TREN DE ILUSIONES - ESTACIÓN #02 LO QUÉ EL TELÉFONO SE LLEVÓ
Dice la gente que el tiempo se nos vuela de las manos, es verdad. Es incontrolable, por eso recurrimos a pedir un deseo a la fuente cristalina donde el cosmos se genera, lanzamos la moneda y mientras gira en el aire, lo piensas, lo vives, lo proyectas y lo deseas más que nunca. Poco después ese deseo se ve opacado por el transcurso de los días que no hacen otra cosa más que ignorar tus ilusiones. El alma se vuelve material y es carroñada por los cuervos despiadados de la indiferencia.
Estaba cursando el segundo año escolar, pleno 2002. Colgué los tambores, y me dedique al taller de artes desde la segunda mitad del año. El colegio es unos de esos lugares donde todo puede pasar en las excasas pero suficientes 6 horas que ahí sobrevivimos. Dos recreos, son dos excusas para olvidarse de todo, aislarse y tener un pedazo de soledad a veces necesaria. A mi me gustaba subir al último piso y mirarlo todo. Mirarla a ella por primera vez.
Todo empezó en el “día del colegio”, eran sus bodas de plata y por tal motivo todos-absolutamente todos- los grados y salones debían de hacer un numero de baile o algo artísticos que entretenga a las masas espesas de padres e invitados. El quinto año, estaba a punto de comenzar con su baile coreográfico. Yo me recuerdo emocionado por verlos en acción porque estuve viendo los ensayos la semana anterior, sentado en las butacas del auditorio para poder escapar de la bulla del patio. Una de las chicas hizo la coreografía y todos los demás la repetían. Entonces: la vi. Suelta y resuelta, coqueta pero tímida de serlo. Una pañoleta roja con flores le coronaba la cabeza, ocultando a medias esos cabellos hechos por los ángeles en su tiempo libre. Sus labios eran malvaviscos listos para una fogata amigable y lo mejor, era el lunar que descansaba confortablemente bajo el ojo derecho. Me quede contemplando esa obra maestra protegida por los años de diferencia que impiden con timidez voraz que un chico como yo del segundo año le hable a alguien del quinto.
Todo empezó en el “día del colegio”, eran sus bodas de plata y por tal motivo todos-absolutamente todos- los grados y salones debían de hacer un numero de baile o algo artísticos que entretenga a las masas espesas de padres e invitados. El quinto año, estaba a punto de comenzar con su baile coreográfico. Yo me recuerdo emocionado por verlos en acción porque estuve viendo los ensayos la semana anterior, sentado en las butacas del auditorio para poder escapar de la bulla del patio. Una de las chicas hizo la coreografía y todos los demás la repetían. Entonces: la vi. Suelta y resuelta, coqueta pero tímida de serlo. Una pañoleta roja con flores le coronaba la cabeza, ocultando a medias esos cabellos hechos por los ángeles en su tiempo libre. Sus labios eran malvaviscos listos para una fogata amigable y lo mejor, era el lunar que descansaba confortablemente bajo el ojo derecho. Me quede contemplando esa obra maestra protegida por los años de diferencia que impiden con timidez voraz que un chico como yo del segundo año le hable a alguien del quinto.
En medio del patio escolar empezó el desenredo de su cuerpo ante la multitud. Me enamore creo al momento que sonrió al público en el acto final, esa fue la primera vez que la cruce en mi camino. Segundos después de acabada la rutina beso a su enamorado…pero no importa, yo sabia que era una imposible como desenredar una cometa de un cable de luz publica.
Desde ese día cuando estaba cerca ya no existían los horarios, mi cuerpo iba flotando al colegio todas las mañanas. Odiaba el bus escolar que me regresaba a casa , porque yo quería caminar y pisar las pisadas por donde caminaba Alexandra, porque aunque de la mano con su novio, me gustaba mirarla empañando de mi respiración profunda, la ventana del vehículo. Con escucharla hablar y reír hasta el mas triste se alegra.
Hubo una fuga de chismes en el quinto año que se expandió a todo el colegio, noticias buenas para mi : ella y su novio terminaron. El pueblo los queria juntos, eran rey y reina, reina no lo dudo, pero el rey... bitch please. Y todo el mundo quería que volvieran, todos menos yo. Pero quien soy ? era un secreto que nadie queria revelar.
Entonces cuando me vio acechando [cual halcón a su víctima], se me acerco en voz baja una chica, vio lo que yo miraba y sin titubeo me dijo “Aww que tierno eres niño, te gusta mi amiga”. Y así nada más le conté que Alexandra involuntariamente se había apropiado de todos los terrenos en blanco de mi mente para poner su imagen. Cada vez que ella vivía, yo trataba de respirar ese mismo aire y hacerlo parte de mi organismo para seguir funcionando… bueno nunca tanto, pero mi mente de 13 años pensaba así, entre líneas…
Robarle un dulce a un niño es facil, conseguir el numero de Alexandra fue una gota de agua en un desierto escolar. Gracias a esta chica que conocí cuando tocaba el tambor en la banda, eran amigas, convirtiéndose en mi Cupido personal. Ella (mi cupido) siempre me decía muy a menudo: “las cosas son sencillas siempre y el ser humano las complica, si quieres que se hablen toma el primer paso” ...
Ella sabia que jamas me aviento a un charco de agua, tenia que estar seguro de a donde iba a saltar caería a salvo. Un buen día mi amiga cupido se acerco saltando a mí aparentemente contenta y me regalo con el puño abierto un trozo de papel de cuaderno que tenia escrito en tinta azul el nombre completo y número telefónico de Ale : “Llámala, ella no se molestara".
Y ahí estábamos en un combate de miradas mi teléfono y yo, y me venció asi que tome el numero y lo marque. empezaron los sonidos de llamada que mas parecia lo de un pulsometro a punto de estallar en paro cardiaco. "alo" dijo ella. Me quede mudo por unos segundos, los necesarios para idear algo. Y ................................ hable y hable y hable con ella y ella hablaba hablaba y hablaba conmigo. No se de que hablábamos pero como era de esperarse llego la pregunta de rigor: ¿Quién eres? ¿Te veré mañana en el colegio? ¿Me dirás tu nombre?
A cada pregunta le respondía con una sonrisa picara y con una sensación de misterio cauteloso y divertido. Ella se reía pues le encantaba ser acosada por un good stalker that since a nice guy. Entonces antes de colgar me mando un beso que se escucho a través de la línea.
Al día siguiente su espontaneidad se vio afectada por un disfuerzo teatral, y su cabeza parecía el lente de un submarino girando 360 grados en busca de su acosador telefonico. Sin duda me buscaba por todos los ángulos y directrices, mientras yo lo veía todo desde el tercer piso.
Se volvió una adicción en las noches que la pensaba demasiado, la llamaba solo para escucharla y mirarla en las mañanas. Coqueta y preparada me esperaba su voz. "¿Me viste? ¿Sí? ¿Por qué no te acercaste? ¿Me tienes miedo?" Yo le respondía las preguntas con más preguntas: “¿Por qué? ¿Si qué? ¿Por qué? ¿Por qué tendría que tenerte miedo?”
Todo el colegio tenía la idea equivocada de todos, en especial de Ale, la tildaban de presumida, arrogante, narcisista, capitalista y glamorosa; ¡Cero que ver! Ella me sonaba dulce, tierna, engreída y muy tímida. Solo pocos la conocían de verdad sus amigos cercanos, su salón y yo.Con cada llamada crecían dos cosas: mis deseos de hablar en persona y sus deseos de conocerme finalmente. Yo por ella no sentía nada más que el más puro sentimiento de ilusión filtrada de fantasías eróticas. Me había atravesado el pecho espalda y huesos con su carisma a la velocidad de la luz, impecablemente. ¿En qué momento me habrá robado el bobo? Ni idea pero me gustaba ese feeling.
Un buen día decidí que no podía seguir manteniendo esta farsa y al parecer sincronizamos pues ella también pensó algo parecido y me puso una fecha limite empujándome a un encuentro osado definitivo. Porque hablar por teléfono con un fantasma no es algo que alguien le guste hacer. Pactamos lugar y fecha, dándome con la grata y escalofriante sorpresa de que vivíamos en el mismo distrito misma urbanización y solo nos separaba, además de las llamadas, unas escazas 3 cuadras de distancia. El lugar donde tendrían protagonismo los hechos, era en el atrio de la iglesia que quedaba exactamente en el medio de la distancia entre ambos.
Llegue al lugar antes de tiempo y me disfrace con los arbustos escondiéndome y la vi llegar poco después. Ahí estaba ella esperándome en un pantalón de buzo rojo y top negro, lindísima aun en sport informal. De ese instante el reloj se detuvo y contó diez de segundos, donde mi mente reacciono como si en pleno código azul me hicieran reaccionar con descargar eléctricas, y entonces lo supe, no podía hacerlo, como podría acercarme a alguien q tiene tantas impresiones equivocadas de mí y repentinamente mostrarle la cruda realidad. Era como aventarle una piedra en la cabeza y hacerla reaccionar, no era lo mismo imaginarme mientras me hablaba a verme, no lo digo por el físico si no por el todo en general. Me adelante a sus pensamientos, pensé lo que podía ella hacer cuando me conociera y el resultado fue espeluznante y bochornoso. Así que jugué a viajar en el tiempo, regrese al presente y me dije a mi mismo el más conmovedor NO.
Ella se quedo esperando y yo pase por su costado como cualquier transeúnte más y en eso paso lo impensable. Ella me hablo: "hey! Hey! Tu! Yo te conozco!". Me detuve y la escuche: "Tu estas en mi colegio". No tuve mas remedio que asentir. Y ella siguió: "Ósea, esto es muy sospechoso hace rato te veo por ahí mirándome y ahora pasas de largo, ¿Que esta pasando? Llevo esperando hace rato ¿Acaso ustedes se conocen?... ¡Tu! ¿Tu sabes quién me llama no?! #FAIL
Por un momento pensé que diría " ¿Tú eres el que me llama?" pero no seguro vio mi cara de niño y no pensó en mí ni en que quizás yo era ese “él”, ni en sus más remotos disparates.
“No, no sé de quién me hablas, no conozco a esa persona” le dije. Se quedo callada con puchero en boca y antes de irme le comente: “Sorry, pero si alguien te hace esperar no vale la pena esperarlo, suerte” y me fui. Ella también se dio media vuelta y se marcho dejando la iglesia mas solo que un domingo con solamente los cuervos en las torres. Mordiéndome los labios y los ojos rojos llegue a mi casa. Me eche a dormir.
Al día siguiente era domingo la llame en la noche, me contesto su madre y le di mi nombre falso, la mama la llamo y escuche calladito cuando ella dijo "¡Dile que no estoy!" Y desde ese momento comenzó la ardua tarea de olvidarme de ella.
El telón había caído nuevamente, los aplausos a mi estupidez fueron la ovación de pie. Y el tren cargado de mis ilusiones dejo otra estación sin pasajeros. Las esperanzas que se formaron se multiplicaron por cero y se anularon. Fueron efectivas esas palabras que le dije, al parecer tenían el suficiente veneno en mi contra para detener este cuento suicida.
Esta es una historia real no le sucedió al amigo de ningún amigo me sucedió a mí. Y de Alexandra lo último que sé, es que la semana pasada cuando pensaba en escribirle esta historia la vi desde el bus en el paradero. Más madura a simple vista, igual de guapa la misma belleza de hace 10 años y su inolvidable lunarejo debajo del ojo derecho. C.G.
Gercar lo dijo.
FOTOGRAFÍA: DEVAN PLANTAMURA.
Comentarios
Publicar un comentario
Continua leyendo