EL CHICO DEL BUS Cap. #50 CARTA AL CHICO DEL BUS
En la antigüedad, se hacían señales de humo para contactar a alguien a distancia o se usaban palomas mensajeras, incluso he pensado en tirar piedras a su ventana tratando de crear clave morse. En la situación en la que me encuentro inmerso, enviarle un mensaje a H a su WhatsApp, sería como poner un papel dentro de una botella, soltarla en altamar y esperar a que la encuentre; muy pocas posibilidades.
Trato de no pensar en él, porque es dañino y tóxico. Mi amigo D me lo ha dicho “Si él pensará en ti un tercio de lo que piensas tu en él, no tendría tiempo para vivir. Debes dejarlo, porque cada vez que lo piensas tu voluntad de va de vacaciones y pierdes tiempo. Pensar en alguien que no te quiere, es perder el tiempo.” Los días en mi calendario pasaban como se pasan las hojas de revistas en una peluquería, sin interés. Afortunadamente conseguí un nuevo trabajo, porque la tristeza no se queda en el rostro diariamente, siempre hay momento de distracción y gozo. Ser asistente de marketing en una tienda de ropa online es lo que necesitaba, por las mañanas creaba moodboards y ayudaba con el brainstorming, y por la tarde fotografiaba los diseños. Empecé hace tres días, la quincena de junio para ser exactos, no me quejo, hago de todo un poco y me gusta. Parece que el destino se había cansado de jugar conmigo y dejo que disfrutará mis primeros días de trabajo, claro que luego se acordó que le tocaba joderme la vida con sus malabares y me trajo la noticia de que el vuelo de H Buenos Aires sale hoy por la noche. Y no he podido hablar con él desde el cumpleaños de Mía. No responde mensajes ni llamadas. Al día siguiente de esa noche, lo llamé insistentemente para contarle lo que había escuchado en el baño, mientras su novia y mi amiga conversaban. Él siguió ignorando todas mis llamadas, y solo me mandó un prehistórico mensaje de texto “Te escribo luego”. Parece que se ha olvidado de mí y mis adjetivos calificativos, la paciencia es un don del cual yo carezco. Aunque mi amigo D insista en que “debo respetar su distancia”, no puedo evitar pensar que si la respeto, esa distancia se hará mucho más evidente cuando este a cientos de kilómetros al sur en la ciudad de Buenos Aires. La opción más drástica y ya lo he hecho antes con otros chicos, es hacer un lavado de cerebro y dejar el tapón abierto, drenarlo y que, literalmente, se vaya por un tubo. De ese modo cada vez que aparezca pantallazo de su recuerdo en mi consciente, mi mente no lo reconozca. Estoy pidiendo demasiado, dejar de querer no es tan sencillo como tomarse una pastilla o ponerse una inyección, olvidar es una enfermedad larga y postra a tu mente en una cama. Y parece que la radio se ha puesto de acuerdo en que todas las canciones me recuerden a él. No puedo dejar de quererlo de un momento a otro. Pero, digamos que, si puedo dejar de quererlo de un momento a otro, como cuando apagas la luz con simplemente movimiento de dedo, como si bastará mover el interruptor. Aun así, tengo que hablar con él porque hay al menos tres preguntas que quiero hacerle y las respuestas son igual de aterradoras que una pesadilla a mitad de la noche cuando te quedas solo en casa luego de mirar una película de terror.
La primera pregunta, es un misterio fresco, y tiene nombre y apellido. ¿Cuál es la historia entre él y J? Conozco una duda cuando la veo, y la de Romina es una muy alarmante, su intuición esta sincronizada con la mía como si se tratasen de periodos femeninos mensuales. Estoy convencido que sus sospechas son mis sospechas, porque ambos conocemos a H más de lo que él mismo se conoce. Es extraño admitirlo. Después de todo Romina y yo tenemos más en común de lo que parece. Ambos queremos al mismo chico a pesar de que nos engaña y se engaña así mismo. Y no lo considero masoquismo como dice mi amigo D, para nada. Es solo que cuando H se derrumba es como un niño indefenso y esa fracción de segundos que dura esa caída es lo que muestra su vulnerabilidad y me hace querer protegerlo. ¿será por qué yo también he estado en ese hoyo y he querido ser rescatado y nadie lo hizo? Mas tuve que subir solo por ese abismo y, es más, creo que aun sigo subiendo.
La segunda pregunta, esta atada a una curiosidad peligrosa y de índole inescrutable ¿realmente quiero saber por qué H irá a Buenos Aires? ¿tendrá que ver con la información confidencial que tengo sobre los hermanos? Podría decirle a H lo que escuché aquella noche en el baño de chicas cuando Romina hablaba con Mía sobre su hermano J. Y esa conversación debe ser en persona y en privado. Y presiento que H esta tan resguardado como un político corrupto en la cárcel. Como un castillo medieval rodeado de agua con cocodrilos temperamentales. No puedo pecar de naíf tantas veces con una sola persona, ese no es un viaje de trabajo, ni de vacaciones. El móvil es otro y aunque temo la respuesta, prefiero saberla, porque quizá esa respuesta es la llave para soltarme los grilletes que me tienen atado a la persona equivocada.
La tercera pregunta, tiene dos años esperando una respuesta. Y en nivel de dificultad, se lleva de encuentro a las dos anteriores, pero todo tiene un limite y el mío definitivamente ha llegado, tan solo quedan pocas horas. Mi letra es fea, pero mis palabras bonitas. El mensaje en la botella en altamar era el camino equivocado, haré las cosas más a mi manera. No solo quiero atormentarlo de preguntas, también quiero darles respuestas a preguntas que él no me ha preguntado, pero estoy seguro que quiere saberlas. La única forma de que nos comuniquemos debe ser sorpresivo, inesperado y especial, así como mi respuesta cuando me invitó a salir la primera vez, en el vidrio y con el aliento congelado. Una carta para el chico del bus, que debe llegar a sus manos y que la descubra una vez en el avión. Yo conozco a H, sé que le encanta leer, y esconder la carta en un libro sería la mejor manera de que mis palabras lleguen a él en una forma discreta.
“Hola H,
No sé como empezar, ni que palabras usar, supongo que tendré que decirte cuanto te quiero, y estoy seguro que ya lo hice antes, probablemente no con mis palabras, pero en cada momento juntos mi mirada, mis besos y mi lenguaje corporal se han encargado de comunicártelo. De seguro ya sabes que tengo muchas preguntas que esperan tus respuestas. Creo que pasará un tiempo largo antes de saberlas. Te deseo un buen viaje de ida, aunque no sé cuando regreses, quizá pronto o tal vez no tienes un boleto de regreso. Voy a extrañar ir a tu departamento y pasarla bien, desde nuestras conversaciones hasta cuando no hay nada que decir. Eres un misterio, pero hay algo que, si tengo claro, es que me aprecias, y a pesar de mis expectativas tan altas como el Himalaya, sé que al menos somos dos buenos amigos que podemos confiar el uno al otro, que estaré aquí si me necesitas y quiero tener la certeza que estarás allí para mí, chico del bus.
Estoy pensando que debería enviar nuestra historia a un novelista. Yo le había puesto punto final a tu historia, pero tú volviste como un boomerang a toda velocidad y me golpeaste por detrás. Quise a ayudarte como amigo, pero nuevamente me deslicé por tus miradas, es inevitable verte como algo más que amigo, lo he intentado, pero solo parece un mal sueño. Y no importa si lanzas la moneda para tomar decisiones, sé que es difícil para ti tomarlas por tu cuenta, pero esa, es otra h-istoria.
Mis amigos dicen que vivo esperando muchode las personas, pero si me metí en tu vida me movieron solo buenasintenciones. Ya no debo esperar nada, solo quiero cerrar este libro con tus respuestas. Yo también tengo muchas cosas que contarte antes de que te vayas, supongo que algún momento nos encontraremos de nuevo, quizá en un bus, como cuando nos conocimos.
Te quiero,
G.
A las seis de la tarde salí de la oficina y tomé un taxi hasta la librería, quería comprarle un libro a H, No night is too long, es uno de mis libros favoritos y sé que a él le apasiona leer en inglés o portugués. Coloqué la carta en medio de las hojas y entré a la recepción de su edificio, y el señor que custodia la entrada me reconoció. “¿Va a subir, joven?”, preguntó. “Entréguele esto a Helmut en sus manos cuando baje con sus maletas, por favor”.
Caminé hasta el café francés que quedaba a unas calles de la casa de H. No pude evitar pensar ¿seria descabellado comprar un pasaje a Buenos Aires? Sí, lo seria. Nuevamente como un instante de lucidez, las palabras de mi amigo D venían hacia mí. “Cuando él decida y te de la respuesta ¿qué vas a hacer si es un no? Dices que lo vas a olvidar y cortar comunicación, pero estoy empezando a dudar de tu determinación. No quisiera decirte esto, pero seré imparcial, ¿qué pasará si su respuesta es un si con condiciones? Como una vez él mismo te lo había dicho, no cree en la monogamia ¿podrás? ¿aceptarás ser prácticamente su perra? ¿eso quieres?”. Tenia las palabras de D más presentes que nunca, y más tangibles.
Eran casi las siete de la noche y compré una taza de café, no le puse azúcar. Me lo tomé en menos de un minuto por los nervios. En estos instantes, H debe estar camino al aeropuerto ¿habrá recibido el libro? Cogí mi teléfono y llamé a Mía para contarle lo que había hecho.
- No te va a responder - respondió una voz – si lo estas llamando dudo que te responda, así como ha ignorado tus otras siete llamadas anteriores.
Su voz entró por mis oídos al igual que una bala perfora la sien de un suicida. Traté de ponerme de pie, pero no sabia que haría ella al menor movimiento. No parecía molesta ni tampoco triste. Estaba con el rostro soso, la postura erguida, el mentón arriba y la mirada hacía abajo, en una mano su bolso de diseñador y en la otra el libro que dejé en la recepción del edificio de H.
Nos miramos como con fuego cruzado, ella segura e imponente y yo conmocionado, o en estado de shock. Tratando de buscar la salida más cercana y escapar de Romina.
- Tenemos que hablar.
¿Fin?
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