LOS ERRORES TIENEN NOMBRE
Había una vez, mejor dicho, aun hay en la vida de todo mortal el momento en que se convierte sin quererlo en el villano; en la bruja del cuento y no precisamente por envenenar a la princesa sino por meterse con su príncipe buscando un happy ending.
Mi lista de hombres nombres llamados errores es un poco mas larga que la de Kill Bill. Besos que no
debieron ser filmados por las miradas de desaprobación de los amigos y
conocidos, que luego se convertirían en el boca a boca.
Como diría mi amigo que es como mi pepegrillo: "Si el karma
existe, ahorita está ocupado atendiendo a otras bitches. Mejor escóndete bien
porque cuando te encuentre lo hará en tu mejor momento para arruinártelo por
completo por algo que hiciste". Lo se.
Ya enmendé mis
errores, he pagado todas mis deudas con el destino y él sabe que todo lo hice
por tres razones: por bruto, por ebrio y por solo. No hay malicia. Y no me lavo
las manos, para eso esta Pilatos.
Y no voy a pagar los platos rotos solamente yo. No señor. Esos labios que besé tampoco me advirtieron que ya estaban tomados. Cuando digo que los errores tienen nombre, es porque me equivoqué con ciertas personas. Besé sapos esperando un príncipe y no me daba cuenta que ese príncipe ya estaba con una princesa y no me lo había dicho.
Hubo un tiempo en que todos los sábados por la noche, yo besaba desconocidos y bailaba como un trompo. Al día siguiente recordaba lo que podía y vomitaba la chela que hace horas se veía tan saludable en un vaso.
El ex de un amigo al cual mandé al cacho porque se hizo el borracho. El novio de un atorrante se llamaba Dante y hasta un chico enamoradizo que se llama Fabricio. Labios que ya tenían dueño.
No fue adrede, no fue a propósito; fue falta de información. Desconocimiento de causa y daños a terceros sin intención. Fue sin querer queriendo, pero sucedió, al fin y al cabo.
Y no voy a pagar los platos rotos solamente yo. No señor. Esos labios que besé tampoco me advirtieron que ya estaban tomados. Cuando digo que los errores tienen nombre, es porque me equivoqué con ciertas personas. Besé sapos esperando un príncipe y no me daba cuenta que ese príncipe ya estaba con una princesa y no me lo había dicho.
Hubo un tiempo en que todos los sábados por la noche, yo besaba desconocidos y bailaba como un trompo. Al día siguiente recordaba lo que podía y vomitaba la chela que hace horas se veía tan saludable en un vaso.
El ex de un amigo al cual mandé al cacho porque se hizo el borracho. El novio de un atorrante se llamaba Dante y hasta un chico enamoradizo que se llama Fabricio. Labios que ya tenían dueño.
No fue adrede, no fue a propósito; fue falta de información. Desconocimiento de causa y daños a terceros sin intención. Fue sin querer queriendo, pero sucedió, al fin y al cabo.
Ya hice la promesa
solemne con mano al pecho y dejé el alcohol en cantidades abusivas. Ahora mis neuronas hacen yoga y meditan antes de poner mi
boca en labios prohibidos. Y no estoy cruzando los dedos en mi espalda mientras
hago esta promesa. Porque ya he comprado que puedes engañar a los chicos, pero
el universo no es ningún huevon y te va encontrar.
Por Carlos Gerzon
Instagram: @elchicodelbusblog
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