EL CHICO DEL BUS Cap. #23 CACERÍA DE BRUJAS
Como dos piratas que habían encontrado el tesoro bajo una equis. Ambos miramos detenidamente la pantalla del celular con el brillo de la victoria en las pupilas. No había duda, aquella es la foto que H solía usar en su WhatsApp, por lo tanto; es el impostor.
En
la descripción de aquel perfil adulterado dictaba lo siguiente: Busco una buena
conversación. Y, además dos emojis; un avión y el otro el de una hoja
color verde. H al leer aquello soltó una risa escéptica.
-
Lo veo y no lo creo.
-
Su última conexión fue hace nueve minutos.
-
Encima es un maldito drogadicto.
-
¿Acaso no fumas tu también?
-
Si, pero a él lo odio.
-
Tenemos que pensar bien que le vamos a decir.
H
estaba ansioso e incómodo, podía sentir su respiración acelerada y la
impotencia que experimentaba su ira. El saber que la gran mayoría de gays
limeños había visto su foto en una aplicación de guarra reputación, realmente
lo llenaba de paranoia y frustración. Prácticamente una declaración
involuntaria cuyo significado literal es; “he salido del closet”. Es irónico,
todos sabemos que H teme asomar siquiera los pies por la puerta de esa
estancia. Para H el closet es el lugar más seguro, tanto como un bunker. Él se sentía
a salvo en el anonimato y de repente su foto anda circulando en otros
celulares.
-
¿Qué hace mi torso desnudo circulando por la
ciudad? Este hijo de puta quien quiera que sea me esta cargando las bolas.
-
Te entiendo.
-
¡No, no puedes entenderme! – respondió H evidentemente
irritado.
Si
pudiera introducirme al celular y navegar por la red inalámbrica telefónica
hasta llegar al culpable y romperle la cara lo haría.
- Cálmate,
al menos el impostor no ha usado tu rostro.
- Ni falta que hace. Quienes me conocen reconocerían
ese tatuaje, además del lunar.
-
Se lo que sientes.
-
No. No sabes…
-
Me ha pasado lo mismo.
-
Lo dices por el tipo que plagió tu Facebook.
-
No. No me refería a eso.
-
¿Cómo?
-
A mí me quitaron la oportunidad de contar mi
secreto a la persona más importante.
-
¿No te entiendo?
-
Mi mamá se enteró por mi tía sobre mi verdad.
Nunca tuve la oportunidad de ser yo quien pudiera decírselo.
-
¿Cómo pasó?
-
Tener a alguien en quien confiar un secreto tan
grande es algo valioso. Hace años le conté a mi prima. Sin embargo, nos
distanciamos. Los años pasaron y de repente comenzó a correr un rumor en la
familia.
-
Tu prima…
-
Ella le contó a su mamá, y luego mi tía le contó
a su hermana; mi mamá.
-
¡Tremenda hija de las mil putas!
-
Cuando mi mamá me contó como se había
enterado estaba dolida. Me contó que pasó semanas callada buscando la forma de asimilar
todo. Lloraba en los parques a solas buscando y exigiendo respuestas al cielo “¿Por
qué yo? ¿Por qué mi hijo?”
-
Pobre de tu mami.
-
Ella me contó que permaneció callada. Observándome.
Tenia la esperanza de que fuera solo un rumor. No se atrevía a decírmelo. Me
lanzaba indirectas e insinuaciones. Y yo cobardemente las evadía, como un
soldado en la guerra evita las balas para regresar a casa a salvo. En el fondo
de su corazón la verdad era innegable.
-
¿Cómo fue?
-
Un día estábamos solos en casa. Ella entró a
mi habitación y cerró la puerta.
H se percató que mi mirada se había llenado de un liquido
lacrimoso. Y mi voz comenzaba a entrecortarse.
-
Y me preguntó luego de muchos rodeos “Hijo ¿Te
gustan los hombres?”. Y yo sin ninguna evasiva y cansado de esconderme por años
respondí casi de inmediato: “Sí”. En ese
momento ella rompió en llanto, y esos gemidos que emitió me destrozaron el
corazón a mi también. Al responderle yo también solté un llanto tan grande como
una represa que se acaba de romper.
H
se abalanzó sobre mí y me dio un abrazo fuerte. Probablemente era la primera vez
que sentía a H genuinamente honesto y solidario conmigo. Aquel abrazo en el
restaurante ignorando si la gente nos veía o no, me demostraba que H estaba
cambiando y no era consciente de ello, lo cual fue mucho mejor saber que lo hacía
naturalmente.
Me
repuse a los pocos segundos, no me gusta derrumbarme delante de otros. Esa autosuficiencia
estúpida a veces me prohibía dar muestras de vulnerabilidad. Sequé mis ojos y
como si no hubiese pasado nada volví al tema principal. H se percató que no
quería permanecer en ese estado de ánimo y actuó como yo quería que actuara,
sin hacerme preguntas ni nada.
Su
mirada habla. Me miró y sus ojos expresaron que él entendía lo que yo quería. No
tuvo que decirlo. Lo intuyó y eso es algo nuevo. H comenzaba a leer mis
pensamientos, a pensar como yo.
-
Bueno, primero busquemos un rostro para tu
grindr – le sugerí.
-
¿Como así?
-
Busquemos en google fotos de chicos guapos.
Una de rostro y otra de cuerpo. Tenemos que encontrar una buena carnada para
este bagre que se hace pasar por ti.
H
alzó la quijada y la volvió a bajar perfilando un gesto de admiración. Sabia
que un diálogo no bastaría. Habría que atrapar a este impostor con el mejor de
los cebos. Uno que no fallase. Por supuesto teníamos la certeza de que en
grindr abundan los bajos instintos desatados a tal punto que es posible capturar
a cualquiera con una buena foto; de pene o culo.
-
Busca un buen pack – ordenó H.
-
Te veo un experto en la materia – le dije
riendo.
-
No, pero supongo que es una buena carnada
¿no?
Encontramos
muchas fotos útiles. Google se convertía es nuestro cómplice también. Tratamos
de buscar una foto que se asemeje a H. Barba, tatuajes, color caucásico pero
bronceado dando esa tonalidad sexy que caracteriza a mi chico.
Oh
no. Dije mi chico...
A
estas alturas es difícil que lo niegue. H ya no me gustaba como un capricho o
una curiosidad parecida a un asunto por resolver. Definitivamente comenzaba a
sentir algo más adentro, desde la punta de mis pies hasta mi cabello. Sentí ese
calambre y un frio espeluznante que erizaron los vellos de mi brazo.
Miré
de reojo a H y sus ojos reflejaban el brillo de la pantalla del celular. Esos
ojos pequeños, pero con una fuerza en la mirada descomunal. Esos labios color
bermellón o carmesí. Su barba de cuatro días, corta pero perfecta. Un mechón de
su cabello cayó hacia su rostro tapando la vista de su ojo izquierdo y él lo
empujo hacia atrás con un soplido. Ese sencillo gesto me cautivaba. Como un
niño vislumbrando una estrella fugaz en la noche.
Esto
no se parece en nada a las primeras veces que H y yo estábamos juntos. Esto es
real, no solo dos personas teniendo sexo o una de ellas encaprichada y la otra
buscando un buen rato. Aquí en este momento se estaba desarrollando algo más
allá que una complicidad. Y esta situación lejos de alegrarme me da miedo. Me
asusta, porque es muy probable que yo vuelva a salir lastimado. Y antes de que
eso suceda prefiero disimular mis emociones porque no tengo certeza alguna de lo
que H siente exactamente. Probablemente él empieza a verme como amigo y eso es
bueno, porque yo lo quiero y quiero tenerlo cerca. Acaso ¿no es mejor tenerlo
como amigo a no tenerlo jamás?
H se
volvió hacia mi lado y me encontró mirándolo como un cachorro.
-
¿Qué te parece esta? - dijo él.
-
Esta perfecta. Usémosla.
Luego
escribió en la barra de búsqueda: nudes and selfies
-
Creo que un selfie lo hará mas verídico.
-
¿Por qué lo buscas en ingles?
-
Para tener más opciones.
Necesitamos
dos fotos además de la que H ya había encontrado; una que muestre su torso y otra
de un pene erecto. Mientras veíamos las opciones no pude evitar ponerme tieso
allí abajo. H no se inmutaba ni se dejaba distraer por las alternativas
bondadosas que desfilaban en el buscador.
-
Ese se parece al tuyo – le dije sin pensar y
al segundo me sonrojé. Traté tartamudeando de explicarme, pero H se lo tomo muy
a ligera.
-
Tienes buena memoria – Sonrió.
-
Tarado jeje.
Habíamos
encontrado tres fotos. La primera para el perfil y las otras dos para cuando el
impostor nos solicite el envío de más fotos. Subimos una al perfil y llenamos
algunos datos en la descripción:
-
¿420? – preguntó H – ¿Por qué pones eso?
-
Lo vi una vez en un perfil.
-
Si sabes que significa…
-
Si.
Finalmente
estábamos listos para empezar.
-
Bueno empecemos con la cacería de brujas.
-
Haz lo honores G.
Entré
al perfil del impostor y envié el primer mensaje:
“Hola”
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