EL CHICO DEL BUS Cap. #40 REVANCHA



Debo quererlo mucho, eso fue lo que A dijo sobre lo que siento por H y creo que se dio cuenta antes que yo. Yo carezco de la capacidad de ordenar mis emociones cuando estoy en situaciones hostiles como en la que me encontraba ahora.

He sido capaz de mentir, arriesgar mi integridad física, robar y quien sabe que otros cargos más pesen sobre mí, y todo por él ¿Y él qué ha hecho por mi? ¿Qué ha hecho H por mí? No es capaz de terminar su relación con Romina, no es capaz de decidir por si mismo, no es capaz de afrontar sus verdades. Quizá solo soy un pasatiempo con el cual se ha encariñado, solo eso. No tengo el poder suficiente para hacer que deje todo por mí. ¿De qué me sirve esperarlo? Supongo que tendré que entregar sin esperar nada a cambio y eso hice; H no volverá a ser acosado por S porque yo he desaparecido todo lo que tenia en su contra y, debería decirle, pero mejor no. Así le daré tiempo para que reflexioné y consideré la opción de confesar todo por su propia cuenta y sea feliz. Si no es conmigo, con alguien más.

Salí de casa de H luego de almorzar con él, esta vez no fumamos. Caminé por el malecón y el sol estaba cálido a pesar de que los días fríos se acercan. Sin embargo, tuve la sensación que alguien me seguía desde hace rato y no soy ingenuo, sé que se trata de S, así que esperaré a que se acerqué. Caminé más hasta llegar al faro de Miraflores y allí me senté sobre el muro que separa el parque de los acantilados.

-       Hey – dijo una voz que me resultaba familiar, es él. Volteé y no pude fingir un rostro de sorpresa, sabia que estaba tras mis pasos.
-       Hola, ¿Cómo estas?
-       Bien.
-       Encontraste mi crucifijo.
-       Si, aquí esta.

S me entregó aquel collar que carecía de valor, solo era una chuchería que se había vuelto mi favorita desde hace años. Le agradecí por devolvérmelo y a continuación empezaría entre nosotros una especie de guerra fría sin fecha de caducidad.

-       ¿Cómo te sientes? – le pregunté.
-       Dímelo tú.
-       Me temo que no puedo responder eso por ti.
-       Me siento como un imbécil.

Ambos mirábamos hacia el mar mientras conversábamos, incapaces de mirarnos a los ojos en nuestro dialogo.

-       Yo me siento igual – le respondí. Nuevamente S y yo teníamos algo en común.
-       ¿Sirvió de algo todo lo que has hecho por él?
-       Al menos sé que lo ayude.
-       Y a ti ¿Quién te ayuda?
-       Por lo menos ya no lo vas a joder a él que sabe defenderse de los maricones como tú.
-       Marica ¿yo? jajaja – S explotó en carcajadas. Tú, el cabro del colegio, viene a llamarme marica ¿a mí? Los años te han hecho fresco G.
-       Y a ti te han hecho miserable.
-       Los años me han sentado bien.
-       Los años te han cagado el cerebro.
-       Y a ti te han hecho débil.
-       No, por que yo si se como defenderme, no como H.
-       ¿Vas a pelear conmigo?
-       Por favor, tú no sabes ni dar una patada. H ya me contó como te acobardaste cuando te quiso dar un puñete en la cara.

Nuestro dialogo era pasivo agresivo, a pesar de los idas y venidas fuertes y palabras soeces, ambos permanecíamos mirando el mar y hablando en un tono bajo y pausado.

-       ¿H? y tu G, que romántico. Y yo que soy ¿S? – por lo menos S entendió este pequeño juego de letras.
-       No tengo mucho tiempo Sergio, dime ¿Qué quieres?
-       Quiero saber más sobre tu fantástica historia del chico del bus.

Como lo supo, pensé. H no seria capaz de haberle contado nada.

-       ¿de que hablas? – le respondí tratando de disimular mi asombro.
-       Mia me contó el día del reencuentro sobre el chico que conociste en el bus y que probablemente con él te fuiste esa noche.

Mía, siempre metiendo la pata cuando esta borracha. De seguro se le habrá escapado algún comentario delante de S.

-       Mía jamás te contaría algo.
-       Sobria no, ebria si, el día del reencuentro.
-       ¿Qué más da?
-       Cierto, que más da; el resto lo puedo suponer, te enamoraste de Helmut, él te hizo creer que eras importante para él y decides ayudarlo, a pesar de que sabes que tiene una novia y que yo la conozco. ¡Qué patético eres!
-       ¿Patético? ¿yo? No crees que es doblemente patético seducir a tu jefe, tomarle fotos y luego chantajearlo, encima luego pedirle trabajo y, como si fuera poco, proponerle sexo a cambio de dejar de joderlo.

El rostro de S expresaba resentimiento. Estoy seguro que en cualquier momento tratará de decir algo para ofenderme o tratar de ponerme en sus manos, pero no podrá. A diferencia de H, yo no temo salir del closet con el resto del mundo; en mi casa ya lo saben y en mi trabajo también, mis amigos queridos también, si el resto del mundo lo desconoce, me daría lo mismo como se enterasen.

-       Helmut fue un capricho. Los caprichos van y vienen, hasta que llega uno nuevo, y creo que ya tengo uno. Igual de guapo y varonil.

Qué querrá decir S con ello de un nuevo capricho. Seria capaz de hacer algo en contra de mí, o simplemente son palabras de un chico ardido que no sabe que decir.

-       No voy a negar que me atraes G.
-       Olvídalo.
-       Calma, no te adelantes, si la cosa no es contigo.
-       ¿qué quieres decir?
-       En primer lugar, voy a terminar el asunto pendiente. Si crees que borrando las fotos de H lo has ayudado, ya estas cometiendo un error de cálculo.
-       ¿Qué quieres decir?
-       Estamos en el siglo XXI querido, todo se almacena en la nube. Es cuestión de tiempo para usar esa carta a mi favor.
-       ¡Ya basta! Déjalo en paz.

Me bajé del muro y miré fijamente a S, tratando de encararlo.

-       Tranquilo, como te dije, nuevos caprichos llegan con el tiempo y ya encontré otro.
-       ¿Qué quieres decir?
-       Tranquilo, que no eres tú, aunque creí que eras tú cuando lo besé aquella noche en el baño del tercer piso en la fiesta de reencuentro de ex alumnos.

Cerré mis ojos y no pude contener mi lamento. Pobre A, ahora tengo que cuidarlo de este animal.

-       ¿de quien hablas? – exigí respuesta.
-       De tu amigo, él que te llevó a tu casa ese día, y quien me devolvió el celular luego de que te lo llevaras. Es obvio ahora que lo pienso, para que regresaría a la fiesta luego de irse contigo, luego mágicamente las fotos de H y las conversaciones por whatsapp, incluso mi grindr desaparecieron.

Me quedé estupefacto.

-       ¿me crees tan imbécil para no darme cuenta de todo lo que has hecho? Y todo gracias a esa cruz que dejaste caer en casa de H y tu mensaje patético en el parabrisas ¿Cuántos años tienes, quince o veintisiete?

S me devolvió la mirada y luego bajó del muro frente al faro y antes de irse, no pudo evitar soltar un par de venenos como una letal serpiente que es.

-       Lo único que es tuyo aquí, es ese crucifijo querido G, porque yo me voy a quedar con los dos.
-       ¿qué dices?
-       Con tus dos letras, A y H – dicho esto se hecho a reír mientras se iba por el malecón.

¿realmente tendrá mas fotos de H? será que todo mi esfuerzo ha sido en vano y S en realidad tiene la sartén por el mango. Y, no solo eso, también va ir tras de A. Y no se en que momento surgió dentro de mí la necesidad de impedir ello. No soy el perro del hortelano, pero no voy a dejar que Sergio molesté nuevamente a H y ahora pretenda acercarse a A. No puedo, ni hablar. Quieres guerra, guerra tendras.

Game on, bitch.


Fin.

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