BAJO CERO
Ni el calentamiento global puede hacer algo por ti mi querido amigo con emociones de iceberg, aparentas una tranquilidad de mar en calma y yo no sé cuántos tiburones hay debajo esperando mi sangre.
Extraños las veces que me hacías sentir en la luna fuera de órbita cuando me comprabas pasajes cohetes y me mandabas al espacio a perderme en pensamientos contigo.
¿Dónde esta ese chico ahora? Estoy en un limbo, y la llave de la salida la has puesto amarrada en mi espalda, imposible de verla o encontrarla.
El trabajo y la rutina son mis peores enemigas, ambas celosas del tiempo libre que dedicabas a llenarme de cariños. Ayer y hoy no te dejan verme ni a escondidas. Extraño esas llamadas que se convertían en tiempos récords, más largos que películas y largometrajes del Oscar.
Siempre supe que demostrar lo que sientes no es una de tus habilidades, pero necesito que aprendas de Ryan Gosling o Leonardo Dicaprio, y demuestres todo lo que puedes hacer por mí, porque yo sigo esperando ese beso romántico que cierre esta película para empezar nuestro final feliz.
Los días están pasando sin las conversaciones que solíamos tener, mi WhatsApp extraña tus mensajes de buenos días y buenas noches; pero cómo hago para hacerte entender que tu forma de ser y la mía son como dos polos opuestos. Extremos fríos y calientes, norte y sur, el Sol y Plutón.
La distancia que nos separa son pocos kilómetros entre fronteras nacionales comparado con los millones de años luz en el que se encuentran distanciados nuestros sentimientos. Tus pensamientos quizá pertenecen ahora a otra persona, o quizá pertenecen a esos papeles en el escritorio de tu oficina; y los míos aún te pertenecen y están asustados, temen que te vayas sin una despedida siquiera.
Dicen que el calentamiento global existe, ojalá derrita también el témpano de hielo que tienes en el pecho, porque ahorita soy un fósforo y en cualquier momento esa llama se puede apagar.
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