EL CHICO DEL BUS Cap. #48 ¿QUIÉN ES ÉL?



¿Cuántas veces le has preguntado lo que siente? Y ¿Cuántas veces te ha lanzando al limbo de las preguntas sin responder? Como si tuviera en sus manos o en sus palabras un gran bate de baseball y bateara lejos las respuestas que necesitas escuchar para que tomes la decisión de seguir queriéndolo o por fin tengas el valor suficiente para cerrar el caño de sentimientos que dejas abierto cuando él se acerca a ti.

D, se ha vuelto mi mejor consejero y siempre tenía razón. Siempre soy yo quien gusta de estar en este laberinto, y H solo me ve desde arriba intentando desesperadamente encontrar una salida. “G, ya casi se cumplen dos años desde que se conocieron H y tú. Dos años desde que salieron por primera vez y hasta ahora sigues con la cola en la ratonera. Sigues ahí por tu propia voluntad”. No soporta la cruel verdad, y D no se cansa de repetírmela cada vez que puede.

No puedo tomar una decisión. Parece ser que el destino se ha apiadado de mi capacidad para tomar decisiones y al ver que esta no funciona en los momentos requeridos, ha decidido llevarse a H a un viaje por las tierras del sur, con un boleto de ida solamente, dejando todas mis preguntas sin responder. Y ahora es cuando por fin debo dejarlo ir. Sin embargo, si se va al menos le sacaré una respuesta, yo necesito saber que siente por mí, que ha sentido por mí todo este tiempo.

Ahora mismo estoy un poco borracho, no tanto como los amigos de Mía celebrando su cumpleaños. Me siento como un gato amenazado con los pelos erizados, mientras más se acerca H más me enerva. No podre aguantar mucho tiempo sin gritarle y exigirle que deje de usarme como un toro en la plaza, dándome vuelta y vueltas a ritmos de olé.

Y he estado a punto de atravesar su cerebro con mis preguntas como una gran espada filuda y desenvainada, sin embargo, él ha nombrado a alguien más. ¿Quién rayos es J? y ¿por qué tenemos que hablar de él ahora?

-       ¿Quién es él? – volví a preguntar.
-       J es alguien que conozco hace años.
-       Y ¿por qué tenemos que hablar de él ahora?
-       Porque me voy precisamente por él.
-       ¿estas hablando de tu viaje? Porque esa es otra cosa que no habías contado, como tantas otras.
-       Por eso quiero contarte ahora.
-       Apunta bien y dispara Helmut, porque si me vas a decir que J es alguien que te gusta, suéltalo de una vez.

Era la primera vez que lo llamaba por su nombre de pila, y de inmediato él sintió que yo estaba enojado porque nunca lo había llamado así. Nuestro diálogo era pasivo agresivo, como un cocodrilo asomando sus ojos sobre un lago esperando saltar para devorarlo. El alcohol es peligroso para mi boca, porque le concede el maravilloso don de la locuacidad y honestidad, sin ningún tipo de miramientos y con la prudencia reducida a su mínima expresión. Era capaz de gritarle a todos lo que sentía y poner en aprietos a H, era capaz de decirle a Romina que es una pobre niña rica que tiene todo menos un hombre de verdad, incluso sería capaz de decirle a Mía que es una cojuda y belicosa por desatar una guerra y hacerse la desentendida al invitarnos a todos a su fiesta. Tenía el valor de ir hacía A y besarlo delante de Fiorella y de H, solo para ponerlo celoso. Sim embargo, por alguna razón, tener a este hombre a mi lado, reducía mi conducta y controlaba cada partícula de mi ser para no estallar.

-       Nunca me habías dicho por mi nombre – dijo H.
-       Nunca me habías hablado de J.
-       No entiendes.
-       No, no entiendo ni jota – al decirlo fue imposible que no sonará gracioso y él se rió.
-       Jajaja, ahora si que me hiciste reír.
-       Ojalá yo pudiera reírme ahorita.

M encogí de hombros y él me abrazó porque sabía que estaba hablando el gin tonic que se había apoderado de mi cabeza e intoxicado mis hormonas junto a mis emociones.

-       Cálmate, estas agresivo.
-       No lo estoy.
-       Vamos a otro lado. Vamos a mi auto.

Caminamos hasta el ascensor y A me vió y yo a él, no pude sostener la mirada, solo lo esquivé esperando que él no se enojara, por lo contrario, yo esperaba que A me esperase para no irme solo de allí. Mía seguía hablando con sus amigas y celebrando como debe ser su cumpleaños, aún no era media noche. De seguro en cualquier momento tendremos que cantarle las mañanitas a pesar de que la noche era muy oscura. Más allá, en la barra Jojo conversaba con unas modelos junto a R, quien también me había visto. H y yo entramos y bajamos por el ascensor hasta el lobby del hotel.

-       ¿Quién es J? ¿por qué es tan importante hablar de él ahora? – volví a preguntar mientras lo números de los pisos en el contador electrónico bajaban.
-       Calma ahorita te cuento.

Entramos al auto de H y el encendió un cigarro.

-       Jota es el hermano de Romina.

Sin preámbulo alguno, H me dijo quien es J y ambos nos quedamos callados como un mausoleo. Él encendió el aire acondicionado y yo tenía la mirada fija a la puerta del hotel que estaba en frente del lugar donde él había estacionado su auto.

J vive en Buenos Aires hace quince años, es el hermano mayor de Romina y ambos tienen ciertas discrepancias, digámoslo así. En realidad, J tiene una pésima relación con toda su familia, a los quince años se fue de su casa. Terminó el último año escolar en un colegio no muy reconocido como en el que estaba antes y esperó a cumplir los dieciocho para comenzar a trabajar. Ahorró esos tres años trabajando de modelo, en bares, incluso se metió de dj. Poco después se fue a Buenos Aires cerca del año dos mil. Tiene mi edad, estudiábamos juntos y era mi mejor amigo. Su familia y la mía son muy amigas, al punto que yo le decía tío a su papá y él al mío. Éramos como primos, nos conocíamos desde muy pequeños, siempre lo defendía porque se burlaban de sus pecas y le decían “chucky” por el color de su cabello.

2016

Escuchaba a H y mi mente se transportó a la tarde en que estuve en su departamento por segunda vez cuando salimos del bar y me llevó hasta allá para conversar sobre nosotros, pero nunca lo hicimos porque él se metió al baño y lo sorprendí masturbándose y nunca pudimos hablar, estuve en shock. Antes de salir de su departamento recuerdo que sin querer tropecé con la mesa al costado de la puerta y sin querer tiré un portarretrato con una foto de él al lado de un pelirrojo, guapo, pecoso, de ojos claros; sería una foto de hace unos quince años aproximadamente. Ambos se veían muy jóvenes. Y no era la primera vez que lo veía, ya lo había visto en una foto pegada con un imán en el refrigerador de la casa de H y sin querer en una foto cuando cogí su celular la noche del reencuentro de ex alumnos, cuando leí los mensajes que S le había enviado.

No sé porque recordé aquello, como si mi sentido de la intuición fuera tan acertado como el olfato de un sabueso. Sospeché por donde iba esta conversación, pero cuando tienes mucha fe en una persona, nunca escuchas a las desesperadas voces de la razón que te quieren poner sobre aviso, te vuelves sordo porque esa fe es el amor en una de sus manifestaciones más lindas, cuando a pesar de todo le crees y le sigues con los ojos cerrados.

H hizo una pausa a su relato y me ofreció de su cigarro.

-       Me das uno nuevo, por favor – le solicité.
-       Sí, claro – dijo él mientras sacaba uno de la guantera y buscaba el encendedor que tenía en el bolsillo del pantalón.

Abrí mi ventana y H logró sacar el encendedor y acercó sus manos hacía mi boca para encender el cigarrillo. Yo contuve el humo un rato y lo boté al mismo tiempo que apagué la flama del fuego.

-       Has botado aire por la nariz como un toro molesto.
-       Un toro a punto de cornearte – dije.
-       No seas agresivo – me dijo mientras tocaba mi oreja jalándola hacía abajo con fuerza.

Me enfurecí, pero al mismo tiempo estuve tranquilo porque sabía que lo hizo para cortar la tensión entre nosotros. H no contaba que había alguien de pie detrás de él, fuera del carro que cortaría mejor y con mucha certeza no solo la tensión sino cualquier escenario que estábamos viviendo en ese momento. Con tan solo dos golpes sobre el vidrio de la puerta del auto de H con el anillo en el dedo, ella nos paralizó a ambos cuando volteamos a verla. H abrió los ojos grandes y yo casi quemó el asiento con el cigarro al sobresaltarme. Ella nos había seguido o fue casualidad que estuviera allí fuera del auto.

En ese momento las palabras de D volvían a ser certeras. “Te aseguro que ella lo sabe, acaso no has escuchado que las mujeres tienen el sexto sentido desarrollado. Ella lo sabe y se calla, porque es lo mejor que puede hacer, porque ella es…, y perdona que te lo diga sin anestesia, ella es estúpida como tú. Ambos tienen más en común de lo que crees, están enamorados de la persona que más daño les hace”.

-       ¿Qué hacen aquí? – preguntó Romina

Continuará.

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