SEX O'CLOCK Cap. 6 EL CHAT


Cuando desperté, mi cabeza dolía como los mil demonios. Una sensación figurativa de martillazos golpeando sobre mis sienes incesantemente. No podía evitar quejarme y lloriquear. Es un dolor insoportable. Mis ojos rojos me ardían y mantenerme en pie me costaba un poco de trabajo. Estaba sin camisa y con los jeans abiertos rozando la mitad de mis muslos. Al ver por la ventana me percaté que era de día, me fijé que faltaban quince minutos para las seis de la mañana. Volví a vestirme correctamente, lavé mi cara y me acordé de Simón.

 

Simón es un muchacho que ansiaba conocer en persona, luego de dos semanas de mensajes continuos en Sex o’Clock. La primera cita iba a ser en cualquier momento de la madrugada. No contaba que iba a quedarme dormido en el regazo de Vasco al cual busqué por breves instantes alrededor de su departamento y no lo encontré. Recuerdo haberle mandado un mensaje, pero no lo respondió. Su destino ya estaba sellado.

 

Mientras tanto la amiga de Ignacio dormía junto a otro chico en uno de los muebles de la sala. Acudí a la cocina para tomar agua y por la ventana pude ver al vecino exhibicionista de cual Vasco siempre hablaba, nuevamente saliendo de la ducha casi desnudo, llevaba prisa al igual que yo.

 

Miércoles 22 abril por la tarde (3 días después de la muerte de Vasco)

 

Ignacio manejó en silencio luego de confesarme que había estado conversando aquella noche por el chat de Sex o’Clock con Vasco.

 

-       ¿Por qué no me contaste antes? – pregunté entre asustado y sorprendido.

-       No sentí la necesidad de hacerlo. Pensé que ibas a empezar a juzgarme.

-       ¿juzgarte?

-       Siempre lo haces Gael.

-       Esto es diferente. Se trata de algo muy importante.

 

Ignacio dice que nunca sucedió algo con Vasco. Se citaron en la azotea, pero al verse mutuamente supieron que no habría química. Ellos no se soportan.

 

-       Debió enviarme la foto de su cara antes de seguir enviando mensajes eróticos.

-       Y tú debiste hacer lo mismo – dije entre alterado y serio.

-       Jamás le daría si quiera un beso a Vasco. Aj, lo detesto.

-       Cómo no te diste cuenta que estabas hablando con él.

-       No sé. Estaba ebrio y él no pone foto de su rostro. Pensé que era alguien de la fiesta, la distancia era muy corta.

-       Esos mensajes te pueden meter en problemas.

-       Te das cuenta porque no quiero que la policía me interrogue. Pueden creer que yo lo mate. Sin contar que todo el mundo en la policía conoce a mi viejo.

 

Ignacio tenía razón en estar asustado. Si la policía lo interroga y él peca de ser honesto, le pedirían su teléfono para ver los mensajes. Y francamente no creo que Ignacio este preparado para que su papá conozca la otra vida de su hijito y mucho menos revisar los mensajes subidos de tono entre él y Vasco. Definitivamente Ignacio hizo lo que tenía que hacer.

 

-       ¿No viste nada inusual?

-       Mi mente esta en blanco. Acuérdate tarado, yo también estaba en drogas densas esa noche.

-       ¿No viste si alguien más estaba en la azotea o subió mientras tú bajabas?

 

Ignacio hizo una breve pausa y trató de asimilar mi pregunta. Miró atento hacia el vacío del parabrisas frente a él y se sacó el cinturón apenas estacionó el auto frente a la casa de playa que habíamos rentando a inicios de verano. Aunque intentó fue inútil Ignacio siempre borra casete y había perdido los recuerdos de esa noche. Ni siquiera sabe como llegó a la casa.

Ignacio estiró su dedo meñique hacía el lado del copiloto donde estaba yo sentado. Esta vez, con tono serio en su voz y pidiendo por favor con bastante énfasis en las últimas palabras, volvió a pedirme que no contará a nadie que él estaba en la fiesta.

 

-       Yo no diré nada. Sin embargo, hay gente que si te ha visto.

-       No conozco casi a nadie. Además, solo estuve una hora o menos.

-       ¿Tu amiga no dirá nada?

-       Kiara es una tumba. Ella tampoco recuerda mucho.

 

Bajamos del auto y entramos a la casa. El sol se puso en tonos cálidos decidido a atardecer frente a nuestros ojos. Me hubiese gustado ir al funeral de Vasco. Deseaba ir, pero tuve miedo. Como si me sintiese culpable de que él no estuviera ahora en la playa como nosotros lo estamos ahora. En un mundo paralelo si yo no me hubiese quedado dormido o si hubiera aceptado ser débil y caer ante la tentación de su cuerpo casi desnudo aquella noche, quizá ahora estaría vivo. Quizá estaría conmigo tomándose selfies y fumando marihuana como lo hacíamos casi todos los domingos de este verano por las tardes. Quizá hubiésemos tenido sexo esa noche, hubiese estado a salvo en mis brazos y entre mis piernas y no se hubiese encontrado con la persona que lo empujó.

 

Vasco siempre decía que yo terminaría enamorado de él. Tenía tanta seguridad en sí mismo que sonaba arrogante para otros. Quizá por eso Ignacio no soportaba esa cualidad en él, porque a diferencia de Vasco, él sí que es arrogante, aunque trata de proyectar seguridad en sí mismo.

 

Vasco e Ignacio juntos en Sex o’Clock, puedo imaginar esa escena, ambos conversando y enviándose fotos, sin tener idea que ya se conocían. Eso es un tema recurrente en esta aplicación. Mucha gente ingresa a chatear en modo incógnito. No desean, ni tienen interés de mostrar su identidad. Temen ser juzgados de promiscuos, arrechos o vacíos. Ignacio siempre piensa que es seguro no poner su foto ni su nombre real. Alega que es mucho mejor dejar que la otra persona se revele primero, así puede controlar mejor la situación. Vasco por su lado siempre me decía que prefiere no poner su información para evitar malos ratos. Dejaba su perfil en blanco porque teme que sus seguidores lo encuentren y lo expongan. Y no es que Vasco hiciese cosas malas en Sex o’Clock, pero así cómo tiene seguidores que lo quieren, tiene detractores que se colgarían de cualquier hilo suelto de su outfit del día para fastidiarlo.  

 

Sex o’Clock, ha sido satanizado por sus mismos usuarios. Curioso, porque en realidad la aplicación no es culpable. No es el app, es el uso que le dan sus usuarios. La verdad es que puede haber gente que solo quiere sexo exprés de una noche o amigos con beneficios asegurados o como se le dice ahora, armar un ganado. Para mí es como un tablero de ouija gay donde puedes despertar demonios que te perseguirán haciéndose pasar por ángeles.

Vasco ya tenía un ganado asegurado fuera de la aplicación, conocía gente de fiestas, eventos y amigos de amigos, en realidad no necesita Sex o’Clock para conseguir sexo. Para él, usar ese chat es una forma de morbo que disfruta. Le encanta calentar a los usuarios al otro lado de la pantalla. Caso contrario es Ignacio, que vive pensando en lo que la gente piensa de él, odia ser juzgado por lo que es o hace, por eso calcula cada movimiento que hace. No le faltan pretendientes en la vida real, pero disfruta que le suban el ego en el mundo digital.  

La ultima vez publicó una nota con una foto de sus abdominales y se veía parte de su ropa interior y no se veía el rostro, “Si te gusta, toca la alarma”; así es como se juega a la seducción en Sex o’Clock. Tienes un perfil, subes tus fotos, colocas una descripción y tienes la opción de entrar a la sección de novedades donde puedes escribir notas y actualizaciones y la gente interesada responde a ellas. “Tocar la alarma” es prácticamente aceptar la propuesta del aquel que propone.

Ignacio se sentía a salvo en el anonimato, porque nadie podría hablar de él. Solo enviaba su foto de rostro a aquellos que realmente despertaban un interés supremo en él. Vasco actuaba igual en ese sentido. Una vez me dijo: “Si te hubiese conocido por Sex o’Clock, probablemente no habría la química que ahora tenemos”. Yo pensé igual que él, aunque las probabilidades de encontrarnos en la aplicación fueron altas. Yo eliminé momentáneamente el app luego de conocerlo. Y no fue por él que decidí cerrar mi cuenta, simplemente estuve agotado de malas experiencias y gente que solo quiere sexo rápido. Sucedieron muchas cosas en el verano que me hicieron dudar de mi decisión. Finalmente, dos semanas antes de la muerte de Vasco volví a descargarlo y fue que conocí a Simón. Y el momento fue perfecto, porque necesitaba alguien nuevo en el mapa.

 

-       Cuéntame de Simón – me pidió Ignacio mientras traía unas latas de cerveza a la terraza y unas mantas. El verano se estaba marchando y el frío limeño estaba invadiendo el sur.

 

A las seis de la mañana luego de salir del departamento de Vasco, afortunadamente leí a tiempo el mensaje de Simón que aún estaba despierto: “nos veremos?”. Por supuesto que sí, le respondí. A los minutos nos encontramos en la playa.

 

-       ¿Tuvieron sexo en la playa? Te lo comiste.

-       Eso es algo que tú harías… – le respondí a Ignacio y se quedó callado, pero ganas no le faltaban de refutarme.

 

Simón es encantador, con el sentido del humor que necesito y supe que se quedaría orbitando en mis pensamientos cuando en la playa luego de hablar por casi una hora dijo: No quiero contártelo todo hoy, para poder seguir viéndonos.

 

Continuará. 

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