EL CHICO DEL BUS Cap. #19 QUIERO SABER SI ME VAS A QUERER





Lo primero que pensé fue: “deslizar a la derecha" y entonces hicimos match en Tinder. Fue el tercer perfil que vi luego de descargarme la aplicación. Su nombre es K. Y no es el tipo de chico que yo esperaba conocer, sin embargo, tiene la conversación que yo esperaba.

Sé que en grindr corro el riesgo de ser encontrado por H. Eliminé esa aplicación. Use tinder hace tiempo, y conocí buenos chicos. Haciendo un análisis fugaz, es más probable conocer gente mucho más seria aquí. O al menos eso creí.

K es modelo. Esa fue una de las razones por la cual hicimos match. Él buscaba un fotógrafo, entre otras cosas. Su foto no le hace justicia, en persona se ve mejor. No buscaba amigos, buscaba una conversación interesante y un fuck body. Nunca lo dijo, pero deducirlo o leerlo entre líneas no fue difícil. Hablamos varios días hasta que finalmente nos conocimos. Vive muy cerca a mi casa.

Algo que no me gustaba de K es que él nunca iniciaba las conversaciones online. Siempre fui yo. Sin embargo, fue una tarde de sábado después de almuerzo cuando me invitó a su casa. Finalmente él daba el primer paso.

K vive en un departamento que comparte con roomates. Tiene un par de años menos, pero es mucho más conocedor que yo. A pesar de su aspecto es hábil e inteligente.

Aquella tarde de sábado él bajó hasta el primer piso a abrirme la puerta, el ascensor no funcionaba y subimos por las escaleras hasta el último piso.

K tiene buen gusto para vestir. No es clásico ni atrevido. Es extravagante y auténtico. Me sentí atraído hacia él. Es una persona diferente a todas las que yo había conocido hasta ese entonces. Su filosofía de vida es el yolo1 y odia las reglas que imponen la sociedad heterosexual. Las ignora, las rompe, las viola. Es muy diferente a mí, sin embargo, tenemos algo en común, y gracias eso, es que empezamos a frecuentarnos: la soledad.

Ambos nos sentimos solos.

Normalmente yo no sería amigo de alguien como él. Y estoy seguro que él no sería amigo de alguien como yo, que aún me dejó influenciar por modales y reglas. Pero ahí estábamos, en su habitación. Fumando y hablando de cualquier cosa. Nos hacíamos compañía.

Aquel sábado que nos conocimos terminamos teniendo sexo. Yo no quería irme aún. Recuerdo me quedé hasta tarde. No faltaba química y pasamos horas conversando. Sus amigos llegaron por la noche y de inmediato congenié con ellos también. Supe que no sería la primera ni última vez en visitar ese lugar.

Después de aquel día, K se convirtió en mi amigo con beneficios. Cuando yo estaba arrecho lo buscaba y viceversa. Además, siempre teníamos un bong a la mano con yerba. Eso ayudaba a la conversación y el sexo. Es precisamente lo que yo necesitaba: una salida de emergencia. Visitar a K es mi escape de la realidad.  

Las reglas estaban explícitas. Como escritas en la pared. No necesitábamos decirlas, nuestras actitudes hablaban solas. Él sabía lo que quería y yo sé muy bien lo que quiero.

A veces salíamos de fiesta con sus amigos. Poco a poco conocí aquel mundo paralelo al que pertenece K, lleno de chicos travestidos, algunas lesbianas, rehabilitados y otras especies. Quizá K es el más cuerdo en aquella casa.

Sus amigos son más desinhibidos que él, y cuando se reunían a tomar, principalmente cerveza y ron con coca cola, yo detectaba y leía las personalidades de todos. Era como ver un documental o una película independiente de bajo presupuesto. Había bastante envidia, celos y reglas. Sobre todo, eso: reglas.

K no seguía reglas. Eso es verdad. Pero si las creaba, junto a sus amigos. Y debían respetarse por todos aquellos que querían entrar a ese grupo. En mi caso fui la excepción. Yo solo fui un espectador de todo lo que sucedía. Nunca tuve intención de conocer más de lo que tuve al frente. La única razón por la que iba a ese departamento es por K. Porque sé que podía encerrarme con él a fumar, conversar, tirar y pasar el tiempo. Escapar de mi realidad por unos momentos.

Aquellas semanas después del encuentro con H. La situación ameritaba una salida de emergencia. Y recordé a K.

Tenía meses de no verlo y le escribí. K siempre me abrió las puertas de su casa, y aquella vez no fue la excepción.  

“Ven cuando quieras, siempre estoy aquí”.

Y así fue.

Había pasado un mes desde aquella vez que me encontré a H en el faro y de estar en su casa. Busqué a K para fumar y pasar el rato. Fumé más de la cuenta aquella ocasión y le conté mi historia con H. Necesitaba una opinión sincera, cruel y realista. Eso lo podía obtener de K. Sobre todo, la parte cruel y realista.

-        ¿Y qué pasó? ¿Lo viste masturbarse y tiraron?
-        Nada
-        ¿Nada de nada? No te creo.
-        Te lo juro.
-        Yo si lo veía masturbándose me hubiese acercado a decirle: “¿Te ayudo?”
-        Jaja estoy seguro que sí – le respondí entre risas.
-        Bueno, entonces ¿qué hiciste?
-        Corrí hasta la sala e hice como si no hubiese pasado nada. Pude escuchar el sonido del cierre de su pantalón subiendo. Creo que se estaba vistiendo nuevamente.
-        ¿y que te dijo?
-        Nada. Me fui.

Eso es cierto. H salió a la sala y no me encontró. Vio que la copa estaba vacía y la puerta mal cerrada.

-        Pero, ¿Por qué te fuiste?
-        Por dignidad, obvio. No te voy a negar que la tentación fue enorme, circuncidado y de diecinueve centímetros; pero irme fue lo mejor.

Lo bueno de fumar yerba, es que me desinhibía. Podía hablar libremente sin temor a ser juzgado. Y decir las cosas de manera vulgar o graciosa.

-        Puta… yo hubiese entrado a chupársela - sentenció K.
-        Tu eres más zorra que yo pues- ahí iba mi desinhibición otra vez.
-        Es verdad tu eres una cojuda que quieres tu final feliz. Lima no es el reino de un príncipe ni tu historia un cuento de hadas babosa.

Me daba risa como K me “mujereaba”. Y yo también empecé a hacerlo.

-        Pero hay algo raro en tu historia.
-        Te juro que no me lo tire – recalqué de inmediato.
-        No, si te creo. Eres cojuda y romántica. Pero si como dices, el huevon es un pendejo y solo te quería tirar ¿Por qué se la estaba corriendo? ¿Por qué no fue directamente hacia a ti? Él te estaba buscando ¿o no?

No lo había pensado. H se estaba masturbando y yo estaba ahí. ¿Acaso ya no le gustó?

-        No lo había pensado- le respondí a K. Fácil y ya no le gustó. Igual no me importa.

Dicho esto, cogí el bong, el encendedor y le me metí un buen hit.

-        Se nota que no te importa.
-        Qué raro ¿no? Supongo que no lo sabré – Comencé a hundirme en mis pensamientos.
-        ¿No se han vuelto a ver?
-        No
-        ¿Cuándo pasó todo esto?
-        Hace como un mes.
-        ¿Y no te ha buscado ni nada? Creo que ya fue.
-        Es mejor así. Tengo que ser radical. Además, nunca le creí su historia.
-        ¿La del argentino?
-        Aja.

K se puso de pie para buscar más yerba. Dejó su celular en la cama. Desbloqueado.
Sin que lo notase, entré al grindr. Buscar a H desde el perfil de K era como buscar una aguja en el pajar. Pero no pude evitarlo. Estaba drogado.

-        ¿Qué haces? – K preguntó al verme usando su celular.
-        Solo viendo. Bebé ya me tengo que ir.
-        No te quieres quedar un ratito más- K se puso coqueto y me tocó la entrepierna.
-        No bebé me tengo que ir. Mañana tengo que trabajar. Esta es mi ultima semana de chamba.
-        Pensé que habías renunciado hace un mes.
-        No, recién lo haré. Creo que me tomaré un sabático. Ya no quiero planificar más bodas. Me aburre.
-        Yo también me aburriría.

Bajamos juntos las escaleras. K sacaba la basura y yo subí a mi auto. Nos dimos un beso en la boca como siempre. K se mostró mas cariñoso que antes. Como si en verdad quisiera que me quedase con él.

Todo seria tan fácil. Si me quedase con él. Quedarme en ese mundo paralelo. En esa realidad inventada, escapando por siempre de la realidad y la soledad.

Manejé de regreso a casa. Son cinco minutos de camino. Pero la yerba en mi cabeza hizo que el tiempo se prolongase.

Sentí que la cabeza me daba vueltas y me estacioné un momento. Respiré profundo y me miré en el espejo retrovisor. Una y otra vez las mismas imágenes y diálogos envolvían mis pensamientos. Lo que debí decir y lo que realmente dije aquella vez en el departamento de H.

“¿Quiero saber si me vas a querer?”

Fue lo que le dije a H. Le hice esa pregunta justo antes de que se pusiera de pie y se metiera al baño a masturbarse. Pero no respondió. Y no le he contado a nadie sobre esto. Ni a K ni a Mía. H sabe la respuesta y no quiso decírmelo. No quiso herirme nuevamente. Pero yo necesito saber el porqué ese afán suyo de buscarme ¿Qué quiere realmente?

Arranqué el auto y manejé a casa.

Aunque le dije a K: “No me importa”. En realidad, si me importa. No puedo engañarme. Se supone que H y yo fuimos a su departamento a conversar y aclarar las dudas que teníamos. Sin embargo, salí de allí con muchas más incógnitas.

Si me ha buscado con tanto afán es porqué si le importo. Pero no es suficiente para mí saber que le importo yo no necesito saber si ¿Me quiere o no me quiere?

Necesito saber esa respuesta. Y no la conseguiré deshojando una margarita.

Aunque mi orgullo me lo impide, ahora tendré que ser yo quien lo busque y aclarar esta situación. Debo preguntarle nuevamente sin preámbulos ni protocolos, directamente y exigirle un sí o un no. Sin medias tintas. La pregunta es sencilla: ¿Quiero saber si me vas a querer? Punto.

Pero ha pasado un mes. Y tengo que combatir constantemente con mi dignidad que me dice “No lo busques. Ha pasado un mes y no te ha buscado”.

Al día siguiente le presenté mi renuncia a mi jefa. Solo trabajaría en la agencia hasta fin de mes. Pero aún me quedaba una semana y una boda por planificar.

Pía, mi asistente, no quiere que me vaya.

-        Te voy a extrañar.
-        Yo también.
-        Con quien hablare de chicos si te vas. Me aburriré aquí sola. Y nunca sabremos si el chico de las fotocopias es gay o no. Esas miradas que te da y la forma en que te habla… Definitivamente le gustas.
Pía me hace reír. Ojalá yo creyese en eso también.

-        ¿Quieres un pucho2? – Pía invitó.  
-        Bueno vamos.

Caminamos hasta el pasillo y esperamos el ascensor. Y mientras lo hacíamos, Pía preguntó algo cuya respuesta aparecería al abrirse la puerta.

-        ¿Por qué renunciaste?

Esas coincidencias que la vida te pone parecen ser trampas. El timbre sonó anunciando la llegada del ascensor a nuestro piso. Y sin explicaciones del destino, las puertas mecánicas se abrieron y ahí estaban ellos. De la mano y sonriendo.


Son H y su novia.

Continuará



Leer Capítulo XX: El paradero de las pesadillas

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