EL CHICO DEL BUS Cap. #04 EL ALIENTO CONGELADO
Cuando llegaron las seis de la tarde, tuve ganas de ir caminando a mi casa e ignorar el bus. Mi cara se ponía roja solo de pasar por ese paradero. Hoy escuché su voz nuevamente, suena gruesa por el teléfono, tuve la impresión de que estaba enojado. El timbre de su voz mostraba impaciencia y al insistir en preguntar: ¿Aló? ¡¿Aló?! Exhaló aire resignado, como si alguien le hubiera quitado minutos valiosos de su tiempo y de su carácter.
Después del almuerzo de hoy el apetito se me quitó, incluso el hambre de conocerlo. Colgó después de repetir insistentemente: ¡¿Quién es?!
Hacía frío, el aire se llevaba mi cerquillo y traté de acomodar mi cabello que se despeinaba a cada rato. Caminé un par de calles hasta el edificio donde trabaja una amiga que antes solía trabajar conmigo. Le escribí para vernos cuando salga de su trabajo, casi a la misma hora de mi salida. Quiero contarle la historia del chico de la mirada misteriosa. Definitivamente ya no podía hablar con Mía. Me enfadé con ella luego de su comportamiento. Ella no entiende que estos temas no son un juego. Cree que “nosotros” somos seres que se divierten todo el tiempo. Tenemos la mente abierta pero eso no nos hace menos sensibles.
Diana, mi amiga, tiene tanto trabajo que es probable que demore en salir de su oficina. Al llegar al edificio donde labora esperé en el lobby del primer piso, y empecé a revisar mi móvil para distraerme y esperar por ella. Uno se puede perder en medio de las redes sociales e interacción en internet, al punto de perder contacto con la realidad. Sin embargo las circunstancias pueden llevarnos a aterrizar al mundo real nuevamente aunque no lo deseemos.
Un amigo una vez dijo: cuando suceden cosas que uno no espera y son tan increíbles como las películas, es la vida imitando al arte. En las películas de terror, las escenas del asesino sorprendiendo a la víctima en el momento en que menos espera, se inspiran en sucesos reales, por ejemplo la historia de mi vida.
Mientras le escribía a mi amiga, apareció un mensaje de un número desconocido en mi móvil.
“Hola, soy H”
Miré a todos lados, como si me estuviesen acechando o haciéndome una broma. Buscando su cara pero no encontraba nada, eran solo mis nervios haciéndome inseguro.
Al principio no entendí: cómo es posible que él me envié un mensaje. El número en el boleto del bus, es prueba de que solo uno de nosotros brindó información personal. Yo nunca le escribí ni lo llamé. Mientras analizaba lo que sucedía me acordé de Mía, tuvo que ser ella. Lo que pudo haber pasado es que H le devolvió la llamada después, como ella le marcó desde su celular… Seguramente ella, algo mal de la cabeza y sin pensar en lo que yo quiero, le dió mi número. Qué vergüenza. Ya no sé de qué color poner mi cara, el rojo ya se me gastó.
No sabía si responder de inmediato o pretender no haber visto nada mientras pensaba en una forma de actuar. Al rato llegó otro mensaje:
¿Estás?
Me sentí con la obligación de responderle. Él había tomado la iniciativa dos, hasta tres veces (contando lo de ayer cuando me entregó su número anotado en el boleto del bus). Es momento de corresponderle. Hacerme el difícil no era una opción. Yo no soy así.
Hola
Comencé a escribirle. Un saludo, luego algunas disculpas por la llamada sin responder que le hizo Mía. Y finalmente - como bien analicé - me dijo que Mía le había pasado mi número. Luego de esa confirmación él me hizo un reclamo.
“¿Por qué no me escribiste?”
Diana no bajaba, miré hacia el ascensor cada vez que sonaba el timbre de llegada para ver si ella salía del mismo.
Empecé a conversar con H, y suena tan surreal decirlo. Antes solo eran miradas, miradas que hablaban con más intensidad y significado que una conversación. Ahora es turno de las palabras. ¿De qué podría conversar con él? No sé cómo empezar.
Ante todo le explique rápidamente cómo sucedieron las cosas y cómo Mía lo marcó desde su celular. Él creyó que yo no quería hablarle. Si supiera que moría de ganas de escribirle desde que me dió su número.
Sin darme cuenta pasaron varios minutos y estábamos teniendo una conversación entretenida. Antes me preocupaba el hecho de no tener tema de conversación con H. Sin embargo esa angustia se esfumó porque H tiene sentido del humor y es mágico. Literal, lo es. No sé cómo, quizá tiene un sombrero y en lugar de sacar conejos, él podía sacar temas de conversación o trucos para atrapar mi atención. Es un experto, porque cuando yo creía que ya la conversación no tenía hilo para seguir, él me atrapaba con alguna pregunta o comentario que desataba interés en mí.
Mis dedos escribían lo equivalente a todo lo que escriben mis amigos en los grupos de conversaciones por whatsapp. Pasaron más de quince minutos, y mi amiga no salía de su oficina. Le marqué al celular y cuando me respondió se asombró de que aún siguiera allí esperándola. Hacía como diez minutos me había escrito que tenía mucho trabajo y no le era posible salir, que la disculpase.
Yo estuve tan concentrado en la conversación con H que me sacó del sistema solar y me llevó a otro espacio, me desconectó del resto. Ya no me sentía en obligación, tampoco sentía que debía responderle cada mensaje, simplemente era una conversación fluida y amena sin analizar ni pensar nada.
Salí del edificio y comencé a caminar hasta el paradero más próximo. El aire helado volvió a despeinarme pero ya no me molestaba en acomodar mi cabello. Comenzó el aire a soplar más fuerte y con llovizna. El paradero más cercano está a una calle más de distancia. Corrí antes de que el bus me dejara. Empapado encontré un asiento al final, el bus estaba casi vacío, no había ningún rostro familiar.
Los buses en Lima, tienen las peores condiciones. Las ventanas a veces se atascan y no pueden abrirse o en otros casos cerrarse. En verano el calor es insoportable, no hay aire acondicionado y en invierno el frió se filtra por cualquier rendija. Yo tenía las manos heladas.
Un detalle del cual me percaté mientras nos enviábamos mensajes es la falta de una foto suya. Para poder verlo es necesario guardar el número antes.
Eso me recordó que ni él me había preguntado por mi nombre ni yo por el suyo. Finalmente estoy a punto de descubrir el misterio de la letra H.
- Me vas a decir cómo te llamas o te dejo con la H.
H, envió mensajes con risas escritas.
- Aún no adivinas. De seguro te tomó un buen rato el tratar de adivinarlo.
- La verdad no se me ocurren muchos nombres. – le respondí.
- Adivina conmigo. Inténtalo. Te aseguro que no adivinas. – dijo él.
Luego de escribirle algunos nombres, el finalmente se resignó y escribió su nombre con todo el suspenso que el momento ameritaba.
Yo estaba como emocionado de conocer su nombre.
H _ _ _ _ _
Nunca lo hubiese adivinado. De inmediato guardé su número y en segundos, así como el sol sale en la mañana, apareció su foto. Es una selfie1 con el espejo de la cintura para arriba. Mis ojos se quedaron fascinados al ver los seis cuadrados que adornan su zona abdominal y dos líneas oblicuas formando una V de los costados hasta donde mi imaginación quiere entrar y perderse.
En el pecho tiene tres tatuajes, el más grande tiene forma de unas notas musicales que se deslizan en un pentagrama que hacía música en mis ojos; y dos estrellas debajo del pezón derecho. Pero lo que más me gustó y me volvió loco de deseo fue el descubrir que tanto los hombros como el pecho están adornados de pecas que terminaron por enamorarme.
En ese momento mi cuerpo humano comenzó a reaccionar y tuve que colocar el libro, el cual a veces llevo conmigo, encima de mi entrepierna para que no se notara las consecuencias que mi pantalón padece ante las transformaciones que hacen las venas y la sangre.
H, en ningún momento me escribió alguna insinuación. Ni falta que hace, con esa foto las intenciones hablan solas. No tardaría en hacerlo, estoy seguro. Lo que él busca es sin duda lo mismo que mis pantalones están dibujando en estos momentos. Lo deseo y quiero pensar que él también me desea. Es que acaso el número en el boleto del bus no es prueba suficiente. En algún momento ha de suceder y yo podría acelerar las cosas. ¿Debería ponerme en jaque rápidamente? O hacer este juego algo más prologando y llevarlo a los tiempos extras, incluso penales. Quizá me hago un autogol si lo hago esperar. Creo que lo mejor es dejar que H tome el primer paso.
El bus seguía casi vacío, eso es raro. Ya eran casi las siete de la noche, el tráfico está más que insoportable. La conversación con H fue tan intensa e ininterrumpida que me percaté que ante mi último mensaje él no respondía. Entonces sentí que quizá ya es momento de dejar de conversar con él y que, finalmente, los temas de conversación sí se acaban y no podemos hablar por siempre y sin respirar. Guardé mi celular en el bolsillo y traté de leer un poco.
H hacía honor a su nombre y se quedó mudo. Ya no respondía, quizá estaba ocupado, y con carácter, como cuando Mía lo llamó. Cerré la ventana delante de mí de un solo golpe, el frió comenzó a hacerse insoportable y yo también. Es tonto, pero lo admito, me puse de mal humor. Detesto cuando ven mis mensajes y no responden.
Tanto hube caminado para encontrarme con Diana y tan denso estuvo el tráfico esa noche que el bus avanzaba unos segundos y luego se detenía como diez minutos. Tanto así que recién íbamos a pasar por el paradero cerca de mi oficina. Aún estaba como a cuatro calles de distancia.
El bus se quedó un buen rato en uno de los paraderos esperando que más gente subiese, luego de unos minutos cerró las puertas y estuvo repleto de pasajeros. Nadie más podía entrar ni colgado por la puerta. Las personas que no pudieron subir empezaron a golpear fuerte las puertas para que los dejasen subir, es un caos.
“No pueden esperar el siguiente bus” pensé. Me pusé de malhumor, seguía un poco ardido por el desinterés repentino de H que no se dignaba a responderme. Más callado que la H. Intenté abrir la ventana porque con tanta gente dentro empezaba a sentirse el ambiente cargado, pero la cerré tan fuerte al punto de atascarse y ya no pude abrirla. Intenté forcejearla pero nada, y cuando ví hacia afuera me llevé una sorpresa. Reconocí su cara y su barba a pesar de que estaba mojado por la lluvia.
¡Ay dios mío es él!
H estaba afuera, caminando a paso lento, el bus iba más lento que él.
Vi cómo intentó subir pero no lo dejaron. Dentro de mí quería salir el grito “déjenlo subir”. El semáforo se puso en rojo y él se quedó quieto en una esquina. Pensé en escribirle, quise que supiera que yo estaba cerca de él.
La ventana seguía atascada. Pero ya no tuve que preocuparme por eso. H levantó la mirada hacia el bus y también me reconoció. Se sacudía algo de lluvia de su cabello y me sonrió al mismo tiempo que levantó su mano a saludarme. Sus labios comenzaron a moverse pero no se escuchaba nada, había tanto ruido de los autos, cláxones, la gente, la lluvia y la ventana que no se pudo abrir.
Su mirada de siempre pero esta vez la sentí cálida, H seguía gesticulando su boca como tratando de decirme algo. Al instante me señaló su celular y haciendo un gesto me dió a entender que su batería había muerto. Ahora entiendo porqué no respondía mi mensaje.
¿Han visto la película Titanic2? Si es que la han visto, recuerdan la escena en la cual mientras el barco de hundía, Jack le ordena a Rose que suba a uno de los botes salvavidas y ella se rehúsa porque no quiere dejarlo. Sabe que va a morir si se queda en el barco. Y mientras el bote baja lentamente suena la música que hace llorar hasta a una roca. Y cuando nadie se lo imagina, ella se pone de pie y salta nuevamente hacia el barco y corre en busca de Jack.
Bueno algo así es lo que yo quise hacer en el momento que vi a H mojándose en la lluvia sin poder subir al bus. Quise bajarme y correr hacia a él. Lo sé, soy un cursi y romántico. Lo sé.
H, seguía hablándome pero yo no lo escuchaba. Sin embargo gracias a un amigo que sabe leer labios aprendí unos truquitos. Al cabo de unos segundos no fue necesario leer sus labios porque comenzó a gritar (¡Sí a gritar!)
“¡Hey, hey!” decía esperando que paren el bus por él. Gritaba y se reía de sí mismo. Ese tipo de locura es la que necesito en mi vida para llenarla de estos momentos increíbles. El bus comenzó a avanzar lento, el caminó un poco más rápido.
H llegó hasta mi ventana y sin importarle el lugar, ni el momento, ni el cómo; dijo lo que dentro de mí esperaba leer en sus mensajes, pero fue mejor escucharlo de su boca...
H llegó hasta mi ventana y sin importarle el lugar, ni el momento, ni el cómo; dijo lo que dentro de mí esperaba leer en sus mensajes, pero fue mejor escucharlo de su boca...
- ¿Nos vemos mañana?
La señora a mi costado, vio la cara de H y puso cara de indignación. Yo moría por responderle, pero imposible por el celular y la ventana no abría. Pude asentir con la cabeza dándole mi respuesta pero el destino sabe hacer su trabajo muy bien; y con la ayuda de la naturaleza crean esos momentos indicados y dispuestos a suceder.
El frío me ayudó a exhalar mi aliento congelado hacia el vidrio de la ventana hasta que esta se opacó. Una vez hecho esto dibujé unas letras con mi dedo índice. Solo bastaron dos movimientos para responderle:
“Sí”
1. Término inglés que se emplea como sinónimo de autofoto o autorretrato. Se trata de una práctica que tiene más de un siglo de antigüedad, pero que ganó una gran popularidad en el siglo XXI gracias a las nuevas tecnologías y a las redes sociales.
2. Película de 1997 protagonizada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. Dirigida por James Cameron.
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