EL CHICO DEL BUS Cap. #47 LAS COSAS INEVITABLES SE LLAMAN ASÍ POR ALGO
La maquina del tiempo no existe. Debemos
aceptar aquello que pasó porque debe existir una razón poderosa para no regresar
al pasado y cambiarlo. Sin embargo, todos tenemos la capacidad de regresar en
el tiempo a través de una forma más efectiva, nuestra memoria. Nuestros
recuerdos te pueden llevar a los lugares a donde quisieras volver, y aquellos
donde nunca te hubiese gustado estar. Aquella noche del cumpleaños de mi amiga
Mía, era uno de esos momentos que me hubiese gustado desaparecer de mi línea
del tiempo, la noche en que A me preguntó la verdad sobre Melisa.
Aquella pregunta derrumbó todas mis neuronas que
estaban tratando de buscar una salida de emergencia, pero mi fuerza se esfumó y
mi capacidad para mentir se había reducido a balbuceos, esta vez estaba
acorralado. Aquella pregunta merecía una respuesta rápido ¿Había llegado la
hora de contarle la verdad a mi querido A?
-
¿Qué Melisa? – le pregunté
haciéndome el cojudo.
-
Ella era tu amiga en el colegio o
¿no?
2003
El tercer año de
secundaria llegó con aires de nostalgia y libertad. Las llamadas con A habían
terminado, pero lo que sentía por él aun no encontraba la recta final, me
gustaba mucho. Por más que caminaba por la cuadra donde vive nunca lograba
encontrarlo, era como jugar al gato al ratón. Melissa estaba en quinto año y ya
no podía verla como antes debido al cambio de horario que el colegio había
impuesto, de ahora en adelante, quinto año cursaría por las mañanas hasta las
tres de la tarde y secundaria por las tardes hasta el atardecer. Solo había una
oportunidad para verla durante mis salidas en el cambio de hora, en que
aprovechaba para escapar del salón de clase y escurrirme por las escaleras. Yo
había renunciado a intentar simpatizar con las personas de mi grado, por alguna
razón me llevaba mejor con los chicos y chicas de grados superiores al mío.
Poco a poco eso iba cambiando porque yo también crecía y, eventualmente, llegaría
el momento en que curse el ultimo grado, ya no tendría un lugar a donde ir.
Fue a la semana del
comienzo de clases del 2003 cuando Melisa se encontró conmigo en el patio y me
saludó afectuosamente luego de todo el verano que no nos veíamos. En ese
entonces, ella era mi única amiga hasta que se fue alejando de mí por la
diferencia de horarios, felizmente ese año ingresó Mía a mi salón de clase y se
iba a convertir en una buena amiga y cómplice.
Durante la etapa
escolar no le confesé a nadie sobre mí y no pensaba hacerlo mientras durará en
ese lugar, aunque muchos ya lo intuían o simplemente se daban cuenta de mi
comportamiento. Lo que no podía permitir
que sucediera es que descubrieran quienes me gustaban porque eso me traería
problemas vergonzosos. No contaba que Melisa se diera cuenta de todo.
- ¿qué tal tus vacaciones?
- Estuve estudiando ingles en una academia – le respondí.
- ¿y tu vecino?
- ¿cuál vecino?
- Alex.
- ¿Qué hay con él?
- ¿Te sigue gustando?
- ¿perdón? – le respondí con una indignación simulada e histriónica.
- Perdón, lo que quise decir es, si a tu amiga le sigue gustando.
Supe que mi
habilidad para disimular había disminuido mucho y sin más remedio le cambié de
tema y no volví hablar con ella más que dos o tres veces más durante ese año. De
regreso a casa, ya tenia edad suficiente para independizarme de la movilidad
escolar y viviendo tan cerca decidí caminar. Fue un día caluroso y antes de
pasar por la parroquia blanca, me compré una coca cola helada en la bodega. Él
se encontraba adentro también comprando y con unos cuadernos bajo el brazo. Me
entró pánico escénico así que disimuladamente volteé hacia la maquina de
bebidas con la intención de no ser visto, pero no contaba con que mi uniforme escoces
sea reconocible por un ex alumno como él. Entonces escuché su voz.
- Con estudio, criterio y amor…
Aquella línea
pertenece a una de las estrofas del himno de mi colegio. Es gracioso que la
haya cantado solo al verme usando el uniforme, estoy seguro que no vio mi cara y
es mejor porque mis gestos y mirada tienen la habilidad de intimidar de una
manera incómoda a las personas. Él salió de la bodega y no volví a verlo sino
años después. La conversación que tuve con Melisa me recordó que, a veces, invocamos
a ciertas personas y estas aparecen cuando menos lo pensamos, yo habría querido
encontrármelo siempre, pero ya no tenia sentido, nunca lo tuvo ¿o sí?
Hoy casi diez años
después, no puedo esconderme ni quiero hacerlo. Tenía a mi costado a ese mismo
chico del colegio llamado A y, podría decirse, que somos amigos y no tiene
sentido ocultarlo más. Aunque el momento no es el adecuado debo decirle la
verdad, después de todo las cosas inevitables se llaman así por su naturaleza
poderosa de suceder cuando estemos o no preparados. Entonces decidí responder
las preguntas de A, aquella noche, de por sí, complicada con la presencia de H.
- Melisa es una chica que conocí en el colegio, ya no me acuerdo mucho de
ella, y tú ¿cómo la conoces?
- Cuando estaba con Fiorella en el colegio, hubo un periodo de tiempo en
que nos peleamos, y fue en ese tiempo en que conocí a Melisa, bueno no
precisamente la conocí, solo la escuchaba.
- Solo la escuchabas…
- Ella consiguió mi teléfono y me llamaba todos los días y nos conocimos
así.
- ¿Y de que hablaban?
- Me enamoraba.
- ¿y tú? ¿te enamoraste de ella?
A se quedó callado
meditando, suspiró profundo y empezó a reírse. No sé sí fue por efectos del
alcohol o porque había recordado algo gracioso.
- Recuerdo que una vez ella me dijo, cuando nos conozcamos ya no le iba a
gustar tanto.
- Entonces si te gustaba.
- No le habría respondido las
llamadas, si fuera que no.
- ¿qué te gustaba de ella?
- Simplemente me gustaba conversar con ella, no era tonta o hueca como
todas las chicas que conocía en ese tiempo, ella era especial.
Me sonrojé.
- ¿Especial?
- Sí, porque no me conversaba tontería y media como otras chicas de mi
grado.
- ¿y qué paso después?
- La conocí en persona y todo cambió.
- ¿no te gustó?
- No fue solo eso, siento que no era ella.
- ¿Cómo así?
- Siento que estaba hablando con una persona diferente.
Cuando A dijo eso,
entendí que por más que yo haya convencido a Melisa de que se hiciera pasar por
la chica con la que A hablaba por teléfono, ella no podía fingir ser esa
persona en la vida real, no por lo físico, sino por la personalidad. Melisa del
teléfono soy yo, fui yo. Y yo como chica,
en ese entonces y ahora, era una chica coqueta, decidida, aunque tímida, pero
con una fluidez en la conversación que yo mismo desconocía. En cambio, mi amiga
Melisa era callada y parca.
- Siento que me estuvieron viendo la cara, ella y alguien más
- ¿por qué piensas eso?
- Su voz, no era la voz.
- ¿crees que fue otra persona?
- Dime tú.
No sabía que
responder, no estaba seguro si A me estaba poniendo a prueba porque sabe la
verdad o en verdad sigue perdido como antes.
- ¿Qué te puedo decir yo?
- Me puedes decir quien es la persona con la que yo hablaba por teléfono.
Tú eras su amigo, a ti te encontré cuando ella me citó en la parroquia blanca y
nunca apareció.
- ¿Tú te acuerdas de ese día?
- Claro que me acuerdo. Y en el reencuentro la volví a ver, tengo buena
memoria, y ella parecía que ni siquiera se acordaba de mí.
Tengo que decirle,
pero si tomó la decisión no habrá marcha atrás. Pueden suceder dos cosas, que A
se enojé y me reclamé o, simplemente, lo tomé como algo que sucedió hace años. No
lo sabré aun, porque vino a mi rescate de esa situación, como si se tratase de un
superhéroe, la otra letra que faltaba en esta sopa.
- ¿puedo hablar contigo? – dijo H, y luego mirando a A, agregó- a solas.
- Estamos hablando, brother – le dijo A.
- Qué me responda él.
- A, déjame un rato con él y espérame para irnos juntos.
H levantó la ceja
en señal de sorpresa y se puso a un lado para que A se retirará.
- Lo que sea que haya pasado quedó allá – me dijo A al oído antes de
irse.
- ¿donde allá? – le pregunté.
- En el pasado. Te espero, no te tardes.
H se sentó donde
estuvo A.
- Tenemos que hablar.
- ¿de tu viaje?
- De eso, y de J.
- ¿Quién es Jota?
Continuará.
Por Carlos Gerzon
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