LOS BESOS NO SE PIDEN, SE ROBAN


Habían pasado cerca de 500 noches sin que pisara ese lugar. Desde el momento en que puse el pie dentro sabía que cosas inesperadas podían pasar. Es como cruzar el espejo; un mundo donde todos están locos pero lo disimulan muy bien. Un lugar, que, cuando el alcohol sube y los instintos bajan, todo puede suceder. Y como en una película de saw, nunca sabes donde puedes despertar (tampoco tan tenebroso), pero es verdad que a veces no es tu cama donde amaneces (así me han contado...).

Esta noche era mía, quería que solo fuera mía. Necesitaba esto, estar solo. Por fin solo. Lejos de todos, lejos de los malos recuerdos. Las penas, en mi caso, se olvidan bailando. Hoy tenía mucho que bailar. Necesito bailar.

En la puerta hubo algo de alboroto. La gente se abrió como el mar rojo para dejar entrar a un grupo de chicas acompañadas de un chico, evidentemente modelo, o algo así. Músculos inflados, cara bonita y peinado metrosexual, llevaba tres aretes, dos en una oreja y el tercero en la nariz.

Después de esperar unos minutos, entré. La música era diferente a la que ponían hace más de un año, la gente era diferente. No reconocí ni un solo rostro. 500 noches antes habría saludado a la mitad de la población que acude ahí.

Los pasillos al baño estaban llenos, felizmente se podía fumar dentro, había cola hasta para el espejo, solo me hacía falta un par de retocar el flequillo. Apoyado en la pared mientras se acomodaba los jeans que le quedaban ajustados, el arete en la nariz, más sexy aun de cerca, reconocí al chico que estaba en la entrada.

Los tatuajes en los músculos inflados, me pusieron nervioso. Se me acerco, y se detuvo frente a mí, me miró como si me conociera. Levantó la mano, y arranco el cigarro de mi boca y lo puso en la suya, le dio una o dos pitadas, mientras que mi ceño se frunció en automático, desconcertado pero a la vez curioso de que lo pasaba. El mismo chico que vi al entrar, no cabía duda. Con acento centroamericano y piel de color whisky, o más bonito; me lanzó el humo sobre la cara de la manera más arrogantemente provocativa. Esparció cada ola de humo sobre mi rostro, y sentí que me adormecía todos los músculos. Quedeé inmóvil, embobado y dispuesto.

“¿Por qué tan solo?”

Fueron sus primeras palabras en salir después del humo. 

Si hubiera sabido que las películas pueden volverse realidad, y sobre todo, si lo hubiera sabido aquella noche, hubiera ido con una camisa más bonita y quizá con una conversación que encaje bien a esa pregunta. Pero los nervios y el shock, me enmudecieron. Su acento extranjero hizo que gotearan todas mis lluvias inferiores.  

No pude contestarle de inmediato. Cuando quise decirle algo, fue como un susurro, casi con las palabras ahogándose en mi lengua “bien".  Pero creo que no me escuchó. Y no pude decirle más, porque si era un sueño o una película, no quería despertar aun.

“¿Te puedo dar un beso?” 

Continuaron saliendo palabras, palabras mayores. Al escucharlo, quería explotar de risa. Que cliché y patético sonaba. Pero la verdad es que si podía dármelo, pero no preguntármelo! 

Solo hazlo. Róbamelo.

Ningún ladrón avisa antes de atacar. Duh. No le dije nada solo dejé que mi silencio le diera la respuesta que ambos queríamos:

Su labio extranjero atrapando el mío, con sabor a humo y menta. 

Me besó suave pero letal, que dejo inmóvil todas mis actividades motoras. Fueron 7 segundos los que pasaron desde que me arrebató el cigarro y me besó, para luego irse diciendo “nos vemos”. 

“No tenias que preguntarme…” le dije cuando me devolvió el cigarro, antes de que saliera del baño.

NO entendí que había pasado. Corrí al espejo para saber si esa noche tenía algo de extraordinario o lo que sea que me diera una explicación.  Pero no. Solo estaba yo. 

Salí directo a la puerta, saqué la caja de cigarros, pero ya no me quedaba ninguno. Subí al primer taxi que encontré en la calle. Mis amigos estaban en camino pero ya no quería quedarme ahí.  Cerré la ventana porque me dió frio y pensé en lo que me dijo:

“Por que tan solo?"


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