EL CHICO DEL BUS Cap. #43 UNO + UNO NO ES DOS


Tal como D me lo había advertido muchas veces y nunca hice caso, “¿qué va a pasar cuando te topes con él y su novia de la mano y seas invisible para él? ¿podrás soportarlo?”, y la respuesta es no. No puedo soportarlo, pero no seré un mal amigo con Mía, no voy a malograrle la noche de su cumpleaños, aunque eso implique ganarme un mal rato tendré que quedarme por ella, por mi amiga. Aunque a ella le encanté que la situación se convierta en una película; le encanta orquestar el drama y eso es lo que me preocupa, que tome de más; porque siempre que lo hace dice disparates y cosas que no debe.

Romina, la novia de H, es una diosa y lo que se ponga le queda hermoso, viste un enterizo con una estola de piel delicada encima, luce como una rockstar. Y él, bueno, a mis ojos él es perfecto. No necesita mucho para verse atractivo, tenia puesto un blazer azul con una camisa blanca debajo y unos pantalones apretados de color gris, esos que te cortan la circulación. Su trasero se veía perfecto y sus músculos mucho mejor cuando dejó su blazer en una de las sillas. Se arremangó la camisa hasta los codos dejando ver sus tatuajes estelares y comenzó a brindar con sus amigos y ella.

Jojo por su lado se llevó a R para presentarle a unas modelos, “se verán geniales en alguna de las campañas de tu perfume” le dijo mientras lo jalaba del brazo. Mientras tanto yo quedé abandonado en un rincón cerca a una gran pared de vidrio que daba hacia una panorámica nocturna del malecón de Miraflores por la bajada Balta. Afortunadamente R me dejó un cigarro antes de irse con Jojo a socializar. Busqué en mi bolsillo derecho y luego en el izquierdo, no encontraba mi encendedor, de seguro lo había dejado olvidado en el auto de R.

-       Lo prendo solo si lo compartimos – dijo A que se acercó a encender mi cigarro.
-       ¡Hey! gracias.
-       ¿Qué tal? – preguntó el buen A siempre con esa sonrisa de chico bueno.
-       Tranquilo por ahora ¿y tú? Te veo bien acompañado.
-       Es mi ex.
-       Del colegio
-       Así es.
-       Si la recuerdo.

Caminamos hasta la barra, pedimos una copa de Gin tonic cada uno y luego nos sentamos en un box apartado de la fiesta cerca a las entradas del baño, no pasaba mucha gente. Fiorella se había quedado en el grupo del colegio junto a Mía y otras amigas. Sentí que A me llevaba hacia el lado más oculto de la fiesta, como si quiera decirme algo, y en efecto así lo hizo.

-       Una noche loca la del reencuentro ¿no? – le comenté y él comenzó a hablar sin parar. Parece que A había tomado en otro lugar antes de venir al cumpleaños de Mía.
-       Sabes, hay una cosa que he querido decirte hace tiempo, pero no sabia como decírtelo.

“Una cosa”, esa introducción solo puede ser la antesala a algo que no quiero saber.

-       No puedo dejar de pensar en tu voz.
-       ¿mi voz? ¿qué tiene mi voz? – me pregunté dos veces sin imaginar a que se refería.
-       Estoy seguro que la he escuchado antes.
-       Obvio, en el colegio alguna vez hemos cruzado alguna que otra palabra – le respondí de lo más tranquilo y relajado. Sin duda, por alguna razón extraña solo a mí la hierba me ayuda a calmar los nervios, paranoias y a algunos de mis demonios internos. 
-       La otra vez que te llamé y contestaste tu voz no parece la de un chico – dijo A tratando de no reírse y tratando de molestarme como lo hacen los amigos cuando llegan a cierto grado de confianza.  

Al inicio me reí, pero luego entendí perfectamente a lo que se refería y me pregunté asustadísimo si ¿ya se habrá dado cuenta? ¡Qué horror! Acaso habrá llegado el momento de confesarle que fui yo quien hacía las llamadas a su casa diciendo que me llamó Melisa en lugar de una chica, ¿Qué hago?. Mi pulso comenzó a dispararse, y sentí como si me movieran el piso. Traté de disimular mi nerviosismo,  y fumé más rápido echando el humo hacia otro lado donde no viera de frente la cara de A.

-       Aquella noche del reencuentro de exalumnos, ha sido muy extraña, como si estuviese en otra dimensión. Me sentí como un espía secreto, en una misión de vida o muerte. Y luego ese chico, su amigo, al que le quitamos el celular ¿Quién es? No lo recuerdo. Su cara no me parece conocida, ¿ha estado en el mismo colegio que nosotros? Porque nunca lo vi.
-       Te refieres a S.
-       Y también esa chica que saludaste, se llama Melisa, yo también la conozco hace tiempo. Es una historia graciosa de hecho tú también la conoces. ¿Te acuerdas?
-       No mucho.
-       Tú estuviste allí ese día que nos citamos.

D me lo había dicho antes de que sucediera, “tú eres capaz de transportarme a lugares inimaginables con tus historias”; ese mismo efecto sentí por parte de A.  ¿Acaso he cambiado la perspectiva de su mundo?

No tenía tiempo de procesar todas las cosas que se me venían a la mente, porque A seguía hablando y hablando y finalmente a nombrado al colegio, a Melisa y a mí. Como no recordarlo si fui yo quien planificó todo. Esa vez estuve a punto de declarar mi locura en Larco Herrera, porque mi pequeña travesura había llegado a límites desconocidos. Ni el imperio Romano se había extendido tanto.

La noche de reencuentro cuando A saludó a la verdadera Melisa, me di cuenta de que algo cambió en A. Su mirada fue letal y con una puntería sacada de algún francotirador de la segunda guerra mundial.  A puede ser bueno y algo ingenuo, pero esa noche solo su mirada me dio a entender que sabia algo más, o al menos que había encontrado algo más.

-       G, quiero saber algo. Nunca me quedó claro todo ese tema de las llamadas de esa chica.  En el recuentro traté de hablar con ella sobre eso, pero creo que no entendió o no se acordaba, es más tuve la sensación que ni siqueira me reconoció.   
-       Probablemente no se acuerde, ya sabes cosas de adolescentes. Además, fue hace años – dije.
-       Algo no cuadra.
-       ¿A qué te refieres? – pregunté para entender a que iba esta conversación.
-       La chica con la que yo hablaba por teléfono, estoy casi seguro que no es ella. Su voz no es igual.

Sentí un ligero vértigo, no se si por la vista de la terraza en el piso trece del edificio o por lo que A estaba a punto de descubrir. ¿debería decirle de una vez que esa Melisa soy yo? . Quizá si ha llegado el momento de confesarle la verdad. Estoy drogado y relajado eso ayuda. Además entre A y yo ya existen secretos más grandes, que más da. De seguro querrá saber más, pero eso también seria declararle que estuve enamorado de él en el colegio y no sé cómo vaya a tomarlo. No es el lugar ni el momento. Además, tengo otro problema encima, la mirada de H. Hace como cinco minutos no me despega la mirada desde el otro lado de la fiesta.

-       ¿Quién es ese chico? – preguntó A.
-       ¿Quién? – pregunté yo también.
-       Tu amigo el del reencuentro.
-       ¿Cuál amigo?
-       Al que le robamos su celular.
-       Ah, él.
-       Me sentí extraño esa noche, no debí tomar tanto. Cuando regresé a devolver su celular ese chico me agarró desprevenido, y no sé porque me he dejado llevar. Todo es extraño, no tengo problemas con los gays, pero también sé que no soy uno, pero…
-       Pero ¿qué? – pregunté para saber si A se atreve a mencionar algo de lo que pasó entre nosotros.

A tomó un trago de Gin tonic y cambió de tema.

-       Ese chico de tatuajes no deja de mirar hacia acá ¿es del colegio? ¿lo conoces?

H comenzaba a acercarse y yo no sabía si irme o esconderme en el baño o quizá lanzarme a la piscina o aventarme por el balcón. A y yo estábamos en una zona libre de gente casi no había nadie, y H se las ingeniaba para supervisar. Seguro andaba paranoico y cuidando de que yo no hablé con Romina. Minutos después lo vi decidido y comenzó a caminar hacia A y yo.  Elegante, pausado, dejó el trago casi vacío sobre una de las mesas, saludó a un chico que parece reconocerlo y siguió caminando. A miraba por el balcón y aventó por encima del vidrio lo que quedó de la colilla del cigarro, él también estaba algo tomado. H se acerca y de seguro quiere conversar conmigo a solas, ahora que Romina está entretenida con sus amigas.

¿Qué hago? A está a mi costado, ¿los presento? ¿nos movemos? ¿escapamos? o quizá no parezca una buena idea, pero ¿por qué no darle algo de su propia medicina? Como dice D: “¿has intentado algo más? Uno más uno no siempre es dos, a veces necesitas un tercero para conseguir al primero y no quedes como el segundo. En el juego de seducción las personas no funcionan con aritmética sino con sagacidad y astucia”.

-       A.
-       Dime – respondió A mirando hacia el cielo.

Lo agarré de los hombros y le di un beso en la boca a unos cuántos pasos de la cara de asombro de H que no le quedó más remedio que caminar de largo.


Soy un gilipollas.

Continua.

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