SEX O'CLOCK Cap. 1 LEYES
El verano se iba lentamente con el fin de la semana santa y el poco bronceado que logré el mes pasado. No pude dormir tranquilo aquella noche a pesar que estaba de regreso en casa, en mi propia cama. Las vacaciones de verano fueron literalmente inolvidables, pero por las razones equivocadas. El viento golpeaba las persianas contra el vidrio casi abierto de la ventana. Me sentí agitado, como si hubiese corrido una maratón auspiciada por Adidas o Entel. Si me quedaba quieto mirando al techo oía a mi corazón latir fuerte y veloz como la alarma de un reloj despertador. Dicha ansiedad solo la había vivido meses antes cuando mi hermana descubrió los mensajes subidos de tono de la aplicación que usaba cuando por las noches la soledad desespera; justo a tiempo para navidad. Ella tiene serios problemas con un husmear en mi habitación y una mañana que yo me estaba duchando entró a mi cuarto a robarme unos cigarros y se encontró con mi teléfono vibrando sobre mi mesa de noche. El ruido sobre la mesa de madera no cesaba hasta llamarle la atención, se acercó y encontró el celular bloqueado con la pantalla llena de mensajes no leídos de un icono que no era ni Messenger, ni Facebook, ni WhatsApp, ni Instagram. ¿qué aplicación tenía yo que ella no supiese? Habrá pensado. Será que se estaba perdiendo de algo nuevo como la ultima moda en redes sociales. Como nativa digital, se sintió ignorante al desconocer aquel icono que acompañaba las notificaciones. Hace días ella observó sigilosa como desbloqueo mi teléfono móvil y memorizó los cuatro dígitos de mi contraseña. Cuando salí de la ducha ya era tarde, ella había entrado a Sex o’clock y recorrió no solo las noticias que la gente comparte, también había entrado a mi bandeja de mensajes y encontró mis conversaciones con un chico llamado Marcelo. Un arsenal de minuendos, insinuaciones y fotos frontales mías y suyas subidas de tono. No era nubes ni packs, pero poco faltaba para llegar a eso.
-
¿Cómo puedes ser tan puta? - me dijo cuando salí de la ducha.
-
¿Cómo puedes ser tan chismosa? – le respondí con otra pregunta.
-
Siempre supe que eras cabro, pero no pensé que también
fueras perra.
- Ni una palabra a nadie metiche de mierda.
-
Un poco difícil.
-
Martina es en serio, ya pues, no le puedes contar a nadie.
- Especialmente a Brisa. ¿te imaginas la cara de tu ex?
- Hace meses que no salgo con ella, ya ni hablamos.
Mi hermana cerró los ojos y prometió callar, aunque luego de dicha promesa esbozó una sonrisa malévola. Por supuesto que los favores y demás peticiones estaban por venir. Me tenía en sus manos, pero confiaba en que mis papás no descubrirán aún los múltiples gustos que poseo y mucho menos de esa forma. Me tomó largo tiempo aceptarlo, no imagino cuánto tiempo pueda tomarles a ellos. A los 27 años, sentí que había cumplido cadena perpetua cuando por fin pude salir del closet al menos con mi hermana, como un regalo de navidad que no había pedido a Santa Claus, pero al fin de cuentas fue productivo, me dio más confianza para enfrentarme al “que dirán”, además aun no tenía decidido mi camino. No tenía una novia a la cual debía terminar por mis nuevos gustos. La lección aprendida fue borrar la aplicación. No habría que esperar mucho tiempo para volver a descargarla, estuve abstemio de esos mensajes hasta que llegaron los primeros días de verano y con ellos Vasco.
ENERO
Fue una de esas noches de verano que nadie recuerda a la perfección. El alcohol se apodera de tus hormonas y adormece a tus neuronas, fuerte calor en el día, pero no se compara con el de la noche. Nos habíamos quedado hospedados por tres meses y medio en una de las casas frente al malecón de Playa Azul. A pesar que el descubrimiento de mi sexualidad estaba empezando, aún tenía miedo de ir a las fiestas que acuden mis nuevos amigos, especialmente a Open. Quizá esa era una valiosa excusa para ir a la discoteca de al lado donde se encontraba Ernesto con sus amigos. Aquella noche solo quería verlo borracho, porque cada vez que nos embriagamos juntos, me trata como si fuera lo único que tiene frente a él. Sé que su cariño es sincero y de un buen amigo, nos conocemos hace muchos años, y con eso yo estaba satisfecho. Sin embargo, desde que comencé a juntarme con mi primo Gonzalo y sus amigos, mi vida dio un giro de 360 grados, más como una bailarina de ballet. Al principio todo era diversión, pero poco a poco me di cuenta que me gusta ese tipo de fiestas, y fue por culpa de una de esas noches en que Ernesto decidió alejarse de mí. Una noche luego de salir de Open embarqué a Gonzalo en un taxi y tomé otro con dirección a la casa de Ernesto quien llegaba de otra juerga y me invito a lanzar antes de que amanezca. Creo que le dije que me gustaba y no lo recuerdo por el alto estado de embriagues que recorre mi cuerpo luego de ese tipo de juergas ademas del poder devastador y detonador de sinceridad que tiene el Cannabis. No volvimos a hablar desde ese entonces, al menos no como antes cuando me dejaba ir a su casa. Ahora Ernesto se había vuelto distante. Desde que me enteré que también vendría a Playa Azul con sus amigos quise aprovechar cada oportunidad para encontrármelo. Sin embargo, mi nuevo grupo de amigos tenía otros planes para mí. Prácticamente obligado por la presión del grupo, entré a la fiesta Open, mientras Ernesto estaba en la discoteca de al lado. “Open your mind” decía la pulsera vip que nos pusieron en las muñecas en la entrada y estaba seguro que más bien era una forma sutil de decir “open your legs”. Copas van y vienen, intercalando el gin tonic con el asqueroso aperol spritz, y a mitad de la jarana, dos rondas de tequila en shot. Nada me tumbaba, hasta que Ignacio se apareció con un porro de marihuana y sin pensarlo le di dos hasta tres toques. Mi mente se apaciguó, pero mis piernas querían buscar la hora oportuna para hablar con Ernesto, no sabía en que momento podría salir de la otra discoteca, solo quería verlo. Debo calmarme apenas es el primer viernes de enero, tenemos todo el verano por delante.
Desde la zona vip se podía ver el mar a la distancia, y hacia el este un cielo queriendo ser más claro. A menos de una hora del amanecer, mis amigos regresaron a la casa de Playa Azul y yo me quedé con Ignacio remojados en alcohol. Ignacio se besó con un chico y yo me quede con ganas de alguien más, pero mi timidez no me permitía lidiar con otros chicos, aun tenía pensamientos confusos, dicen que la bisexualidad es una etapa para la homosexualidad, quizá aun estaba allí en medio del camino. Solo había una forma de aclarar mi mente y volví a descargar Sex o’clock en mi celular, la verdad es que no quería irme sin tener un buen rato con alguien. De inmediato un chico me escribió y le respondí. “Eres amigo de Ignacio” parecía saber más cosas de mí. “Vamos a mi casa en Playa Oeste” me invitó aquel desconocido y, probablemente hubiese aceptado, sin embargo, no contaba que esa noche conocería a Vasco.
Entré al baño a mear antes de responder a aquel extraño del chat. A mi costado se encontraba un chico de cabello oscuro, ojos cafés, pantalones entallados y polo sin mangas. No es guapo, pero tampoco es feo. No recuerdo mucho su cara en ese momento solo recuerdo el tamaño de su pene, lo tenía a la vista. Luego de terminar sacudió su miembro cuatro veces y se subió la cremallera, yo hice lo mismo, pero la erección en mis pantalones no me dejaba subir el cierre correctamente. Volví a los lavados y él estaba allí mirando a través del espejo mientras se acomodaba el peinado y yo me lavé las manos.
-
Esta abierto – dijo él mientras apuntaba con su dedo mi
entrepierna.
- Ah sí, gracias – le respondí.
- La tienes parada.
Me quedé callado y lo miré directamente a los ojos a través del espejo. Mi cabeza me jugaba malas pasadas y mis piernas me tambaleaban. Minutos después estábamos en el mismo taxi, yo sin conocer el rumbo, y él sabiendo muy bien nuestro destino.
-
Vamos a mi casa - me dijo.
-
¿Es muy lejos de aquí?
- Para nada.
No era la primera vez, me parece reconocerlo de algún lado, sin duda yo había visto a este chico desde antes, seguramente más temprano cuando entramos a la discoteca, pero no me atreví como siempre a acercarme, o intentar algo. En casa mi espejo me impedía armarme de valor, porque me mostraba un reflejo con el cual yo no me sentía contento. No dicen acaso que nunca sabemos lo que tenemos hasta que alguien nos lo dice. Vasco vio más allá que yo; es conversador y distraído; por ratos hablábamos de la cultura mesopotámica, debido a un letrero que vimos camino a su casa y luego intercambiaba su atención con el celular tomándose selfies y publicando stories. #Savage #Walkofshame #BackHome. Me llevó sin problemas hasta su departamento con vista a la playa en el piso más alto cerca a la azotea. Me tranquilicé al percatarme que su casa estaba cerca a la casa a que Ignacio y los demás alquilamos.
⁃
Tienes buena vista – comenté mientras me asomé por la terraza.
⁃ Y eso que no has visto la de la cocina – me dijo mientras caminaba hacia allá.
La cocina daba hacia el tragaluz.
⁃
¿Esa es buena vista? – pregunté.
⁃
A esta hora no lo es.
⁃
No entiendo.
⁃
¿Ves aquella ventana?
⁃
Si.
⁃
Es la ventana de mi vecino.
⁃
¿Y?
⁃ Lo veo desnudo luego de que sale de la ducha por las mañanas. Y no se molesta en cerrar la cortina.
Con esa conversación mi pene volvió a ponerse duro, pero no me atreví a dar un paso en falso. Dejé que él tomará los primeros pasos en todo. Sacó un vino de la cava, estaba a la temperatura que el esperaba luego de poner su mejilla junto al vidrio de la botella. El corcho no quebró ni se hundió en la botella, él sabia lo que hacia con sus manos. Sirvió dos copas, él se quedo con la suya en la mano meneando el cáliz desde el tallo, pasó su nariz por encima como sabueso, luego encendió un cigarro sin ofrecerme uno.
⁃
Salud.
⁃
¿Por qué brindamos? - pregunté.
⁃
No tengo motivos.
⁃ Al menos tendrás otro cigarro para mí.
⁃ Discúlpame, aquí tienes.
Echamos el humo al mismo tiempo mientras veíamos el amanecer.
⁃
Es hora – dijo Vasco.
⁃
¿Quieres que me vaya? – pregunté.
⁃ No, sígueme.
Caminamos hasta la cocina, eran seis y media de la mañana.
⁃ Nos despegues tus ojos de la ventana.
Lo obedecí.
⁃
En cualquier minuto comenzará.
Cuerpo bronceado y pezones perforados. Barba corta y abdominales decentes. Tamaño del pene sin erección yo diría que unos dieciocho centímetros. Nada mal, envidiable. El vecino de Vasco, se secaba el cabello violentamente que temblaba todo lo que le colgaba. No pude evitar tener otra erección. Desde la ventana parecía una pantalla de televisión viendo soft porn. Se colocó la toalla al rededor de la cintura, nos miró por el rabillo del ojo, sonrió y salió de la habitación.
⁃
Lo sabe – dije.
⁃
Por supuesto que lo sabe.
⁃
¿Ya tuvieron algo?
⁃
Nada.
⁃
¿Por qué?
⁃
Es la ley del más fuerte o el más débil.
⁃
Ah si...
⁃
El más fuerte será quien evite la tentación. Y el más débil será
quien caiga.
⁃
Pensé que quieres ser el débil.
⁃
Todos caerían rápido con lo que acabas de ver. Yo no. Él tiene
que caer primero.
Las convicciones de Vasco, me daban entender que si yo quería sexo en ese momento, estaba perdiendo mi tiempo. A menos que yo sea el débil y me insinué, no sucederá nada. Entonces escondí mi erección moviendo mi pene hacia un costado para evitar que se notará y regresé a la sala antes que él. Si alguien sería el débil no sería yo, pensé. Esa forma de pensar no la había tenido antes, sin embargo, sentí que me gustaba jugar el juego de Vasco. Las reglas eran interesantes, Vasco es inteligente y sexy. Se necesita bastante determinación para no lanzarse encima de Vasco, no es musculoso ni muy alto, ni siquiera es guapo de revista, pero es tremendamente sexy y con unos ojos que traspasan la barrera de la comunicación oral. Debí acercarme más a él en esa ocasión. Debí tener sexo con él, sin importar que yo resultará ser el más débil. Terminando el verano lamentaría dejar pasar esta oportunidad de oro, pero tampoco podía imaginar lo que iba a suceder despues hasta que lo leí en el periódico de la mañana. La noticia cerraba con el vecino, al cual acabamos de espiar, encontrando su cadáver y dando parte a la policía.
Continuará.
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