CRÓNICAS DEL CAFÉ #EPISODIO II EL SILENCIO CONTRAATACA



Siete o nueve semanas pasaron, yo aprendí a controlar mis emociones en frente de mi amigo, ademas él comenzó a salir con una chica. Tuve que disimular mucho esos días, porque aún me gustaba. Sin embargo, cada excusa contaba para verlo, disfrazado de salidas en grupo de amigos.

                  Bastó una vez que nos quedamos a solas, ambos ebrios y casi cometo una indiscreción. Casi mi boca se iba hacia donde no la llamaban. Él me alejó algo asustado de su lado. Desde ese entonces supe que debía alejarme nuevamente.    

Decidido al fin; convertí mis fines de semanas en una interminable cadena de fiestas y juergas excesivas. Para ello tenia a mi mejor amigo al lado. Mi maestro yoda del grindr. Y nuevamente luego de muchos meses sin usar esa aplicación sin tenerla descargada y paseando en la pantalla de mi celular, las malas decisiones sobre poblaban mi mente.

-   ¿No extrañas el grindr? – me preguntaba mi amigo con la risa más burlona.

La verdad, extrañaba salir con alguien. Pero la aplicación no me ayudaba a encontrar algo serio. Eran mis primeros meses en el mundo gay limeño. Mi amigo Dante, así se llama aquel que me enseño a descargarme grindr, me llevó por las mejores fiestas y reuniones. Empecé a conocer este mundo, relativamente nuevo para mí, con ello descubrí la falsedad y superficialidad; el mundo gay limeño pituco es un territorio minado. Las diferentes tribus que conforman este lugar veían a sus semejantes, o como enemigos o con indiferencia. Una era de backstabbing and gossips, donde el ego y la imagen a proyectar eran sinónimos de ser "el más cool". 


AGOSTO 2011

Una noche de sábado de finales de agosto, mi amigo Dante me llevó a un rave en la playa como a 80 kilómetros al sur de Lima. Previamente estuvimos tomando unos tragos en la casa de uno de sus amigos.

Me recuerdo joven, inocente y aún novato en esta selva de hombres a la caza. Llegué ebrio y comencé a bailar, mientras mi amigo me presentaba a cada chico que se tropezaba con él. Él conoce a todos y todos lo conocen. Fue en uno de esos instantes, sin previo aviso, y en el peor momento,  me presentó a su peculiar amigo Matías. Luego no recuerdo más, o no quiero recordar más.

El domingo amaneció con la orilla de la terraza llena de cuerpos drogados y algunos desnudos, parecía el final de alguna orgía, algo así como una pintura renacentista donde los cuerpos están unos encima de otros. La casa era un desastre.

Horas antes, el sonido amplificado del DJ era insostenible. La arena y el cangrejo en mis calzoncillos, eran lo único que sentí en ese momento. Desperté en una de las hamacas. Y de la noche anterior no recuerdo nada salvo los ojos de Matías, donde me reflejé toda la noche.

Al rato todo el mundo despertó. Fuimos a la playa y mientras traté de nadar un poco para deshacerme de la resaca (pésima idea) poco a poco fui teniendo especies de flashbacks de lo que sucedió anoche, y si eso no era suficiente, Matías llegó detrás de mí y con solo mirarlo, en el mar, frente a mí, con el cabello lleno de agua salada y su mirada penetrante, recordé más que suficiente... 

Mi amigo Dante me había presentado a Matías mucho antes de aquella noche. Pero él no se acordaba de mí. De hecho, me lo ha presentado muchas veces y, al sentir el desinterés de su parte, siempre tuve que saludarlo como si fuera la primera vez. Siempre que mi amigo nos dejaba a solas mientras saludaba a sus conocidos, aparecía un silencio incómodo entre Matías y yo.  

Recuerdo que anoche en los previos en la casa volví a odiar a Matías cuando Dante nos presentó por enésima  vez. Y pude detectar una mala vibra viniendo de él. Percibí su actitud de superioridad y antipatía. Y nuevamente él no cruzaba conversación alguna conmigo. Ese silencio incomodo es insoportable. Yo era el "nuevo" en el grupo, los otros amigos de Dante fueron muy buena onda conmigo. Todos excepto Matias. 

Llegamos a la playa donde un dj tocaba sobre la arena el mejor de los tracks. Estábamos muy cerca a la casa del amigo de Dante. Me estaba divirtiendo como nunca. Conforme la noche avanzaba, mi cabeza estaba en beats. Mi amigo, quien había estado besándose con un rubio toda la noche, desapareció. No me preocupé. Estoy seguro que no la estaba pasando nada mal. Sin embargo, me dejó un bulto al lado, su amigo Matías y el silencio incomodo que éste conlleva. El resto del grupo hacia lo suyo. 

Matías no habla mucho, casi nada, solo lo necesario. Al principio pensé que no le agradaba, pero en realidad empezaba a sospechar que es parte de su personalidad.Quizás fue el alcohol, pero empezaba a verlo atractivo y, es probable que sea efecto de la hierba pues me pareció sexy. En segundos me olvide de las primeras impresiones que me causó, y comencé a conversar con él. 
Al inicio de la conversación, Matías se hacia el difícil, pero poco a poco se fue soltando. No le quedaba otra opción. Al igual que yo no conocíamos a nadie. Fue un comienzo tibio, y yo no soy fan de los malos ratos y me puse a bailar mientras tomaba una cerveza. Matías bailaba o trataba de hacerlo, cuando repentinamente,  hizo un paso de baile, en el me empujó de costado y me derramó todo el trago encima.
Eso me puso furioso pero traté de disimularlo, no quise arruinar una noche tan divertida, así que relaje la vena del cuello a punto de estallar. 
La tranquilidad de Matías, me hacía suponer que no fue un accidente aquella cerveza sobre mi camisa. Él ni se disculpó, y se fue, y yo me quede desconcertado de su pésima actitud. Pero los prejuicios siempre tienen una segunda oportunidad. Al rato, apareció con un trago nuevo y me lo regaló. Miró hacia el suelo y se notaba que le costaba decir lo que finalmente se animó a decirme:
-   Discúlpame. Es esta música de mierda.
Me entretenía verlo renegar porque no le gustaban los raves. Y poco a poco comenzaba a conocerlo. Él empezó a hablar conmigo, lo cual me sorprendió.
-   Definitivamente no me gusta esta música.
-   A mí me encanta – le dije.
Caminamos en busca de un baño y luego de un rato nos sentamos bajo una palmera cerca de la playa y comenzó a contarme cosas sobre él. 

Nada fuera de lo común, un chico miraflorino que vive solo. Los domingos visita a sus viejos. Cuando lo necesita llama a su ex y cuando se aburre sale los fines de semana, ya sea a bares o cualquier plan. Al igual que yo, no hay mejor idea que estar fuera de casa cada fin de semana, no importa el plan que fuese.
Empezó a fluir la conversación entre nosotros y uno a uno se fueron tejiendo los hilos de nuestros gustos en común: cine, música, teatro, gente y derivados. 
Díganme que estoy alucinando, pero yo sentí, claramente, una creciente tensión sexual entre nosotros. Pude sentir como mi cuerpo se dejó atraer por el suyo y él por el mío. No hubo la resistencia de antes. Sin embargo, ninguno de los dos iba a dar el primer paso. Al menos, yo no. Y él se dio cuenta de eso.

Al principio Matías fue medio rudo y hostil conmigo, así que estaba en sus manos mover la primera ficha. Pero jamás imaginé que su primer movimiento sería un jaque mate.

Caminamos por la playa, ambos aún ebrios, conversando de cualquier tontería. El chico hostil había desaparecido y abría paso a uno bastante conversador y que no dejaba espacios entre los diálogos. Y eso es lo que yo buscó una plática diferente y memorable. Él lo estaba consiguiendo.

Nos sentamos en la orilla. Recuerdo que dije una tontería de borracho y él comenzó a reírse y yo también  Luego de un buen rato de risas, nos quedamos mirándonos y el silencio se apoderó de ese instante. Esta vez, el silencio no fue incómodo.

 Caminamos de regreso a la casa del amigo de Dante. Entramos y habían parejas en cada rincón de la casa. Dante estaba dormido junto al rubio semidesnudos en la habitación que íbamos a compartir. Matías y yo salimos a la playa por la puerta de la terraza. Él estaba callado desde que llegamos a la casa. 

El silencio de Matías me puso nervioso, y comencé hablar de cualquier cosa para que él también dijera algo, pero solo me miraba, y sin darme cuenta, ya lo tenía frente a mí con su mano en mi cintura jalándome hacia su torso y me besó. No puse ni un gramo de resistencia, solo me deje llevar.

En medio de sus besos cada vez más fogosos, me hacía preguntas de alguien que se le habían pasado las copas.

-   ¿Viniste con alguien más? me preguntó con su voz de borracho. 
-   No, no tengo a alguien- Le respondí con la misma ebriedad.

Él seguía besándome y moviendo su cara en círculos frente a la mía de la manera más tierna, al mismo tiempo que preguntaba más cosas y me llenaba de besos el cuello.

Tuve la sensación de que todo se tornaba blanco y negro. Mudo e insonoro. Los gestos hablaban, los besos gritaban, mis ojos le bailaron un sexy dance y él siguió el ritmo. 

Me dejé enredar. Mis cuerdas estaban en sus manos como las de un títere, él podía hacer conmigo lo que quisiese. Nos tumbamos en la arena y me desenvolvió como un caramelo, se bajó los calzoncillos y me dió media vuelta. Ya casi amanecía. Me apoyo contra una palmera, yo traté de no hacer ruido pero el subió el volumen a mis latidos. El tamaño de su cuerpo eran grande en comparación al mío. Una vez tras otra golpeaba mi cuerpo con el suyo. Esta no era mi primera vez, pero se sentía como si lo fuese. Sus lunares estaban salpicados por toda su espalda. Recuerdo la combinación perfecta de dolor y placer. Él estaba dentro de mí y yo perdí la memoria. Fue delicioso. Sus gemidos hacían mas bulla que los míos. Escondidos a las afueras de la casa viendo como acaba la noche mientras yo acababa justo después de él. Casi sincronizados. 

Luego de esa noche en adelante, Matías pasó de ser un desconocido a convertirse en mi primer amigo con derechos. Cada vez que Dante me invitaba a salir, yo preguntaba por él. Y Matías comenzó a ser incluido en casi todos los planes.

Poco a poco gané su confianza. Cada fin de semana de juerga con Dante y con él, eran sinónimos de una escapada clandestina a su departamento. Cuando todos estaban borrachos nosotros nos íbamos juntos.

Todo iba bien, hasta que en medio de estos encuentros, vieron su inicio algunos sentimientos de más. Estábamos bien siendo solo amigos con derecho, pero yo soy bueno echando a perder todo e involucré mis sentimientos un poco más de la cuenta. Yo no sabía las reglas de este juego, las tuve que aprender a la fuerza. Matías no me daba señales de nada más allá del sexo, lo cual tuve que aceptarlo. De ser necesario, tendría que dejar de verlo. Que difícil es cuando te das cuenta de algo SIN TENER QUE HABLARLO, y aceptarlo. Sin tener certeza de nada. 

Sin embargo mi plan no dio resultado, pues cada vez que salíamos con nuestros amigos, Matías y yo teníamos un código: su silencio. Cada vez que conversábamos y se quedaba callado y no me respondía, era la señal para empezar nuestra faena sexual. Cuando el silencio contraataca y junto a él su mirada yo sabía que me diría para irnos a su departamento. Intente evitarlo porque sentí que debía decirle lo que sentía. Pero no me atreví. Hasta que pronto yo me enteraría lo que sucede en la mente de Matías. Él también tenía algo que decirme. No hablábamos del tema, era implícito. Nos faltó decir cosas, pero nunca lo hacíamos, solo “lo hacíamos”.

Cada vez que él contraatacaba mi imperio, yo daba de alta a mis soldados para que no me protegieran, y por quedarme en silencio termine en ruinas.

De pronto las noches de juerga comenzaron a tener un final diferente. Matías ya no me enviaba la señal de siempre. O se iba antes o se iba después de mí. Ya no juntos. Y eso comenzó a afectarme.

Dante comenzó a darse cuenta de lo que sucedía. Y una noche de juerga se acercó a conversar conmigo. Yo no me anime a contarle nada.

Recuerdo que me dijo: “Te voy a dar un consejo, voy a bajar la voz para que nadie nos escuche pero tu sigue mi consejo en voz alta. Alejate, no me pregunte porque solo aléjate". 

Yo no podia aceptar esa clase de consejo sin saber la razón. Y al verme cabizbajo decidió decirme a sangre fría la gran noticia.

-   Sabias que Matías regresó con su ex ¿No?  

La noticia me la esperaba. Y quedarme calladito fue la mejor opción en ese momento. 

Le conté a una amiga lo que sucedió y ella me dijo que debí decirle lo que sentía desde antes.  El silencio muchas veces pide a gritos ser escuchado, pero nadie le presta atención. Yo no lo dejé hablar.

Y lo peor de terminar mi TLC (Tratado de Libre Coito) con Matías, fue que no tuve que hacerlo, porque él lo hizo primero, sin avisarme. Hizo lo que cualquiera haría en su situación, alejarse sin darme explicaciones. Dejó de salir con Dante y nuestros amigos. 

Después de dos semanas sin verlo salí de compras, y sin pensarlo descargué la aplicación nuevamente. Y ¿A quién creen que encontré?

A pocos metros se encontraba Matías. Lo gracioso fue que no solo lo encontré en grindr, también lo encontré en el Mall. Estaba acompañado con un chico. 

Al verme, no se puso nervioso ni nada parecido. Se acercó y me saludo de lo más tranquilo y me presentó al chico que tenía a su lado. No era necesario que me dijera quien es. Es su novio. 

-   Ya no sales mucho Matias.
-   No, ya no me dejan – dijo en son de broma señalando a su novio y aquel chico solo se sonrió.
-   Bueno ya nos veremos. Aunque creo que ni tanto, ya que has colgado los chimpunes - le dije tratando de ser gracioso y notase que no me afecta. 
-   Bueno, cuando quieras avísame para tomarnos un café o algo.

Si algún día muero, en mi lapida dictara “Podemos ser amigos y tomar un café” porque es se ha vuelto la frase o excusa de moda. 

Luego ambos se fueron. Y así fracasó otro intento por olvidarme de "él" de mi amigo. Ahora todos estaban emparejados menos yo. 

Ni Matías, ni Fabricio, eran los indicados. Debo admitir que eso me ponía de mal humor. “Es normal estar con la cabeza caliente cuando las cosas no salen como uno quiere”, me decía Dante.

Dejé la aplicación de grindr instalada en mi teléfono, finalizaba septiembre y no quería despertar (como dice la canción) pero octubre me traería una historia aún más increíble

Continuará…


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