  los dramas, quizá sean necesarios para darle poder al recuerdo, y cuando llegue a nuestra mente, estalle sin medir consecuencias. Fuimos un árbol primaveral arrasado por el invierno despiadado, uno a uno, cual hojas secas fuimos cayendo y la lluvia siempre era sinónimo de despedidas agridulces, era el sentimiento de regresar a casa, pero dejando parte de ella en la montaña.  Y es inevitable sentirse con ganas de más. 

Pero no importa que tan lejos estemos, no importa los kilómetros de distancia, siempre y cuando no se conviertan en millas; pues el deseo de vernos crecerá con ansias. ¡Y qué si esos deseos no se cumplen! ¡Y qué si seguimos arrojando monedas a las fuentes indiferentes! Sabremos que tuvimos “the time of our lives”, y si nos da un ataque emotivo, ahora  tenemos más hombros a prueba de lagrimas donde acudir. 

Algunos se irán, otros se quedaran, pero los recuerdos más bellos siempre nos pertenecerán. Toda nuestra vida de tres meses nos dieron la experiencia inolvidable de un viaje que cambió la vida a muchos y, si no nos volvemos a ver, recuerden que siempre nos quedará Creek.

XOXO, Gossip Creek.


DEDICADO A TODA LA GENTE MARAVILLOSA QUE CONOCÍ  EN MOUNTAIN CREEK


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Comentarios

  1. te las mandaste sapo reculiao.....
    muy bueno.....un gusto conocerte vieja...

    simonki

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  2. mE ENCANTÓ!! SOS DEMASIADOO AMIGO

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  3. te amo carlos!
    Muy buen post!

    mafe.

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  4. Que lindo Carlitos!.. recien que me di tiempo para darme una vueltita por tu Blog... que lindo escribes!.. un gustaso haberte conocido amigo!

    Ana Lu

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