EL CHICO DEL BUS Cap. #34 LOS EXALUMNOS



El sol se ocultaba alrededor de las seis y media de la tarde, cuando llegué a la calle cerca al colegio donde se llevaría a cabo el reencuentro anual de exalumnos. Siempre se realiza el primer día de mayo el cuál es feriado, sin embargo, la fecha de aniversario es el cinco de ese mismo mes. Todo parecía igual que hace años, con algunos cambios en la infraestructura. La entrada a la fiesta fue por la puerta trasera, y yo llegué ansioso porque sabia que hoy volvería a ver a S después del beso y hoy tenia una sola misión: quedarme con su celular para desaparecer la evidencia que compromete a H.

De solo caminar por esas calles sentía una nostalgia agridulce, mis amigos los “cupcake” me esperaban en la esquina de la entrada principal. Hace mucho que no salía con ellos, los había dejado de lado muchos meses. Regresar al colegio siempre tiene una mezcla extraña, tan solo entrar y ver la gran escalera principal, me hacia recordar todas las veces que subía hasta el tercer piso a mirar no solo a A, también a E y a C, mis tres amores platónicos del colegio, a los cuales es probable encuentre hoy aquí.

E sucedió mucho después de A, tenia una novia muy guapa del mismo grado que yo y para mí siempre fue imposible dejar de verlo porque me gustaba físicamente, a pesar de que no era tan guapo en ese entonces. Hoy en día, E es el patito feo convertido en cisne, en lugar de plumas brillantes posee tríceps y bíceps de acero adornados de tatuajes, y todo el acné que le invadía ha desaparecido para siempre; fue al primero que vi al entrar a la fiesta de reencuentro. Si hace diez años ante mis ojos me parecía un chiquillo guapo, hoy ante todo el mundo realmente lo es; músculos amplios, barba y los labios rosados que siempre quise besar, los años le han hecho justicia y hoy por primera vez hablé con él en el colegio cuando mi amiga me lo presentó. Y en ese instante no pude evitar preguntarme, ¿Por qué me gustaba tanto alguien a quien no conocía? Al menos con A hablaba por teléfono, aunque él nunca supo quien era yo. Debe ser la personalidad que emanaba E, un chico misterioso y pensativo, siempre subía al tercer piso y miraba el patio fijamente, pero con los pensamientos en otro lado. No importaba si era recreo o no, él siempre subía al mismo lugar y se paraba en ese lado del pasillo y se detenía a pensar. Yo estaba en tercer grado de secundaria y me sentaba junto a la puerta, por lo tanto, siempre que estaba abierta lo encontraba en ese lugar casi a la misma hora, él se detenía allí uno cuantos minutos y luego se iba.

En una ocasión se me hacia tarde para buscar mi tambor y corrí hasta el tercer piso con mis baquetas en la mano para luego volver a bajar a la formación de los lunes. Siempre fui torpe, y en esa ocasión tropecé con alguien y se me cayó una de las baquetas rodando hasta el descanso entre el segundo y tercer piso. Bajé para recogerla, pero aquel que tropezó conmigo bajo más rápido que yo y recogió la baqueta, la giró y boleó entre sus dedos un buen rato, como todo un experto y me la devolvió “se te cayó esto” dijo y luego se fue. Esa persona fue E.

Años más tarde lo encontré en las redes sociales, vivía en el extranjero, tatuado hasta más no poder y era baterista de una banda. Hoy lo vuelvo a ver y recuerdo todo como si hubiese pasado hace unos momentos y entra en mí aquel pensamiento de siempre; si tan solo hubiese tenido un novio en esos años, hubiese sobrellevado el colegio mucho mejor, y tendría mejores recuerdos.

Mis amigos y yo avanzamos por el patio, lleno de tiendas, puestos de comida y juegos de tómbola. Minutos después me encontré a Mía, ella no era parte de mis amigos los “cupcakes”, por eso llego por su lado y se encontró con sus propias amigas, me cogió de la mano y acudimos a uno de los puestos a comprar unas cervezas y al lado de nosotros aquel que pagaba en la caja también era un rostro conocido, se trataba de C.

Los recuerdos de C son amargos porque fue el único de mis tres platónicos a quien realmente conocí en el colegio, hablaba con él, pero no como hubiese querido.  Esto sucedió un año antes de A, durante mi primer año de secundaria y podría considerar a C el primer crush de toda mi vida, pero el puesto se lo quitó A, y fue fácil debido a una sencilla razón, C era un idiota. Él estaba en cuarto de secundaria cuando yo ingresé a formar parte de la banda de música escolar, fue mi mentor porque tenia más años de experiencia tocando la tarola como nadie. Nuestro profesor de música era un holgazán que no quería tomarse el tiempo de enseñar a los nuevos, así que les encargaba la tarea a los alumnos con más años en la banda. Me parece recordar que C tenia un grupo de amigos con quien hacia música y él obviamente tocaba la batería, por eso era muy bueno; al aparecer todos querían ser músicos en ese colegio.

C era un chico arrogante y presumido, odiaba el colegio y hablaba solo con las personas que él quería. Yo intenté ser su amigo, pero él nunca prestó atención a mi existencia hasta que el profesor de música lo obligó a enseñarme a tocar el tambor. Para él fue como un castigo, carecía de paciencia y yo no aprendía muy rápido que digamos.

Lo raro de detestarlo fue que al mismo tiempo me gustaba, se trataba de un chico guapo y lo sigue siendo, quizá más guapo que A. Delgado y ojos color caramelo, sonrisa de chico bueno, pero actitud despreciable. Creo que nunca me hubiese fijado en él, de no ser por mis compañeras de clase que también tocaban en la banda, ellas hablaban de él todo el tiempo y de esa manera poco a poco fui haciéndome una idea equivocada de él; hasta que lo conocí y me gustó porque se puso de moda hablar de él.

Él y yo nunca nos hicimos amigos y siempre renegaba porque yo no podía tocar las melodías correctamente y se burlaba de mí con mis compañeras de clase que se morían por él. La historia de C es larga y escabrosa, no quiero recordar su desenlace ahora, quizá la cuente en algún otro momento, pero es muy probable que no lo haga nunca. Luego de comprar las cervezas, Mía y yo ignoramos su presencia y caminamos por el patio, no creo que me recuerde, ni tengo intención de que lo haga, todo lo contrario, deseo que olvide aquella embarazosa era.

Mía se quedó saludando a otros amigos suyos y yo regresé con mis amigos mientras nos sentamos en una de las mesas instaladas en el patio. Saludamos a varios amigos de antaño, y muchos de ellos se acercaban a saludarme con mucho cariño y nostalgia y a mí me sorprendía porque yo no sentía ningún apego por ellos. Era lo mismo que sucedía con S, sentían ganas de subsanar sus errores del pasado tratándome bien ahora en tiempo presente. Todos se comportaban amables conmigo, olvidando que hace años todos ellos hacían mi existencia en el colegio miserable e insoportable, lanzado insultos o apodos, haciendo todo tipo de bromas pesadas y demás cosas que para ellos estaba bien, mientras a mí me marcó sembrando inseguridades y temores que me ha costado afrontar y superar tiempo después.

Mis amigos “cupcakes” no tenían problemas con ellos, pues ellos siempre se llevaron bien con todos.  Al sentirme fuera de lugar en ese grupo me puse de pie con la excusa de ir al baño, caminé hasta el baño del primer piso y allí dentro me encontré con S.

-       ¡Hey! – escuché que alguien me saludaba por detrás reflejado en el espejo.
-       ¡Hola! – exclamé.
-       ¿Cómo estas? – dijo S.
-       Todo bien ¿y tú?
-       Bien, recordando viejos tiempos.
-       Esos tiempos…

S me dio unas palmadas en la espalda y luego me invitó a tomar una cerveza. Acepté mientras salíamos del baño, precisamente ese baño donde nos vimos la ultima vez antes de reencontrarnos hace un par de semanas en el malecón mientras trataba de desenmascararlo.

-       Me gusta lo que tienes puesto- dijo S
-       Gracias
-       Es un …
-       Es un crucifijo – le dije.
-       Me gusta.
-       Está hecho de amatista, lo tengo desde el colegio.
-       Vintage.

Nos sentamos a conversar en las gradas del estrado mayor donde solían dar los discursos todos los lunes en la mañana, y sin darnos cuenta el tiempo pasó volando, y nos tomamos las cervezas, creo que fueron más de un par. Vimos como se encendían los fuegos artificiales y saludamos a uno que otro conocido. S había tomado desde mucho antes que yo, e incluso ya estaba un poco mareado abrazándome ante cualquier comentario que se desataba en nuestra amena conversación. Aquella situación parecía inofensiva, pero en realidad es arriesgada, yo tenia una misión, sin embargo, había tomando demás y también fumé un poco de hidropónica antes de ir al colegio, la necesitaba antes de ir ese lugar lleno de tantos momentos grises para mí. No puedo dejarme engañar, S no es buena persona, por más lindo y buena onda que parezca conmigo, en realidad él ha demostrado ser alguien despreciable. Tenia que recobrar mis cinco sentidos, pero estuve muy mareado y decidí comprar una coca cola, y le dije a S que iría al quiosco, y él me dijo que iba a saludar a otros amigos que luego nos encontrábamos. Así cada uno se fue por su lado.

Mis amigos los cupcakes me esperaban en la mesa, había pasado cerca de una hora. Me dirigí al quiosco, y ahí estaba él, esperando a que le dieran el cambio por la compra de una cerveza, es A. Me puse nervioso, y quise dar media vuelta, pero me armé de valor y seguí. A me vió y yo hice como si no lo hubiese visto.

-       ¡Hey! – me saludó
-       ¡Hey! ¿Cómo estas? – le respondí.
-       Bien.
Luego nos quedamos callados y avanzamos por el pasillo que dirigía al otro patio, donde no había nadie, todo el evento se concentraba en el patio de atrás.

-       No te veo desde…
-       Desde que estuve en tu casa – le dije.
-       Si.

A parecía incómodo, aun así, siguió conversando del tema.

-       Creo que no deberíamos hablar de eso aquí.
-       ¿Hay algo de que hablar? – le pregunté tratando de saber si realmente él quería profundizar en lo que sucedió. Si me decía no, allí mismo terminaba todo. Si me decía que si, obviamente hay mucho más que hablar, y yo estaba dispuesto a escuchar esa larga conversación.

Justo antes de llegar al otro patio, pasamos por el baño de chicas y de repente nuestra conversación se vio interrumpida por ella. La original, la verdadera, mi amiga del colegio de hace años a la cual le robé su identidad para hacerme pasar por ella por teléfono y hablar con A, es Melisa. Afortunadamente A no la vio y ella tampoco me vio, y si lo hizo no me reconoció, yo he cambiado mucho físicamente desde lo que sucedió con A en segundo grado de secundaria. Quise saludarla en ese momento, mientras otra chica salió del baño y reconoció a A y lo saludó afectuosamente, se quedaron conversando, entonces decidí seguir a Melissa.

-       Luego hablamos – le dije A quien se quedo con su amiga.

Mientras buscaba a Melisa, sabia que iba ser difícil encontrarla entre tantas personas. Subí por las escaleras hasta el segundo piso a ver si desde la terraza podía encontrarla, y la encontré conversando con un chico cerca a las banderas y decidí bajar a por ella.

2002


Fue inevitable recordar aquella vez que planeé la cita a ciegas con A. Melisa no quería ir, pero tuve que ingeniar la forma de convencerla; me tomó tiempo, pero finalmente lo logré y no sabia que iba a suceder solo podía confiar en ella y tener algo de fe en que todo saldría bien, de lo contrario, solo yo iba a pasar un mal rato.  A conocería a la chica que lo llamaba todas las noches después del colegio, o eso creía él en ese entonces. La verdad es que si, conocería a Melisa, pero no la voz que escuchaba todas esas noches, la mía.

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