EL CHICO DEL BUS Cap. #15 LO QUE DIGAN LOS ASTROS




“Atento a las señales. El universo te regalará la oportunidad de conocer a alguien muy especial. Las conversaciones que hoy tengas con otras personas abrirán nuevas perspectivas en tu vida”.

Mía cree bastante en estas cosas de la astrología. Leyó mi horóscopo como si se tratase de un evangelio de la biblia; concentrada y crédula.

-          -  Definitivamente debes de salir esta noche, Darling- Empezó a tejer teorías-.  Ya no sales como antes ¿Qué pasó con el chico fiestero?

A decir verdad, ni yo mismo sé dónde quedó aquel muchacho fiestero del cual ella habla. Mis ánimos habían cavado un hoyo y se escondieron en él. Tengo la capacidad de estresarme y envolverme en pensamientos negativos y fatalistas cuando algo no sale como deseo. Hoy es uno de esos días con la nube gris en la cabeza. Lo bueno del caso es que solo dura un par de horas, nunca dejó que se prolongue. He aprendido a controlarlo. Uno mismo tiene que darse ánimos.

-          Tienes que hacer lo que digan los astros, darling. Sal a conocer gente. Solías ser bueno en eso.
-          Mía deja ese periódico. No tengo ganas de una fiesta.
-          Darling, necesitas urgente una salida de viernes por la noche.
-          No tengo ganas de tomar.
-          Tú siempre decías: ¡Esa es la solución, bailemos con desconocidos! ¡Salgamos a besar extraños!
-          Lo siento, amiga. Te arruinaría la noche, créeme. Hoy no me siento yo.
-          Me preocupa verte decaído, tú siempre sonríes y hablas huevada y media. Hoy estas parco.
-          Es el calor Mía, ¿Vamos a comprar un helado?
-          Bueno vamos – Mía se acomodó los lentes- Ahora toca leer el mío, no podemos escapar a nuestro destino, Darling.
-          Eso es cierto, no podemos.
-          Será lo que los astros digan.

Mientras Mía buscaba su signo zodiacal. Yo, solo quise que se fuera y estar a solas con mis pensamientos antes de volver a la oficina. Para mí un momento a solas es una gran terapia. La soledad también es amiga.

Compramos dos paletas, y caminamos por la avenida. Mía se percató de la hora y se fue a su trabajo.
Afortunadamente.

Cerca de los últimos días del mes, las bodas en la agencia disminuyen. Este mes ha sido un coctel de emociones fuertes. Febrero siempre me hace lo mismo. Primero fue el día de los enamorados, luego el encuentro con A del cual pude salir casi ileso aquel domingo en el supermercado.

Me senté en una banca donde caía la sombra y me llamó la atención aquellos dos chicos que cruzaban la calle.

Tenían pinta de extranjeros que andaban de mochileros. Uno de ellos con facha de hipster, y el otro con sandalias y una chompa que derrochaba hilachos. Desde donde me encontraba sentado pude distinguir el olor a marihuana que perfumaba el cruce peatonal.

Uno de ellos arrojó la pava en el pavimento. El otro, con la pinta de hipster, sacó de su morralito una botella con agua. Ambos miraban algo desconcertados la pantalla del celular.

El hipster es guapo. Creo que estoy siendo prejuicioso en llamarlo así. De hecho, su look me gusta mucho. Tiene el cabello largo y amarrado hacia atrás, elevando la sobra de mechones convirtiéndolos en un moño; rapado a los costados. El estilo man bun había llegado para quedarse una buena temporada.  También me gustó su bigote exageradamente largo que le da esa onda cool y la barba corta como recién afeitada hace un par de días, era el toque que faltaba.

No son anglosajones, más bien argentinos. Pude distinguir el acento parrillero desde donde estaba sentado. Todo pasó muy rápido.

Aquel de cabello largo hablaba moviendo las manos como dibujando formas en el aire. Sus gestos muy afeminados y re argentino. El otro, se reía de lo que decía su compañero, mientras trataba de encender un cigarro con un cerillo. Muy vintage.

Me olvide de ser discreto. Me distraje tanto mirando al de cabello largo,  que la paleta se derritió y cayó al piso. Cuando pensé en abandonar la mirada, la suya volteo rápidamente y me sorprendió.

Baje la cabeza y el resto del helado se me resbaló de las manos; y ese malabarismo para tratar de evitarlo fue el espectáculo para aquel pibe. Quedé avergonzado y avancé hasta el basurero a arrojar lo que quedaba.

-          Hola, ¿Vos sabes dónde estamos?

Escuche detrás de mí la voz de unos de ellos. Y para mi deleite, es aquel con el look que me gustó.

-          Claro ¿Estás buscando algún lugar en especial? – le respondí amablemente.

Tenía la mirada entre cerrada por el sol, sus ojos brillaban.  No pude distinguir el color de su mirada, pero sus labios gruesos me distrajeron de la búsqueda.

Su compañero, se encontraba como a diez metros de distancia caminando hacia el quiosco en busca de agua. El argentino con el pelo hermoso comenzó a explicarme su situación.

-          Tenemos que llegar al Bed and Breakfast antes de las tres de la tarde, y luego ir a la salida del tour hacia las ruinas de Pachacamac a una hora de Lima. Tenemos problemas con el google maps- explicó- ¿Podés ayudarnos?

-          Claro- le respondí- mientras saqué mi celular del bolsillo.

Y así, lo que decía el periódico de Mía empezaba a tener sentido.

-          Hoy ha sido el día mas soleado desde que llegamos.
-          Si, insoportable. Pero esto no es nada para ustedes- le refuté.
-          En verdad no. Por allá este sol es como de primavera. En verano llegamos hasta más de 30 grados.
-          ¿Hace cuánto tiempo están en Lima?
-          Mira, llegamos hace una semana, pero estuvimos un día aquí luego viajamos a Arequipa y recién hoy a la mañana volvimos.
-          Arequipa es muy lindo. ¿Eres de Córdoba, verdad?
-          Tan rápido te diste cuenta.
-          Cordobés- le dije imitando el acento de los cordobeses, tratando de recordar a unos amigos con los cuales conviví hace tiempo.

El chico dejó salir una sonrisa. Y mientras sacaba un cigarro, continuó:

-          ¿Ya has estado por allá?

Me quede un rato riéndome. Y él se percató

-          ¿Te da mucha risa mi forma de hablar?
-          Un poco ¿No te molesta?
-          No para nada. ¿Ya has ido a Argentina?
-          No, pero debería. Hace años lo tengo pendiente y lo sigo postergando.
-          Muy mal lo que haces.
-          Lo sé, tengo buenos amigos allá.
-          ¿Solo tienes amigos en Córdoba?
-          También en Buenos Aires.
-          Genaro también es de allí.

El otro chico comenzó a gritar el nombre de aquel que estaba conversando conmigo.

-          Che, Donato. Díctame el número de la casa – Dijo el amigo.
-          Ya va – le gritó aquel que conversaba conmigo y se acercó a su compañero.

Donato es un bonito nombre. Diferente. ¿Está mal que me excite su nombre?
Pensé.

Cuando regresaron ambos, yo tenía el mapa listo.

-          Mira este es el mapa y esta línea azul es la ruta.
-          Uy buenísimo. Eres un divino.
-          No te preocupes.

Donato sacó su teléfono y le tomo una foto a la pantalla de mi celular donde apenas podía distinguirse el mapa.

Pensé que se iría sin más. Pero su amigo volvió al quiosco a comprar más cosas.

-          Pueden ir en taxi. Llegarían en poco tiempo.
-          No así está bien. Nos gusta caminar. Pero medio que nos desorientamos un poco. Y según veo no estamos tan lejos. 
-          No, creo que en treinta minutos están allá.
-          Hoy por la mañana estuvimos en el centro histórico. De ahí venimos. Allá hay un lugar lleno de vendedores con todo tipo de propuestas. Me sentí en la mafia, boludo.

Me reí por la forma de sus gestos cuando contaba la historia. El acento cordobés es muy divertido. La personalidad de Donato es de mis favoritas. Un espíritu aventurero, extrovertido y sin miedo a decir lo que piensa. Esa facilidad de llevarse bien con un extraño es algo que yo también haría si estuviese en otro país.  

-          No, sino da risa boludo, daba miedo- Aclaró Donato pero de una forma bromista.
-          No me rio de lo que me cuentas, me rio de la forma en que lo cuentas. Tu voz es graciosa- le dije mientras le arrebaté el cigarro de la boca.
-          Tu cara de ratón es graciosa y no me rio- Donato comenzaba a agarrar confianza, y a mí no me molestaba para nada. Y me sacó el cigarro de la boca y se lo llevó hacia la suya.

Me quede callado, y él también. Nos miramos con la típica cara que pone alguien cuando le haces un comentario disruptivo esperando una respuesta nada predecible.

Al rato ambos nos soltamos a reír. Y él se acercó a darme una palmada en la espalda. Ese es uno de esos momentos que deberían pasar más seguido. Aquellos que interrumpen la rutina.

-          No entiendo cómo es que teniendo tantos amigos en Argentina, yo incluido, no vas a visitarlos.

Pasaron varios minutos conversando y riendo. Donato había olvidado la prisa que llevaba. Finalmente su amigo regresó.

-          Che Genaro, te presento a G.
-          Hola ¿Cómo estamos?- Dijo aquel con el acento diferente al de su compañero, y agregó-  ¿Ya estamos listos?

Donato sacó su celular nuevamente y me pidió mi número.

-          Che vos debes conocer buenos quilombos, mañana tenemos la noche libre ¿Queres unirte?
-          Si claro – Pensé que nunca lo preguntaría.
-          Bueno dame tu número, y te escribo en la noche que ahora no tengo como.
-          Hace un momento encontramos una red wifi pero se desconectó. No pudimos hacer mucho- Agregó Genaro.
-          Yo he intentado cada vez que puedo, pero nada – Donato cerró la idea.
-          Dale, no te preocupes. Conversamos más tarde.

El brillo de su miraba apuntaba hacia la mía. Es lindo aquel bigotudo. Su personalidad me hace pensar que también le gustan los chicos, pero no puedo sacar conclusiones. Además es argentino.

Cuando terminó de escribir mi nombre en su agenda de contactos, la pantalla del celular regresó al inicio y pude distinguir una aplicación muy familiar de color anaranjado.

-          Bueno, ya tenemos que irnos. Muchas gracias por todo. – Genaro se despidió con algo de prisa.
-          De nada. ¡Suerte! Pásenla bien.  – les dije mientras se alejaban.
-          Mañana a la noche nos vemos- Donato se fue diciendo eso último y guiñando el ojo a la distancia.

Cuando voltearon, de inmediato busque la aplicación. Estoy seguro de lo que vi en el celular de Donato, es el grindr.

Donato contó que no tenía señal para encontrar el mapa. Sin embargo Genaro comentó que encontraron una conexión pero solo unos segundos. Si Donato usa grindr aún podría encontrarlo por localización. Mi mente ya empezaba a analizar.

La aplicación comenzó a andar y los perfiles a mi alrededor aparecieron; varios no tenían fotos y otros con rostros que ya había visto antes por la zona. Al rato cargaron más fotos y apareció un perfil a mi costado, a unos veinte metros. Eso significa que la persona estaba cerca. La foto no ayudaba mucho a reconocerlo. Cuando volteé Donato y su amigo, ambos ya estaban algo lejos.  

Tome asiento en la banca del parque y analice la foto de perfil que encontré cerca de mí. Es la única cerca, las demás distaban a cientos de metros y kilómetros. En la foto encontrada, podía verse el pecho y parte del cuello, con algo de barba: “Un decapitado” de acuerdo a mi calificación de perfiles. Sin embargo el color de piel era similar al de Donato y la barba semi crecida. Lástima que no saliese la boca, el bigote hubiera aclarado mis dudas.

Quizás es él. Lo guarde en favoritos y cerré la aplicación.

Por la noche en casa, antes de dormir no hubo mensajes nuevos. Donato no había escrito como dijo que lo haría.

Entre a la aplicación nuevamente. El perfil que marqué como favorito se encontraba conectado. Para mi sorpresa “el decapitado” que vi en la tarde había enviado dos mensajes casi a la misma hora que conocí a Donato, cerca de las 2 de la tarde. Recién me percaté y los leí:

“Hola
Y cómo vas?”

¡Es Donato! Tiene que ser. Me dispuse a responder inmediatamente, y en ese instante llegó un tercer mensaje:

“Despierto?”

Me senté en la cama y me acomodé un poco más. Esta conversación tiene para rato. Sin dudas y asumiendo una verdad, le respondí:

        “Hola Donato”

Continuará… 



Leer Capítulo XVI: El decapitado


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