SIEMPRE NOS QUEDARÁ BUENOS AIRES Cap. #05 ZOOM

 


A pesar que el café no es mi favorito, aquella mañana se convirtió en mi mejor amigo. Mi primera noche en la ciudad fue intensa, probablemente una lifetime, pero solo era una pequeña probadita de los días que vendrían después. Me sentí extraño conmigo mismo, con ganas de quedarme tumbado en cama sin hacer nada. La casa de los relojes me había dejado un mal sabor. Tenia que darme ánimos para seguir avanzando.

Dicen que Buenos Aires es una de las ciudades latinoamericanas que más canciones han inspirado, desde un tango de Gardel a un Soda Stereo. Es una ciudad que parece que tuviese un hechizo que pocos saben conjurar ¿me pregunto si sus habitantes nativos pensarán igual? Quizá ellos están tan acostumbrados a vivir sus vidas aquí, que no sienten la magia de un forastero de tierras lejanas como yo. Solo caminar con una cámara podría desatar postales para la historia y vivir una vida paralela mientras estoy lejos de casa.

 

Me prometí no sentirme solo, porque fue mi decisión venir solo. No es la primera vez que viajo a otro país en solitario, es más, las mejores historias vividas han sucedido gracias a que abrí la maleta y emprendí un camino sin pensarlo demasiado; son dos acciones que tienen consecuencias muy interesantes. Al principio surgen las dudas, esas que parecen almas en penas y te jalan los pies por la noche sin dejarte dormir. Finalmente, respiras hondo y sin darte cuenta ya estas en el avión. El solo hecho de viajar es decirle adiós a tu vida de siempre, para vivir una nueva. Es comenzar de cero para mí. Puedes ser quien tú quieras en otra ciudad. Conocer gente que no sabe ni les importa tu pasado, vives el presente como nunca en un viaje y eso es lo más increíble. Así que, si quieres olvidar y no pensar en lo que viene, solo viaja y detendrás el pasado, ignoraras el futuro y vivirás el presente.

 

Mis pensamientos iban caminando más rápido que mis pasos por las calles de La Recoleta. Entre malabaristas, dibujantes a mano alzada y músicos con acordeón, me encontré con el cementerio del mismo nombre. Jamás pensé que fuera tan emocionante estar rodeado de tantos presidentes de estado muertos y otras tumbas tan aclamadas como la de Eva Perón. Tomé otro bus hasta la facultad de derecho de la UBA y me encontré una flor en el camino. Eduardo Catalano se la había regalado a la ciudad en el 2002; me senté a su sombra a tomar sol y beber un mate.

 

A la mañana siguiente la che y yo fuimos de visita al planetario, lo único que queríamos en ese momento es sentarnos sobre el césped y escuchar la música de otras personas, hacer retratos con la cámara y reírnos de cualquier ocurrencia mía. Ella no tenía muchas. Nuevamente, a pesar de estar con mi amiga de años pasándola bien, no pude evitar sentirme solo. Es una sensación que viene inoportunamente y se queda en mi corazón un buen rato, acurrucándose y dando golpes de arritmia, y yo no deseo darle morada. Lo lamento. La soledad es como una niña sin amigos en el colegio, nadie quiere estar con ella.

 

-       ¿en qué piensas? – preguntó la che al verme mirando el cielo largo rato.

-       Hay una persona que me gustaría que estuviese aquí conmigo.

-       ¿Cómo se llama?

-       No importa su nombre.

-       Dale che, contame.

 

Se lo conté a mi manera

 

-       Cierra los ojos, che.

 

Ella cerró los ojos.

 

-       Respira profundo tres veces y recuerda algún momento romántico, hazlo rápido.

-       Ok.

-       Ahora sin pensar casi nada, dime el primer nombre del sexo opuesto que se te venga a la mente.

-       Daniel – dijo ella.

 

Hace tiempo ella me había contado que tuvo una relación larga con un chico en Lima llamado Daniel.

 

-       Siempre tenemos un nombre en nuestra cabeza. No importa si estamos solteros o en una relación. Siempre hay alguien que llegó a nuestra vida y aunque ya no esta, se quedó en un espacio pequeñito aquí adentro (señalé su pecho); y cada vez que lo recuerdes hace zoom, ocupando todo el espacio en tu cabeza.  

-       Puede ser…

-       Algo así me pasa con él. Es un chico que vino a mi vida hace tres años aproximadamente y no se ha ido de aquí (le señalé mi corazón). Y pensé que, conociendo a alguien nuevo, ese recuerdo se borraría como un viento nuevo que se lleva las hojas de un árbol viejo.

-       ¿Y no fue así?

-       Aun no he conocido alguien especial como él.

-       ¿Qué tiene de especial?

-       Cuando estaba con él, es como si todo pudiese pasar. Sé que suena a cliché, pero es cierto. Él tiene magia o algo muy parecido.

-       ¿descríbemelo con palabras sencillas?

-       Él es cariñoso, amable, gracioso, amplio sentido del humor, enorme corazón, inteligente, sexy, guapo, divertido, extrovertido, loco, en fin. Es capaz de prestarse al plan más absurdo y hacerlo inolvidable. No es rutinario ni convencional. Es alguien que vive el momento al máximo y hace que cada día cuente. Que cada día sea distinto al anterior.

-       ¿Estas enamorado aún?

-       Puede ser que hoy o mañana o en unos días conozca otro chico, pero que me haga sentir como él me hizo sentir, lo dudo mucho. Siempre lo voy a querer.

-       ¿y qué pasó?

-       Se fue a otro país.

-       ¿Y volverá?

-       A quedarse no. Y cada vez que vuelve debo fingir que lo veo solo como amigo.

-       ¿Por qué haces eso?

-       Porque volverá a irse.

-       ¿Y si él siente lo mismo?

-       Y si no…

-       No puedes quedarte con la duda- dijo ella – cuando vuelva debes decirle.

-       Los finales felices ya no existen, che.

 

Ella me quedó mirando muy afligida. Sabe que he cambiado, que quizá hace unos años hubiese dicho todo lo contrario, pero el tiempo hace bien su trabajo, nos cambia.

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