UNA BANDADA DE SENTIMIENTOS
Cuando uno comete un crimen, lo calla. Sin embargo, como dijo Dostoyevski, el crimen perfecto no existe, siempre nuestro cargo de conciencia o carga emocional nos delata en las formas más inesperadas. Algún comentario, algún gesto, alguna mirada, alguna sonrisa esbozada.
Lo mismo sucede con los sentimientos que queremos esconder, porque tenemos miedo que la otra persona lo descubra, ¿y por qué tememos que se descubra lo que sentimos? Porque ya sabemos lo que esa persona siente por nosotros, nada.
No hace falta que me lo haya dicho, lo sé. Me lo dicen sus ojos sin brillos al verme, el tono de su voz sin efusividad y nerviosismo, al contrario, él suena parco, pausado y robótico. Y mi mecanismo de defensa se activa automáticamente, reprimiendo, negando y desplazando mis emociones a un lugar donde no les hagan daño. Soy neurótico y romántico asintomático que solo quiere querer y creer en la forma más utópica de él.
No son mariposas, tengo una bandada de sentimientos hacia ti que revolotean en una jaula. Tu tienes la llave pegada en la espalda, parece que nunca la verás, o nunca la alcanzarás, como si se tratase de una comezón.
Todo tiene una explicación científica y condicionada, creo que puedo explicarlo mejor que Pavlov. Y es que si te suceden las mismas cosas desagradables decides olvidar y hacerte el loco. Disimular que todo anda bien porque es mejor parecer fuerte que débil. Eso fue lo que le dije a un amigo, y el me respondió: “No esta bien. Si todo siempre sale mal, ¿te has puesto a pensar que no son ellos, sino tú? Lo repitió tantas veces, que finalmente hizo efecto en mí. Si soy yo, entonces necesito alejarme de estos estímulos por un tiempo, hasta que aprenda a expresar mejor mis emociones, controlarlas y canalizarlas.
Mientras mi mente aprende esta nueva
lección, esta bandada de sentimientos hacia ti deben ser puestas en libertad y
convertirlas en sentimientos hacia mi. Una vez que yo pueda administrarlos,
podré ser capaz de distribuirlos. Deséame suerte.
Por Carlos Gerzon
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