SIEMPRE NOS QUEDARÁ BUENOS AIRES Cap. #02 SEÑOR FOTÓGRAFO
A veces veo mi vida
como si ya la hubiera vivido. Interminables dejavus y ciclos románticos que se
repiten con diferentes coprotagonistas. La ruleta del azar nuevamente se ha detenido en un
encuentro pasajero, y pues ¿quién soy yo para cuestionar sus designios? Solo
debo obedecer como buen soldado del destino.
A él le quedaba menos
de un día para subir a un avión y no mirar atrás, a mí me faltaban dos días
para viajar a Buenos Aires.Nuestros caminos se habían cruzado en el momento
indicado porque luego de esas 24 horas no volveríamos a vernos. Y tuve muchas
ganas de vivir el momento porque sí me aguanto las ganas y reprimo mis
emociones efímeras, estoy seguro que me arrepentiré luego. Al fin y al cabo, si
el destino te pone personas pasajeras, y tu cerebro sabe que debes alejarte,
pero tu corazón toma el control de tus desiciones, por qué no dejarlo latir. Déjalo
¿qué es lo peor que puede pasar?
A las once pasé por él,
a su casa ubicada a un par de calles frente a la municipalidad de Surco. Durante el camino, una canción
sonaba en shuffle.
Take your
passion
And make it happen
Pictures come alive
You can dance right through your life.
And make it happen
Pictures come alive
You can dance right through your life.
Era la pista que
necesitaba para convertir aquella noche en una de esas que recuerdas con nostalgia
maravillosa tiempo después. Supe de inmediato que debía tirar por la borda
todas mis reglas, protocolos y ser más desnihibido que nunca. Ser directo,
olvidar los rodeos, dejar de lado las poses y disfuerzos. El chico sentado a mi
costado, me gusta y debo besarlo las veces que pueda, tener sexo con él las
veces que pueda, conversar y reirme con él las veces que pueda. Si la vida te
da, tú solo recibe.
Nos estacionamos en el
malecón de Barranco. No teníamos ganas de ver gente, solo fumar marihuana y conversar
de la vida. Su vida y la mía son muy distintas, pero nos alegraba saber que podíamos
encontrar momentos vivídos muy parecidos, armando diálogos de anécdotas
memorables y dignas de compartir. Tengo muchas historias bajo el brazo, él quizá
más que yo, pero no iba a dejarlo hablar toda la noche, también quería besarlo.
-
Lástima.
-
¿lástima
de qué?
-
Si nos
hubiesemos conocido un poco antes…
-
A lo mejor
me quedaba.
Pero el hubiera no
existe. Luego de que ambos finalmente dijimos lo que sentíamos, aunque sea efímero
y pasajero, no importa. Lo importante no es el tiempo, sino la intensidad del
momento que el tiempo te pone al lado. Luego de suspiros y miradas inquietas
que hablaban más que el silencio de los labios, sus manos se deslizaron por mi
espalda y me recosté en su pecho. Fumados y con los ojos rojos, riéndonos como
dos niños de la cosas más bobas.
En ese momento cerré
mis ojos y me perdí en mí mismo por unos minutos. El sabotaje quería asomarse
para reventar esta burbuja cómoda y acogedora; y me preguntaba yo mismo ¿Cuántas
veces he sentido esto? Efectivamente, esta sensación yo la he sentido antes,
muchas veces, esto yo ya lo he vivido y sé como termina. Sé que dura poco. Volví
de mi introspección, él me miraba con ojos dóciles. Miré mi instagram por un momento
y apareció una sesión de fotos de Vogue en mis stories. Danito, comentó al
respecto.
-
Hace
tiempo que no me hago fotos.
-
¿Hace cuánto
que no modelas?
-
Hace años.
He perdido masa muscular, ya no tengo el cuerpo de antes.
Era el momento que
esperaba. Mi intuición me decía que no iba ser necesario una negociación o un
argumento tedioso para convencerlo.
-
Deberiamos
hacer una sesión de fotos antes de que te vayas.
-
Pero, no
tenemos tiempo ¿cuándo sería eso?
-
Mañana por
la tarde.
-
Mmm creo
que puedo a las cuatro de la tarde, pero no puedo demorar mucho tiempo.
-
Hagámoslo.
Al día siguiente a las
cuatro de la tarde llegó a mi departamento con el cabello amarrado, una chompa
con mangas abultadas y jeans. Me ayudó a instalar el flash de pie y primero
hicimos pruebas de luz. Solo queria fotografiar su torso, su rostro y,
especialmente, su cabello. El color rojizo de sus mechones bajo el rayo de luz
que entraba por la cortina mal cerrada de la gran ventana del departamento, le
daba ese resplandor que necesitaba para hacerlo más bello.
-
Quitate la
chompa y la camiseta.
Tenía un tatuaje en el
pecho como si fuera un explosión calculada de colores que, junto a sus pecas,
me hacía suspirar por dentro, pero concentrarme por fuera.
-
I´m
ready for my close up, señor fotógrafo.
Cada destello del
flash, cada clic del obturador capturando su rostro, eran como los golpes de
las manecillas del reloj recordándome que dentro de unas horas, todo esto
quedará en un recuerdo. Su cabello cubría su rostro y sus movimientos de cabeza
hacía un lado y la mirada de soslayo me fascinaban, todo de él estaba bien para
mí. Seguramente somos un cliché más de el fotógrafo que tiene un romance con su
musa o modelo. Y si lo éramos, no me importa ser un cliché.
Hicimos unos setenta
disparos. Luego de decirle que ya solo faltaban algunas tomas, me jaló del
brazo, me tumbó contra el sofa y no me soltó hasta desnudarme y hacerlo frente
a la cámara. Se bajó los jeans a medias y me excitaba verlo así, casi desnudo. Esa
fue la última vez que lo hicimos mientras el sol se despedía de nosotros. Habian
pasado las veinticuatro horas.
Luego vimos una película
hasta que nos agarró la noche. Aunque ya había visto Eat pray love, no me importaba verla
otra vez con alguien al lado, es más, de ese modo ya no me sentiría solo cuando
volviese a revivir las emociones que me causó esa película la primera vez que
la vi.
-
Es hora de
irme, señor fotográfo.
Solo habían pasado
veinte minutos desde que comenzó la película y, volver a la realidad luego de
perderme horas en el país de las maravillas, siempre es difícil. Los cuentos de
hadas lanzan hechizos cada vez más cortos, y faltaba poco para que suene la
alarma de este sueño placentero. Estoy consciente de las consecuencias de
entregar todo a pesar de las advertencias en letras chiquitas. De eso se trata,
de vivir.
-
Te ayudo a
guardar tus cosas, señor fotógrafo.
Señor fotógrafo, sonaba
infantilesco viniendo de él. Pero al mismo tiempo, aquello me daba todos los
recursos necesarios para guardar este momento como un gran recuerdo en lo que
va del año. Lo llevé hasta su casa, y en el camino cantamos lo que sonará en la
radio. En ese momento, sentí lo mismo que había sentido siempre en esas situaciones,
una nostalgia recurrente y, felizmente, mañana yo viajo a Argentina, de lo
contrario me quedaría muy grande la ciudad de Lima estos días, porque encontrar
alguien así que tengan la misma compisición estelar que tú es muy difícil. Siempre
experimento este vacío luego de conocer a alguien increíble. Aunque no se
compararía en nada a lo que me sucedería en Buenos Aires.
Estacioné en la puerta
de su casa, y no se bajó de inmediato. Tenía mi mano sobre sus piernas y sabía
que el beso que estaba a punto de venir, y aquel sería el último. Yo no tenía
muchas palabras, ya se había dicho todo con los actos. Lo único que pude decir
en voz baja fue desearle un buen viaje. Sin embargo, mi corazón no se detiene
ante nada cuando experimenta esta supernova de emociones, y se le escapó una
oración conmovedora.
-
Si vuelves,
escríbeme.
-
No voy a
volver.
Lo sabía. Simplemente tenía
que decir algo más. El último beso llegó luego de su respuesta y vino junto a
un abrazo fuerte.
-
La pase
muy bien.
Y se fue. Arranqué el
auto y me fui yo también con una sonrisa de tarado. No sé si hice bien o mal,
solo sé que tenía que hacerlo, tenía que vivir esto. A mis amigos no les conté
nada, porque estoy seguro que me dirian lo mismo “Uno más”, “¿te enamoraste
otra vez?” “Olvídalo, no es nada serio”. No se trata de olvidar o recordar, se
trata de vivir esos momentos aunque duren lo mismo que dura un estornudo. No
quiero cosas ordinarias ni cotidianas, prefiero estas historias, aunque nadie
me entienda.
Realmente si él no se
iba hoy, yo hubiese estado dispuesto a convertirlo en mi enamorado. Pero el
hubiera no existe, ni aquí en Lima, ni tampoco en Buenos Aires.
Continuará.
Por Carlos Gerzon
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