EL CHICO DEL BUS Cap. #24 LANCEMOS LA MONEDA


Mientras usábamos su celular para hallar al impostor. Fue extraña y repentina la manera en que H desistió de la misión cuando ya teníamos al pez, o mejor dicho, al bagre en el anzuelo. 

Ya teníamos identificado el perfil, solo hacia falta enviar algunos mensajes muy calculados para desenmascarar al individuo que se hacia pasar por H en grindr. 

Me puse a pensar por breves momentos y de una manera ilusionante, que quizá H por fin ha dejado de luchar contra sí mismo, y por ende ya no le importa si las personas lo reconocen o no; ¿se imaginan?  Seria genial que eso sea cierto. Un gran paso para él de aceptarse como es y sin miedos. Lo colocaría a menos centímetros de distancia de mí.

Antes de este repentino cambio, H y yo estábamos en el restaurante. Luego de enviar el primer mensaje al impostor, ambos teníamos sed de persecución y adrenalina. Como dos leones esperando pacientemente que el ciervo salté.

-       Ok esperemos que responda.
-       Estoy ansioso – comentó H. Hasta ese momento él fue el más interesado en encontrar a su usurpador.

El mesero volvió con los aperitivos y H no despegaba la vista del celular. Mientras yo le pedía al mesero un poco de hielo para mi bebida, H comenzaba a escribir en su celular como si fuera un testamento. Antes de servirse se disculpó y fue hacía el baño. El mesero se retiro y al rato volvió con la cena. Mi teléfono estaba lleno de mensajes de Mía, curiosa e insistente en saber que había sucedido entre H y yo desde que salimos de mi oficina.

“¿Amigo ya volvieron?”- preguntaba ella incesantemente.

Así es Mia, una especie de niña grande y torpe, pero buena. Engreída como ella misma y para meter la pata parece como si hubiese llevado una maestría; es una experta en la indiscreción. A pesar de todo eso la quiero mucho. Ella fue una de las pocas personas que no me hizo preguntas simplemente me quiso como soy,  y eso lo valoro mucho. 

Habían pasado diez minutos desde que H fue al baño. Me asomé por la ventana y miré hacia la calle pensando que se había ido. Me di cuenta como mi inseguridad aun tenia pequeños manifiestos. Gran parte de mi intuición no lo creía capaz de hacerme eso. Aunque ahora que Romina ha vuelto a su vida yo no debería pensar en nada más allá de lo que tengo frente a mí: alguien que una vez quise pero no me quiso. Era la primera vez que H y yo teníamos un momento parecido más a la amistad que a otra cosa y no me disgustaba; todo lo contrario.

“Amigo cuéntame si ya te lo chapaste”

Los mensajes de Mía llegaban como una avalancha y al no responder, ella llamó.

-       ¡Mía!
-       ¡Amigo cuéntame todo ya!

En ese momento H regresó a la mesa.

-       Tengo que colgarte.
-       ¡Oye no! Tenemos que hablar…

Corté el teléfono y observé detenidamente a H. Él tomó asiento y comenzó a jugar con el tenedor sobre su plato. H y yo casi no probamos bocado. Creí que la conversación en el bus lo dejó pensativo y meditabundo.

-       Estas muy callado.
-       Me quede pensando en tu historia – me respondió mirando el vaso.
-       Ah…

Luego llevó un bocado a la boca y se detuvo. Dejó el tenedor sobre el plato y me miró.

-       Y si mejor no hago nada.
-       ¿Cómo?  – me asombré.
-       El daño ya está hecho. Ya me vio todo Lima.
-       Hace un rato nada más estabas como loco tratando de encontrar al impostor que usa tu foto.

H estaba raro, pero al mismo tiempo relajado, como si se le hubiera pasado el enojo así de repente. Eso me pareció extraño. Comimos en silencio por unos minutos.

-       Lo dices en serio – mencioné.
-       Si – dijo H firmemente.
-       Ya no vamos a averiguar quien es este hijo de puta que usa tus fotos ¿eso quieres?

Me puse un poco altanero y severo. El mesero se acercó para preguntarnos si se nos ofrecía algo más. Ambos respondimos negativamente. Pedimos la cuenta y al cabo de unos minutos salimos del centro comercial y caminamos por las calles de San Borja, cerca a mi casa.

-       ¿Te respondió? – le pregunté a H, al ser su celular el que usábamos.
-       ¿Cómo?
-       El impostor ¿Te respondió?
-       Ah, no. Nada.

H parecía repentinamente desinteresado. Y era como si ya no estuviera allí conmigo. Me sentí que caminaba solo. Él miraba de frente y respondía mis comentarios con monosílabos.

-       En serio, ¿ya no vamos a hacer nada?

Le pregunté a H con mucha cautela y suavizando mi voz. En el fondo quizá no era solidaridad lo que yo sentía. Sino mas bien era mi corazón buscando un pretexto para seguir conectados. Ya sea como cómplices o como amigos. Era una forma de estar juntos. Sin embargo, H parecía muy decidido a olvidar el tema, un extraño cambio en el último minuto. Desde que salió del baño del restaurante estuvo raro. Como si en ese baño hubiese sucedido algo.

-       Pensé que te molestaba que tu foto se exhibiera como pornografía en Tumblr.
-       A lo mejor no es para tanto G…
-       ¿Te parece poco? – alcé la voz.
-       Es un pobre diablo nada más.
-       ¿Has escuchado el caso de la cucaracha que encontraron en Domino’s pizza? – le mencioné a H.
-       Claro que si.  Cerraron toda la cadena de Domino’s en Perú.
-       Exacto. No subestimes a una cucaracha.

H sonrió como nunca, luego le siguió una carcajada. Hacia tiempo que no escuchaba esa risa. Esa expresión en su rostro es inusual. Me contagió y de pronto ambos comenzamos a reír. Quizá H esta asumiendo su verdad y por ello prefiere no hacer nada al respecto. Quizá este ha sido el pequeño empujón que necesitaba.

De repente el viejo H, aquel que conocí por primera vez, volvió a poseer el cuerpo de aquel que caminada a mi lado y la magia que pensé había desaparecido surgió en ese instante.

-       G dame una moneda.
-       ¿Qué?
-       Dame una moneda, cualquiera.

Mi boca se quedó abierta con la sonrisa congelada y suspicaz. La mirada de H al pedirme esa moneda tenia esa expresión coqueta y pícara que extrañaba de él. Como si estuviera a punto de hacer algo que solo él sabe hacer.

Saqué de mi bolsillo la primera moneda que encontraron mis dedos; era una moneda de cinco céntimos, esas que dejaron de circular y que extrañamente vuelven a estar en todas las cajas registradoras de los supermercados.

-       Aquí tienes – se la puse en la palma de la mano.

H cerró la mano y alzó la quijada como un mago que estaba a punto de hacer magia. Dio un salto a un costado y me miró con una pose solemne:

-       ¿estas listo? – me preguntó.

Miré a H tratando de disimular y ocultar la risa en mi rostro. No tenia idea para que la quería.

-       Voy a lanzar esta moneda.

Mi rostro se extrañó, pero aun seguía conservando la sonrisa que solo H sabe dibujar en mí.

-       ¿para qué? – le pregunté sonriendo.

H retrocedió un paso y extendió la mano hacia adelante colocando la moneda encima del puño sobre el pulgar doblado hacia dentro.

-       Ok G. Si sale cara olvidamos todo esto.
-       ¿Qué?
-       Si te das cuenta gracias a esto estamos aquí. Como antes. Como si nada hubiera pasado.
-       Pero H…
-       Y si sale sello, te prometo responder tu pregunta.
-       ¿Cuál pregunta? – le pregunté sabiendo perfectamente la respuesta. Aun así la emoción de aquella proposición hizo que mi picardía se elevara a niveles altos al punto de unirme a la travesura que H quería hacer.

-       Ya sabes que pregunta es. No te hagas el tonto. Bueno, si sale cara ya sabes nos olvidamos de todo esto ¿ok?
-       Y si sale sello…
-       Te responderé, pero dame tiempo ¿sí?
-       ¡Esas son trampas H!
-       Así soy yo ¿o no? – H me dio la sonrisa ganadora, esa que convence a cualquier escéptico.

Ambos sonreímos.

-       Ahí va…

H lanzó la moneda y esta cayó sobre la pista dando vueltas y vueltas primero rápido luego lento y más lento hasta que se detuvo.

Continuará.


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