LO QUE CREEMOS NOS HACE FELICES PERO NO SABEMOS QUE ES.

Hubo una vez en que estábamos sentados esperando que suceda “ese no sé qué” capaz de cambiar mágicamente nuestro destino. 

Literal, viví esperando a que “eso” pasara. Y "eso" nunca paso.

No tenía claro que era “eso” tan especial que tenía que pasar. Solo vivía. Creía en ese deseo y esperaba se hiciera realidad para finalmente RECIEN poder EMPEZAR a ser feliz.

Los días de espera se convirtieron en meses y finalmente en años y más. Al igual que yo muchos seguíamos sentados esperando “ese no sé qué” y no pasaba nada. Como si el narrador de nuestra historia no se le diera la gana de llevarnos a la parte más interesante de nuestro libro donde seamos los protagonistas y obtuviéramos todo lo que queremos. 

Nos volvimos egoístas y egocéntricos, pensando que somos el centro del todo.

Creía que conocía lo que me hacia feliz. Creíamos que sabíamos que nos hacía felices. Nos confiamos de conocer el camino correcto pero cuando llegamos al final de esa ruta nuestra decepción fue grande al descubrir que seguíamos la felicidad de alguien más pero no la nuestra.

¿Por qué?

Pensamos que todo en la vida tiene que pasar como queremos. Esperando y esperando que eso pase, cuando te das cuenta, “eso” no es real y has desperdiciado el tiempo esperando una utopía. Estuvimos esperando como idiotas, una idealización de la realidad, un final feliz, incluso una persona perfecta.

Entonces un día desperté con esta nueva mentalidad. En la que no necesitamos esperar a que las cosas pasen. Ya sé que suena a un libro de autoayuda, pero léelo bien y analízalo con cautela. NO ESPEREMOS.

No puedes esperar que alguien te entregue felicidad. No existe una zona perfecta en la que podamos vivir. Todo está conectado a una serie de mecanismo recíprocos, dónde vas a obtener lo que has otorgado.  

Lo que creemos nos hace felices pero no sabemos que es, es precisamente eso. No percatarte de que lo eres, porque te has dedicado más a vivir y esperar a que suceda algo. 

Hacer es mejor verbo que esperar.

Por Carlos Gerzon