LOS HILOS DEL DESTINO 3
Odio esperar, no soy buen paciente y siempre
quiero apresurar el transcurso del tiempo en los momentos mas convenientes;
incluso anoche me irritaba la fila en un banco. Y es que vivimos en un mundo
donde no hay tiempo. Los asuntos pendientes nos gobiernan y las postergaciones
son el pan de cada día.
Hace meses tengo una molestia insoportable en
la nariz, y cada vez que estornudo siento como retumban los oídos y me duele un
poco la cabeza.
Decidido a tratarme de inmediato, creyendo que
se trataba de algún resfriado, acudí al doctor. Y estábamos la sala de espera y
yo, rodeado de quemaduras leves en la piel de un niño, una fractura de pierna
en una chica con patines y un hipocondriaco hablando por teléfono con su
esposa, declarándose muerto incluso antes de ser atendido.
Finalmente, una enfermera salió del consultorio
y llamó por mi nombre.
-
Adelante
Entré y el doctor se encontraba al lado de la
puerta. La mirada fija en un tablero con papeles, los bigotes negros hacían contraste
con sus canas.
-
En que te puedo ayudar muchachón –
exclamó con esa voz típica de un papá que engríe a sus hijos.
Poco a poco le
expliqué mi situación nasal.
-
¿Te pica mucho?
-
Si
-
¿Roncas?
-
Mucho
-
¿Cuándo estornudas percibes un
olor desagradable?
-
A veces.
-
¿Te pican los ojos?
-
Si, se ponen rojos.
-
Mmm...
Probablemente sea sinusitis, dijo el doctor.
Luego examinó el interior de mi nariz con un rinoscopio que introdujo por los orificios
nasales. Examinó rápidamente y dijo:
-
Tienes el tabique desviado.
-
¿Eso es el problema?
-
Es una de las causas.
-
¿tengo que operarme?
-
Antes necesito ver tus placas. Ve a
rayos equis y que te saquen estas tomas.
Llenó una ficha y me la entregó. Bajé las
escaleras del sótano de la clínica.
La sala de espera de los rayos equis era medio tenebrosa; la luz de los tubos fluorescentes que iluminaban la estancia parpadeaba. No había nadie.
La sala de espera de los rayos equis era medio tenebrosa; la luz de los tubos fluorescentes que iluminaban la estancia parpadeaba. No había nadie.
Se acercó un enfermero y me solicitó el papel
que el doctor me había entregado.
-
Pase por aquí, por favor – dijo él.
Entramos a la sala
de rayos equis. Él se puso encima un pesado mandil especial para protegerse de
la radiación. Me señaló el lugar donde debía pararme y colocó la maquina frente
a mi cabeza. Una luz roja podía verse como un rayo laser apuntándome en el centro
de mi cara. Se imaginan que esa cosa exploté y ese laser te quemé
accidentalmente. Siempre me ha dado un poco de temor sacarme radiografías. Soy un
paranoico.
El
enfermero se colocó detrás de un muro y encendió la maquina, y en pocos
segundos me dijo:
-
Listo. Ahora espere afuera.
Al rato comenzó a llegar más personas. Varias solo
bajaban a recoger sus radiografías.
Luego de veinte minutos me llamó por mi nombre.
-
¿Que doctor de neurología te atendió?
-
¿Neurología? – me pregunté y le
pregunté al mismo tiempo
-
Si
-
No, el doctor que me atendió es otorrinolaringólogo
– Que largo ese nombre pensé mientras lo pronunciaba tratando de no enredar mi
lengua. Siempre me pareció complicado. Los términos médicos y especialidades en
la medicina son trabalenguas y largas palabras, en su mayoría impronunciables.
El enfermero se
quedo extrañado revisando mi radiografía. Se podía ver mi cráneo completo.
-
Pensé que había sido a neurología.
Su comentario me extrañó.
-
¿Por qué pensó eso?
El enfermero se quedó callado mirando mi radiografía.
-
Sería bueno que luego vayas a neurología.
Cuando dijo esto, mi boca se abrió y mi mirada
se quedo perdida uno segundos. Y pensé que era una manera muy tenebrosa de
decirme o insinuarme algo que tiene que ver con mi salud. Cuando reaccioné
decidí ser directo y frontal con el enfermero.
-
¿Por qué? ¿ha visto algo más?
-
No, nada - Dijo él en un tono
despreocupado.
-
Entonces, por qué me dice que debería
ir a neurología.
-
Pensé qué este tipo de radiografía
la solicitan solo en neurología. Con permiso.
Dicho eso, se fue.
Mi cabeza comenzó a
subir a un carrusel, y ahí mientras daba vueltas, comencé a sentir la paranoia.
¿Qué tengo? Que hay
en esa placa donde se ve mi cráneo con manchas abstractas, para que ese
enfermero dijera eso.
Luego, regresé al
consultorio del doctor. Vio rápidamente las radiografías y sugirió una cirugía para
arreglar el tabique. Solo eso. No menciono nada más.
Nunca me operé. Lo postergué
una y otra vez. Las molestias siguen y son soportables. Y así lo he ido
olvidando. Quizá el enfermero se equivocó o quizá si vió algo anormal, debería
averiguarlo.
Los hilos del
destino me han llevado a un lugar despreocupado, él sabrá cuando actuar y mientras tanto yo seguiré dejándome llevar como un buen títere.
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