A veces en la vida me siento como un peón en un inmenso tablero de ajedrez, limitado, en peligro y defendiendo constantemente a quién no debería. En este caso, enamorado de quien no debería, enamorado de un rey que ya tiene una reina, la cual posee jugadas y mayor número de movimientos capaces de deshacerse rápidamente de un peón. Ahora mismo me sentía atrapado en una partida sin tregua y Romina era una reina que desconocía que el peón frente a ella, al otro lado del tablero, tenia un romance secreto con su rey. H es el rey, y al igual que en el tablero, no puede moverse mucho, estaba limitado. La fiesta de cumpleaños de Mía se había convertido en una partida desde el momento en que todos rodeamos la mesa. La reina custodiada de sus caballos y alfiles, mientras yo era el peón solitario contra todo su ejercito. Por otro lado, A era un caballo y Mía una simple torre, mirando todo sin participar. Romina estaba un poco tomada, aunque no tanto como lo estaba M...
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