SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS Cap. #05 CONVERSACIÓN EN NOTRE DAME




24 Horas es el tiempo que me quedaba en esta ciudad. La cuenta regresiva había empezado justo después del mediodía. David y yo nos levantamos temprano para hacer compras y visitar los lugares pendientes en el mapa.

El día avanzaba más rápido que una rata de laboratorio enjaulada corriendo sobre una rueda. El sol era abrasador, y los parisinos parecían malhumorados, o quizá era yo. Me sentí raro, tuve hasta pereza de sacar mi cámara para hacer fotos. Pasé las horas haciendo únicamente selfies. Mi mente estaba en otro lugar, pensando e imaginando lo que sucederá el día de mañana.

En la primera parte de esta historia, conté que mi amigo había comprado mi pasaje a París con una fecha equivocada. Un error que me trajo a donde estoy ahora, al lado de David. El hechizo de mi hada madrina (mi amigo) se estaba acabando y al igual que cenicienta estuve bailando y bailando esperando las doce campanadas. Pronto llegaría el momento de decidir si dejar o no el zapato de cristal en manos de David.

Cerca a las dos de la tarde llegamos a la Catedral de Notre Dame. Mientras Jonas trataba de llegar a tiempo para pasar la tarde con nosotros, David y yo subimos al campanario de aquel edificio de estilo gótico. Las gárgolas a pesar de su aspecto terrorífico son bellas y llenan de un aire mágico las alturas de París. La nostalgia era cada vez más pesada y la sentía sobre mí, la llevaba a cuestas como una piedra en la espalda, como el jorobado en el campanario de Notre Dame, viendo todo desde arriba. 

Al bajar, Jonas había llegado y mientras David nos dejó a solas para encontrarse con un amigo que acababa de llegar a París, decidimos sentarnos a la sombra de las gárgolas a un lado en el parque. Nostálgicos y ansiosos.

Es bueno regresar a la realidad y volver a ver a tu familia y amigos, esas personas que tanto extrañas y que también te extrañan. Sin embargo, es triste dejar esta ciudad mágica, con amigos nuevos y personas especiales. Queremos mucho y no podemos tenerlo todo. El tiempo es egoísta, solo nos presta días y horas contadas. Yo quisiera quedarme más tiempo y conocer más. La realidad poco a poco se asomaba como el sonido de un despertador en pleno sueño parisino.

Luego de hablar de lo que nos espera cuando tengamos que irnos, fue imposible no hablar de amor estando en París. Le conté a Jonás lo que sucedió anoche con David mientras veíamos la película.

Jonas    : Aww, que romántico es David. Y ¿Qué le respondiste?
Yo           : Me hice el dormido.
Jonas    : ¡¿Por qué?! – Exclamó exaltado y asombrado - Amigo, vive tu romance parisino – agregó.
Yo           : Por eso mismo amigo, “Es un amor en París”. Tiene fecha de caducidad.
Jonas    : No puede ser que seas tan pesimista ¿Quién no quiere enamorarse en esta ciudad? Tú has tenido suerte y con un buen chico. ¿Quién te entiende? En Lima nada, y aquí tampoco…
Yo           : Amigo, todo esto que estoy sintiendo tengo que guardarlo para el último momento, creo que es lo mejor.  
Jonas    : ¿Qué le vas a decir? ¿Qué pasará con ustedes? Amigo, a David le gustas, y le gustas mucho, se nota.  
Yo           : A mí también me gusta él.
Jonas    : ¿Entonces?
Yo           : Entonces nada, él se va México y yo me regreso a Lima.
Jonas    : No van a seguir esto tan lindo que nació en Paris entre gárgolas y croissants…- 

Jonas comenzó a reírse mientras simulaba un baile gracioso.


Yo           : Jonas no te hagas el soñador, que eres más sensato que yo muchas veces. Sabes perfectamente cómo funcionan los amores a distancia… ¿O ya olvidaste tu situación?

Jonas se quedó callado.

Yo           : Yo no quiero un amor que no pueda tener cerca. No podría. Esta será mi última noche en Paris y quiero vivirla al máximo. Iremos a la fiesta del barco anclado en el río Sena y no hablaremos de despedidas ni de amor hasta que sea estrictamente necesario. Quiero dejar eso para el último minuto si es posible, porque si cargo con todo esto desde ahorita, no podré disfrutar los momentos que aún quedan.

Jonas se percató de mi incapacidad para fingir que estaba todo bien, y hábilmente cambió el tono de la conversación a una más divertida, la cuál no habíamos tocado desde aquella noche en el club. Nuestra primera noche en París.

Jonas    : Bueno amigo ni modo. Te iras de Francia sin probar el producto nacional. Cambiaste el baguette por la torta de jamón.

Solté tal carcajada, que probablemente se escuchó en ambos extremos del Sena.

Yo           : Eres un imbécil. Pero tienes razón. He dejado de hacer muchas cosas que hubiera querido hacer.

Jonas    : Y valió la pena. No tendrás tu amante parisino como querías, pero tienes a tu charro mexicano. AY AY AY!!! ÓRALE! – Jonas seguía con sus bromas oportunas. Necesitaba esos comentarios para distraerme.

Yo           : Yo sé bien que estoy afuera, pero el día que yo me vaya de París, sé que tendrás que llorar.

Jonas y yo           : Llorar y llorar… llorar y llorar….

Ambos muertos en risa.

Jonas    : No te puedes quejar, estas viviendo un romance como de película, y para colmo en París! Te odio porque yo estoy más solo que un hongo.

Nuevamente volví a reír, pero es cierto. No me esperaba lo que estaba ocurriendo. Parecía todo armado como una especie de cortometraje. Pero no, todo es real. Y debo agradecerle a mi amigo en Milán que compró el boleto del tren a París con la fecha equivocada.

Probablemente si mi plan original funcionaba, es decir, llegar a París un día antes; todo sería distinto. Al llegar al hospedaje, David no habría estado ahí sino hasta el día siguiente. Es decir, yo tendría de ventaja varias horas, en las cuales hubiese conocido otras personas. Sin duda, hubiese encontrado el amante parisino que tanto ansiaba desde que dejé Milán.

Yo           : Todo hubiese sido distinto amigo.

Jonas    : Todo sucede por algo.

Yo           : Touché.

En ese momento David volvió con su amigo y Jonas se despidió de nosotros para hacer unas compras. Las horas seguían su curso, indiferentes a mi deseo de quedarme. Volvimos al hotel y no tuvimos tiempo de nada, cuando nos percatamos eran casi las siete de la noche. El sol se pone tarde y nos olvidamos que no estamos en Latinoamérica.
               
A pesar de ser el cuarto día en París, aún no nos acostumbrábamos a muchas cosas. Entre ellas la puntualidad de los parisinos. Hoy habrá una fiesta pride en el río Sena. La idea de despedir nuestra última noche en París, bailando y tomando en un barco a modo de disco sonaba muy atractiva y aseguraba un gran cierre. Sin embargo, no contábamos con la hora. Según el flyer del evento, la fiesta iniciaba a las ocho de la noche. Eran más de las nueve y aún no estábamos listos. Costumbre limeña. 

Bueno, aquí en París no es así. La fiesta inicia ocho de la noche y termina dos de la madrugada, literalmente todo cierra a esa hora.
               
Salimos cerca a las once de la noche. Jonas iría por su cuenta con unos amigos. David y yo estuvimos más desorientados que nunca. No demoramos más de una hora en llegar al lugar exacto.

                La música y los hombres guapos se podían ver y sentir desde lo lejos. Estábamos cerca. Finalmente, casi a la medianoche encontramos el barco y en la entrada estaban los amigos de David, uno de ellos es aquel que conocí en el almuerzo.
                
Al abordar nos encontramos con Jonas. David se encargó de comprar los tragos. Vaso tras vaso, mi cabeza comenzaba a acomodarse al ritmo de los parisinos danzantes. El barco se movía de un lado a otro. Subimos a cubierta de vez en cuando a tomar aire y fumar unos cigarros.

                Brindamos por nosotros, por París y por una noche épica. Hubo un momento en que solo me lancé a la pista de baile y me apoderé de ella. David me miraba, y podía adivinar lo que pensaba, porque yo también lo pensaba. Me acerqué a él y lo abracé. Me quedé en silencio y lo miré.

                Era ese momento el que había imaginado. 

Yo bailaba y bailaba y sabía que las doce campanadas estaban por sonar. Durante todo el día estuve tratando de bloquear ese pensamiento, quedan solo unas cuantas horas y no quiero ponerme romántico aún.


No quiero expresarme totalmente como quisiera porque dejaría entrar tantas emociones lindas que desaparecerán mañana junto a una resignación.

David estaba a punto de decirme algo, pero no lo deje. Lo besé y le dije: Baila.

Bailemos y ya mañana veremos.

Continuará…
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