VIAJAR, REINICIAR, AMAR


Necesito empezar de cero una vez más. Necesito encontrar el botón de reiniciar, debe estar en mi espalda porque no logro alcanzarlo. Como una comezón.  

Necesito recolectar nuevos momentos nunca antes vistos. Sonreírles a los transeúntes y besar extraños a kilómetros de casa.

Necesito viajar.

Viajar, y siempre lo digo, es la oportunidad perfecta para empezar de cero. Regresar a la linea de partida y correr sin mirar atrás. Reinventarte y olvidar todo aquello que te agobia y demostrar que puedes ser una mejor versión de ti mismo. Y si viajas solo, como yo lo hice, puedes incluso descubrir increíbles cosas que desconocías sobre tu ser. 

¿Y tu que pensabas que ya lo sabias todo eh?

Viajar es una pausa a tu vida, y escaparte a vivir una en paralelo. Aunque sea tan solo por algunos días.

¿Acaso nunca has querido escapar de ti? ¿Nunca has querido ser alguien más? Acaso ¿Nunca has querido dejarlo todo y poner los trapos en una maleta para salir huyendo de esa monotonía absurda e infinita?

Un boleto de avión es todo lo que necesitaba. Y lo conseguí. Finalmente, mi primer verbo favorito de los tres que aquí relato llegó.

Porque mi mente me lo gritaba desde hace tiempo: “Necesitas aires nuevos”
Y esa vocecita me repetía una y otra vez esa frase al punto de distorsionarse:

Necesitas aires nuevos
Necesitas buenos momentos
Momentos nuevos
Buenos aires.

Y así llegué a esta ciudad. Con una sonrisa fresca y sincera. Dispuesto a olvidarme de quien soy. Y aunque se que este paréntesis dura solo unos días, tendré que vivir cada uno de ellos al máximo. Y así lo hice.

El segundo verbo favorito: reiniciar; se había activado.

Saludar extraños, pedir indicaciones, incluso solicitar la contraseña de wifi en los restaurantes y bares se convertían en mis oraciones aliadas.

Podía decir quien soy sin tener que voltear atrás cuidándome del que dirán, porque todos dicen lo que quieran. Me podía reinventar diariamente y empezar de cero. Cada día conocer gente diferente y acelerar los procesos para confiar resultaba fácil porque el tic tac del reloj me recordaba que los días van a caducar, así que será mejor aprovechar cada bocado y comerte cada segundo del viaje.

Dije lo que quise y lo primero que pensé. Comí cuanto me dio la gana, gasté cuanto pude y caminé hasta quedarme con la lengua afuera. Conocí extraños en las discos y beso unos cuantos labios. Bailé con desconocidos cuyas miradas y conversaciones eran genuinas y no las que uno encuentra en Lima.

Reinicié mis miradas y mis historiales. Borré malas experiencias para que no estropearan y sean prejuiciosas con aquellas que venían. Miré lo que quise y tomé iniciativas nuevamente. O quizá las iniciativas me encontraron a mí.  

Lamentablemente al octavo día la monotonía también se compró un pasaje hasta donde estaba yo tratando de olvidarla; y entró a mi departamento en Buenos Aires sin ser invitada. Faltaban dos días para regresar a Lima y justo cuando pensaba que el viaje estaba por terminar sin ningún final feliz, llegó el tercer verbo favorito.

Algunos le llaman serendipia, otros lo llaman casualidad. Lo cierto es que yo le hubiera puesto maktub (esta escrito). Y si esta escrito quién soy yo para cambiar el final de esta película.

El tercer verbo favorito: amar.

Amar esta ciudad, amar a los amigos que no veía hace tiempo y a los que están ahí siempre y a los nuevos que fueron apareciendo. Amar los momentos, aunque sean pasajeros y que comienzan en cualquier lugar, desde un supermercado hasta la parada de un autobús…

Desde luego esta es solo una introducción. Pues a veces lo que dura unas horas puede desatar cien paginas más (Tendrás más páginas te lo aseguro).

Viajar, reiniciar y amar. Ese es el orden con que empezó todo.



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