SEX O'CLOCK Cap. 4 NEURÓTICO
El cielo se tornó colorido como un helado de tres sabores combinado en una copa derritiéndose bajo el sol. Colores rojizos, rosados y un poco de celeste bebé. Aquella vista me produciría paz certera en un día cualquiera, sin embargo hoy fue complicado lograr ese estado de animo. Me sentí ansioso, como perseguido y acechado. Tenía la sensación que cada movimiento en falso podría detonar un solo de sirenas de los patrulleros.
Ignacio decidió pasar por mí en la puerta del edificio donde se encuentra la oficina donde trabajo, para irnos juntos al sur. Recogí mi lap top para avanzar con un reporte antes de volver de vacaciones la próxima semana. Ignacio pretendía quedarse los días que restaban para cumplir con el contrato de alquiler. Yo solo ansiaba recoger mis cosas y no volver por allí. Aunque horas más tarde Ignacio me convencería de quedarme una noche más.
- ¡Qué tal cara de huevón traes! Vamos a la playa no a la verga.
- ¿Cómo puedes estar tan tranquilo?
- ¿qué te sucede?
- Espera ¿no ha
ido la policía tu casa?
-
¿la policía?
Pude ver que el rostro de Ignacio pasó de
burla a consternación. Le conté que la policía estuvo hoy en mi casa interrogándome
al igual que a muchos que estuvimos de invitados en el cumpleaños de Vasco buscando
testigos.
-
Puta madre ¿qué te
preguntaron?
- Cómo conocía a Vasco.
-
¿Les contaste la verdad?
-
¡Estas huevón!
Cuando el Sr. Figueroa me preguntó de dónde
conocía a Vasco, le dije la verdad a medias, que lo conocí en una discoteca
meses antes y que es amigo de unos amigos.
-
¿Les contaste de tu affaire
con él?
-
¡No!
-
¿y si lo averiguan?
-
No hay forma. No tienen su
celular.
Ignacio tomó la ruta por la panamericana
entrando desde Chorrillos.
Van a interrogar a todos los que
estuvieron en la fiesta. La mamá de Vasco esta desesperada por encontrar un
responsable y las pistas no solo se encuentran en el celular, también en la
lista de invitados. Si alguien mató a Vasco, puede ser que esa persona haya
estado aquella noche cantándole el cumpleaños horas antes de acabar con él.
-
Te preguntaron si conocías a alguien
además de Vasco.
-
No. No tuvo tiempo de hacerme
más preguntas.
Ignacio se quedó callado un momento prolongado. Titubeó, y luego encontró valor para volver a hablar.
-
Solo te pido un favor
-
¿Cuál?
-
No vayas a mencionar que me
viste allí.
-
¿quieres que mienta?
-
No mientas, solo omítelo.
-
¿por qué?
- No me gustan los interrogatorios. Ya conoces a mi viejo, se pondrá furioso si se entera que estuve en una fiesta llena de drogas.
No estaba seguro de contarle a Ignacio la verdad acerca del reloj porque probablemente su reacción no sea la más calmada que pueda esperar de él. Sin embargo, no pude evitarlo, necesitaba hablar con alguien.
-
Es probable que me busquen
otra vez.
-
¿por qué dices eso?
Miré fijamente a Ignacio tratando de
controlar con mi mirada su reacción.
-
Por el reloj.
-
¿Cuál reloj?
Ignacio pensó unos momentos y recordó lo
que su primo alférez le contó a su papá; entre las pertenecías encontradas durante
la autopsia había un reloj. Ignacio volteó y me quedó mirando estupefacto.
-
¿ese reloj es tuyo?
-
Esa noche, el reloj que Vasco llevaba puesto, yo se lo regalé. La policía lo encontró junto al cadáver, de seguro encontraron mis huellas
dactilares.
Ignacio frenó bruscamente y se estacionó
a un lado de la carretera.
-
¿qué mierda me estas
contando?
No le respondí. Ignacio es impredecible en sus reacciones. De inmediato su rostro de transformó y se puso colorado de ira. Vasco siempre me lo decía “El neurótico de tu amigo Ignacio me da risa, yo no podría ser amigo de alguien como él. Me daría miedo”. Vasco no sabe nada de mi amistad con Ignacio. Lo ha visto un par de veces borracho y es verdad que Ignacio con copas encima es escandaloso, impulsivo y le encanta insultar y decir groserías, rozando con lo agresivo. Vasco y yo lo gozamos varias veces en las fiestas de la playa. Siempre terminaba desquitando su frustración conmigo.
La ultima vez, me empujó frente a la piscina delante de sus amigos en la casa de su prima. Vasco también estaba allí y me ayudó a salir del agua. Todos ya estaban muy borrachos así que no fue muy vergonzoso ni hubo humillación pública, pero estuve molesto con él por unos días hasta que llamó a disculparse. “Perdón bro, estaba borracho ya sabes como me pongo”. Y aquella noche no hice nada de malo como para enfadarlo; solo estaba conversando con Vasco, fumando un porrito en la playa. “Qué tanto andas con ese huevón, seguro ya te lo tiraste” decía Ignacio.
-
Cálmate Ignacio, por eso no
te cuento nada. Mira como te pones.
-
Huevón a mí no me me regalas ni un condón.
Mira el problema en el que estas ahora por ese pedante.
-
Estas hablando de un muerto.
-
¿Y? mi amigo no es. Bueno, no fue.
Ignacio detestaba el estilo de vida de
Vasco. En general detestaba a los chicos
que vivían pendientes de su Instagram y haciendo historias de absolutamente
todo lo que les sucede. Publicando sunsets, usando más de cinco hashtags y
rebuscando filtros distorsionadores de realidad. Realmente si aguantaba a Vasco
fue porque yo se lo imponía. "Es un ególatra grabándose así mismo para sus seguidores”, decía Ignacio. Yo trataba de defender, sin éxito, el
trabajo de Vasco.
-
No lo defiendas, tampoco es
que lo hayas conocido mucho tiempo. El día de su cumpleaños se comportó arrogante
y egocéntrico.
Admito que Vasco pudo ser una persona egocéntrica. Sin embargo, una
vez que lo conocías más allá de sus stories, fue un chico bastante centrado. Y cómo
toda figura pública existirá gente que lo odie y otros que lo quieran.
-
Yo no lo odio.
-
Si claro, se nota. – le dije
en modo sarcástico.
-
Es un idólatra. Yo lo escuché
hablar con sus amigos igual de huecos que él.
Un patrullero se detuvo delante de nosotros. Ignacio no se percato hasta que uno de los policías se acercó al auto hacia el lado del chofer y le pidió sus documentos. Ignacio se puso nervioso y torpe, dejo caer su licencia de conducir. Afortunadamente todos sus papeles estaban en regla. Al ver que Ignacio no podía ni hablar porque se le trataba la lengua, le expliqué al tombo que nos detuvimos a buscar una dirección y, en cuestión de segundos, aquel agente del orden se retiró.
-
Mierda, si así te pones por
una inspección de tránsito. No me imagino cómo te pondrás cuando vayan
a interrogarte por lo de Vasco.
Ignacio me miró con la frente sudada y
advirtió.
-
En serio Gael. No me
menciones en tus declaraciones.
-
Ignacio no puedo mentir. Me van
a preguntar a quien conocía en esa fiesta o quién iba conmigo, y no voy a mentir.
-
Gael, por favor no cuentes
nada.
Ignacio suspiró, encendió el auto y avanzó.
Luego volvió a frenar.
-
Ignacio ¿estas bien? ¿quieres
que yo maneje?
-
Por favor. Tú, no me viste en esa fiesta.
Me asusté ante su insistencia.
-
Ignacio ¿pasó algo esa noche que no me hayas contado?
Ignacio apagó el auto y cogió su
celular. Lo desbloqueó y me lo entregó mostrándome mensajes y fotos enviadas con la fecha del sábado anterior. La misma noche que Vasco murió.
-
No le puedes contar a nadie.
Los mensajes formaban parte de una conversación vía Sex o’clock entre Ignacio y Vasco.
Continuará.
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