SIEMPRE NOS QUEDARÁ BUENOS AIRES Cap. #10 NO LLORES POR MÍ BUENOS AIRES
Las cosas que vives no tienen que quedarse
contigo, a veces solo suceden para convertirse en recuerdos. Y recordar es
volver a vivir. Así que no temas encontrar algo fugaz. No cuentes los minutos y
días de duración, no midas el tiempo. Déjalo correr. Dedícate a estar en el
presente en esos instantes. No proyectes ni le des oportunidad a tu mente de
construir expectativas. Solo dedícate a vivir cada instante.
Con ello en mente, viví.
Regresé a terminar de empacar la maleta.
La che llegaría en cualquier momento. Y allí en el portal del edificio, Diego
me esperaba son esa sonrisa de oreja a oreja que me regaló cuando lo conocí. Me
abrazo fuerte, desde ese momento cada minuto cuenta.
-
Pensé que no vendrías.
-
Tenia que venir a despedirme.
Nos besamos desesperadamente y llegamos
nuevamente hasta mi cama.
-
Mi amiga puede venir en
cualquier momento. Ella tiene la llave.
-
Entiendo.
Regreso su miembro dentro de sus pantalones.
Y me extendió la mano para regresar a la sala. Preparé unos cigarros de tabaco
con sabor a vainilla y nos pusimos a tomar. Saqué dos cervezas de la refrigeradora
y nos pusimos a conversar. Diego seguía pensando en la forma de decirme que
esto que había sucedido entre nosotros debe tener una continuación y por eso me
recomendó leer un libro.
-
El amor en los tiempos del cólera…
creo que nunca lo leí.
-
Hazlo. Te va a fascinar.
-
¿por qué?
-
Porque al igual que tu viaje,
a pesar de que terminé hoy, no significa el punto final.
Diego es romántico, mucho más que yo. Y eso
me gusta.
No pude evitar pensar que, sino fuera por
mí, Diego estaría saliendo con otro chico. El chico del Instagram. De seguro
cuando yo me vaya de Buenos Aires volverá a escribirle. Debo vivir el presente
y olvidarme de las opciones del futuro.
Cuando llegó la Che, de inmediato
congeniaron, parecían dos viejos conocidos de hace años. Diego podrá tener veintiún
años de edad y la Che me lleva como dos o tres años. en total la diferencia de
edad entre ellos es de doce o trece años, sin embargo, hablaban el mismo
idioma. Diego es un chico altamente listo e intelectual. Conoce de todo un
poco, y la política latinoamericana es un tema que ha vivido en carne propio,
desde el éxodo de su natal Venezuela hasta la llegada a la tierra prometida de CABA.
La che lanzaba sus opiniones a la mesa
mientras se tomaban unas birras, pero él las refutaba y argumentaba con total tranquilidad.
Yo me sentí ajeno a la conversación, hablar de política me provoca urticaria. La
detesto, aunque es irresponsable de mi parte vivir desinformado en una burbuja,
la verdad es que preferiría vivir sin política, sin un estado fijo. Me encantaría
ser nómada y andar por la vida. Tomando buses que me lleven de un lugar a otro.
Sé como suena eso y la verdad es que no me siento idealista, sino más bien como
un canario en una jaula. Necesito volar.
Faltaba menos para irme a la estación.
Diego se acercó a mí y me tuvo de la mano mientras la Che preparaba todo para
dejar el departamento cerrado como antes que yo llegase.
-
¿En qué piensas?
-
En que quizá nunca vuelva.
-
¿por qué?
-
Porque no me gusta hacer
planes a largo plazo, me gusta volar donde me diga el presente.
Seguro que Diego y yo funcionaríamos si
me quedaba en Buenos Aires. Hubo un tiempo en que pensé en mudarme a esta
ciudad. Sin embargo, ahora no estoy muy seguro de querer hacerlo.
Hacia mucho frío afuera. La che me ayudó
bajando mi maleta más pesada mientras Diego y yo nos quedamos en el balcón.
-
Something
to remember – le dije a Diego susurrando en el oído.
-
La voy a escuchar – dijo Diego
con los ojitos brillando por el agua de la nostalgia adelantada.
-
No llores por mí chiquillo. Al
menos nos conocimos – dije tratando de hacerlo reír y lo logré.
-
Me encantó haberte conocido,
aunque…
-
Aunque probablemente nunca
nos volvamos a ver.
-
Exacto.
-
Siempre nos quedará estos dos
días. Siempre nos quedará Buenos Aires.
-
Sabes desde que te vi desde
el otro lado de la calle esperando en el bus, sabia que eras especial.
-
Tienes buen ojo.
-
Y buena puntería.
-
La verdad es que desde que te
vi cruzando la calle con tu sonrisa, sabia que ibas a hablarme y sabia que algo
iba a comenzar.
-
Lo único malo es que lo que
comenzó duró muy poco.
-
No dicen que es mejor calidad
que cantidad.
-
Así es, y en Argentina, la carne,
el tango y los amantes son de buena calidad.
Lo abracé casi colgándome de su cuello.
-
No estoy de acuerdo con el narrador
de esta historia – dije.
Diego soltó una carcajada, y yo continué.
-
Nada le costaba que nos hubiese
puesto en el mismo bus días antes. Hubiésemos tenido más tiempo para vivir todo
esto.
Y cuando dije aquello, sabia que “todo
esto” en realidad es un espejismo, como una coma que separa la realidad de la
ilusión, porque la vida de vez en cuando te hace vivir momentos intensos y
bonitos en pocos segundos. Si hubiese conocido a Diego desde el día uno de mi llegada
a la ciudad de la furia, quizá no habría sido tan increíble como lo es ahora. ¿Quién
soy yo juzgar la sabiduría del destino? Él sabe lo que hace con mi camino y de él.
Nadie mejor que el destino para conducir
y cruzar el camino de las personas.
Cerca de las nueve de la noche bajamos y
detuvimos un taxi. La che me ayudó nuevamente a subir las cosas. Me despedí
primero de ella y luego fui a lanzarme a los brazos de él.
-
Cuídate mucho y no me olvides
tan rápido.
-
No lo haré, me diste algo
mejor que un suvenir. Me diste algo para recordar.
Subí al taxi y por detrás los vi a ambos cruzando
la pista. Hacia mucho frio y me arropé con el abrigo. Puse música en mis audífonos
y comenzó a sonar en mis oídos un tango de Gardel y luego No llores por mí Argentina. En ese momento solo pensé que él que no
debe llorar por Argentina soy yo.
Fin.
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