VAGABUNDO CORAZÓN
Vagabundo corazón, tienes tantos
sellos en tu pasaporte como besos de diferentes labios sobre tu piel.
Has ido de Río a París buscando olvidar y distraerte, pero de alguna manera
terminas encontrando personas que no pueden quedarse.
Te fuiste a contento a Brasil y en
Ipanema conociste un amor de verano que continuó en Lima, llorando se fue
cuando en Lima todo lo que comenzaba a crecer se derritió como un helado dejado
bajo el sol.
Lo mismo sucedió en París, llegaste a conocer los rincones de la ciudad luz en busca de hombres
parisinos, pero encontraste un buen muchacho que vino de México y parecía el
sueño de cualquier amante europeo, con ojos esmeralda como las joyas del
palacio de Versalles, tan dulce como los pasteles que comía María Antonieta.
Sin embargo, mi querido corazón vagabundo solo tuviste cinco días para
disfrutarlo.
Luego
llegaste a Argentina en busca de aires buenos y a reencontrarte con viejos
amigos. Conocer las tierras del sur estaba bien hasta que te detuviste
en el paradero de un bus y alguien se acercó a preguntarte la hora. Se detuvo
tu reloj biológico, dando paso a un mundo utópico. Dos días de intenso romance,
aceleraste los procesos, te saltaste varios pasos, porque puedes vivir en dos
días lo que no has vivido en años.
Algo
más que un souvenir te ha dejado cada país visitado. Hasta que fue en Perú en
la selva peruana, en la sala de espera de un aeropuerto llegaría la respuesta a
todas tus preguntas o al menos eso creías.
Vagabundo
corazón, has ido de norte a sur, te has enfriado como la sopa sin sabor que nadie quiere y sobrecalentado como un celular
bajo el sol. Te has caído de alturas dignas de los Andes y te has ahogado en
mares más salados que de costumbre. Has tratado de ser bueno, pero quien soy yo
para decirte que dejes de ser humano. Anda, equivócate y vuelve a latir, porque
de seguro encontrarás una respuesta, cuando dejes de moverte y cuando dejes de
buscar.
Por Carlos Gerzon
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