EL CHICO DEL BUS Cap. #09 ¿EL CAMINO A CASA?


Llega un momento en la película de terror, en el cual, el protagonista se queda sin salidas ni escapatoria. Atrapado como en un callejón sin salida con el asesino. Entonces tan solo le quedan dos alternativas: resignarse o enfrentar lo que tiene frente a sus ojos. 

- “No es necesario que me lleves” le dije. Mientras veíamos por el espejo retrovisor como nos alejábamos de la casa de su novia. 

H estaba inexpresivo, con la mirada al volante. Subió los vidrios y encendió el aire acondicionado. No dijo ni una sola palabra durante los minutos que tomaba salir hacia la carretera. 

Esta era mi escena, en la que no tengo salida y debo enfrentar lo que está frente a mí, en este caso, lo que está a mi costado, manejando. 

El silencio en el cual se encontraba inmerso H, era lo mejor. Yo tenía pensado en permanecer igual de callado, pero dentro de mí tuve esa sensación visceral, como con ganas de vomitar todo lo que tenía en mi cabeza. Sin embargo me contuve y permanecí callado, consciente de que un silencio así de prolongado es muy incómodo.

“No tienes derecho a reclamar nada, él y tú no tienen nada” con ese idea resignada, recosté mi cabeza contra el vidrio tratando de mirar algo fuera del auto que me distraiga, pero la noche ya había caído, solo veía lo que los faros del auto tenían al frente. 

“Antes que digas algo, no tenía idea que tú eres el fotógrafo” H empezaba a dialogar.

 Hice como si no hubiera escuchado y seguí con la vista pegada al vidrio tratando de contener la avalancha de reclamos. 

“Quien diría, resultaste todo un artista, manejando ese tipo de situaciones” decía. 

Al escucharlo tratando de insistir en empezar una conversación, mi lado infantil salpicó, mediante mi lengua, algunas respuestas  “¿Te refieres a “esta situación” o la sesión de fotos?” le respondí.  

H se encogió de hombros y sonrió, movía su cabeza de un lado a otro, como dándose cuenta que esta tratando con un niño de 8 años en medio de un berrinche. Y antes de que pudiera preguntarme algo más o iniciaría otro comentario, me incliné hacia delante y subí el volumen al radio, una Some velvet morning sonaba en ese momento.

“No entiendo que te pasa, estas con esa actitud desde que Romina nos presentó, parece que no me conocieras” H insistía en conversar. 

“No te parece que hubiera sido mejor que hoy fuera la primera vez que nos saludamos” le respondí en tonos sarcásticos, ante la insistencia. 

“Bueno eso ya ocurrió en el bus hace semanas” dijo él con un descaro agudo. 

Puse los ojos en blanco, lleve mi cara y mi mirada hacia el vidrio nuevamente tratando de recostarme, esperando que acelere para llegar rápido a mi casa. Pero H estiro el brazo y bajo el volumen.

“No entiendo, porque parece que estuvieras enojado” - insistente tipo. 

“No eres soltero, No eres como yo, no completamente. No tienes novio, tienes novia. Y No me interesa (mentira) saberlo. Y no, no estoy enojado” Finalmente le respondí hastiado de su insistencia. 

“Son demasiados No en una oración” H dijo eso tratando de ser gracioso pero al ver que no respondí, hizo honor a su nombre y se quedó mudo. Un silencio que duro varios minutos, lo suficientes para disminuir esa intensidad en su mirada. Y yo volví a la posición indiferente que adopté desde que me subí a su auto. 

“Falta como una hora antes de llegar a la ciudad, ¿Quieres comer algo en el camino?”

Mi rostro se transformaba, como si una bestia o algún demonio que se le escapado a alguna tabla de ouija, se hubiera apoderado de mí. El cinismo es todo un arte, y H está demostrando que tiene talento para ello. No le respondí y se sintió como un “visto” de whatsapp. 

En lugar de discutir con él por algo que no puedo discutir con él, decidí tratarlo como lo que es, el novio de la chica que me contrató para tomar fotos. Responderle lo necesario y no iniciar conversaciones. Guardar mis comentarios y posibles reproches. No tenía caso. Él no me pertenece como para reclamar por él. Me gustó mucho lo que sucedió, y todos sus mensajes diarios en ese entonces. Pero ahora que estoy en su auto, lo veo sin mascara y resulta que el hombre bajo ella, es igual a todos los idiotas que ya he conocido. 

Entonces ¿Para qué molestarme? como dice mi amiga “Hasta para odiar se necesita lo mismo que para amar”. La indiferencia funciona mejor en estos casos, y tomando consciencia la culpa la tengo yo por fantasear más de la cuenta. (Cuando aprenderás) 

El camino a casa estaba por terminar, la hora de viaje pasó rápido. Cuando me di cuenta estábamos en la ciudad.

“Si no te molesta, pasaremos por mi casa un segundo” dijo él. 

Si me molesta, porque mientras más tiempo pase en el asiento copiloto, es probable que mi autocontrol pierda efecto. Él no tiene la más mínima intención de dar explicaciones de nada, y quiero evitar pedírselas, porque si lo hace, al escucharlo, se desatara el nudo en mi garganta saliendo todas esas cosas que quiero decirle. Unas cuantas verdades no le caerían mal. Pero sigo analizando a H en mi silencio. Es un chico impermeable, todo le resbala, es más fresco que el helado de menta.

Me pregunto si H está interpretando mi silencio de alguna forma. Quizás cree que ya me resigne a que las cosas sucedieron así y nada más. Lo más probable es que ha dado por hecho que ya lo acepte y ni modo, “Ya se le pasara” pensará. 

No tengo idea como los ojos de H están interpretando mi lenguaje corporal, mi indiferencia.  Esos ojos que son mi punto débil, por eso estoy evitándolos desde que salimos de la casa de campo de su novia; tratando de mirar al vidrio, al vacío. 

Al cabo de unos minutos, estacionamos en la cochera de su edificio. Y bajamos del auto, y me disponía a encender un cigarro.

“Te lo puedes fumar arriba, vamos quizás me demore un poco más que un segundo” dijo H mientras se metió al ascensor esperando que yo me suba. 

Se lo que deben estar pensando “Ahí va otra vez”, el viejo cuento. La verdad es que dudo mucho, que intente algo conmigo, no lo creo tan hijo de puta. Obviamente no quise subir, pero la verdad es que desde la mitad del camino en su auto que quería ir al baño, en mi afán por ignorarlo me acabe una botella de agua de un litro, que por los nervios tomaba sorbo tras sorbo sin siquiera tener sed, solo por la ansiedad que me produjo la situación.  

Entramos al departamento y fui al baño, mientras él fue directo a su habitación. 

Al cabo de un minuto salí y espere en la sala, solo para darme cuenta que el “segundo” que iba a tomar H en hacer o buscar lo que tenía que buscar, se estaban convirtiendo en minutos y en unos muy largos. 

Luego de 15 minutos empecé a perder la paciencia, y lo llame en voz alta para que se diese prisa, pero no me respondió.  Pasaron 25 minutos.

No debí, pero aun así no aguanté la curiosidad y paso a paso me acerque a la puerta de su habitación y gire la perilla hasta que se abrió.

Las sabanas estaban en el suelo y él encima de la cama envuelto solo en sus calzoncillos blancos fumando, lo que sería su 4to cigarro, según lo que podía distinguir en el cenicero. 

- Si llegaba al minuto 30 y no entrabas, te aseguro que me vestía y salía para llevarte a tu casa - dijo H con el descaro que imperó todo el camino hasta su casa. 

- No dejas de sorprenderme -  fue mi respuesta, en tono resignado. 

- Pensé que no entrarías- se levantó de la cama y se acercó. La tela de su ropa interior ya estaba estirada y tensa…

- Hijo de put…-  no termine de decirle algo más porque, evidentemente, caí en su trampa, una excelente ratonera que no llevaba queso, tan solo usó un beso.  

Continuará…


Leer Capítulo X: Coloquio final en sus sabanas

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