EL CHICO DEL BUS Cap. #31 VIVES ESPERANDO MUCHO DE LAS PERSONAS
Ahora lo sé, H me mintió. Es parte de
su naturaleza humana, nació para mentir, además de dar buenos besos, iniciar
conversaciones interminables y hacerme reír como un niño, también sabe mentir
muy bien. Sus cualidades son interminables.
He descubierto su pasado y,
sorpresivamente está ligado al mío. Yo no fui el primer hombre que él ha
besado, y eso me ha arruinado la fantasía de sentirme especial. Llámenme egocéntrico
si gustan; todo lo que había sucedido desde la primera vez que lo vi en el bus
hasta el momento de la cita y como terminamos haciendo el amor en su cama, todo
aquello estuvo rodeado de una sensación mágica, porque nunca me ha tocado un
chico que sabe lo que me gusta sin necesidad de preguntármelo. Simplemente
sucede, el amor sucede en el momento menos pensado y con la persona, muchas
veces equivocada.
Yo no fui la primera vez de H con un
chico porque S había estado antes en esos labios y había visto las estrellas de
su piel tatuada antes que yo. Y me hizo sentir celos absurdos y sin sentido. Me
siento mal, y no tengo justificación. Me siento estúpido, y para eso si hay
muchas razones.
El impostor resulto ser alguien de mi
pasado. Se llama S y no lo había visto desde que terminó el colegio, en la
noche de nuestro último año. La última vez que conversamos fue en el baño del
primer piso frente al patio después de la ceremonia de despedida, cuando ambos
orinábamos al lado del otro, riéndonos bajo los efectos del champagne y la euforia
de terminar las clases y con suerte no volver a ver varios rostros que
odiábamos.
S nunca me contó nada sobre si mismo,
no éramos amigos ni nada parecido. Sin embargo, yo siempre supe que él es como
yo y estoy noventa y nueve por ciento seguro que S también lo supo. Quizá desde
antes que yo lo supiera. Aún así nunca intentó ser mi amigo y no demostró
simpatía ni si quería lastima cuando los abusivos me molestaban de maricón en
la primaria y secundaria.
Siempre se mantuvo distante y espectador
de mi desgracia escolar; y lo entiendo. Quizá yo hubiese hecho lo mismo ¿quien
seria amigo de un maricón? Yo no, porque sería tanto como aceptar que yo
también lo fuese. Me imagino que esa
fue su forma de pensar, esa fue su lógica de mecanismo de defensa dentro un
colegio católico y machista.
S no quería verse vinculado de ni una
forma conmigo porque podrían descubrir su secreto que fue guardado mucho mejor
que el mío, de una manera más discreta y excelente. Incluso salió con una chica
en la secundaria y así mantuvo despistados a todos, menos a mí, nunca logró
engañarme. Siempre lo supe en su mirada.
Es increíble lo que puedes descubrir
de la gente con tan solo mirarla a los ojos. Es como si pudieras ver su
historia: crímenes y victorias. Es fácil para mi leer las miradas.
S no fue cruel conmigo, solo
indiferente y eso es peor. Nunca se detuvo a ayudarme ni a ser solidario
conmigo a pesar de que él no era distinto a mí. Siempre pensé q lo volvería a
ver en algún momento de mi vida. Jamás imaginé que sería por H.
Físicamente S es muy parecido a mí:
misma estatura, color caucásico, ojos marrones y solo éramos diferentes en el
tipo de cabello, mientras el mío es semi ondeado el suyo es lacio y negro. En
la primaria solía ser muy delgado y con el mentón partido, dedos huesudos y
piernas chuecas. Parecía un pericote con la nariz gigante, el cabello caído
hacia adelante formando un cerquillo nada favorecedor y los dientes fuera. Afortunadamente
para él, en la secundaria la pubertad lo convirtió en todo un jovencito y su
apariencia física cambió favoreciéndolo: al crecer y madurar, su nariz ya no se
veía desproporcionada a su cara y sus dientes gracias a los brackets se acomodaron hacia dentro de sus
labios. Su cabello lo peinó de una forma diferente y se convirtió en un joven
atractivo y arreglado, más no guapo.
Hubo un ligero y diminuto período de
tiempo en que me sentí atraído hacia él.
Fue en los años después de que A terminará
el colegio, maso menos en tercero de secundaria. Me sentí solo y con la
necesidad de enamorarme de alguien al ver que todos mis compañeros ya tenían
sus primeras novias y novios; era injusto que yo no tuviese ese momento para mi
también. Y el único que pensé que podía fijarse en mí fue él pues también
compartíamos el mismo gusto por los chicos. Sin embargo, lejos de formar un
vínculo conmigo solo mostraba rechazo y terminé despreciándolo por cobarde, por
dejarme a mi suerte y por ser astuto en esconder su homosexualidad evitando de
esa manera todas las balas del bullying,
las cuales iban solamente contra mí en lugar de repartirse equitativamente
entre él y yo.
Aquel domingo que iba dispuesto a
conocer al impostor, resultó ser él. Y al
ver a S nuevamente, después de tantos años no pude evitar recordar lo que dijo
el gitano aquella vez de la primera cita con H en el puente de los suspiros:
“vives esperando mucho de las personas”. Es cierto.
Por esos años escolares, esperé que S
me ayudará a sobre llevar la carga de ser gay en un colegio machista. Y hoy en
día espero que H pueda ser capaz de tomar una decisión. Y también estoy
esperando a que A vuelva a hablarme después de lo que sucedió en su casa. Espero
y espero y nada sucede; a pesar de los años yo no he cambiado, muchos no
cambiamos; yo sigo creyendo en las personas, sigo esperando mucho de ellas.
Por eso aquella tarde en “El beso
francés” cuando S se acercó a saludarme, supe que él había cambiado. Ese saludo
y abrazo efusivo como si hubiésemos sido los mejores amigos, lo sentí como una
disculpa por todo el pasado, como si yo la necesitara, más bien sentí que él la
necesitaba más que yo, probablemente para aplacar los remordimientos de su conciencia.
Y lo entiendo. Sé perdonar, pero no olvido tan fácil.
K tenia razón, no sé como llegó a esa
conclusión, pero es obvio. No tuve que analizarlo mucho, ahora lo sé, S es el
practicante que tuvo H hace años; es el impostor. Ya no hay duda.
Nos sentamos unos breve momentos en
una de las bancas del malecón. Mientras él me contaba rápidamente lo que había
sido de su vida, entré a facebook y lo busqué, ahí estaba la pista: había
trabajado en “Metrópolis” un año antes que yo conociera a H. ¡Un año antes! Un
año de ventaja.
S me hablaba y hablaba y yo no le
presté nada de atención hasta que mencionó la fiesta de aniversario del colegio
dentro de un mes.
⁃
¿Vas
a ir al reencuentro de ex alumnos? – Preguntó S.
⁃
No
voy hace años.
⁃
Ve,
será divertido.
⁃
Probablemente
vaya.
⁃
Leí
que habrá campeonato deportivo.
⁃
Como
todos los años. - Agregué.
Luego nos quedamos en silencio. No tenia
nada que decirle. Lo sentí con ganas de conversar más, pero yo no le daba pie
para ello. No era resentimiento, fue incomodidad y cautela. No solo estaba
frente a un viejo conocido también era el impostor de H. Aquel que se había
hecho pasar por H todo este tiempo, no es de fiar.
En mi peculiar forma de pensar, hubo
un momento breve donde me percaté de algo gracioso: Gracias a esa farsa, H y yo
volvimos a conversar. Sin saberlo S estaba pagando su mala conducta conmigo en
el colegio acercándome a H con su engaño.
Tenia tantas preguntas en mi mente en
esos momentos: ¿que quiere S? ¿Por qué
le hace eso a H? ¿Le gusta? ¿obsesión? Me parece tan extraño que S sea ese tipo
de personas. Siempre tuvo un porte serio, tímido, callado y aplicado. Muy
diferente al perfil que implica una persona que hace catfish en grindr. En fin,
después de todo el tiempo no pasa en vano, todos cambian.
Algo que note es que a pesar de que lo
intentaba con mucho esfuerzo, S no podía disimular gestos, muecas y ademanes
que yo desconocía. Un comportamiento del típico gay limeño, algo que jamás en
el colegio pude si quiera percibir levemente. Conversamos de nuestras carreras,
sabe que soy fotógrafo y ahora yo sé que él es periodista.
Sin proponérmelo, ahora yo tenía dos
secretos descubiertos, uno de H y otro de S. Y para ayudar a mi chico del bus
(Dios soy tan patético al llamarlo así, todo es culpa de Mía que siempre lo
llama así, y ahora yo también) debo aprovechar este reencuentro.
S no sabe qué H y yo nos conocemos,
allí tengo una ventaja y tampoco sabe que yo sé que H y él se conocen. A pesar
que no quiero ser su amigo ni tengo interés en conversar con él de nada en
especial, tengo que hacerlo. Y aprovecharé su sentimiento de culpa para tenerlo
de mi lado.
⁃
¿Iras
con la gente de tu salón? - le pregunté
⁃
Creo
que si, acabo de llegar a Lima.
⁃
Entonces
nos vemos el día del reencuentro.
Estaba a punto de despedirme cuando S
intervino con una invitación inesperada pero oportuna.
⁃
G
_ _ _ _ _
⁃
Dime.
⁃
Dame
tu teléfono.
⁃
Claro.
Luego de anotar mi número se acercó a
abrazarme para despedirse.
⁃
Me
contaste que además eres fotógrafo.
⁃
Ais
es.
⁃
Este
sábado hay un desfile que organiza una amiga y luego habrá un after.
⁃
En
serio.
⁃
Si.
Habrá fotógrafos, modelos, gente del medio. Te invito.
⁃
Me
encanta, cuenta conmigo.
⁃
Genial,
coordinamos por whatsapp
⁃
Estupendo.
Nos despedimos nuevamente y luego vi
disimuladamente como S revisó su teléfono y miraba por ambos lados del malecón
como buscando a alguien, luego dio un suspiro y se fue. Si supiera que la
persona que buscaba es aquella de la que se acaba de despedir. Entré al grindr
una vez que lo vi lejos y tenía un mensaje de él:
“Ya estoy aquí”
No lo respondí. Ni es necesario que lo
haga. Acto seguido: Eliminé la aplicación, pues mi plan había resultado mucho
mejor que planeado por alguna conspiración de Napoleón o Hitler para invadir
territorios nuevos.
Tengo al impostor donde lo quería y ahora
me toca buscar a H. Su departamento quedaba a diez minutos caminando y quiero
ayudarlo, sin embargo, debo pensar un poco más en mí, y debo ser más honesto y
directo. Hay una pregunta sin responder y solo él me puede dar la repuesta. Quiero
saber si vale la pena todo esto, quiero saber si habrá un después luego de esta
misión. Quiero saber qué siente H por mí, sin rodeos ni tapujos. Todos mentimos
y en su caso sé que miente para protegerse. Aun así, no tendré misericordia,
hoy es el día de saberlo.
Llegué a la puerta del edificio en el
momento preciso, pues supe que él estaba arriba, su carro estaba estacionado en
la entrada, además comenzó a llover. Entré a la recepción y el portero me saludó
como si me conociese de mucho tiempo, o como si yo también viviese allí.
Presioné el botón y el ascensor se abrió.
Mientras subía, mi corazón latió
fuerte. Se había llenado de una valentía desconocida y maravillosa. Hoy tengo
que saberlo, necesito saber si lo que sea que tenemos él y yo también es una
mentira o no.
Necesito que me responda aquella
pregunta que le hice hace un tiempo. Necesito saber si me va a querer o no. Finalmente
lo sabré.
Por Carlos Gerzon
Instagram: @elchicodelbusblog
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